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«Sin Cuba no habría hoy una Revolución como la que hay en Venezuela»

Fuentes: La Jiribilla

Aquel periodista observaba la plaza de la Revolución, las más de doscientas mil personas que habían asistido a la entrega del premio José Martí de la UNESCO al presidente Hugo Chávez, mientras pensaba en cuál sería el titular para su artículo, en cuál de todas aquellas cosas que estaba escuchando sería la que mejor podría […]

Aquel periodista observaba la plaza de la Revolución, las más de doscientas mil personas que habían asistido a la entrega del premio José Martí de la UNESCO al presidente Hugo Chávez, mientras pensaba en cuál sería el titular para su artículo, en cuál de todas aquellas cosas que estaba escuchando sería la que mejor podría transmitir el significado de aquel momento. Porque aquel periodista no era de Cuba ni procedía de un país latinoamericano. Aquel periodista venía de Madrid y se preguntaba por dónde empezar. Palabras como integración latinoamericana, palabras como lucha contra el imperialismo, palabras como misión Barrio Adentro, misión Milagro, palabras como territorio libre de analfabetismo eran importantes para el periodista porque él procedía de un país del llamado Primer Mundo donde aún había algo de analfabetismo y donde había cifras preocupantes de analfabetismo funcional. Procedía de un país donde la atención médica, pese a ser universal, estaba siendo cada día más desatendida debido a una perversa ―pensaba el periodista― perversa voluntad de deteriorarla con el fin de estimular la medicina privada. Y donde el desamparo era un extraño derecho, un derecho inhumano; pero vigente en multitud de barrios y de vidas.

La integración latinoamericana era, pensaba el periodista, un primer paso de algo que un día sería aún más grande: la defensa de la patria común, la defensa de la Humanidad a la que el periodista pertenecía como pertenecían tantos millones de personas del continente latinoamericano. Pero aún se preguntaba por dónde empezar.

El periodista escuchó las palabras de Fidel después de hacer la entrega del premio. El Comandante y Presidente decía: «es salvaje saber que solo uno de cada cinco niños termina la escuela primaria», refiriéndose a la situación en que se encontraba Venezuela antes de la Revolución Bolivariana. El conocimiento a veces podía ser salvaje si no venía seguido por la acción. Y el periodista tomaba notas de las palabras de Fidel, y el cuaderno se le iba llenando de titulares. Pero él solo podía escoger uno. Él disponía de muy poco espacio si es que llegaba a disponer de alguno porque el suyo era en cierto modo un país salvaje en donde había espacio para conocer el terror y permanecer indiferente, pero apenas si había espacio para conocer aquellos lugares en donde se luchaba por paliar el terror, por doblegarlo, en donde se luchaba para que desapareciera.

Fue entonces cuando el periodista oyó decir a Chávez: «Sin Cuba no habría hoy una Revolución como la que hay en Venezuela, esa es la verdad, esa es la más pura verdad». Y el periodista supo que ese sería su titular. Pues había que empezar por el principio. Había que contar las cosas fundando, de tal modo que un paso llevara al siguiente, y ese al siguiente paso. Y la verdad que había dicho Hugo Chávez no era apenas conocida en su país. Había quien admiraba la Revolución Bolivariana y tenía miedo de Cuba, sin saber, sin haber podido conocer otras historias que no fueran las mentiras de los grandes medios. Pensó que decir «sin Cuba» era decir también sin socialismo, era decir también sin otra forma de soñar la condición humana. Pensó que en la frase de su titular debiera estar también el tono de voz, pues la frase no había sido dicha alzando la voz como quien quiere llegar a la última fila de la frase, sino bajándola como quien quiere que la última fila de la plaza y del mundo llegue hasta la frase. Chávez había bajado la voz, había hablado más despacio durante unos segundos, y al hablar no había pretendido quitar el mérito a una sola de las personas que en Venezuela y en otros lugares del mundo estaban contribuyendo a la Revolución. Pero había dicho una verdad y era como haber dicho que, a riesgo de perecer, la humanidad no podía desconocer el sueño que había germinado en Cuba.