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Un poco de política ficción sobre la consulta de Ibarretxe

Si… y si…

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano


Imaginemos que el proyecto de ley de la consulta obtiene el apoyo del Parlamento vasco e imaginemos también ─aunque sea mucho imaginar─ que se realiza la consulta y que la mayoría de votantes da el a las dos preguntas propuestas por Ibarretxe. ¿Qué ha cambiado? ¿Hasta qué punto se ha dado impulso al proceso de normalización y al proceso de paz?

ETA sabe desde antes que la mayor parte de la ciudadanía vasca quiere que la organización armada baje la persiana de una vez. También el Gobierno de España sabe que la mayor parte de la sociedad vasca está a favor de dar un final dialogado al conflicto armado. Y, en lo tocante a la segunda pregunta, también los partidos políticos saben que la mayoría de ciudadanos querrían un acuerdo sobre el ejercicio del derecho a decidir. Por tanto, como el resultado de la consulta no es de obligado cumplimiento, como es una iniciativa para saber cuál es la opinión de los votantes, no haría más que confirmar lo que ya se sabía desde antes. ¿Y punto? No necesariamente.

El que una parte de la ciudadanía del País Vasco diere su opinión directamente daría una fuerza adicional a esas opiniones arraigadas y mostraría la dimensión del predominio de esas opiniones, siempre y cuando ─seguimos con la política ficción─ el resultado fuera favorable a los impulsores de la consulta, tanto en lo atinente a la participación cuanto en lo tocante al predominio del . ETA y el Gobierno de España, por un lado, y los partidos contrarios al reconocimiento del sujeto de decisión vasco, por el otro, tendrían el mandato político de la mayoría de ciudadanos para dar pasos en el camino especificado por las dos preguntas. Pero casi nadie se imaginará a ETA mostrando voluntad de dejar las armas para siempre, al Gobierno de España abriendo un proceso de negociación con la organización armada y, aún menos, al PP y al PSOE haciendo el camino para un acuerdo que reconozca el sujeto político vasco por el mero resultado de la consulta, sin más.

Más que por su resultado directo, la consulta tendría importancia en el camino de construir el sujeto político, porque votando la ciudadanía ─la ciudadanía de una parte del País Vasco, no obstante─ mostraría en la práctica la voluntad de ser sujeto de decisión y porque, mediante la decisión de la ciudadanía vasca, podría abrir la puerta para emprender un proceso de cambio de unas reglas de juego hasta ahora inmodificables.

Pero dejemos la ficción. Seamos más realistas e imaginemos que la propuesta obtiene el apoyo de la mayoría del Parlamento vasco gracias al apoyo de algunos diputados de EHAK, pero que el Gobierno de España recurre, como ha anunciado, al Tribunal Constitucional.

En el tripartito dicen que todavía no han acordado cómo responder cuando eso ocurra. Ni siquiera lo han hablado. Ibarretxe, Urkullu, Ziarreta y Madrazo (1) han quedado en reunirse cada viernes, para analizar semanalmente cómo responder a la situación y tienen un poco lejos, por ahora, ese momento crítico.

Decidan lo que decidan, deberán tener y tendrán muy en mente lo sucedido en febrero de 2005. Entonces no hubo Tribunal Constitucional ni prohibiciones, pero en cierta medida Ibarretxe y el tripartito estuvieron en un enfrentamiento semejante, pues también entonces hubo un choque entre dos sujetos políticos: Ibarretxe defendiendo la Propuesta de Estatuto aprobada por el Parlamento vasco y el Congreso español invalidando lo aprobado por el Parlamento vasco. El lehendakari no cumplió su palabra y no convocó consulta alguna sobre la Propuesta de Estatuto. Prefirió ir a elecciones.

El comportamiento de entonces quita credibilidad a este de ahora y una parte del tripartito, en efecto, tiene una visión crítica sobre el comportamiento de entonces. Al menos a Unai Ziarreta le hemos oído que ahora la respuesta no debería ser, «sin más», recurrir a las elecciones. Pero el timón no lo tiene Ziarreta. El timonel es Ibarretxe, con la bendición de la dirección del PNV. Y si en esta fase la dirección del PNV ha decidido jugar a grandes lo ha hecho porque ha deducido que ni siquiera jugando a pequeñas hay posibilidad de llegar a algo con el PSOE. Esto es, si después de las elecciones del 9 de marzo el jefe de gobierno de España hubiera dado otra respuesta a la oferta de acuerdo realizada por Ibarretxe y el PNV a Rodríguez Zapatero, si hubiera dejado alguna opción de llegar a un acuerdo, aunque fuera a la baja, la dirección del PNV difícilmente habría apoyado lo que Ibarretxe llevó a La Moncloa ─los contenidos de los papeles de Loyola─, (2) sabiendo bien que sería imposible ponerse de acuerdo con Rodríguez Zapatero con esas bases. Además de Ibarretxe, también Urkullu ha ido a La Moncloa últimamente, en silencio, y, como es sabido, no ha sacado buenas conclusiones sobre la voluntad de acuerdo de Rodríguez Zapatero: en este momento y al menos hasta pasadas las elecciones autonómicas, no quiere saber nada del PNV. En lo tocante al conflicto vasco, sólo tiene en la cabeza el lema electoral: Patxi lehendakari.

Era harto sabido que diría que no al pacto que desde el septiembre pasado le había propuesto Ibarretxe, pero no tanto que cerraría todas las puertas a la voluntad de acuerdo mostrada por el PNV. Y eso puede explicar, en gran medida, que en este momento el PNV no ponga reparos a la estrategia guiada por Ibarretxe y que el partido aparezca más cohesionado que hace mucho tras Ibarretxe.

¿Hasta cuándo, empero? Si la propuesta de ley de la consulta supera el examen del 27 de junio, hasta pasadas las elecciones al Parlamento vasco, por lo menos. Entonces se verá si todo esto era sólo un paréntesis hasta que cambie el humor de Zapatero o si es una apuesta de más largo alcance.

Berria, 31 de mayo de 2008

Notas:

(1) Urkullu es el presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV, Ziarreta, de Eusko Alkartasuna y Madrazo es el coordinador general de Ezker Batua – Izquierda Unida. (N. del t.)

(2) Borrador de acuerdo suscrito en el marco de las conversaciones mantenidas durante el otoño de 2006 entre representantes del PSE, PNV y Batasuna en el monasterio de Loyola (Azpeitia, Guipúzcoa), según el cual el País Vasco es un «pueblo», formado por los territorios de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, así como por las provincias bajo administración francesa de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa, «las decisiones que sobre el futuro político adopte libre y democráticamente la ciudadanía vasca» deben ser «respetadas por las instituciones del Estado» y debe garantizarse que los procedimientos legales «no sean una limitación a la voluntad popular, sino garantía de su ejercicio». (N. del t.)