Entre los judíos, los árabes y los cristianos occidentales existe mucha confusión sobre el término «anti-semitismo». El término es equivalente a la expresión de actitudes profundamente anti-judías, y a veces anti-árabes pero la mayoría de las veces su uso es anacrónico y sin fundamento histórico. Mientras los sionistas y sus partidarios han utilizado la acusación […]
Entre los judíos, los árabes y los cristianos occidentales existe mucha confusión sobre el término «anti-semitismo». El término es equivalente a la expresión de actitudes profundamente anti-judías, y a veces anti-árabes pero la mayoría de las veces su uso es anacrónico y sin fundamento histórico. Mientras los sionistas y sus partidarios han utilizado la acusación de anti-semitismo contra cualquiera que se opusiera a Israel y a su política- especialmente aunque no de forma exclusiva-en el Mundo Árabe, los árabes se han sentido ofendidos porque ellos también son «semitas» y por ello no pueden ser «anti-semitas». ¿En qué se basan esos argumentos?
Quizás sea útil hacer algo de historia: el término «semita» fue establecido por los filólogos europeos en el siglo XVIII para distinguir unas lenguas de otras, agrupándolas en «familias» que descendían de una lengua «madre» con la que todas estaban relacionadas. En ese contexto, las lenguas se fueron organizando en «indo-europeas» y «semíticas», etc. El filólogo afirmaba que el árabe, hebreo, arameo, amárico, etc. eran lenguas «semíticas, incluso a pesar de que los filólogos nunca pudieron encontrar una lengua madre de la que derivaran todas.
En el siglo XIX y con el auge del racismo biológico europeo, quienes odiaban a los judíos no tardaron en abandonar las diferencias religiosas como base del odio hacia los judíos de la época inmediata a la Ilustración. Así que como la religión ya no podía formar parte de la argumentación que podía usarse en la Europa «racionalista y científica», se tenían que encontrar nuevas razones para el odio hacia los judíos, lo que no quiere decir, sin embargo, que algunas ideas religiosas no puedan racionalizarse. Con frecuencia así ha sido. Una vez que la Reforma protestante se adueñó de la Biblia hebrea para su nueva religión y al situar a los judíos europeos de la época Moderna como los directos descendientes de los antiguos hebreos, a partir de la Ilustración los que odiaban a los judíos, comenzaron a identificarlos como «semitas» sobre la base de que sus presuntos antecesores habían hablado en hebreo. Pero la realidad es que los antiguos hebreos hablaban arameo, la lengua en que se escribió el Talmud, así como algunas partes de la Biblia. Basados en esta nueva taxonomía filológica y en las correlativas clasificaciones biológicas racistas, a los judíos se les dotó de esa categoría lingüística que pronto se transformó en categoría racial. De acuerdo con ello, quienes odiaban a los judíos comenzaron a denominarse ellos mismos «anti-semitas». De esta manera, el objeto del odio del antisemitismo europeo han sido siempre los judíos europeos.
Hoy en día, las afirmaciones de muchos en el sentido de que cualquier manifestación de odio contra los judíos en cualquier lugar geográfico de la tierra y en cualesquiera periodo histórico es «anti-semitismo» presentan un grave desconocimiento de la historia europea del anti-semitismo. Mientras que la opresión, la discriminación y el odio contra las comunidades judías por el hecho de estar constituidas por judíos se han producido en muchos periodos de la historia europea, los fundamentos de ese odio son muy diferentes de los del moderno anti-semitismo, habida cuenta de que lo que lo originaba no eran razones científicas o biológicas o filológicas sino religiosas y otras de carácter político y económico que convertían a los judíos en cabezas de turco. Estas consideraciones pueden resultar intrascendentes para quienes sólo pretenden producir una historia lacrimógena de los judíos europeos, pero resultan cruciales para entender de qué manera las identidades desde la Ilustración europea se establecen de forma muy distinta a como lo hicieron en periodos anteriores, y cómo funcionan con nuevos argumentos útiles para el nacionalismo, el racismo, la opresión, la discriminación y la liberación y para los modernos mecanismos que se pusieron en práctica para institucionalizar semejantes identidades y categorías humanas.
El argumento defensivo de muchos para afirmar que los árabes no pueden ser «anti-semitas» porque ellos mismos son «semitas» es asimismo erróneo y superficial. En primer lugar, debo dejar claro que no creo que nadie sea «semita» como tampoco creo que nadie sea «ario», y no creo que los árabes ni los judíos deban sentirse orgullosos de autodenominarse «semitas» porque fueron los racistas europeos quienes les clasificaron como tales. Pero si la historia del anti-semitismo cristiano europeo fue una historia cuyo objetivo principal era escoger a los judíos como objeto de discriminación y exclusión, la historia del orientalismo europeo y del colonialismo es la de considerar objetos de esa discriminación, entre muchos otros, a los árabes y a los musulmanes. Lo que no quiere decir que los árabes no fueran considerados semitas por las clasificaciones filológicas y racistas europeas, porque en efecto lo fueron. Ni significa que mucho del odio de los árabes hoy no derive del anterior anti-semitismo que puso la diana en los judíos. Porque así es. La historia del orientalismo europeo tiene una gran complicidad con el anti-semitismo del que derivan muchas de sus representaciones de los antiguos y modernos árabes y de los antiguos hebreos y judíos modernos. Tal como puso de manifiesto hace ya un cuarto de siglo Edward Said en su clásica obra Orientalism, «Lo que no ha sido suficientemente resaltado en la historia del moderno anti-semitismo ha sido la legitimación de semejante atavismo en la clasificación que llevó a cabo el orientalismo, y… la forma en que esa legitimación académica e intelectual ha persistido durante la época moderna en los debates sobre el Islam, los árabes y el Oriente Próximo». Said añade: «La transferencia de la animosidad popular anti-semítica desde los judíos como objetivo a los árabes se llevó a cabo suavemente, aunque la imagen era en esencia la misma». En el contexto de la guerra de 1973, Said comentó que los árabes habían sido presentados en Occidente con un aspecto «claramente ‘semítico’: narices acusadamente ganchudas, miradas lascivas en su caras bigotudas que recordaban obviamente (a una gran parte de poblaciones no semíticas) que los ‘semitas’ estaban en el fondo de todos ‘nuestros’ problemas».
Es importante entender esto porque mucha gente en el Mundo Árabe y en otras partes piensa que los judíos europeos son los que decidieron denominarse «semitas», en lugar de creer que fueron cristianos racistas europeos quienes inventaron el término. Desde luego esta confusión es comprensible dado el hecho de que el sionismo, que adoptó en su totalidad la ideología anti-semita, llamaría a los judíos «semitas» y empezaría a considerarlos semitas racialmente desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. En este sentido no sólo muchos árabes creen que «semitas» es una categoría inventada por los judíos sino también lo creen muchos judíos europeos que fueron ( y en algunos contextos todavía continúan siéndolo) víctimas de esta denominación anti-judía.
Pero todo ello es muy diferente de la falsa afirmación de que los «árabes no pueden ser «anti-semitas» porque ellos mismos son semitas». En la actualidad, existen árabes que son anti-judíos, y que no han tomado prestada su retórica anti-judía de la experiencia en Palestina sino de la europea del anti-semitismo. El punto clave radica en que los árabes cristianos y los musulmanes pueden ser anti-judíos de la misma forma que, con frecuencia, los judíos- los judíos estadounidenses e israelíes- son racistas anti-árabes incluso aunque muchos de ellos utilizan el denominativo de «semita» para ellos mismos. Porque en efecto, hoy un enorme y desproporcionado número de propagandistas del racismo anti-árabe en Estados Unidos e Israel así como en Europa occidental son judíos. Pero existe, asimismo, un número desproporcionado de judíos entre los que defienden a los árabes y a los musulmanes contra el racismo euro-estadounidense e israelí, y contra el anti-semitismo. No obstante, en Occidente, la mayoría de quienes odian a los árabes y a los musulmanes siguen siendo los cristianos europeos y estadounidenses.
A menudo, los sionistas y sus partidarios subrayan que la negación del holocausto en el Mundo Árabe es la evidencia principal del «anti-semitismo árabe». He escrito en todas partes que cualquier árabe o palestino que se niega a reconocer el holocausto cae en la lógica sionista.
Mientras que la negación del holocausto en Occidente es en efecto una de las manifestaciones más fuertes de anti-semitismo, la mayoría de los árabes que no lo reconocen lo hacen por razones políticas y no por motivos racistas, precisión que incluso reconoce el orientalista Bernard Lewis, que es anti-árabe y anti-musulmán. Esa negativa se basa en la falsa afirmación sionista de que el holocausto justifica el colonialismo de los sionistas. La teoría sionista es la siguiente: habida cuenta de que los judíos fueron víctimas del holocausto, tenían derecho a la colonización de Palestina y al establecimiento de un estado judío colonialista allí. Los árabes que niegan el holocausto consideran el razonamiento sionista correcto, pero dado que al mismo tiempo rechazan el derecho de los sionistas a colonizar Palestina, el único argumento que les queda es el de negar que existiera el holocausto, lo que, en su razonamiento, despoja al sionismo de su argumento «moral». Pero el hecho de que los judío fueran masacrados no concede a los sionistas el derecho a arrebatar la patria de otros y a masacrar al pueblo palestino. La opresión de un pueblo no justifica el derecho para que, a su vez , oprima a otros pueblos. Si los árabes que no aceptan el holocausto, se negaran a aceptar la lógica criminal del sionismo que justifica las matanzas y la opresión de los palestinos apelando a él, entonces ya no necesitarían utilizar argumentos espurios. En mi opinión, todos quienes en el Mundo Árabe niegan la existencia del holocausto son sionistas.
Cualquiera que crea en la justicia social y se oponga a la opresión racista, debe solidarizarse con las víctimas del holocausto, especialmente con los judíos europeos, el 90 por ciento de los cuales fueron exterminados por un régimen criminal y genocida. Tales personas deben, de la misma manera, oponerse a la apropiación sionista del holocausto para justificar las políticas racistas y colonialistas de Israel. El intento de quienes niegan el holocausto de rebajar el número de víctima es indecente, porque tanto si las víctimas fueron un millón como si fueron diez los millones de judíos exterminados, en cualquier caso se trató de un genocidio, aunque ello no pueda justificar la opresión de Israel sobre los palestinos. Ese obsceno baile de números por parte de quienes niegan el holocausto son escasamente diferentes de la negativa sionista judía de la nakba palestina y son similares a los continuados intentos sionistas de rebajar el número de los refugiados palestinos. Aunque la nakba y el holocausto no tienen posible equivalencia, la lógica de negarlos es, sin embargo, la misma. Quiero dejar claro aquí que la Organización para la Liberación de Palestina y la mayoría de los intelectuales palestinos desde los años 60, han escrito y proclamado su solidaridad con las víctimas del holocausto judío y han atacado a quienes niegan que tuvo lugar. Al contrario de la negativa oficial y no oficial de los israelíes de la expulsión de los palestinos y el número de refugiados, quienes rechazan el holocausto no ocupan ninguna posición relevante en la OLP ni tienen legitimidad entre los intelectuales palestinos.
Hoy, vivimos en un mundo donde el odio a los árabes y a los musulmanes, que deriva del anti-semitismo, es evidente por todas partes. No son los judíos quienes están siendo masacrados a millares por al anti-semitismo árabe, sino muy al contrario son decenas de miles los árabes y los musulmanes asesinados por el antisemitismo cristiano de Estados Unidos y Europa y por el judaísmo israelí anti-semita. Los anti-semitas han descrito a los judíos como provocadores de corrupción, banqueros y financieros que controlan el mundo, como subversivos comunistas y como envenenadores de pozos cristianos, a los árabes y musulmanes en la actualidad se los presenta como quienes controlan los mercados del petróleo y como resultado detentan el control del mercado financiero mundial, los que promueven el odio por la corrupción de las civilizadas sociedades cristianas y judías como violentas terroristas, y como eventuales asesinos de masas, no con venenos semíticos judíos sino son armas nucleares, químicas y biológicas (que hasta ahora no se han encontrado). Por ejemplo, Michael Moore que se siente reivindicativo en su reciente documental , Fahrenheit 9/11, al denunciar la parte de la economía estadounidense que controlan los financieros saudíes olvida mencionar la mucha, mucha mayor participación estadounidense en la economía saudí. El anti-semitismo está vivo y bien presente por todas partes pero sus víctimas principales son los árabes y los musulmanes y no los judíos. Tenemos que luchar contra todo anti-semitismo sin que importe cuál sea el objeto de su opresión, los árabes o los judíos.
* Joseph Massad es profesor de Política Árabe moderna y de historia de las ideas en la Universidad de Columbia en Nueva York.
http://weekly.ahram.org.eg/2004/720/op63.htm
6-12 diciembre
Traducido para Rebelión por Felisa Sastre.