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Sí, Israel debe desaparecer

Fuentes: Rebelión

Cuando Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, dijo repitiendo al Ayatollah Jomeini que «Muy pronto esa mancha de desgracia [es decir, Israel] desaparecerá del centro del mundo islámico, y ello es factible», se cayeron todas las cajas de dientes y los anteojos en Occidente. Hasta la Reina Elizabeth y el Papa denunciaron su estupor, su sorpresa, […]

Cuando Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, dijo repitiendo al Ayatollah Jomeini que «Muy pronto esa mancha de desgracia [es decir, Israel] desaparecerá del centro del mundo islámico, y ello es factible», se cayeron todas las cajas de dientes y los anteojos en Occidente. Hasta la Reina Elizabeth y el Papa denunciaron su estupor, su sorpresa, su consternación. ¡Que herejía! ¡Estos moros!

De pronto, todos los cancilleres de la Europa se reunieron y de sus despachos emergieron rotundas condenas, rechazos y alertaron al mundo sobre la amenaza a la paz mundial que significaban Irán y su presidente desbocado.

Un coro de medios de comunicación, gobiernos, organizaciones y toda clase de personeros se pronunciaron contra Ahmadinejad, que en la división internacional de los papeles pasaría a ocupar ahora el traje del derrocado Hussein. 

El Presidente se refería a la necesidad de que el régimen sionista y de ocupación desapareciera, fueron tergiversadas sus denuncias con una traducción parcializada del NYtimes; yo, que escribo en castellano, me referiré al «Estado» Israelí como resultado histórico.

El «Estado» israelí nació viciado (y árbol que nace torcido jamás su rama endereza). Es un engendro histórico «creado» por la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947 con la «partición» de la Palestina, que no era, más que la parte sur de Siria, seccionada por los acuerdos de Sykes-Picott en 1916. Era por tanto tierra árabe propiedad de sus legítimos y milenarios ocupantes.

Los sionistas y los colonialistas ingleses, decidieron pactar (y después legitimar en la ONU) un acuerdo para establecer un Estado en las tierras árabes. De la tierra que deberían ocupar los dos Estados (Palestino o Israelí), en menos de un año ya el sionismo se apoderaba del 78%, expulsando o asesinando así a casi un millón de palestinos de su propia casa. Se destruyen así 531 pueblos y ciudades para levantar un nuevo «Estado». ¡Un Estado sobre la sangre y el saqueo!

Es así como «Israel» se convierte en 1948, de un idealista proyecto de país para los judíos, en un «Estado» construido en tierra robada y limpiada étnicamente.

Haifa, Yafa, Akka y una larga lista de ciudades, pueblos, aldeas, granjas, campos de cultivo y tierra fueron ocupados, demolidos o directamente borrados de la existencia por el Estado israelí en 1948.

Era la culminación de las actividades sionistas del siglo XIX, y la materialización de sus aspiraciones.

No conforme con las ocupaciones del 1948, 5 de junio de 1967, el Tsahal, el ejército hebreo, lanzó una ofensiva para expandir sus territorios. El Sinaí egipcio, la franja de Gaza, Cisjordania (en manos de Jordania), la ciudad vieja de Jerusalén y los Altos del Golán sirios cayeron en sólo seis días en manos de Israel.

El territorio ocupado pasó, de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados a 102.400.

Para colmo, el Parlamento israelí acordó el 23 de junio la anexión de la parte árabe de Jerusalén. ¡Hasta las Naciones Unidas se escandalizaron ante semejante codicia!

Desde entonces, Israel ha sido un Estado artificial, un implante, y ha sido mantenido artificialmente. Está mantenido artificialmente, con aproximadamente mil millones de dólares mensuales que Estados Unidos le proporciona unilateralmente, además del tratamiento comercial preferencial con que la Unión Europea y Estados Unidos premian las importaciones, exportaciones e intercambios financieros con Israel.

Israel se ha convertido en la niña bonita para las potencias imperialistas, la cual defienden con uña y dientes. ¡Con bombas y misiles!

Y lo protegen y defienden tanto precisamente porque les es rentable. En lo militar, funciona como una base estadounidense en el corazón de Oriente Medio y en lo económico como un enclave comercial, un puerto estratégico, y una punta de lanza para el control de los recursos naturales.

Israel cumple una función imperialista en la región. Es el perro guardián del Imperialismo sobre el petróleo y otros recursos de la zona.

Para eso es el país mejor armado de Medio Oriente, posee más de 250 cabezas nucleares activas, lo que hace la amenaza de guerra nuclear algo latente en la zona.

Israel ha sido un país expansionista, que como maquinaria de guerra, ha invadido, agredido, ocupado y conquistado territorios de todos los países vecinos. Sólo se ha salvado Chipre, por encontrarse bastante alejado en el Mediterráneo. Sólo Líbano ha sido invadido (con esta ú ltima) 6 veces por el «Estado» hebreo.

Pero más allá, Israel es un «Estado Delincuente» que ha desoído 46 recomendaciones y condenas de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad y de otros organismos de las Naciones Unida, amparado en el poder de veto de la Casa Blanca. ¡Ni caso le hace!

Pero lo peor del «Estado» israelí no es su criminal política de guerra y de genocidio exterior (claro en defensa propia) practicada por décadas, lo peor sucede en su interior, la peor parte les toca a los ciudadanos israelitas.

Y es que el Estado judío, que anhelaban los hebreos, ha sido mediatizado, corrompido, tergiversado. Pidieron sueños y paz, y una tierra para cultivar, ver sus hijos crecer y ser felices, y les han entregado sangre, pólvora y dolor, para ellos y para los vecinos.

El «Estado» israelí se ha convertido, desde su viciosa fundación, en el instrumento ciego de los intereses de las grandes potencias. Un instrumento de dolor y dominación.

Dominación es lo que hay en Israel, donde el servicio militar obligatorio, las presiones, la discriminación, la represión, la manipulación mediática e ideológica y hasta la coerción física hacen de aquel «Estado» un Apartheid que la Sudáfrica de los 70’s parecería un sueño.

El servicio militar es obligatorio para todos los hombres y mujeres hebreo/as a partir de los 18 años de edad. Todos están obligados a prestar un mes de servicio al año hasta los 50 años. Sólo hay dos posibilidades para evitar el servicio militar. una declaración pública de no aceptación, que implica una condena de dos años o fingirse loco. Desde la ultima Intimada, hay miles de jóvenes fingiendo demencia para no ser instrumentos ciegos de la destrucción y la muerte. 

Es un «Estado» fundamentalista religioso en donde la cédula de identidad consagra la religión de la persona para legitimar así la discriminación.

La libertad de cultos, un valor universal no cuenta para los infelices habitantes de Israel. Y lo peor, en el «Estado» Judío, las personas de diferentes religiones no pueden casarse. ¡Si quieres casarte con alguien de diferente religión debes irte a Chipre!

Dentro del actual «Estado» de Israel, viven un millón doscientos mil palestinos como ciudadanos de segunda clase, marginados y agredidos constantemente en un auténtico apartheid.

Por ejemplo, el control de las fronteras de Gaza, Cisjordania y Jerusalén son de exclusivo control militar israelí, sin que sus pobladores puedan entrar o salir sin la autorización de los invasores.

El nuevo Muro en Cisjordania, expropia la mitad de la zona, principalmente las partes más significativas de agua, tierras y demás recursos de interés, cercando, aislando y fragmentando a la familia palestina.

Eso sin decir que la construcción de este Muro de la Vergüenza ha sido condenada, y fue declarado ilegal hasta por el Tribunal Internacional de La Haya.

Pero que ¿decir de un país en donde la tortura fue declarada legitima por la Corte Suprema ?

Pero hay más, Israel mantiene unos 7.000 prisioneros palestinos, libaneses y de otros países, hombres, mujeres y niños, sin proceso legal abierto y en condiciones infrahumanas. ¡Todo a nombre de la defensa propia!

Pero lo peor es que, un «Estado» que masacra niños, que bombardea y destruye países enteros de una forma inmisericorde e injustificada; un país que hace correr ríos de sangre inocente, no merece vivir.

Un país que desata su furia, como lo hizo recientemente Israel, ante la mirada pasmada del mundo, no puede existir.

Nos deshumaniza, nos vuelve monstruos, hace que el dolor y la muerte de los niños sean normales. ¡Y no deben serlo!

Creo que el pueblo hebreo merece respeto y admiración por haber resistido tantos golpes. El pueblo hebreo tiene derecho a vivir en paz en libertad y en justicia, como todos los pueblos.

Pero, ningún deseo noble, debe terminar en un Apartheid, en un Estado delincuente, en un Estado criminal. La felicidad del pueblo hebreo no puede ser a costa del sufrimiento de los pueblos vecinos. ¡Las flores no se siembran en cadáveres!

¡No puede haber felicidad o vida ante tanta masacre indiscriminada!

El Estado israelí, que oprime tanto a los vecinos como a sus propios habitantes no puede seguir existiendo. El pueblo hebreo debe reconquistar su destino, recomponer este entuerto que los sionistas y británicos (con ayuda norteamericana) crearon en perjuicio de los pueblos. Es preciso impulsar un nuevo proyecto de nación.

El nuevo proyecto de nación no puede ser una división, debe estar cimentado en la convivencia pacifica de todas las etnias y en el respeto absoluto a las libertades de culto y asociación.

La tierra de palestina, la «tierra Santa» no merece seguir siendo anegada con sangre de los niños.

Un nuevo proyecto nacional, de convivencia pacifica, unidad en la diversidad, federalismo, respeto mutuo, democracia y libertades debe substituir a ese engendro histórico que hoy lamentablemente se llama Israel.

¡Por la paz en Palestina, en el mundo, y la felicidad para el pueblo hebreo, Israel debe desaparecer!