Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El hecho de que el ocupante declare su negativa a ser «el enemigo» de los oprimidos, simplemente no es suficiente. Los israelíes deben ir un paso más allá y negarse a ser los amos de los palestinos.
Diputados de la Kneset participan en una manifestación en Tel Aviv, a la que asistieron miles de árabes y judíos, en contra de la demolición de viviendas y por la igualdad. 4 de febrero de 2017. (Lev Tohar Jacobson)
Unas horas antes de la protesta árabe-judía en Tel Aviv en la noche del sábado, la ciudad de Qalansuwa realizó una conferencia con motivo del día internacional de solidaridad con los palestinos en Israel. Sí, existe algo así. Este es el segundo año consecutivo en el que se marca este día, con eventos que tienen lugar en Gaza, Ramala y Beirut.
Tuve el honor de hablar en la conferencia el sábado y por lo que pude ver yo era la única persona judía en el recinto. El evento terminó lo suficientemente temprano como para que yo pudiera llegar a la marcha en Tel Aviv. Sin embargo, de alguna manera al final del evento, la protesta parecía menos relevante. Qalansuwa está a menos de una hora de Tel Aviv y aún así existe en lo que se siente como un universo paralelo. Me pareció que era necesario invertir un poco más de energía en aprender acerca de este universo antes de protestar en las calles de Tel Aviv.
No me malinterpreten, en estos días cada acto de resistencia conjunta árabe-judía es digno de elogio. Pero también cabe preguntarse cómo es que siempre jugamos el papel del «anfitrión». ¿Por qué estos actos de protesta conjunta casi siempre tienen lugar en Tel Aviv, que está allí -una vez más- para mostrar al mundo cuán liberal es, mientras que los palestinos se ven obligados a hacer otro peregrinaje desde todo el país hacia la Ciudad Blanca? Uno puede preguntarse también acerca de por qué el idioma hebreo en las manifestaciones es la lengua dominante, donde los judíos hablan en contra del racismo, la demolición de viviendas, la violencia policial. Donde llaman por la igualdad y se niegan a ser enemigos.
Ciudadanos palestinos de Israel protestan en una concentración masiva después de la demolición de 11 viviendas en la ciudad árabe de Qalansuwa, centro de Israel, 13 de enero de 2017. (Keren Manor / Activestills.org)
Pero estas son las mismas manifestaciones en las cuales los judíos se niegan a decir abiertamente que la realidad que vemos hoy en día es la conclusión lógica e intrínseca del sionismo y no una excepción. No pueden decir que se trata de su curso natural y que no hay forma de llegar a la «igualdad» sin necesidad de construir una alternativa al sionismo. No se atreven a hablar de un Estado para todos sus ciudadanos.
Una «simetría consagrada»
Asumo que gran parte de esto va a sonar a purismo político que subvierte intentos honestos y bienintencionados de judíos y árabes para crear espacios de colaboración, a pesar de nuestra incitación, de la dirigencia que divide y que busca ponernos a unos contra otros. Esta no es mi intención. Los organizadores y los participantes son mis aliados y parte de mi campo político. Pero hay que ser capaces de tener esta discusión dentro de nuestro movimiento, donde las voces dominantes a menudo silencian a los que merecen ser escuchados.
Los actos de protesta judíos-árabe es una cosa increíblemente importante por derecho propio, pero la simetría implícita es problemática. Una de las expresiones más destacadas de esta imaginada simetría es, por ejemplo, el lema insignia de estas protestas: «judíos y árabes se niegan a ser enemigos». Sobre el papel la consigna es muy apropiada, especialmente en estos días en que el odio y la enemistad están salvajemente en marcha. Pero esta consigna también oculta una asimetría que hay que tener en cuenta. El hecho de que los árabes se nieguen a ser enemigos de su ocupante y opresor es digno de nuestro agradecimiento más profundo. El hecho de que el ocupante se niegue a ser el enemigo de los oprimidos, ciertamente, no es suficiente. Los judíos no deben negarse a ser el enemigo, deben negarse a ser el amo.
Una manifestante sostiene un cartel que dice «judíos y árabes se niegan a ser enemigos» en una protesta por justicia social, August 20, 2011 (Oren Ziv / Activestills.org)
Entre los miles de participantes en la manifestación del sábado estaban, supongo, muchos judíos que no tienen ningún problema real con un régimen que les concede privilegios a expensas de los no-judíos y, sin embargo, se sienten obligados a dejar en claro que «se niegan a ser enemigos». Tal vez sea la naturaleza de estas consignas para abarcar e incluir a tantas personas como sea posible.
Pero también hay que preguntarse si el número de asistentes por sí solo es suficiente para medir el éxito de una protesta y también preguntarse qué tipo de cambios está tratando de lograr una demostración que se abstiene de consignas que realmente tocan la raíz del problema. Y la raíz del problema no es que los judíos y árabes quieran ser enemigos, sino el mismo régimen de privilegios del cual los buenos judíos incluso llegaron a hablar en el escenario la noche del sábado, pero que se niegan a dejar de lado.
Buscando los puntos ciegos
Esta forma de pensar no sólo dicta las consignas que oímos, también la lista de oradores. No es casualidad que se suponía que la protesta debía incluir a un representante de la Unión Sionista. No es casualidad que no se invitó a hablar a un solo miembro de la facción Balad y probablemente no sean invitados a este tipo de manifestaciones.
Si todo lo que se necesita para participar en la protesta es la voluntad de declarar que «nos negamos a ser enemigos», implica que estamos incluyendo a representantes de un partido que aún no ha decidido si apoya o se opone a una ley que podría expulsar a un palestino elegido para diputado de la Knesset y deja fuera a ese mismo diputado. Este tipo de manifestación, para mí al menos, se vuelve menos atractiva y no sólo porque soy miembro de Balad. Esto no es una cuestión de ego político o de rivalidades. Mientras alabo a mis amigos organizadores de la exitosa protesta, creo que hay que estar al tanto de los puntos ciegos que dejan fuera a la gente de nuestro movimiento.
Después de un viaje a través de las calles de Qalansuwa y una hora haciendo mi mejor esfuerzo para entender los discursos en árabe -una experiencia de la cual, por desgracia, los activistas judíos no participan muy a menudo- mi optimismo se disipó lentamente y volví a casa a Jerusalén. El tráfico, como de costumbre, iba en la dirección opuesta.
Este artículo fue publicado por primera vez en hebreo en Local call. Leálo aquí.
Fuente: https://972mag.com/if-israeli-jews-want-change-they-must-refuse-to-be-masters/125048/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.