Traducido para Rebelión por Alberto Nadal
Catorce palestinos asesinados la semana pasada por un misil disparado contra un estadio en Gaza. ¿Se ha oído a las buenas almas de La Paix Maintenant (Paz ahora, asociación francesa) denunciar este crimen con la misma firmeza que la que acompañaba su denuncia de los atentados suicidas en Beersheva, cinco días antes? ¿O siquiera una condena menos fuerte?. ¿Un lamento al menos? ¿Un murmullo?. Nada. Terrible silencio que quita a su condena del terrorismo todo valor moral, y hace de ella un acto de propaganda, una toma de posición partidaria, politiquera, en la que la moral no es más que una mascarada y la cólera es fingida. ¡Eran terroristas!. ¿Y los niños?. ¡Simiente de terrorista!. ¿No acaba de autorizar el Consejo de rabinos de las colonias atacar a víctimas civiles inocentes (sic), al encontrarse Israel en una guerra de supervivencia contra un enemigo que ha perdido todo carácter humano?. ¿Qué responder entonces a las organizaciones palestinas que justifican sus operacion es terroristas afirmando que todo israelí es un soldado, ha sido un soldado o será un soldado?. Solo quienes denuncian con vigor el terrorismo de Estado israelí tienen, desde un punto de vista ético, derecho a denunciar los ataques contra civiles israelíes. Los demás, por utilizar una vieja expresión bíblica, bailan en la sangre.
Meses «en calma»
Al contrario de lo que titulaban los periódicos, los atentados de Beersheva no son un trueno en un cielo sereno: solo durante los meses de verano, esos meses que se ha descrito como «de calma», ha habido más de cien muertos palestinos. Pero ¿quién cuenta los muertos de Gaza y de Naplús, de Rafah y de Hebron? -todos terroristas, dicen; para ser un muerto, hay que ser de Tel Aviv o de Beersheva o de Jerusalén-Oeste. Pero puesto que no ha habido muertos israelíes durante esos meses de verano, habría podido esperarse un avance político o diplomático: ¿no nos han repetido hasta la saciedad que el «proceso» estaba bloqueado a causa del terrorismo?. ¿No se acaba de volver a oir que el atentado de Beersheva «puede retardar la retirada de Gaza»?. Y los arquitectos del pacto moribundo de Ginebra, que también nos repiten que no consiguen llegar a la opinión pública israelí a causa del terrorismo, ¿porqué no han sabido utilizar la larga tregua?. Si no fuera tan trágico, estaríamos tent ados de hablar de farsa. No hay ni retirada de Gaza, ni perspectiva de reapertura de negociaciones; únicamente la prosecución de la campaña israelí de pacificación y de aceleración de la colonización, tanto en Cisjordania como en la meseta del Golan. Todo lo demás no es sino mascarada, mistificación. Virtualidad.
Revuelta a la derecha
No es que Ariel Sharon no haya querido retirar sus tropas (y los miles de colonos, que, en su mayor parte solo esperan eso) de Gaza: esa retirada le habría permitido rechazar eventuales presiones internacionales y domésticas para que hiciera algo diferente de destruir y matar y, sobre todo, le habría dado tiempo y opacidad para extender aún más la colonización. La retirada de Gaza es el primer paso en la realización del plan Sharon de cantonalización de los palestinos. Pero el viejo guerrero está confrontado a una verdadera revuelta de la derecha: en su coalición (la extrema derecha ha abandonado el gobierno), en su partido, el Likud, donde ha sido dos veces puesto en minoría, y sobre todo en las colonias.
Para la extrema derecha israelí el ultimatismo se ha convertido en una ideología, el rechazo una religión. El Consejo de rabinos de las colonias -una vez más- acaba de anunciar que la retirada de Gaza sería «un crimen contra la humanidad», lo que exige no solo negarse a obedecer las órdenes, sino atacar a los soldados que osarían cometer un crimen así. Parece un sueño. En una reunión con un ministro de Defensa transformado en un pelele, los dirigentes del Consejo de colonias han amenazado con una guerra civil. Hay oficiales que han recibido amenazas de muerte, y los servicios de información dan a entender que una red clandestina de extrema derecha tendría la intención de hacer saltar por los aires la mezquita de el-Aqsa, tercer lugar sagrado del Islam en el mundo. Nadie excluye ya, además, la eventualidad del asesinato de Ariel Sharon, no a manos de un descendiente de una de sus víctimas en Qibiya o Shatilla, sino a manos de un colono judío. Tras este chantaje de guerra ci vil de los colonos se dibuja una estrategia que ha dado resultados en varias ocasiones: obligar al gobierno a revisar su posición, ganando así tiempo, lo que no podrá más que reforzar la exacerbación de los palestinos, provocar atentados para llegar finalmente a la anulación de toda iniciativa política. Esto tuvo éxito con Shimon Peres en 1996, y lo tendrá con Ariel Sharon en 2005. Garantizado.
2004-09-16