Impulsado por un amigo argentino que debe estar festejando por estos días 200 años de vencer desde la tierra gaucha los obstáculos de ser independiente, y a sabiendas que tengo del lado de allá a un interlocutor preocupado por los destinos de un pueblo desobediente a los designios del capital mundial, que lleva una larga […]
Impulsado por un amigo argentino que debe estar festejando por estos días 200 años de vencer desde la tierra gaucha los obstáculos de ser independiente, y a sabiendas que tengo del lado de allá a un interlocutor preocupado por los destinos de un pueblo desobediente a los designios del capital mundial, que lleva una larga historia de 52 años de impenitencia frente al Imperio, me veo compulsado a ratificar las palabras de nuestro poeta comprometido Silvio.
Incluso para ratificar las sinceras palabras de Milanés cuando aseveró sinceramente que «no es una sociedad perfecta ni pido que se le de ese nombre», al referirse muy bien a la cubana.
Vive Cuba el reto de hacerlo desde el peor de los escenarios, siendo una nación pobre, sin grandes reservas naturales, ni siquiera petroleras, enfrentó el largo camino de revertir una época neocolonial para borrar la ignominia de un pueblo que aprendió a hablar con voz propia, a educarse, a sanar su salud, a ser cantera deportiva, desde el subdesarrollo periférico del capitalismo, pretendiendo construir el socialismo frente por frente a la nación más poderosa resistida a dejar perder la fruta madura de una Cuba que sería el mejor traspatio para su podredumbre social.
Avanzamos en una Cuba que se educó, sanó, culturizó, sin opulencia, con una administración de la escasez pero bajo criterios medio altruistas y medio equitativos, sin creerse vacunada contra la deshonra, la inmoralidad de algunos, la materialidad exacerbada de no pocos, que han creído en los cantos de sirena, (hablo incluso a título personal de mi única hermana que fue médico geriatra en Cuba y se enroló engañada en un sorteo emigrante hacia Norteamérica y hoy vive en la Florida arrepentida de su miseria humanista capitalistoide).
Esa es nuestra realidad cubana, y le escribe alguien que sí ha visitado el mundo: Argentina en la época fantasmagórica de Menem y su modelo neoliberal a lo Cavallo, Bolivia antes de Evo, Ecuador antes de Correa y ahora con él, Nicaragua antes de Ortega, Costa Rica, México en su DF, por citar algunos.
Yo sigo creyendo en travesuras, yo sigo jugando a lo prohibido, aunque convencido que las maravillas vendrán algo lentas porque el mundo tiene aún muy corta edad.
Siempre intenté que mis amigos argentinos vinieran a Cuba, no creyeran ni en CNN ni ahora incluso en TVSur. Lo mejor es verla conversando con su gente. Verán que es un experimento no «rusificado», vivo, incompleto, de utopías y realizaciones milagrosas en medio del vendaval ideológico de muros caídos, optimismos foráneos perdidos.
Esta es mi impresión y agradezco a Saal, a quien sigo apreciando en la distancia su comunicación y ojalá Alberto León, desde Córdoba también me comprenda.
Un saludo sincero desde el centro de Cuba en la Santa Clara: ciudad del Che.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.