Un 12 de septiembre fatídico de 1998, hace doce años, se inició la tragedia de la prisión injusta para cinco hombres excepcionales que jamás han merecido ni merecerían pasar por esa experiencia angustiante que se soporta, atendiendo a las circunstancias de la vida y la maldad prevaleciente en personas, sistemas y gobiernos dados, en este […]
Un 12 de septiembre fatídico de 1998, hace doce años, se inició la tragedia de la prisión injusta para cinco hombres excepcionales que jamás han merecido ni merecerían pasar por esa experiencia angustiante que se soporta, atendiendo a las circunstancias de la vida y la maldad prevaleciente en personas, sistemas y gobiernos dados, en este caso en los Estados Unidos, con la dignidad inquebrantable de los verdaderos héroes, que asumen el deber como la razón de sus vidas y están dispuestos, por lo tanto, a vivir o morir abrazados indefectiblemente a ese escudo de la condición humana superior.
Son el relevo de los grandes prisioneros de la historia, que las Naciones Unidas tuvieron el gesto justiciero de reconocer en la figura de Nelson Mandela, inicialmente estigmatizado como terrorista y luego reconocido con el Premio Nobel de Paz, y hoy y siempre un representante genuino de la lucha por la libertad, igualdad y fraternidad de las razas, su pueblo multiétnico y demás pueblos del mundo.
Este suceso de la prisión de los cinco cubanos tuvo la connotación noticiosa, en Miami y más allá, de acontecimiento morboso, espeluznante, inaudito y de sorpresa amenazadora, ya que la presencia de unos supuestos espías en suelo norteamericano procedentes de Cuba, gozaba de todos los condimentos necesarios para subvertir la realidad y convertir en execrable un acto justificado y plausible proveniente de una nación sometida a los más canallescos actos de terrorismo y agresiones que serían capaces de enriquecer los relatos de «las mil y una noches«.
Por azar de la historia se resaltó con ello que un siglo atrás, en 1898, se produjo la artera intervención norteamericana en la guerra de independencia de Cuba contra España y comenzó así a transcurrir el periodo de convertir en realidad el viejo sueño americano, concebido a inicios de siglo, de apoderarse de Cuba. De aquellos padres soñadores de maleficios imperiales de otros tiempos son más que tataranietos, son palio y arqueo nietos, los personajes de origen norteamericano o cubano que mantienen idénticas ambiciones expansionistas sobre Cuba, y lo han materializado con acciones terroristas y genocidas que han quedado en evidencia ante la conciencia mundial.
De manera que no se extrañe nadie de que la detención, enjuiciamiento, condenas, recursos de apelaciones adversos y medidas carcelarias infames contra Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón, sean consecuencia de una historia tan longeva que ha contado con generaciones de protagonistas frustrados, ya enterradas en el muladar de la historia, y cuyos nietos de esta época pretenden mantener vivas las apetencias y, a la vez, ejercer la venganza contra los cinco patriotas presos, ya que no lo han podido lograr contra su patria, a la cual han querido aherrojar y encadenar a la égida estadounidense.
Hace doce años que los cinco Héroes cubanos permanecen presos gracias a la deshonrosa actuación del gobierno y los sistemas policial y judicial de los Estados Unidos. Hace doce años que padecen las brutales represalias que ocasionalmente han querido descargar contra ellos. Hace doce años que se les violan los derechos fundamentales como prisioneros. Hace doce años que un muro de silencio de la gran prensa les niega la resonancia que debe tener uno de los casos judiciales más trascendentes e injustos celebrados en los Estados Unidos. Hace doce años que las visitas de sus familiares han estado sometidas a regímenes especiales, arbitrarios y sin sustento moral ni legal. Hace doce años que dos de los prisioneros, Gerardo y René, tienen prohibidas las visitas de sus respectivas esposas, Adriana y Olga, aduciendo para ello razones de seguridad nacional. ¡Pobrecito, débil y desvalido Estados Unidos que teme, porque pondría en peligro su seguridad y existencia misma como nación, la presencia de dos mujeres con la misión estricta de visitar a sus esposos presos injustamente en cárceles de alta seguridad!
¿Dónde está el espíritu humanitario y cristiano que se supone que es el sustento de la sociedad norteamericana, y cuyos gobernantes deben representarla? ¿En qué razones, risibles, estúpidas e irracionales, se basan las explicaciones y declaraciones de los funcionarios norteamericanos para denegar las visas a Adriana y Olga para visitar a sus esposos prisioneros en tierras del imperio más poderoso de la historia? ¿Dónde puede encontrarse la credibilidad y humanismo de un gobierno que mantenga tal actuación?
En el pasado fue George W. Bush, tal vez no se podía esperar más de un pigmeo genocida y criminal, carente de inteligencia y humanidad. Pero en el presente es Barak Obama, que parece inteligente y no carente de virtudes, de origen negro, que debe conocer de oídas y de referencias la historia triste de las injusticias con su raza y los sectores pobres de los Estados Unidos, los errores y horrores del sistema judicial y del sistema carcelario de su país, que prometió y empeñó su palabra, es decir su honor, en los cambios necesarios en la sociedad y nación norteamericanas.
En el presente es Obama el presidente que, para mayor compromiso con una visión humanista de los asuntos de nuestro mundo, le otorgaron y aceptó el Premio Nobel de la Paz. ¿Dónde guarda ahora, en qué lado del pecho, el humanismo y altura moral de un verdadero norteamericano, de un verdadero presidente con decencia y altas miras y, además, con las condiciones humanas propias que acreditan a un verdadero galardonado con el Nobel de la Paz? ¿Acaso no se debe honrar consecuentemente lo que se es y lo que se debe ser en cada momento de la vida? ¿No debe estar claro esto, lo que se es y lo que se debe ser, para amigos y enemigos, hacia dentro y fuera de los Estados Unidos? ¿Acaso no se siente heredero y es incapaz de reconocer como paradigma de lo mejor de Norteamérica a Lucius Walker, fundador y dirigente de los Pastores por la Paz; ese hermano negro, ese norteamericano bueno y puro, recientemente fallecido?
¿Cómo es posible que mantenga inmutable la política hacia los 5 prisioneros cubanos, cuya historia debe conocer desde la presidencia de Clinton y Bush, y cuya colosal repercusión en todo el mundo se conoce en forma de solidaridad por medio de actos, marchas, declaraciones y mensajes? Es hora de cambiar radicalmente la historia, esta historia injusta de cinco hombres extraordinarios.
Ha transcurrido no un tiempo cualquiera. Son doce años, equivalentes a 81.220 horas y a 4.873.200 minutos. ¿Cuántas palabras, sentimientos, gestos y acciones representan en el contacto intercambiable con familiares y amigos y, en fin, con su pueblo?
Al cumplirse este décimosegundo aniversario del encarcelamiento de nuestros -y de millones de personas de todo el mundo- cinco Héroes, esperamos que pueda ser realidad el gesto honorable de la liberación de la prisión injusta. De todas formas, mientras tanto, mientras esperamos con la impaciencia de los ofendidos, digamos con palabras de Martí, que falta aún mucho que decir, y será dicho, pues decir es un modo de hacer y de vencer.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR