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Sionismo y gentrificación

Fuentes: El Salto [Foto: Demolicion de pueblos beduinos en el Negev por parte de las autoridades sionistas en 2019 (Global Voices)]

Estas vacaciones, mientras turistas occidentales con nula empatía y conocimiento del mundo disfruten del agua que no pueden disfrutar los niños y niñas de Gaza; mientras disfruten de sus familias, algo que ya no pueden hacer como mínimo los más de 40.000 palestinos y palestinas asesinadas por las fuerzas de ocupación israelíes, ciertas empresas de alquileres de casas de lujo llenarán sus arcas de sucio dinero.

Acuñado en 1964 por la socióloga Ruth Glass, el término gentrification definió el proceso por el cual los barrios obreros situados en el centro de la ciudad fueron reformados con la llegada de capital privado. Por su parte, y tomando como ejemplo la ciudad de Nueva York, el geógrafo Neil Smith estableció tres fases de la gentrificación. La primera fase consistía en cambios en la esfera artística y cultural que propiciaron la llegada de una clase media alta; en la segunda etapa se produjo una enorme inversión financiera; y, finalmente, la tercera estuvo basada en la rehabilitación de los edificios y en la apertura de restaurantes, tiendas, salas de exposiciones, oficinas, etc. Smith remarcó que, durante la segunda fase, el número de desalojos forzados se disparó, lo que hizo elevar el número de personas sin hogar en Nueva York y, por ende, la desigualdad social.

A pesar de que el movimiento okupa ejerció un considerable rol de contrapeso de dicha privatización y apropiación del espacio público, en Estados Unidos y en Europa la gentrification ganó la partida. Una partida en la que el periodismo puso su granito de arena al criminalizar dicho movimiento y girar la tortilla para que la violencia generada por la privatización y el empobrecimiento de las clases trabajadoras fuese la consecuencia del movimiento okupa y no la causa. Desgraciadamente, este proceso de “regeneración urbana” ha adoptado diferentes versiones según el país y el momento histórico, tal como demostró Mike Davis en Planeta de ciudades miseria (2005).

Uno de los ejemplos actuales más desgarradores es el que se lleva a cabo sobre Cisjordania, especialmente sobre Al-Quds (Jerusalén), por parte de las fuerzas de ocupación israelíes, los colonos y el enjambre de empresas turísticas e inmobiliarias occidentales, en su mayor parte. En su conocida obra La cárcel más grande de la tierra (2018), Ilan Pappé narra la gran transformación a finales de los años 60 de la aldea rural Sheikh al-Badr, donde se construyó sobre terrenos robados al pueblo palestino la Universidad Hebrea de Jerusalén. En la misma zona, años más tarde, se construirían la nueva sede del Gobierno israelí, la Knéset, el Tribunal Supremo de Israel y el Banco de Israel. Pero lo más remarcable es que, durante los meses de junio, julio y agosto de 1967, el Gobierno sionista de Israel determinó la base de su política en referencia a los territorios ocupados. Desde entonces “ninguno de los sucesivos Gobiernos israelíes se ha apartado de esa senda, ni tampoco ha pretendido hacerlo en modo o manera algunos” (Pappé, 2018). Gentrificación y sionismo iban a ir de la mano desde ese mismo momento.

Una de las empresas que se beneficia económicamente de este proceso de expulsión, ocupación y humillación del pueblo palestino es la plataforma de alquileres de habitaciones y casas Airbnb. En un artículo publicado en 2018 en la versión española de Los Ángeles Times, Airbnb ya aseguró que no había cambiado su política respecto al alquiler de casas en asentamientos israelíes ilegales en Cisjordania. Sin embargo, en otro artículo del mismo año en Público se hacía hincapié en la victoria de los movimientos por los derechos humanos en Palestina que había hecho recapacitar a Airbnb para sacar de su listado todas las casas de colonos judíos situadas en Cisjordania. No obstante, al parecer lo que molestaba a la plataforma eran las quejas constantes de movimientos de palestinos en la zona, insistiendo de nuevo en esa idea del “miedo de los israelíes” al “odio palestino”, un discurso típico de la mentalidad colonial: el colonizador es la víctima; el colonizado, el culpable.

Colonia judia Har Homa

Para la escritora palestina Raghad Zughayer el pueblo palestino lleva décadas sufriendo el despojo de sus tierras no solo como un proceso de limpieza étnica, sino como un proceso de urbanización y aburguesamiento de sus territorios. Gentrificación y sionismo es por tanto un proceso paralelo e indisoluble para Zughayer. Este proceso se da con mayor fuerza en Al-Quds, donde la gentrificación se torna económica e ideológica, puesto que no solo se trata de capitalizar el territorio urbano, sino de que los colonos, organizaciones sionistas como Nahalat Shimon y las fuerzas de ocupación israelíes utilizan la narrativa religiosa para obtener el control de las tierras ocupadas.

Por supuesto, este proceso de gentrificación es algo que se ha dado en todas las regiones de Palestina; así lo señalaba Jaclynn Ashly en un artículo de 2019 para Mondoweiss. Precisamente en el municipio de Haifa, Orwa Switat, activista y urbanista, afirmaba que las ruinas de la Nakba habían servido como proyectos urbanos y económicos para Israel. Lo peor es que incluso aunque la asociación sionismo y gentrificación está más que demostrada a lo largo de las dos últimas décadas, la izquierda israelí ha sacado provecho de ello al denunciar los procesos de urbanización y capitalización de Cisjordania sin mencionar la vinculación con el proyecto sionista. Es algo que también la psiquiatra y psicoterapeuta Jamah Sabr subraya al afirmar que “la izquierda israelí quiere quedarse con todo el pastel: sacar provecho de la injusticia de la ocupación y de sus ganancias materiales a la vez que desea la paz con las palestinas” (Jabr, 2022).

Llegados a este punto, destacamos un hecho aterrador: el silencio y la complicidad de quienes prefieren mirar hacia otro lado este verano. Sorprende, por poner un ejemplo, la cantidad de casas en alquiler por parte de la plataforma Airbnb en la zona del desierto de Neguev. Por 1.200-1.600 euros podemos disfrutar de lugares espaciosos adecuados para familias o para tener escapadas románticas; podemos gozar de jacuzzis y piscinas, con aire acondicionado y árboles frutales —no dice si tienen los olivos que los colonos han quemado a la población palestina— en el pueblo de Shizaf, en Mitzpe Ramon, en Ezuz, en Hazeva… Las palabras romántico, ecológico, pacífico son algunas de las keywords que podemos apreciar en la descripción de dichos alojamientos.

Asentamientos Palestina

Pero en ese mismo desierto está también Sde Teiman, conocido también como el Guantánamo israelí. En el mismo lugar donde empresas y colonos sacan provecho económico de turistas occidentales con nula empatía y nulo conocimiento del mundo, se tortura y se viola salvajemente a hombres palestinos. Uno de los últimos casos conocidos ha sido el del pasado 29 de julio de 2024 cuando nueve soldados israelíes violaron a un hombre palestino de forma tan salvaje que incluso el mismo Ministerio se vio obligado a arrestar, aunque solo fuese durante unas horas, a estos soldados. A raíz de ello, el periodista y activista Daniel Mayakovski ha publicado en su cuenta de X un corte de la entrevista al abogado palestino Khaled Mahanja, quien relata testimonios de la tortura que sufren palestinos en Sde Teiman. Entre algunas de las barbaridades, Mahanja explica que les introducen una manguera de incendios por el ano y bombardean agua dentro de ellos. Incluso la cadena de televisión israelí Keshet 12 (Canal 12) ha publicado las imágenes de la violación de este preso palestino a manos de soldados israelíes. En una entrevista para El Confidencial, Naji Abbas, director del departamento de presos y detenidos de Médicos por los Derechos Humanos-Israel, ha manifestado que las condiciones de los detenidos palestinos son tan terribles en Sde Teiman que los doctores les tienen que cortar las manos y las piernas por las infecciones que cogen.

Pues bien, ese Sde Teiman se halla en ese desierto con maravillosas vistas que nos vende Airbnb. Así, si además de disfrutar de hacer yoga, tener una velada romántica o gozar de los árboles frutales, de dormir en casas dulces del desierto o elegantes cabañas, se quiere disfrutar de los gritos de los palestinos torturados en Sde Teiman, tenemos la gran suerte de estar muy cerca: desde Shizaf hay 35 minutos en coche; desde Mitzpe Ramon, 1 hora y 9 minutos; desde Ezuz, 1 hora y 10 minutos; y desde Hazeva, 1 hora y 21 minutos en coche. Estas vacaciones de 2024, mientras los turistas occidentales con nula empatía y conocimiento del mundo disfruten del agua que no pueden disfrutar los niños y niñas de Gaza; mientras estos turistas occidentales disfruten de sus familias, algo que ya no pueden hacer como mínimo los más de 40.000 palestinos y palestinas asesinadas por las fuerzas de ocupación israelíes; mientras todo esto suceda, ciertas empresas de alquileres de casas de lujo llenarán sus arcas de sucio dinero.

A los turistas occidentales a los que aún nos quede empatía y conocimiento, nos sobrará corazón para seguir luchando. El boicot a empresas que se lucren de la ocupación, la injusticia, la humillación y el sufrimiento del pueblo palestino es un primer gran paso. Al fin y al cabo, las empresas viven de nuestro dinero, no lo olvidemos, y la gentrificación y ese estado genocida llamado Israel necesita de ese dinero para subsistir. Paremos el mundo por Palestina.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ocupacion-israeli/sionismo-gentrificacion