Alguna vez Senel Paz me ha dicho, y seguramente lo ha escrito por ahí, que su disfrute mayor de La Gaceta… se produce al leer las notas editoriales de la revista porque en ellas, a pesar de la diversidad de sus asuntos, calibra un tono afinadísimo que la recorre de punta a cabo. Sin ser […]
Alguna vez Senel Paz me ha dicho, y seguramente lo ha escrito por ahí, que su disfrute mayor de La Gaceta… se produce al leer las notas editoriales de la revista porque en ellas, a pesar de la diversidad de sus asuntos, calibra un tono afinadísimo que la recorre de punta a cabo. Sin ser músicos, los del equipo de la publicación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, saben que ese tono es el mejor trasmisor de un resultado colectivo.
Pero qué decir de La Gaceta de Cuba que no haya sido señalado ya, con toda justicia además. La mejor de las revistas culturales cubanas, la más puntual, la más atenta a dibujar en sus páginas «un atlas espiritual del país» por la procedencia de sus colaboradores, las voces de todas partes, el arco de sus temas, la atención a las distintas manifestaciones artísticas, el prestigio de sus concursos…
Implacable con el rasero de su calidad literaria y periodística, La Gaceta… existe en permanente ebullición, no se ajusta a un horario de trabajo, se hace todo el tiempo «en alta tensión intelectual», como rezaba un cartelito que colgaba en la puerta de la oficina en mis tiempos de plantilla en ella; y es así, en buena medida, gracias a la obsesión de su equipo de redacción. Yo solamente puedo reiterar que en La Gaceta… seguí aprendiendo mi oficio de revistero, hice grandes amigos y entré a un núcleo heterogéneo de colegas con quienes siempre estoy atento a cuanto dato alumbre las interrelaciones entre la esfera de la cultura y la sociedad cubana toda, otra de las distinciones insoslayables de la revista.
Peleadora con mesura y audacia, sabedora de la importancia de un pasado al que revisita con asiduidad, abierta a las renovaciones naturales del campo cultural, La Gaceta…, siempre a la zurda aunque sus bateadores y bateadoras sean derechos, es un espacio neurálgico del quehacer intelectual cubano contemporáneo.
Las cinco décadas que este año celebra la revista no son más que una prueba de su vitalidad. El presente dossier de La Jiribilla hace justicia a la historia de una publicación dinámica, que mantiene la alerta sobre el campo cultural cubano y ha servido para develar sus espacios de tensión.