Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
¿Qué pasaría si un terrorista palestino hiciera detonar una bomba en la entrada a un edificio de apartamentos en Israel y causara la la muerte de un hombre anciano en una silla de ruedas, que más tarde sería encontrado enterrado bajo los escombros del edificio? El país estaría profundamente sobresaltado. Cada cual hablaría de la enfermiza crueldad del hecho y de sus autores. El impacto sería aún mayor si entonces se conociera que la esposa del muerto había tratado de disuadir al terrorista, en vano, de volar la casa, diciéndole que había personas dentro de la vivienda. La prensa amarilla saldría con el habitual titular catastrófico : » Enterrado vivo en su silla de ruedas. » Los terroristas serían tildados de «animales».
El pasado lunes excavadoras de las fuerzas de Defensa israelíes en Khan Younis, en la Franja de Gaza, demolieron la casa de Ibrahim Halfalla, un hombre minusválido de 75 años de edad y padre de siete hijos, y fue enterrado vivo.
Umm-Basilea, su esposa, dice que ella trató de detener al conductor de la pesada máquina a gritos, pero él no le prestó atención. Las IDF calificaron el acto de «un error, esto no debería haber pasado,» y el incidente fue mencionado de pasada en Israel. El periódico de mayor tirada del país, Yedioth Ahronoth, no se molestó en publicar la historia en absoluto. El sanguinolento libelo en Francia, con el cuento de la mujer que había sufrido un ataque antisemítico, que más tarde resultó ser ficticio, provocó un gran escándalo de gran preocupación para la gente. Allí pensamos que el asalto fue apuntado contra nuestra gente.
¿Pero cuando las IDF- Fuerzas Israelíes de Defensa- llevan con una excavadora a un palestino minusválido a la muerte? No es una historia. Lo mismo que pasó con la matanza, bajo los escombros de su casa, de Noha Maqadama, una mujer en su noveno mes de embarazo, ante los ojos de su marido e hijos, en el campamento de refugiados de el-Boureij unos meses atrás. ¿Y qué pasaría si un palestino le pegara un tiro a un profesor de una universidad israelí delante de su esposa y de su joven hijo?
Esto es lo que pasó hace 10 días en el caso del Doctor Salem Khaled, de Nablus, que llamó a los soldados desde la ventana de su casa porque él era un hombre de paz y la puerta de calle estaba atestada de gente de modo que él no podía salir. Los soldados le dispararon a matar y luego mataron a su hijo de 16 años delante de los ojos de su madre y de su hermano de 11 años. No es difícil de imaginar como reaccionaríamos nosotros si las víctimas fueran nuestras.
Pero cuando nosotros estamos implicados y las víctimas son Palestinos, preferimos apartar nuestros ojos, no saber, no prestar interés y seguramente no ser perturbados. Las víctimas palestinas y su número que como todos saben es mucho mayor que el nuestro aún no merecen informes en los periódicos, ni siquiera cuando la cadena de acontecimientos es particularmente brutal, como en los ejemplos que preceden. Esto no es un ejercicio intelectual sino una tentativa de demostrar la ocultación de la información, la doble moralidad y la hipocresía.
La indiferencia frente a estos dos incidentes muy recientes demostró otra vez que ante nuestros ojos hay sólo una víctima y que todos los demás nunca serán considerados víctimas.
Si un ministro europeo declarara, » no quiero que estos judíos de nariz larga me atiendan en los restaurantes, » toda Europa se alzaría en armas y este sería el último comentario del ministro como ministro. Hace tres años, nuestro antiguo ministro de trabajo y asuntos sociales , Shlomo Benizri, del Shas, dijo: » No puedo entender por qué los tipos de ojos desviados deberían servirme en los restaurantes. »
No pasó nada. Nos permiten ser racistas. ¿Y si un gobierno europeo anunciara que no se permite asistir a los judíos en las escuelas cristianas?
El mundo judío se levantaría en protesta. Pero cuando nuestro Ministerio de Educación anuncia que no permitirá asistir a los árabes a la escuela judía de Haifa, esto no es considerado racismo. Sólo en Israel podría esto no ser etiquetado de racista. La herencia de Golda Meir – ella dijo que «después de lo que los Nazis nos hicieron, podemos hacer lo que queramos» – ahora tiene un tardío y desafortunado renacimiento.
¿Que pasaría si cierto país promulgara una legislación prohibiendo a los miembros de una nación particular hacerse ciudadanos de allí, cualesquiera sean las circunstancias, incluyendo las pareja mixtas que se casaron y formaron familias ? Ningún país en parte alguna promulga leyes como estas hoy en día. Aparte de Israel. Si el gabinete amplía la validez de la nueva ley de Ciudadanía hoy, los palestinos no serán capaces de obtener la naturalización aquí, incluso si están casados con israelíes. Nosotros tenemos el derecho, como usted ve. ¿Y si los inmigrantes ilegales israelíes en los Estados Unidos fueran perseguidos como animales en la oscuridad de la noche, como hace la Policía de Inmigración aquí, podríamos llegar a entender tener mejor la injusticia que cometemos contra una comunidad que no quiere otra cosa que no sea que trabajar aquí?
¿Qué diríamos nosotros si los padres de emigrantes israelíes fueran separados de sus hijos y deportados, sin tener disponible medio alguno para la naturalización, sin importar las circunstancias? ¿Y cómo clasificaríamos a un país que interroga a los visitantes sobre sus opiniones políticas en cuanto ellos desembarcan del avión en el aeropuerto y les impide entrar en él si las autoridades de seguridad ven recelo en las opiniones que expresan? ¿Qué pasaría si los antisemitas en Francia envenenaran el agua potable de una vecindario judío?
La semana pasada los colonos envenenaron un pozo en Atawana, en el sur de la región del Monte Hebron, y la policía está investigando.
Y todavía no hemos dicho nada sobre un país que encarcela a otra nación, o sobre un régimen que impide el acceso a tratamiento médico a algunos de sus súbditos según la identidad nacional, sobre las carreteras abiertas sólo para los miembros de una nación o sobre un aeropuerto cerrado a la otra nación. Todo esto pasa en Israel y echa por tierra la razón moral que nos permite quejarnos del racismo y del antisemitismo en el extranjero, incluso cuando de verdad estallan.
Agosto 18, 2004