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Nunca se ha logrado integrar en Cuba una oposición que no esté al servicio, mediante salario, de los intereses de Washington

Simplemente, un truco publicitario

Fuentes: La Prensa

El pasado 4 de marzo, que era Viernes, el suplemento español que publica el diario Miami Herald, se apareció con un cintillo en primera página que decía así: «Disidentes cubanos testifican ante el Congreso de los Estados Unidos». Como casi todo lo que publica el suplemento, que simboliza la resaca del exilio cubano, es decir, […]

El pasado 4 de marzo, que era Viernes, el suplemento español que publica el diario Miami Herald, se apareció con un cintillo en primera página que decía así: «Disidentes cubanos testifican ante el Congreso de los Estados Unidos». Como casi todo lo que publica el suplemento, que simboliza la resaca del exilio cubano, es decir, lo que queda después de 46 años diciendo disparates, el cintillo era falso. No se trata de tres disidentes sino de tres empleados de la Sección de Intereses de los Estados Unidos.

Tres cubanos que en los primeros meses de la revolución pedían paredón para todo el mundo, que ahora son empleados del respresentante de Washington en Cuba. Son gente que cobran y que se pasan la mayor parte del tiempo en las oficinas de representación americana en la isla.

Claro que no son los únicos. Hay muchos más que están al sevicio de los intereses americanos. Esto no tendría mucha importancia si no fuera porque Cuba está sitiada por el gobierno de los Estados Unidos y estas gentes, dentro de las murallas de la isla, sirven de enemigo.

En realidad, los tres cubanos hablaron desde la isla con un grupo de representantes, supuestamente casi todos los republicanos y amigos de Lincoln Díaz Balart, que es cubano de origen. Si hubieran hablado en realidad con dos paneles congresionales debidamente balanceados en los cuales estuvieran presentes legisladores independientes y demócratas, seguramente que les habrían hecho preguntas muy comprometedras. Por ejemplo: «¿Qué sueldo cobran ustedes de la sección de Intereses?» O tal vez, esta otra: «¿Hay realmente en Cuba personas que tienen una posición hostil al gobierno sin mantener vínculos económicos con los Estados Unidos?». Pero, no. Eso no ocurrió. El único demócrata en el grupo hispano era el cubano Bob Menéndez. Nadie les hizo preguntas indiscretas a los tres agentes. Al contrario. Todos fueron muy amables. Uno de los supuestos penalistas dijo estas palabras admirables: ³Yo quiero extender mi gratitud, además de mi profunda admiración y solidaridad con los tres extraordinarios cubanos que han honrado al Congreso con su participación esta tarde². Claro, esas palabras provenían del cubano Díaz Balart, probablemente el mismo que organizó el encuentro de los tres héroes con el grupo Congreso. Los nombres de los tres personajes cubanos son ya muy conocidos por sus pronunciamentos y por sus viejos antecedentes en los primeros tiempos de la revolución, es decir, al inicio, cuando todo el mundo fusilaba a todo el mundo. La primera era Marta Beatriz Roque, la antigua secretaria de Blas Roca. Sus dos compañeros son muy conocidos: René Gómez Manzano y Félix Gómez.

Es decir, hay algo de truco en esto. Fue una simple conversación por teléfono entre un grupo de amigos de Días Balart en Washington con tres empleados cubanos de la Sección de Intereses de los Estados Unidos. Nada más que eso. No hubo un interrogatorio serio. No hubo una variedad de preguntas a los tres personajes cubanos. Nadie les preguntó lo que ganaban por hacer el papel que estaban haciendo. Nadie les pidió que hablaran de sus antecedentes políticos y por qué se habían disgustado con la revolución. A nadie se le ocurrió, y mucho menos a Díaz Balart, preguntarles a los tres cubanos por qué habían dado la espalda a la revolución.

Desde fines de 1898 hasta los últimos días de 1958, Cuba fue una colonia de los Estados Unidos con el disfraz de república independiente. El último presidente de aquella época fue Fulgencio Batista, que había dado un golpe de estado de acuerdo con el de Truman. Los mismos americanos le dieron la orden, en Diciembre de 1958, de que se largara de Cuba. Lo que vino después fue una revolución, que todavía dura, después de 46 años. Ya se han muerto casi todos los protagonistas de estos eventos. Pero Cuba sobrevive a los intentos de Washington para acabar la revolución. Lo que queda en Miami es puro rastrojo. Y lo que hay en Washington es una farsa. El ejemplo de Cuba ha servido para abrir caminos de independenciua a todo el continente. Ya eso no lo para nadie. Nunca se ha logrado integrar en Cuba una oposición al régimen que no esté al servicio, mediante salario, de los intereses de Washington.