Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El izado de la bandera de Israel, que marcó el final de la guerra árabe-israelí de 1948, Oficina de prensa del Gobierno (Israel) – CC BY-SA 3.0
Los defensores de Israel nos deben una explicación. Primero, insisten en que Israel es y siempre debe ser un Estado judío, que no se refiere a la religión judía sino al «pueblo judío» en todas partes, incluidos los judíos que son ciudadanos de otros estados y no buscan un nuevo país de residencia. Para ser judío, según la opinión predominante, es suficiente tener madre judía (o haber sido convertido por un rabino ortodoxo aprobado). La creencia en un creador supremo del universo, en la Torá como la palabra de Dios y en el ritual judío no tiene nada que ver con la judeidad. (Ignoramos aquí los muchos problemas de esta concepción, tales como: ¿cómo puede haber un judaísmo laico?)
Desde su fundación, la definición de judío ha sido muy controvertida dentro y fuera de Israel. El punto es que, como escribió la antropóloga RoselleTekiner, «cuando la tarea central de un Estado es importar personas de un grupo religioso/étnico selecto y desarrollar el país solo para su beneficio, es crucial ser reconocido oficialmente como un miembro de buena fe (bona fide) de ese grupo». (Esto es de la antología Anti-Zionism: AnalyticalReflections, que no está en línea y aparentemente está agotada. Pero vea el artículo de Tekiner, «La Ley de ciudadanía diferenciada de Israel prohíbe a los no judíos en el 93 por ciento de sus tierras). («Israel’s Two-Tiered Citizenship Law Bars Non-Jews from 93 Percent of Its Lands«)
En segundo lugar, los defensores de Israel insisten en que Israel es una democracia, de hecho la única democracia en el Medio Oriente. Se oponen con vehemencia cada vez que alguien demuestra que Israel, como Estado del pueblo judío, perjudica al 25 por ciento de los ciudadanos israelíes que no son judíos, la mayoría de los cuales son árabes.
La ley israelí distingue de manera única la ciudadanía de la nacionalidad. La nacionalidad de un ciudadano árabe israelí es «árabe», no israelí, mientras que la nacionalidad de un ciudadano judío es «judío», no israelí. ¿Los ciudadanos de cualquier otro país se distinguen así en la ley? La prohibición del matrimonio entre judíos y no judíos no es el resultado de negociaciones políticas con partidos religiosos, sino del deseo de proteger al pueblo judío de la impureza. Estas contorsiones son requeridas por el Estado autodeclarado de Israel como algo diferente a la tierra de todos sus ciudadanos. Los primeros sionistas dijeron que querían que Palestina fuera tan judía como Gran Bretaña es británica y Francia es francesa, un error de categoría flagrante que ha tenido consecuencias terribles para los palestinos.
La insistencia de los partidarios de Israel de que Israel puede ser judío y democrático es desconcertante. ¿Qué significa para Israel ser un Estado judío si ese estado no tiene consecuencias reales para los no judíos? Si todo lo que significaba era que la Estrella de David estaba en la bandera, podríamos escuchar muchas menos objeciones a Israel. Pero, por supuesto, significa mucho más.
Para ver lo que significa, uno tiene que mirar más allá de la Declaración de Independencia de Israel, la Ley Básica (su constitución de facto) y estatutos específicos, que contienen un lenguaje que en su inicio prohíbe la discriminación contra los no judíos. Deberíamos saber que no hay que tomar los documentos oficiales al pie de la letra. Lo que importa en cualquier sociedad es la «constitución real», los principios que subyacen en el comportamiento comúnmente aceptado. La antigua constitución de la Unión Soviética enumeraba la libertad de prensa entre los «derechos» de los ciudadanos soviéticos y la Constitución de los Estados Unidos dice que solo el Congreso puede declarar la guerra y que «no se infringirá el derecho del pueblo a mantener y portar armas».
Más pertinente, la Declaración de Balfour de 1917, en la que el Gobierno británico «vio favorable el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío», también declaró que «se entendió claramente que no se debe hacer nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país». Sabemos cómo funcionó.
Entonces, ¿cuál es la historia dentro de Israel? (No estoy hablando de Cisjordania y la Franja de Gaza, que Israel ha ocupado durante 52 años y donde los palestinos no tienen derechos).
Recientemente después de una entrevista sobre mi nuevo libro, Comingto Palestine, un oyente me desafió por mis declaraciones de que el Gobierno israelí trata a los delincuentes árabes y judíos de manera diferente dependiendo de si derraman «sangre judía» o «sangre árabe» (tal diferencia en la realidad no existe) y que los partidos políticos no pueden pedir que se cambie a Israel de un Estado judío a un Estado de todos sus ciudadanos.
¿Quién tiene la razón?
Con respecto a la justicia penal, el columnista de Haaretz Gideon Levy muestra anecdóticamente que los ciudadanos árabes israelíes que matan judíos pueden pasar más tiempo en prisión que los ciudadanos judíos israelíes que matan árabes. «La sangre árabe es más barata en Israel», escribió Levy en 2014, «y la sangre judía es más espesa». Dice que las cosas son las mismas hoy. A lo largo de los años se han publicado muchos artículos que documentan esta disparidad de facto, aunque no de iure. De hecho, Haaretz informó en 2011 de que:
Los árabes israelíes que han sido acusados de ciertos tipos de delitos son más propensos que sus homólogos judíos a ser condenados. Y una vez declarados culpables es más probable que sean enviados a prisión y por más tiempo. Estas disparidades se encontraron en un reciente estudio estadístico encargado por la Administración de Tribunales de Israel y la Asociación de Abogados de Israel… El [preliminar no publicado] estudio es único en el sentido de que es el primero de su tipo en ser comisionado y financiado en parte por la administración de los tribunales, y en que trató de examinar las reclamaciones de los abogados de que los jueces israelíes tratan más duramente a los delincuentes árabes que a los judíos.
Tenga en cuenta que la discriminación del Gobierno contra los no judíos en todo el espectro de problemas generalmente no está escrita en la ley, aunque puede estarlo. Principalmente y de manera flagrante, la discriminación se aplica legalmente al «derecho al retorno». Las personas definidas como judías, sin importar dónde nacieron o vivieron, pueden convertirse en ciudadanos/nacionales israelíes prácticamente a su llegada, mientras que los árabes expulsados de sus hogares ancestrales en 1947-48 y 1967 no pueden regresar y mucho menos convertirse en ciudadanos/nacionales con derechos completos. Dicho de manera concreta yo, un ateo nacido en Filadelfia de padres judíos nacidos en Filadelfia (con raíces probablemente en las cercanías del Mar Negro), puedo «regresar» [sic] a Israel y convertirme en ciudadano israelí de inmediato, mientras mi amigo Raouf Halaby, un ciudadano estadounidense naturalizado nacido de padres cristianos árabes en el oeste de Jerusalén tres años antes de la fundación de Israel, no puede. La única diferencia es que mi madre era judía, convirtiéndome en espinosista, ciudadano judío a los ojos de Israel, y la madre de Raouf no lo era.
Con respecto a las restricciones a los partidos políticos, la Ley Básica: La Knéset establece:
Una lista de candidatos [partido] no participará en las elecciones a la Knéset, y una persona no será candidata a elección a la Knéset, si los objetivos o acciones de la lista o las acciones de la persona, expresamente o por implicación, incluyen:
1. negación de la existencia del Estado de Israel como un Estado judío y democrático.
Antes de continuar, señalemos un enigma. La cuestión que estoy planteando aquí es si un Estado debe ser judío y democrático. La raíz de la palabra democracia es demos, gente. Entonces, si la razón de ser de Israel es el bienestar de solo algunos de sus ciudadanos y millones de otras personas ciudadanas y residentes de otros países, ¿cómo puede Israel ser una verdadera democracia? Hablando estrictamente, teniendo en cuenta esa palabra y el lenguaje de la ley, legitima a un partido que «perjudica la existencia del Estado de Israel como un Estado judío…» pero no como un Estado democrático. ¿Aceptarían las autoridades electorales israelíes esa distinción? No lo creo.
En el pasado, la Corte Suprema de Israel revocó las prohibiciones del Gobierno sobre la inclusión de un partido o candidato en una elección. Los casos particulares girarán en torno a la redacción exacta de la declaración de los objetivos de un partido o la plataforma del candidato, y el lenguaje legal está sujeto a una interpretación política interminable e impredecible. Pero, independientemente, el Gobierno tiene el poder de prohibir a su disposición y los futuros tribunales supremos pueden no ser tan liberales. Entonces, la amenaza de una prohibición siempre se avecina. Por cierto, un partido o candidato que se involucra en «incitación al racismo» tampoco es elegible para participar en las elecciones, sin embargo esta disposición aún no se ha aplicado a los partidos y políticos judíos, como Likud y Benjamin Netanyahu, que habitualmente lanzan retórica racista.
Los defensores de Israel también niegan que los israelíes árabes -ciudadanos, tengan en cuenta- tengan un acceso extremadamente menor a la tierra, la mayoría de la cual es propiedad de una autoridad «pública» y del Fondo Nacional Judío (muy poca es de propiedad privada), permisos de construcción, utilidades públicas, educación, carreteras y otros servicios y recursos controlados por el Gobierno. El Gobierno israelí ha llevado a cabo programas en Galilea y el Negev, conocidos como judaización, de los cuales los israelíes árabes, especialmente los beduinos, han sido desalojados para dar paso a los israelíes judíos. Tales restricciones dentro de Israel tienen el olor del apartheid.
En su libro Palestinians in Israel: Segregation, Discrimination, and Democracy, Ben White documenta que el Gobierno israelí asigna recursos, como era de esperar, de acuerdo con el concepto de que Israel, por su doctrina fundacional, no es la tierra de todos sus ciudadanos, sino solo de algunos. Esta doctrina se reforzó el año pasado en la Ley del Estado-Nación, que declara que «El derecho a ejercer la autodeterminación nacional en el Estado de Israel es exclusivo del pueblo judío».
Entonces, como dicen los defensores de Israel, todos los ciudadanos israelíes son, de hecho, iguales. Es solo que algunos, aquellos cuya nacionalidad es «judía», son más iguales que otros, a diferencia de aquellos cuya nacionalidad es «árabe» o cualquier otra cosa que no sea «judía».
Sheldon Richman, autor de America’s Counter-Revolution: The Constitution Revisited, mantiene el blog Free Association, es miembro principal y presidente de los fideicomisarios del Center for a Stateless Society y editor colaborador de Antiwar.com . También es el Editor Ejecutivo del Instituto Libertario.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2019/10/28/to-be-or-not-to-be-a-jewish-state-that-is-the-question/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mecionar al auto, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.