Introducción: Del liberalismo y del neoliberalismo Las disyunciones exclusivas y maniqueas del tipo «democracia o autoritarismo» se encuentran atravesadas por cierta carga moral que postula que la primera es «buena» y el segundo «malo». Se elude, así, realizar un análisis desprejuiciado de las implicancias que poseen distintos regímenes de gobierno. Como de manera perspicaz sostenía […]
Introducción: Del liberalismo y del neoliberalismo
Las disyunciones exclusivas y maniqueas del tipo «democracia o autoritarismo» se encuentran atravesadas por cierta carga moral que postula que la primera es «buena» y el segundo «malo». Se elude, así, realizar un análisis desprejuiciado de las implicancias que poseen distintos regímenes de gobierno.
Como de manera perspicaz sostenía Michel Foucault, el poder no es pura y exclusiva materialidad: no puede ser separado de las relaciones de saber y tampoco de los modos de constitución de subjetividad. Es decir que el poder no es una sustancia cuantificable, tal como se sostiene desde el pensamiento economicista que hace del poder un bien que se posee o, por el contrario, no se posee. El poder-saber atraviesa y constituye a todos los sujetos: hace de ellos esclavos, súbditos o individuos libres, transforma sus luchas en gritos revolucionarios o proclamas democráticas. Leer en esas transformaciones distintos modos de ejercicio del poder permite efectuar un análisis de mayor complejidad y, de este modo, evitar valoraciones rápidas y centrismos culturales que tienden a la homogeneización del mundo.
Según Foucault, el liberalismo como modo de ejercicio de poder (y no como ideología) se caracteriza por ser un consumidor de libertad. Efectivamente, lleva en su seno el mandato de lograr el menor gobierno posible, apuntalado sobre la libertad de los sujetos, constituidos como individuos. El neoliberalismo vendría a completar esta lógica cargando sobre los hombros de los individuos la administración de su propio riesgo. Ahora bien, continúa Foucault, si quiere consumirse libertad, es necesario producirla y organizarla. De este modo, el liberalismo pone en práctica una serie de técnicas (violentas) a fin de constituir a los sujetos en tanto individuos (en términos foucaultianos: las disciplinas). Además, no es posible hablar de la libertad en tanto universal, sino que es menester ubicar sus rasgos particulares, de qué libertad se está hablando: libertad de circulación, libertad de compra y venta, libertad de expresión, etc.
Contrariamente a lo que suele entenderse por neoliberalismo, Foucault plantea que el gobierno tiene un rol fundamental que jugar en él, pues es el encargado de expandir los mecanismos de mercado (mecanismos competitivos que comprenden a cada individuo como una empresa auto-gestionada) a toda la esfera social. De ahí que Foucault lo llame «liberalismo positivo». Y de ahí también que el intervencionismo sea fundamental. Lo que caracteriza al intervencionismo (neo)liberal es el cómo de su intervención, pues, al no poder intervenir directamente sobre el mercado y la economía (la teoría de la «mano invisible» de Adam Smith busca, precisamente, eliminar la idea de un soberano económico), interviene sobre el marco, el ambiente. En Nacimiento de la biopolítica, Foucault caracterizará entonces al neoliberalismo como un «máximo de intervencionismo jurídico y un mínimo de intervencionismo económico».
De lo que se trata es de la exportación efectiva de cierto tipo de libertad a través de la constitución de sujetos individuales capaces de gestionar sus propios riesgos. Si la libertad debe ser producida para su consumo, los primeros momentos de esta producción suponen el ejercicio de la violencia. Alemania y Japón luego de la Segunda Guerra Mundial, América Latina y, ahora, Medio Oriente, son casos empíricos en los que un Estado social y planificador es eliminado en pos de la instauración de mecanismos de gobierno neoliberales.
Dicho esto, y pasando al plano mundial, es importante notar las diferencias existentes entre el ejercicio del poder en el marco del sistema westfaliano clásico, en el que prima la razón de Estado, y el mismo en el contexto del gobierno liberal mundial. De uno a otro, tanto los objetos y objetivos de gobierno, los modos de intervención, y las concepciones de espacialidad, se transforman.
El objeto de gobierno ya no es el Estado o el soberano, sino la vida de la población y de los individuos. Su objetivo deja de ser la supervivencia del primero, para pasar a ser el mejoramiento de las últimas. Por lo tanto, el principio de soberanía cae, dando lugar a prácticas intervencionistas que se llevan a cabo en nombre de la vida de las poblaciones y la libertad del individuo. Las intervenciones apuntan a modificar el marco en el que se despliegan estas últimas, con el fin de cumplir su objetivo. Para esto se hace necesaria una reconfiguración de la espacialidad, en la que los límites territoriales pierden relevancia. De este modo, el liberalismo y su versión neo no son comprendidos como ideologías, sino como racionalidades de gobierno, como modos de ejercicio del poder.
Ya que, como se sostuvo, el poder se ejerce a través de la constitución de subjetividades, esta última ocupa un lugar destacado también en el ejercicio del poder (neo)liberal. Éste puede ejercerse sólo a través de la constitución de individuos auto-gobernables, que asuman sus propios riesgos y sean responsables de sí mismos. Con el ascenso de la idea de la democracia liberal como «mejor forma de gobierno», en el sentido de que la misma propicia el respeto de los Derechos Humanos, la paz entre las naciones (Tesis de la Paz Democrática mediante) y la libertad de elección del individuo, la posibilidad de constitución de este último aparece vinculada a dos instituciones de dicho régimen de gobierno: el mercado y las elecciones. De esta manera, el gobierno liberal mundial posee un objetivo estratégico integracional que aspira a la homogeneización del mundo (tanto de los Estados como de los individuos) a imagen y semejanza de las potencias liberales occidentales y sus poblaciones.
Descartando lecturas que apuntan a la hipocresía de los discursos y a los intereses materiales ocultos detrás de los llamados a la libertad, y devolviendo a su lugar la importancia del saber en la actualización del poder, es en este marco de ejercicio liberal del poder mundial en el que puede entenderse que la llamada «Primavera Árabe» haya sido construida como una lucha de los pueblos árabes oprimidos por la libertad y la democracia (ambos significantes homologados).
Ahora bien, la emergencia de un modo de ejercicio del poder no supone la desaparición del anterior. Por el contrario, se produce un movimiento de recuperación y resignificación del mismo. De esta manera, las luchas geopolíticas y los objetos y objetivos propios del marco de la razón de Estado conviven con el gobierno liberal, confluyendo políticas y modos de intervención propios de las potencias e instituciones internacionales liberales con otras que no lo son. En el caso de Medio Oriente, la importancia geopolítica y geoestratégica de la región no puede ser despreciada. De allí que los resultados de la «Primavera Árabe», con los cambios tanto de régimen como de gobierno en sí que supone, afecte directamente la configuración de relaciones de poder mundiales y regionales.
La estrategia liberal integracionista llevada a cabo por la administración Bush en la región, suponía el ensamblaje de la democracia liberal y el neoliberalismo económico y, entre otros ejemplos, supuso el cambio de régimen y de gobierno en Afganistán e Irak y el ejercicio de presión para la apertura política y económica de aliados (Arabia Saudita y Egipto, principalmente) y de enemigos (Libia y Siria). Antes del comienzo de la «Primavera Árabe», esta estrategia ya había afectado tanto la geopolítica mundial como la regional.
En el caso de Siria, supuso la profundización de la neoliberalización de la economía comenzada por el entonces Presidente, Hafez al-Assad. En efecto, el 10º Plan Quinquenal, delineado por el gobierno de Bashar al-Assad para los años 2005-2010, fue alentado por Estados Unidos y la Unión Europea. El mismo se define como ‘amigo del mercado’ y está sostenido por cuatro pilares macro y microeconómicos que suponen, entre otras cosas, como preocupación central mantener bajos niveles de inflación, reestructurar las empresas estatales y transformarlas en corporaciones, revisar los subsidios y adoptar ‘un enfoque prudente del manejo fiscal’, una liberación gradual de los precios y los mercados de modo tal de convertir al mercado en el modo fundamental de veridicción, la apertura de las fronteras al comercio a través de la reducción o la eliminación de las tarifas aduaneras y el aliento a la inversión extranjera.
El objetivo del presente artículo es actualizar la información aparecida en un artículo del Anuario anterior de similar enfoque y, a través de ella, dar cuenta de los cambios que tuvieron lugar en Medio Oriente con la llegada al poder de nuevos actores y, por consiguiente, de las modificaciones de la conducta de los actores implicados en el último año, partiendo del supuesto de que Siria es hoy campo de una intervención de hecho -aunque no abierta- y campo de batalla de fuerzas que se encuentran disputando tanto la región como el mundo. El situar este conflicto en el marco del gobierno liberal es necesario a fin de ubicar a los llamamientos a la democracia (liberal) y las disyunciones exclusivas que se establecen en torno a ella no en el marco de una proclama moral, vinculada a valores, sino a una inescindible del modo de ejercicio del poder a nivel mundial.
La intervención en Siria no es unidireccional ni simple. No hay que hablar de Rusia, Irán, China y el gobierno de Al-Assad en contra del resto de los países. Entre estos últimos también existen enfrentamientos, una de las razones que explica que Bashar al-Assad aún hoy permanezca en el poder después de casi dos años y medio de una lucha en su contra. Los enfrentamientos entre los opositores al gobierno sirio no se reducen a aquéllos existentes entre el Frente Al-Nusra, con vínculos con Al-Qaeda, y el Ejército Sirio Libre (ESL). Existen también divergencias entre los socios de la Península Arábiga, Arabia Saudita y Qatar: mientras que Riad apoya a unos, Doha hace lo propio con otros. Sus aliados más cercanos también difieren: en el campo saudí pueden ser colocados, aunque también con diferencias, Estados Unidos y Jordania; en el qatarí, Turquía y, hasta la caída de la Hermandad Musulmana (HM) en Egipto, a este país árabe y sus aliados de Hamas. Este enfrentamiento entre países del Golfo podría verse modificado por la renuncia del ex Emir de Qatar, Hamad bin Khalifa Al-Thani, y la llegada al poder de su hijo, Tamim bin Hamad Al Thani. En este sentido, no debe pasarse por alto que la primera visita a un país extranjero que realizó el flamante Emir qatarí, fue a Riad. Por otra parte, el apoyo de Irán, Rusia y China al gobierno de Al-Assad presenta distintas intensidades y formas.
Ahora bien, antes de comenzar el análisis del rol jugado por cada uno de los Estados y movimientos exteriores implicados en el conflicto en Siria, es necesario hacer un repaso que permita acomodar y organizar la confusa maraña de organizaciones sirias y extranjeras que, o bien buscan beneficiarse de una posible caída de Bashar Al-Assad, o bien están combatiendo en el terreno.
La oposición siria
A pesar de que resulta de extrema dificultad separar a los actores sirios opositores de países extranjeros que, en líneas generales, los financian y apoyan políticamente, aquí se presenta una sucinta guía para comprender cuáles son las fuerzas implicadas en Siria y los lazos que existen entre ellas y entre ellas y el exterior. Otro artículo diferente en el mismo Anuario se encarga de analizar las fuerzas externas interventoras.
La primera institución que se creó con el objetivo de aglutinar a una oposición que aún hoy brega por su unidad, fue el Consejo Nacional Sirio (CNS). El mismo es una coalición de grupos opositores, formada en octubre de 2011 con la intención de ser tomada por las potencias liberales occidentales como un posible socio tanto en el proceso, como en una eventual salida del poder del Presidente sirio. Desde el 10 de noviembre del año pasado su Presidente es George Sabra. El CNS fue sospechado de estar bajo el dominio de la Hermandad Musulmana (HM) siria[2]. Ante estas acusaciones, la HM se defendió aduciendo que «apoyó la revolución desde un principio. Comenzamos movilizando y uniendo a la oposición. Así se formó el Consejo Nacional, y cedimos muchos asientos de la Hermandad con el fin de darle a la oposición una oportunidad para una participación más positiva (…) La presencia de la Hermandad asciende a menos de un 10%»[3]. Lo cierto es que la HM tuvo y tiene presencia en el conflicto, apoyada en su momento por Turquía, Egipto, Qatar y Hamas. El apoyo de estos tres últimos actores se ha puesto en duda con la caída de la HM en Egipto y la transferencia de poder en Qatar. Estos acontecimientos resultaron en una pérdida significativa del poder de la HM en la región, celebrada, en una primera instancia, por el gobierno de Al-Assad.
Quizá por el dominio de la HM de esta institución y por la desconfianza que este movimiento genera tanto en Arabia Saudita como en Estados Unidos, pero oficialmente por el hecho de que falló en su objetivo (entre otras cosas, controlar las tropas en el terreno), fue fundada otra institución aglutinadora de la oposición, denominada Coalición Nacional de las Fuerzas Revolucionarias y de Oposición Sirias (CNFROS). La misma, con sede central en El Cairo y creada en noviembre de 2012 en un encuentro en Qatar entre grupos opositores dispersos y el CNS, buscó, asimismo, «ser más inclusiva». La CNFROS ocupó el lugar de Siria en la reunión de la Liga Árabe que tuvo lugar el 26 de marzo pasado en Doha. Asimismo, fue reconocida como la representante legítima del pueblo sirio por 120 Estados y organizaciones, entre ellos, Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía, la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo. Esta organización, a diferencia del CNS, cuenta con el apoyo del Ejército Sirio Libre (ESL). Sin embargo, no tiene el apoyo del Comité de Coordinación Nacional, una institución que representa a los grupos opositores internos que rechazan la violencia y quieren negociar con el gobierno de Al-Assad. Tampoco tiene el apoyo de otras agrupaciones armadas que están combatiendo en el terreno, como el Frente Al-Nusra.
Las disputas al interior de la CNFROS reflejan aquéllas existentes entre Qatar y Arabia Saudita y los pesos relativos de uno y otro Estado en el manejo del conflicto. En efecto, el primer Presidente de la Coalición fue el clérigo sunnita Moaz al-Khatib quien renunció en marzo de este año. Su renuncia llegó cinco días después de que Ghassan Hitto fuera elegido como Primer Ministro del gobierno interino impulsado por la Coalición. Khatib se opuso a la creación de este gobierno, sosteniendo que se trataba de un movimiento prematuro. La candidatura de Hitto fue apoyada por la HM y por el Secretario General de la CNFROS, Mustafa Sabbagh, un empresario ligado a Qatar. Este liderazgo fue revisado en julio de este año en una Conferencia en Estambul, luego de la caída de la HM en Egipto. Entonces, los candidatos apoyados por Arabia Saudita vencieron a aquéllos apoyados por Qatar. En esa oportunidad, Ahmed Jarba, una influyente figura tribal del noreste de Siria, con fuertes vínculos con Riad, fue elegido Presidente de la Coalición. La posición de Jarba radica en buscar que el armamento de tecnología avanzada entregado por Arabia Saudita llegue pronto a los opositores que luchan en el terreno a fin de trastocar la relación de fuerzas allí. Sólo una vez que esto suceda, la CNFROS estará lista, según su Presidente, para asistir a las negociaciones de paz en Ginebra, pactadas por Estados Unidos y Rusia en mayo. Las mismas debían haber tenido lugar en julio, pero, por el momento, no se llevaron a cabo.
Respecto a las tropas opositoras en el terreno, la más importante (aunque no la más numerosa) es el ESL. Fue formado en agosto de 2011 por desertores del ejército sirio que se asentaron en Turquía. A pesar de lo que indica su nombre, el ESL no es un grupo homogéneo, sino que existen varios hombres que son proclamados o se proclaman como líderes del mismo. Para ponerle fin a esta situación, en diciembre de 2012 se formó, con el apoyo de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Arabia Saudita, Qatar y Turquía, el Comando Supremo Militar. Su objetivo es centralizar el mando y la coordinación de las operaciones. A tal fin, está estructurado para representar a cada uno de los cinco frentes de batalla sirios: el norte, el sur, el oriental, el occidental/central y Homs. Este mando unificado incluye a muchos hombres con lazos con la HM y con salafistas y excluye a muchos de los oficiales inicialmente desertores del ejército. A modo de ejemplo, puede citarse el hecho de que su General en jefe, Salim Idriss, tiene estrechos vínculos con Mustafa Sabbagh.
En julio de este año, uno de los comandantes de esta entidad fue asesinado por un grupo islámico. Esto aumentó los temores de armar a la oposición por parte de las potencias occidentales, aunque, como está expuesto en el otro artículo del Anuario que trata el conflicto en Siria, todo está listo para hacerlo. Entre los grupos armados nucleados en torno de una identidad religiosa, se encuentran el Frente Al-Nusra y el Frente Islámico Sirio. En cuanto al primero, designado por Estados Unidos como una organización terrorista, se trata del frente de este tipo más poderoso del país y fue fundado con la ayuda de Al-Qa’ida en Irak. Respecto al segundo, es un frente que incluye distintas agrupaciones salafistas que están luchando en Siria.
Las fuerzas externas
Como puede apreciarse y como se ha dicho anteriormente, las fuerzas de la oposición siria no sólo combaten a las fuerzas gubernamentales, sino que se encuentran atravesadas por luchas intestinas. Muchas de éstas se encuentran vinculadas a las diferentes perspectivas de las que son portadores Arabia Saudita y Qatar. Por tanto, a fin de comprender un poco más la dinámica del conflicto en el país árabe es necesario involucrarse en esta interna. Por otra parte, es menester repetir que la misma ha sufrido un importante impacto debido a la caída de la Hermandad Musulmana (HM) en Egipto y el cambio de gobernante en Qatar. En una primera aproximación es posible afirmar que Arabia Saudita ha resultado beneficiado con estas transformaciones.
En relación al derrocamiento de la HM en Egipto por el ejército de dicho país, la rapidez y generosidad con que Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait han acudido al rescate económico del país norafricano, pone en evidencia los intereses que estos países de la Península Arábiga tienen en el cambio de gobierno. En efecto, Riad, Dubai y Kuwait anunciaron la entrega de una suma de doce mil millones de dólares al gobierno interino nombrado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas egipcio, tan sólo una semana después de derrocado Mohamed Mursi. Este último, por su parte, había sido beneficiario de ayudas económicas provenientes de Doha y Ankara, lo que le permitió mantener subsidios en un contexto de suma inestabilidad fiscal y económica. Arabia Saudita tiene una relación poco amistosa con la HM desde que, luego de refugiarlos en su territorio, después de la masacre de Hama, dicho movimiento político apoyara al entonces Presidente iraquí, Saddam Hussein, en la Primera Guerra del Golfo, en la que Arabia Saudita se alió a Estados Unidos. Con la llegada de la HM al poder en Egipto, Riad buscó congraciarse con estos, ofreciendo cuatro mil millones de dólares, de los que, finalmente, sólo entregó mil quinientos. Arabia Saudita envía armas a la oposición siria a través de Jordania. Sus principales destinatarios son el Comando Militar Supremo y el Frente Islámico Sirio.
Hasta el momento, la transferencia de poder de Hamad bin Khalifa Al Thani a su hijo habría implicado un cambio en la política exterior qatarí, dado por la política de retraimiento del flamante Emir. Ya en su discurso de asunción, Tamim bin Hamad Al Thani hizo hincapié en la necesidad de una política menos expansiva y más centrada en lo doméstico. Por otra parte, a diferencia del gobernante saliente, puso énfasis en la relación de Qatar con los países del Consejo de Cooperación del Golfo[4], afirmando que, en términos identitarios, se encuentra vinculado, en primer lugar, con los países miembros de dicha institución: «debemos tener en mente que no hay identidad sin pertenecer a círculos más amplios. Somos parte de la región del Golfo Arábigo, y parte del mundo árabe, y del mundo islámico. Somos también parte de la humanidad y de la comunidad internacional». En este sentido, declaró que «buscamos llevar nuestra relación [con el Consejo de Cooperación del Golfo] a los máximos niveles de integración posibles»[5]. Por lo tanto, más allá de que el hijo haya intentado remarcar las continuidades con el gobierno de su padre, el hecho de que se desconozcan las razones de la renuncia del segundo (siendo un hombre relativamente joven) y, teniendo en cuenta que las familias que dirigen las monarquías del Golfo tienden a evitar ventilar conflictos internos, es posible aventurar que existió alguna desavenencia al interior del poder en Qatar respecto a la relación con Arabia Saudita, la cual se estaba tensando cada vez más. Sin embargo, ésta no es más que una pista a seguir.
Por otra parte, en contraposición a su padre, quien había apoyado a la HM en Egipto con ocho mil millones de dólares, el nuevo gobernante saludó el golpe de Estado contra Mursi. Asimismo, el ex Emir, se había convertido en el primer líder árabe en visitar la Franja de Gaza, en una clara muestra de apoyo al Hamas. Se alió a Turquía por cuyo territorio entregó armas al Comando Supremo Militar. La entrada de Hezbollah al conflicto y el consiguiente revés para los grupos opositores que ésta implicó también puede ser pensada como un posible factor del acercamiento que se ha notado en los últimos días entre los dos países del Golfo.
La política de Qatar, hasta que tuvieron lugar estos últimos acontecimientos, estuvo marcada por un vínculo estrecho con Turquía, con Egipto y con Hamas.
Respecto a Turquía, la política de «puertas abiertas» que ha implementado su gobierno, ha permitido que tanto armas como personas ligadas a la oposición siria circulen libremente por su territorio. Desde el inicio del conflicto, Turquía ha refugiado a cerca de cuatrocientas mil personas. Asimismo, opositores han recurrido a dicho país en busca de tratamiento médico, financiamiento e, incluso, para planificar operaciones. Francia y Estados Unidos están proporcionando entrenamiento allí a fuerzas opositoras. A mediados del año 2012, Turquía se transformó en un importante paso para el envío de armas a Siria provenientes principalmente, como ya se ha dicho, de Qatar. Esto es lo que lo ha convertido en un blanco para acciones de violencia provenientes tanto de grupos internos como externos y tanto de grupos pro-gobierno sirio como opositores. Estos últimos estarían alentados por la posibilidad de dar razones a Turquía, miembro de la OTAN, para declararse víctima de agresión y, por lo tanto, recurrir al artículo 5 de la carta de dicho organismo internacional. Así, el 1 de febrero fue atacada la embajada de Estados Unidos en Ankara. En mayo fueron muertas más de 50 personas en un atentado con coche-bomba en la ciudad de Reyhanli. Como se dijo, Turquía, junto con Qatar, dio apoyo financiero a la HM egipcia.
El gobierno del país norafricano también se alineó tras esta posición. En una de sus últimas medidas relevantes en términos de política exterior, el ex Presidente, Mohamed Mursi echó al embajador de Siria y llamó a combatir allí. Esto llevó a Hamas, movimiento palestino aliado a la HM egipcia[6], a una posición incómoda respecto a Irán, que redujo su financiamiento por el apoyo del movimiento a la oposición siria. Esto trajo aparejadas divisiones al interior de Hamas: los dirigentes políticos Khaled Meshaal e Ismail Haniya tuvieron diferencias con las Brigadas al-Qassam debido a que Irán cortó también la ayuda militar.
Estados Unidos también forma parte de la intervención en el país árabe con el objetivo de derrocar a Al-Assad, único aliado árabe de Irán. Si bien el Congreso autorizó hace pocos días la entrega de armas a la oposición siria, la administración Obama ya estaba implicada en el conflicto con anterioridad, a través de su agencia de inteligencia. En efecto, la CIA está operando en secreto en el sur de Turquía ayudando a sus aliados a decidir cuáles «rebeldes» sirios pueden recibir armas, además de seleccionar qué suministros reciben. A los grupos escogidos por la CIA se les proporciona entrenamiento en el manejo de armas, tácticas de combate y de inteligencia. También se conoce que la agencia de inteligencia estadounidense está proveyendo imágenes satelitales de ubicación de las fuerzas y miembros del gobierno de Al-Assad (lo que hizo posible, entre otras cosas, el asesinato del Ministro de Defensa, Daoud Rajha, en julio de 2012). Un movimiento parecido está realizando desde la frontera jordana. Además, agentes de la CIA facilitan la compra de armas con financiamiento proveniente principalmente de Arabia Saudita, de Qatar y de otras monarquías del Golfo. Los agentes de la CIA organizan después el transporte del armamento hacia Turquía y Jordania a través de un puente aéreo. Y finalmente, las armas llegan, a través de las fronteras de esos países, a los grupos que operan en Siria, ya entrenados en campamentos instalados con ese fin en territorio turco y jordano. Es importante notar que en la base aérea qatarí de Al-Udeid se encuentra el cuartel general avanzado del Comando Central de Estados Unidos (US Central Command, uno de los comandos en los que Estados Unidos divide el mundo para su vigilancia y control). Sus depósitos contienen armamento de todo tipo, incluyendo armamento no fabricado en Estados Unidos y, por lo tanto, más adecuado para su uso en operaciones secretas. Este tipo de movimiento de triangulación por parte de la CIA no es una novedad: han sido llevados a cabo históricamente por la agencia de inteligencia, siempre que existió algún impedimento para su realización por la vía formal. Específicamente, Arabia Saudita ya ha participado en este tipo de políticas con Estados Unidos (el caso más sobresaliente, es el de Afganistán durante la década del 80s del siglo pasado).
El permiso del Congreso estadounidense estuvo precedido por la acusación por parte de la administración gobernante de que las tropas que responden a Al-Assad habían utilizado armas químicas en contra de los «rebeldes». El 23 de julio del año 2012 el gobierno sirio admitió que tenía armas de ese tipo en su poder que -aclaró- serían utilizadas únicamente en caso de necesitar defenderse contra fuerzas extranjeras. El 19 de marzo de 2013 en Aleppo hubo un primer ataque en el que -se aseguró- éstas fueron usadas. El mismo dejó un saldo de 25 personas muertas y 86 heridas. Gobierno y oposición se acusaron mutuamente. Un segundo ataque de este tipo tuvo lugar el 13 de abril del mismo año, en la misma ciudad. A partir de entonces, aparecieron acusaciones de que había sido el gobierno de Al-Assad el autor de dichas acciones; las mismas fueron realizadas por Estados que ya son parte del conflicto (Israel, Gran Bretaña y Estados Unidos) basadas en pruebas endebles o directamente inexistentes. Estas fueron seguidas por amenazas por parte de las potencias liberales en nombre de la defensa de los derechos humanos de la población siria. Efectivamente, la administración había trazado allí su famosa «línea roja». Atravesarla, era razón necesaria y suficiente para la intervención abierta (es decir, ya no mediante la CIA, sino mediante el Departamento de Defensa).
Pero el permiso del Congreso de armar a la oposición siria también tuvo lugar en un marco de trastocamiento de las relaciones de fuerza a favor del gobierno, una vez que Hezbollah e Irán lo apoyaran con hombres en el terreno.
La pregunta en Washington, por lo tanto, ya no pasa por si armar o no armar abiertamente a los grupos opositores, sino cómo hacerlo de modo tal que no sean beneficiados sectores que pudieran ser perjudiciales para sus intereses y los de Israel -vista la complejidad que reina al interior de la oposición respecto a lealtades y objetivos políticos-. En principio, se ha optado por aumentar la provisión de asistencia no letal y autorizar la expansión de la ayuda al Comando Supremo Militar. Gran Bretaña y Francia, por su parte, se encuentran en una encrucijada similar luego de que lograran levantar la prohibición al respecto de la Unión Europea.
Entretanto, Washington ha comenzado a desplegar tropas y armamentos en Jordania. Bajo el nombre de «Eager lion» («León ansioso»), el ejército de Estados Unidos ha desplegado cuatro mil quinientos hombres en el país fronterizo con Siria. Los mismos han realizado ejercicios militares junto a tres mil tropas jordanas y otras quinientas pertenecientes a otros países, todos parte de los llamados «Amigos de Siria». Una vez finalizados los ejercicios, setecientos hombres del ejército estadounidense han permanecido en territorio jordano, sumándose a los trescientos allí pre-existentes.
Por su parte, Israel continúa manteniéndose al margen de declararse aliado de la oposición siria, aunque jugando para ella. Esto puede tener varios motivos, pero los más evidentes son: por un lado, un apoyo por parte de Israel a la oposición siria haría que ésta perdiera partidarios entre los pueblos de los países árabes implicados; por otro lado, la relación entre Tel Aviv y Damasco no es del todo negativa para Israel quien mantiene a los Altos del Golán sirios bajo ocupación desde la guerra de 1967. En este sentido, un cambio de gobierno no necesariamente resultaría conveniente para el Estado sionista, más aún si son los grupos más radicalizados los que toman el poder. Es por esto que Israel ha actuado como un equilibrista, bombardeando instalaciones militares, depósitos de armas y armamentos sirios, pero argumentando que se trataba de armas que Irán transportaba vía Siria a Hezbollah. Esta justificación llama la atención ya que es poco probable que, en medio de una guerra interna, el gobierno sirio se deshaga de armas que bien podría utilizar.
Entre los aliados de Bashar Al-Assad se encuentran, además de Irán y Hezbollah, de los que ya se ha hablado, Rusia y China. La acción de los tres Estados en términos económicos ha impedido que el gobierno sirio enfrente una crisis que le impida sostener a sus tropas.
Rusia ha actuado decididamente defendiendo a su único aliado árabe. Además de amenazar con el veto a una posible resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que pudiera generar los mismos efectos que la aplicada en Libia en el año 2011, en respuesta al levantamiento del embargo de armas a la oposición siria por parte de la Unión Europea, Moscú ha entregado misiles anti-aéreos al ejército de Al-Assad. Por otra parte, ha abogado continuamente por una salida negociada al conflicto. En este marco, ha pactado con Estados Unidos la posibilidad de una negociación entre las partes en Ginebra. La misma aún no ha tenido lugar.
China, en cambio, ha tenido una posición más moderada. Sin embargo, ha apoyado a Rusia en su negativa a apoyar una resolución en contra del gobierno sirio en el Consejo de Seguridad y, en los últimos meses, ha acusado a la oposición siria de tener lazos con quienes señala como responsables de la desestabilización de su región de Sinkiang.
Palabras finales
El presente artículo ha buscado aportar elementos para un análisis del conflicto sirio que contemple su complejidad. Se buscó hacer hincapié en que no se trata de un asunto meramente geopolítico, aunque esta dimensión resulta de fundamental importancia, tal como se ha expuesto.
La guerra en Siria debe ser situada al interior de lo que se dio en llamar «Primavera Árabe». La misma es presentada como una lucha por parte de los pueblos árabes de sacudirse el yugo de sus gobernantes autoritarios. La libertad demandada es homologada con la democracia. Ésta no es tan sólo un significante vacío que es utilizado de modo hipócrita. Por el contrario, supone un modo específico de gobernar a sujetos que son constituidos como individuos auto-gobernables. La democracia que se busca imponer en Medio Oriente y también en Siria es entendida como elecciones más libre mercado (los hechos en Egipto desde la toma del poder por parte de la HM hasta su caída, deberían otorgarnos una pista al respecto). A modo de ejemplo, la administración Obama viene haciendo hincapié en la relación entre reforma política y reforma económica desde que estos movimientos comenzaron.
Las relaciones de poder se actualizan a través de la constitución de sujetos. Y el modelo neoliberal no debe ser entendido únicamente como un modelo económico: es imposible su despliegue sin un sujeto que lo acompañe; un sujeto individual, responsable de sí mismo, creativo y cuya identidad, por tanto, se encuentre desprendida de los otros.
Notas
Mariela Cuadro es Licenciada en Sociología (UBA). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Doctoranda en Relaciones Internacionales (UNLP). Becaria CONICET. Docente Sociología de Medio Oriente (UBA).
[2] Es válido recordar aquí que esta última fue una de las víctimas principales de lo que se dio en llamar «Masacre de Hama». En el año 1982, en dicha ciudad siria, el ejército, bajo las órdenes del entonces Presidente, Hafiz Al-Assad, arremetió contra protestas llevadas a cabo por movimientos sunnitas (entre ellos la HM), dejando un saldo de entre 20 mil y 40 mil muertos, de acuerdo a distintas fuentes.
[3] Según la página web en inglés de la Hermandad Musulmana que responde tanto a dicho movimiento en Egipto como en Siria: http://www.ikhwanweb.com/article.php?id=30844
[4] El Consejo de Cooperación del Golfo fue creado en el año 1981 por Arabia Saudita (en un intento de combatir a la naciente República Islámica de Irán) y está formado por las seis monarquías de la Península Arábiga: Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar.
[5] Ver discurso en Anexo Documentos de este Anuario.
[6] La existencia del Hamas es resultado de una reorganización de la HM egipcia en territorio palestino ocupado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.