Traducido para Rebelion por Carlos Sanchis
Así es que los palestinos pondrán fin a la ocupación de Israel. Ya no se abrirán paso los tanques palestinos destrozándolo todo en Haifa y Tel Aviv. Los F-18 ya no bombardearán áreas civiles pobladas israelíes. Los helicópteros Apache palestinos ya no cometerán «muertes selectivas»( es decir, asesinatos) de dirigentes militares israelíes.
Los palestinos han prometido poner fin a toda » acción de violencia» contra israelíes, mientras que Israel promete detener toda «actividad militar» contra los Territorios Palestinos Ocupados. Bueno, pues ya está. Ya tenemos la Paz.
Esta es la impresión que se habría llevado un marciano-inclusive un marciano bien preparado-, en el supuesto de que se hubiese pasado por el fantástico mundo de Sharm el Sheij:
Los palestinos, pues, habrían estado cometiendo » acciones violentas» , mientras que los israelíes habrían efectuado «operaciones» inocentes. La «violencia» palestina, o el «terror y la violencia» – mucho más popular esta última frase puesto que lleva el estigma del 11S- habría llegado al final. Mahmoud Abbas ( que le confesaba este año a un íntimo amigo libanés que se ponía el traje y la corbata para parecer «diferente» a Yasser Arafat) se avino a todo esto. Así y todo, continúa siendo un misterio cuál es el pueblo que está ocupando los hogares de cuál otro pueblo.
Mahmoud Abbas con su pelo cano y su enorme sabiduría, estuvo muy puesto en su papel. Debíamos todos olvidar que es el mismo Abbas que redactó los Acuerdos de Oslo, el que no usó en más de mil páginas ni una sola vez la palabra «ocupación» y que no habló de «retirada» del ejército israelí sino de «repliegue».
El martes no mentó nadie la ocupación en momento alguno. Lo mismo que se hace con el sexo, había que censurar la ocupación de la narrativa de la historia. Como es costumbre – como en Oslo- los problemas reales quedaron postergados a fechas posteriores. Los refugiados, su derecho al retorno, Jerusalén Este como capital de Palestina: de todo eso ya nos ocuparemos más adelante.
Jamás se había necesitado tanto la voz cáustica de Edward Said. Por supuesto que nadie dijo nada en absoluto sobre los asentamientos( colonias judías para judíos, y solamente para judíos, en territorio árabe). Como tampoco se hizo sobre Jerusalén Este. Ni del derecho de retorno de los refugiados de 1948. Estos eran los «sueños poco realistas» a los que se referían los israelíes el martes.
Todo esto se discutirá «después», tal como se suponía que debía suceder en los fracasados Acuerdos de Oslo conseguidos por Mahmoud Abbas. Siempre y cuando que las verdaderas causas de la guerra puedan posponerse, todo irá bien. «El final de la violencia que ha costado 4.000 muertos» se dijo, pero se ocultó la fundamental ecuación de que dos terceras partes de esas vidas eran palestinos. » Paz, Paz, Paz». Igual que lo de «terrorismo, terrorismo, terrorismo»; como si se pudiera comprar en un supermercado. Ojála.
Estas fueron las preguntas al finalizar el día. ¿ Acabarán los israelíes con los asentamientos masivos en Cisjordania, incluidos los de los alrededores de Jerusalén Este? No se nombró nada de esto el martes. ¿Se pondrá fin a la expansión de los asentamientos judíos, para judíos, y sólo para judío en la Cisjordania palestina? El martes no se mencionó nada de esto. ¿ Se permitirá a los palestinos tener su capital en la Jerusalén Este árabe?. Nada de esto se dijo el martes. ¿ Abandonarán, de verdad, los palestinos su intifada, incluyendo sus mortíferos ataques suicidas, a causa de estas promesas inexistentes?. Al igual que las elecciones iraquíes- celebradas también bajo ocupación extranjera- las conversaciones entre palestinos e israelíes han sido históricas porque sí. La secretaria de estado norteamericana, Condolezza Rice, advertía a los palestinos que deben «controlar la violencia», pero como es ya costumbre no pidió a los israelíes que controlen la violencia de su ejército.
Y es que el supuesto sine qua non de la ecuación ha sido que los palestinos son los culpables, que son la parte violenta, por eso la amonestación a los palestinos de que deben cesar la violencia mientras que los israelíes tendrían que suspender sólo sus operaciones. Así los palestinos son, al parecer, genéricamente violentos y los israelíes genéricamente respetuosos con la ley. Sólo realizan operaciones. Y Mahmoud Abbas se avino a estos disparates.
Todo ello ha quedado más que claro en la cobertura informativa de los acaecimientos. Según la CNN lo que se ofrecía era » el final de toda violencia», como si la ocupación ilegal y la colonización no fueran una forma de violencia. La agencia norteamericana de noticias Associated Press, habló cobardemente de «ciudades que, por el momento, seguirán controladas por los servicios de seguridad israelíes. O dicho de otra manera, controladas por Israel, pero no iban a decirle eso a sus lectores.
Así, Mahmoud Abbas será el Hamid Karzai de Palestina y su corbata el equivalente al traje verde de Karzai. Nuestro nuevo hombre de Palestina, el tsunami que se ha llevado consigo la contaminación de Yasser Arafat, cuya tumba consiguió evitar Condolezza Rice. No obstante, los insalvables obstáculos siguen ahí; Jerusalén Este, los asentamientos judíos y el derecho al retorno de los palestinos a los hogares que perdieron en 1948.
Si vamos a aplaudir como los conciliadores de Sharm el Sheij el martes, será mejor que nos demos cuenta que a menos que nos pongamos a resolver estas grandes injusticias ya, este nuevo acto conciliatorio acabará por ser tan sangriento como lo fue el de Oslo. Que se lo pregunten a Mahmoud Abba.
Fue el artífice del primer y fatal acuerdo.