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Cuatro activistas hablan sobre la situación de las mujeres en İraq, Afganistán y el Kurdistán

Ser mujer en un país musulmán y ocupado

Fuentes: Diagonal

¿Quién no ha oído teorizar sobre las musulmanas? La escritora iraquí Bahira Abdulatif se revela ante este conjunto inexistente: «¿Quién se atrevería a hablar de mujeres cristianas?» Hablamos con cuatro mujeres que tienen en común haber nacido en países de mayoría musulmana y en situación de conflicto. Otras muchas cosas las diferencian. Nos hablan de […]

¿Quién no ha oído teorizar sobre las musulmanas? La escritora iraquí Bahira Abdulatif se revela ante este conjunto inexistente: «¿Quién se atrevería a hablar de mujeres cristianas?»

Hablamos con cuatro mujeres que tienen en común haber nacido en países de mayoría musulmana y en situación de conflicto. Otras muchas cosas las diferencian. Nos hablan de lo que conocen y de lo que piensan. Bahira Abdulatif, traductora y escritora ; su compatriota, la activista y periodista Imán Jamás ; la periodista kurda Zekine Turkeri ; y una integrante de la organización feminista afgana Rawa, a quien llamaremos Mehmuda, coinciden en la necesidad de separar religión y Estado. Aunque no parece estar en la agenda de muchos países musulmanes : prueba de ello es Iraq, con un Gobierno colaboracionista que impone «sus propios puntos de vista y actitudes muy reaccionarias (…) a la sociedad iraquí», como denuncia Jamas. Mehmuda zanja la cuestión con sencillez : entiende la religión como algo «muy privado». La aplicación de la sharía (ley islámica) como expresión extrema del gobierno de la religión en la vida pública provoca un rechazo unánime.

La idea de la mujer musulmana como perpetua víctima de los hombres musulmanes, más que empatía genera lástima, y la lástima sin más nos aleja del respeto. «¿Damos por hecho que las mujeres en los países de cultura musulmana son inferiores ?», interroga Turkeri. Abdulatif subraya que «la lista de derechos que el Islam garantizaba a las mujeres al principio», avanzada respecto a las religiones monoteístas precedentes, «ha sido mermada a lo largo de los siglos». Abdulatif advierte de que el machismo, «un fenómeno humano global», nos lleva a otro tema, el de «tergiversar los versos coránicos para mantener la supremacía del hombre sobre la mujer». Turkeri va más allá : «todas las religiones discriminan al ser humano y a las mujeres mucho más». En todo caso apelan a un análisis más complejo : la religión es sólo un factor. «Los problemas de las mujeres en Afganistán son políticos», afirma Mehmuda. «Las pautas sociales y tribales (…) son mucho más fuertes que las pautas religiosas», dice Abdulatif. Por su parte la periodista kurda apunta a las causas económicas como vector de discriminación.

Variables para el análisis evidentes al abordar la situación de las mujeres en cualquier otra parte del mundo. Sin embargo cuando se trata de las musulmanas parece que el Islam eclipsara toda coyuntura. Esta incapacidad de análisis sería, según Turkeri, un problema al que no escapa nadie : «La izquierda europea para algunos asuntos (el Islam, las mujeres musulmanas, los inmigrantes) creo que no sabe qué hacer, algunas veces por no ‘herir’ (…) huyen de ser claros, directos».

El conflicto

Si las mujeres musulmanas son víctimas indefensas, vamos a salvarlas : era uno de los argumentos «auxiliares» esgrimidos por aquellos que invadieron Iraq y Afganistán. Pronto se evidencia la falacia de castigar a un país con la excusa de proteger a sus mujeres : «Las fuerzas de ocupación no diferencian entre hombres, mujeres y niños (…) cuando bombardean ciudades o cuando arrestan a gente». «Hay miles de mujeres en las prisiones iraquíes sin ningún tipo de procedimiento legal», denuncia Jamás y añade : «tratan a las iraquíes como tratan a todo el pueblo iraquí : como enemigas». Mehmuda declara que actualmente : «la violencia contra las mujeres es peor que en los tiempos de los talibanes». Ellas son víctimas pero también actúan : cuando detuvieron a Turkeri junto a una amiga, ambas, muy jóvenes, ejercían como periodistas : «nos llevaron a la sección moral de una comisaría, donde nos ficharon como prostitutas». En 1994 Mehmuda huyó de un Afganistán en guerra civil donde «se mataba y violaba a niñas y mujeres». Volvió como activista de la mano de Rawa. En 1995, Bahira abandonaba Iraq (y su trabajo en la Universidad de Bagdad) debido a la persecución de Sadam Hussein, la barbarie resultante de la invasión le ha impedido volver. Recuerda a las mujeres que se quedaron allí : «Ellas luchan cotidianamente, no solamente para sobrevivir, sino también para reivindicar sus derechos». No luchan sólo por ellas : «Sin el apoyo de las mujeres la resistencia no hubiese llegado hasta donde ha llegado», concluye Jamás, ex directora del Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad.

En un conflicto las mujeres también pueden ser víctimas estratégicas : su humillación se convierte en un arma de guerra contra sus compañeros, familias o comunidades. En Iraq las fuerzas de la ocupación y el Gobierno colaboracionista : «arrestan a las familias de los combatientes e infligen a sus mujeres torturas y abusos», insultando así su honor, denuncia Jamas. O como afirma Turkeri : «Las mujeres no pueden elegir, su destino está ligado al de los hombres». La comunidad «da cierta protección al individuo, por ello éste tiene que sacrificar parte de su libertad, de su espacio individual a la comunidad». «En una sociedad islámica no estarás solo ante una situación difícil», pero «el espacio de libertades personales se reduce mucho por el mismo motivo», pondera Abdulatif. Mehmuda reflexiona : «parte de nuestra lucha es cambiar a nuestras familias, porque ellas también forman parte de la sociedad».