Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.
El soldado a quien se captura durante una acción de guerra es, en todos los idiomas, un prisionero de guerra; en todos los idiomas y en todas partes. Gilad Shalit fue hecho prisionero en el transcurso de un acción militar, entonces, ¿por qué se le denomina «soldado secuestrado»?
Es el gobierno de Israel el que acuñó el término «soldado secuestrado». Y los medios de comunicación, obedientes, se unieron al coro. Shalit lleva 1.205 días como prisionero de guerra. La conducta del gobierno de Israel, de los políticos y de los generales responsables de este escándalo, despierta indignación y enojo en todas las personas decentes, no sólo en los soldados combatientes. A los presos de guerra no se les abandona a su suerte. No se deja a un soldado herido en el campo de batalla. Existe un contrato tácito con todas las personas reclutadas por el ejército, y mucho más con alguien que sirve en una unidad de combate. Aquí hay un incumplimiento de contrato, una violación de la confianza, en resumen, un acto despreciable.
La violación comienza con la elección de los términos, y el proceso de denegación comenzó de inmediato. El gobierno de Israel se negó a llamar la caída en prisión de Shalit por su verdadero nombre, argumentando que se trataba de un «secuestro». La prensa israelí, que en los asuntos de seguridad marcha como un pelotón prusiano detrás de sus generales, se unió al coro. Todos, casi sin excepción, hablaron desde el primer día de un «soldado secuestrado». El término es significativo. Todos los ejércitos del mundo utilizan el intercambio de prisioneros. Generalmente, esto se lleva a cabo al final de las contiendas. Algunas veces ocurre en medio de la guerra. El ejército libera a combatientes enemigos para posibilitar el retorno de los propios.
En los secuestros, la situación es totalmente diferente. Cuando unos delincuentes secuestran a una persona y piden rescate, cabe la pregunta de si se quiere pagar o no. Y esto puede incentivar otros secuestros. Es como dar un premio a los delincuentes.
La prensa mundial, casi sin excepciones, también se adhirió a la terminología israelí. En todo el mundo se habló del «soldado israelí secuestrado» y no del «prisionero». Los diarios ingleses y alemanes que utilizaron este término no habrían osado utilizarlo con sus soldados en Afganistán. Desde el momento en que a Gilad Shalit se le denominó «secuestrado», le sentenciaron a todo lo que le ha sucedido desde entonces. La plena vigencia de la supremacía de gran alcance de la propaganda israelí a lo largo de toda la competencia, si la hay, encuentra su expresión en este caso.
También la negociación entre Israel y Hamás, con el arbitraje alemán y/o egipcio, es sobre un intercambio de prisioneros. El intercambio tiene dos partes, Shalit y los palestinos. En todo el mundo, igual que en Israel, sólo se habla de la liberación del soldado israelí. Los candidatos palestinos a la liberación son simples objetos, mercadería, despojados de características humanas. ¿No están contando ellos los días, junto con sus padres e hijos?
Se les denomina «terroristas» con «sangre en las manos», delincuentes criminales, criminales humildes. Y cuando la gente habla de la liberación de cientos de asesinos por un solo soldado israelí, se enfrenta a una gigantesca barrera psicológica, lo que se denomina vida y muerte.
Conceptos recargados determinan la conducta de los dirigentes. Las diferentes y contradictorias narrativas de los dos pueblos hacen imposible el entendimiento hasta en los menores detalles. Las barreras psicológicas son muy poderosas. En lo que respecta a Gilad Shalit, debe haber demandas para acelerar las negociaciones que lleven a un intercambio de prisioneros en un futuro cercano. Hasta entonces, debe darse a los intermediarios la seguridad de que no habrá ningún intento de liberarlo por la fuerza. A cambio, Hamás debe permitir que le visite la Cruz Roja y, si es posible, su familia.
Todo lo demás es manipulación y habladurías.