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Si Arafat estuviera vivo…

Fuentes: Rebelión

Traducido del Inglés para Rebelión y Tlaxcala por Carlos Sanchis

«Si Arafat estuviera vivo…» frecuentemente uno oye cada vez más esta frase en conversaciones con palestinos, y también con israelíes y extranjeros.

«¡Si Arafat estuviera vivo, lo que están pasando ahora en Gaza no estaría pasando…» – «Si Arafat estuviera vivo, tendríamos a alguien con quien a hablar…» – «Si Arafat viviera, el fundamentalismo islámico no habría ganado entre los palestinos y habría perdido un poco de fuerza en los países vecinos!»

Entretanto, las preguntas sin contestar surgen de nuevo: ¿Cómo murió Yasser Arafat? ¿Fue asesinado? ¿En ese caso, quién lo asesinó?

Después del entierro de Arafat en el 2004, me topé con Jamal Zahalka, miembro de la Knesset. Le pregunté si él creía que Arafat había sido asesinado. Zahalka, doctor en farmacología, contestó ¡»Sí»! sin vacilación. Ese era mi sentimiento, también. Pero una corazonada no es ninguna prueba. Es sólo un producto de la intuición, el sentido común y la experiencia.

Recientemente hemos obtenido una especie de confirmación. Justo antes de morir, Uri Dan que había sido el fiel vocero de Ariel Sharon durante casi 50 años, publicó un libro en Francia. Incluye un informe de una conversación, de la que Sharon le habló, con el presidente (George W.) Bush. Sharon le pidió permiso para matar a Arafat y Bush se lo dio, con la condición que debía hacerse sin que pudiera detectarse. Cuando Dan le preguntó a Sharon que si se había llevado a cabo, Sharon contestó: «Es mejor no hablar sobre ello». Dan tomó esto como la confirmación a la pregunta .

Los servicios secretos de muchos países tienen venenos que son todos casi indetectables. El Mossad intentó matar a Khaled Mashal, el líder de Hamas, a plena luz del día en una de las principales vías públicas de Amán. Sólo fue salvado cuando el gobierno israelí fue obligado a proporcionar el antídoto al veneno empleado. Viktor Yushchenko, presidente de la Ucrania, fue envenenado y sólo se salvó cuando los sospechosos síntomas específicos fueron identificados a tiempo por expertos. Recientemente, un antiguo espía ruso, Aleksander Litvinenko, fue asesinado por el letal polonio-210. ¿Y cuántos casos no han sido detectados?

¿Hay pruebas de que Arafat fuera asesinado por agentes israelíes o de otros paises? No, no hay ninguna. Esta semana yo me encontré de nuevo con el parlamentario Zahalka, y los dos llegamos a la conclusión de que la sospecha está creciendo con más fuerza, junto con la convicción de que la ausencia de Arafat se siente ahora más que nunca.

Si Arafat estuviera vivo, habría una dirección clara para las negociaciones con el pueblo palestino.

La pretendida ausencia de semejante dirección sirve al gobierno israelí de pretexto oficial para su negativa a iniciar negociaciones de paz. Cada vez que Condoleezza Rice u otro de los papagayos de Bush habla sobre la necesidad de «reiniciar el diálogo» (no menciona «negociaciones») para «el estatus final» o «el asentamiento permanente» (no menciona «paz»), esta es la contestación de Tsipi Livni, Ehud Olmert y Cía.:

¿Diálogo? ¿Con quien? Inútil hablar con Mahmoud Abbas, porque él es incapaz de imponer su voluntad sobre el pueblo palestino. No es ningún segundo Arafat. No tiene poder. Y posiblemente no podríamos hablar con el gobierno de Hamas, porque pertenece al «eje de mal» de Bush. ¿ Así que es lo que quieres, querida Condi ?

Tsipi Livni, la nueva colega de Condi, va más allá: en la convención de la conspiración de los billlonarios en Davos advirtió públicamente a Abbas para que no acometiera un «compromiso con los terroristas». Una advertencia oportuna. Desesperado por crear un liderazgo palestino creíble, Abbas acababa de volar a Damasco para reunirse con Mashal. Así, a propósito, ha admitido públicamente que nada puede hacerse sin el líder de Hamas que se ha convertido en una especie de super-presidente palestino.

Livni reconoció en seguida el peligro y se apresuró a torpedear la misión. Ningún diálogo con un gobierno de unidad palestino, a pesar de que no existe ningún diálogo con Abbas o Hamas. ¿Está claro, dulce Condi?

Si uno quiere ver auténtica alegría, sólo tiene que ver las caras de los corresponsales israelíes que aparecen todas las tardes en la televisión para informar de los hechos en el Líbano.

¡Qué deleite! ¡»Cristianos y sunís» atacando a los estudiantes de chiís en la Universidad Árabe de Beirut y matándolos!. ¡ En cualquier momento, una nueva guerra civil puede estallar!. ¡Mira, una estudiante sunní entrevistada en televisión dice que «Nasrallah es peor que Olmert»!. ¡Mírela de nuevo!. ¡Y de nuevo!. ¡Y de nuevo!

«Cuando dos riñen, el tercero ríe,» dice el refrán. Cuando un árabe golpea a un árabe – ya sea en Bagdad, Gaza o Beirut – el gobierno de Israel y sus comentaristas de los medios de comunicación resplandecen. Este ha sido un tema dominante en el pensamiento israelí desde la fundación del estado e incluso antes: cuando los árabes luchan entre ellos, es bueno para nosotros.

En guerra, eso tiene sentido. Una brecha entre tus enemigos es un regalo para tí. En la Primera Guerra Mundial, el mando alemán envió a Lenin de regreso a Rusia en el famoso vagón sellado, esperando crear una brecha entre Rusia y sus aliados británicos y franceses. En la guerra de 1948, nos salvamos porque los ejércitos de Egipto y Jordania estaban más interesados en competir entre sí que en combatirnos. En los años ochenta, el ejército israelí envió oficiales al norte de Irak para ayudar a Mustafa Barzani a desgajar la región Kurda del país de Saddam.

Esa es una buena estrategia en guerra que los estados han seguido desde el principio de historia. A este respeto, Israel no es ninguna excepción. La pregunta es: ¿es ésta también una buena estrategia cuándo uno quiere lograr paz?

Si – «SI» en condicional y en mayúsculas – el gobierno de Israel deseara la paz, adoptaría la estrategia contraria.

En los años cincuenta, cuando David Ben-Gurion hizo un esfuerzo capital para promover la división entre Egipto, Siria e Irak, Nahum Goldman, el principal diplomático sionista, se opuso. Defendió que muchos conflictos entre líderes árabes eran un peligro para Israel porque cada líder árabe intentaría superar a sus rivales en su hostilidad hacia Israel.

Hoy día eso es más evidente que nunca. Bush, y sus secuaces y secuazas están intentando preparar un bloque pro-americano que consiste en Israel, Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Abbas y Siniora. En el lado opuesto está el «el eje de mal» que lo forman Irán, Siria, Hizbullah y Hamas.

Los líderes de Egipto, Jordania y Arabia Saudí juran de boca para afuera la causa palestina pero están completamente dispuestos a venderla a cambio de la correspondiente y abundante ayuda estadounidense. El gobierno israelí se honra de hallarse en compañía de tres demócratas eminentes: el presidente Husni Mubarak y los dos Reyes Abdallah.

¿Pero es eso bueno para Israel? Es bueno para la continuación de la guerra contra los palestinos, para la anexión y la construcción de asentamientos. No es bueno para acabar con el conflicto histórico con los palestinos, el fin de la ocupación y la deposición de las armas.

No hay ninguna oportunidad de hacer la paz con Mahmoud Abbas, ni tendría valor alguno, sin el pleno apoyo de Hamas. Pero ni siquiera una asociación de Fatah-Hamas sería suficiente amplia para asegurar un futuro pacífico para Israel. Necesitaría el apoyo de todo el mundo árabe.

Aquí radica la inmensa importancia de la «Iniciativa Árabe de Paz», la propuesta de la Liga Árabe que fue adoptada por la cumbre de la conferencia de Beirut del 2002. Sólo un liderazgo palestino unido que disfrute del apoyo de todo el mundo árabe puede llevar a cabo semejante tarea histórica revolucionaria. No sólo no debemos ponerle objeciones, sino que debemos, de hecho, reclamarlo.

Los términos de la iniciativa árabe son iguales a los dispuestos por Yasser Arafat en los años setenta: un estado palestino al lado de Israel cuya frontera es la Línea Verde y cuya capital es Jerusalén Oriental; el desmantelando de los asentamientos y una solución «acordada» al problema de los refugiados. Extraoficialmente Arafat aceptaba el intercambio de territorios que permitiría que algunos de los asentamientos localizados cerca de la Línea Verde permanecieran en su lugar. No hay prácticamente ningún palestino, y de hecho ningún árabe, que aceptaría menos. Dejaría a los palestinos con no más del 22% de la Palestina histórica.

Esto puede lograrse, con tal de que el pueblo palestino esté unido y el mundo árabe este también unido. Eso significa el acuerdo de Siria, Hizbullah, Hamas y también de Irán que no es, por supuesto, árabe.

Por consiguiente, si uno quiere la paz, uno no se regocijará ante el derramamiento de sangre en Gaza y en el Líbano. Nosotros no tenemos nada de que reírnos cuando los árabes golpean a los árabes. Apena semejante risa.

Y, por supuesto, si Arafat estuviera vivo, todo sería mucho, mucho más fácil.

Carlos Sanchis pertenece a los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.