Desde hace varias semanas los vientos están cambiando en Siria. El régimen de Bachar al-Assad no caerá mañana, ni pasado, pero sus cimientos están siendo seriamente debilitados. Tras dieciséis meses de muertes y desesperanza, durante los cuales era difícil imaginar el modo en el que los protagonistas de la revuelta siria conseguirían poner en jaque-mate […]
Desde hace varias semanas los vientos están cambiando en Siria. El régimen de Bachar al-Assad no caerá mañana, ni pasado, pero sus cimientos están siendo seriamente debilitados. Tras dieciséis meses de muertes y desesperanza, durante los cuales era difícil imaginar el modo en el que los protagonistas de la revuelta siria conseguirían poner en jaque-mate al viejo y autoritario régimen baazista, las batallas de Damasco y de Alepo han comenzado: los combates cuerpo a cuerpo se desarrollan ya en pleno día en algunas calles del sur de la capital y en el corazón económico del país, Alepo; la penetración de los tanques ha provocado la huida de miles de sirios; los helicópteros sobrevuelan barrios populares e históricos como el de Midan, en Damasco; algunos de ellos han sido o están siendo bombardeados y destruidos. El control férreo que el régimen tenía hasta hace poco sobre las dos ciudades más grandes y pobladas de Siria está cada vez más comprometido. En este contexto, muchos se preguntan cuánto tiempo podrán aguantar aún Bachar al-Assad y sus secuaces. He aquí cinco elementos que parecen anunciar que el final del régimen se acerca ineluctablemente.
Durante el primer año de revuelta tanto la burguesía comerciante de Damasco y Alepo como los empresarios de estas dos ciudades dudan en ponerse del lado de los manifestantes. Las primeras convocatorias de huelga general son poco seguidas en los zocos históricos de ambas localidades mientras que en otras ciudades como Homs la mayoría de tenderos cierra sus negocios. El régimen puede contar con el apoyo y la financiación, crucial, de estos dos pilares de la economía siria. No obstante la situación va a evolucionar a medida que la represión aumenta, que la economía se degrada y que los beneficios de las ventas y el turismo disminuyen. El 8 de Marzo del 2012 es creado el «Syrian Business Council», formado por un grupo de empresarios sirios que desea proporcionar un «apoyo incondicional a la revolución». Este hecho es un preámbulo que anuncia lo que va a confirmarse en el mes de Mayo con el gran seguimiento de una nueva huelga general en Damasco y Alepo: la defección creciente de las clases comerciantes y empresarias sirias. Las capitales administrativa y económica del país basculan progresivamente del lado de la revuelta.
Paralelamente, las defecciones en el seno del ejército se van a ir acelerando. A los miles de soldados rasos y centenas de oficiales que han ido desertando desde el mes de marzo del 2011 se van a ir sumando en los últimos meses varios coroneles, generales y generales de brigada, muchos de los cuales van a integrar directamente las filas del Ejercito Libre de Siria, creado en julio del 2011. El más importante (y polémico) de ellos es Manaf Tlass, amigo de la infancia de Bachar al-Assad e hijo de Mustafa Tlass (antiguo ministro de defensa sirio), que anuncia su deserción del ejército regular el 5 de julio y se refugia en Francia, donde centenares de intelectuales, activistas y opositores sirios se han ido instalando desde el inicio de la revuelta. En el mes de junio deserta igualmente el primer piloto de caza, que aterriza su avión en Jordania y pide el asilo político. La importancia de estas deserciones es crucial puesto que no sólo refuerzan las capacidades del Ejercito Libre de Siria, y debilitan al ejército regular, sino que también tienen un efecto de llamada y una dimensión simbólica clave. El desmembramiento gradual del ejército es un espejo del desmembramiento del mismo régimen.
Las defecciones militares crecientes se acompañan además de las primeras deserciones de importancia en el cuerpo diplomático y en el gobierno. El primero en anunciar su dimisión públicamente es el embajador de Siria en Irak, Nawaf Fares, un antiguo baazista de larga carrera que el 12 de julio llama a los soldados y altos grados del ejército sirio a «unirse inmediatamente a la revolución». Le siguen rápidamente la embajadora siria en Chipre, Lamia Hariri; su marido, Abdel Latif al-Dabbagh, embajador en los Emiratos Árabes Unidos; y otros diplomáticos en Omán y Reino Unido. A nivel ministerial, el primer ministro sirio, Ryad Hijab, huye con toda su familia a Jordania, donde anuncia su defección el 6 de agosto. Aunque dichas personalidades son «secundarias» – puesto que no tienen un poder real – y no juegan un papel clave en el aparato del régimen, sus defecciones ilustran de nuevo el desmoronamiento progresivo del poder de Bachar al-Assad.
Más importante aún en un plano práctico y táctico es la evolución que las zonas y los pasos fronterizos con Turquía e Irak han conocido en las últimas semanas. De entre los siete puestos que comunican a Siria con Turquía a lo largo de los más de 800 kilómetros de frontera compartida, al menos tres de ellos habrían sido tomados por la oposición siria. Por otro lado, según fuentes oficiales iraquíes, la totalidad de puestos fronterizos que unen los dos países estarían hoy en manos del Ejército Libre de Siria. La toma de estos puestos fronterizos podrá facilitar sin duda la entrada de armas en el país, así como la salida de miles de refugiados civiles y la circulación de los combatientes y de los militares que han desertado. Sin embargo, el control de las zonas fronterizas no interesa únicamente al Ejército Libre de Siria y al gobierno regular de Bachar al-Assad sino también a los grupos kurdos, algo que complica aún más las relaciones de geometría variable entre el gobierno turco de Erdogan, el régimen sirio de Bachar al-Assad, el Consejo Nacional Sirio (principal órgano en el exilio de la oposición política siria) y el componente civil de la revuelta. En efecto, milicias armadas kurdas, entre las cuales podría haber militantes del PKK kurdo (turco), se habrían apoderado de varias localidades fronterizas del Kurdistán sirio, algo extremadamente peligroso a ojos del gobierno turco.
Por último, como ya lo hemos anunciado, las batallas de Damasco y Alepo, que hasta hace varios meses parecían sumidas en una relativa calma, han comenzado. La toma de varios barrios de estas dos ciudades asesta un duro golpe al poder de Bachar al-Assad, el cual había hecho todo lo posible por mantenerlas al margen de la revuelta. Tanto si el Ejercito Libre de Siria es capaz de detener los ataques del ejército fiel a los Assad como si, por el contrario, estos barrios son «recuperados», el régimen está ya tocado de muerte. Su corazón mismo ha sido alcanzado por la revuelta, como lo demuestra la operación de mediados del mes de julio en la que varias figuras de peso del régimen encuentran la muerte. El equilibrio de fuerzas ha cambiado irreversiblemente.
En este contexto, la caída de Bachar al-Assad aparece, más que nunca, como una mera cuestión de tiempo. ¿Qué vendrá después? – ¿el caos?, ¿una desintegración territorial del país?, ¿una guerra civil generalizada?, ¿un régimen militar o miliciano? o ¿una transición política pacífica? – es la pregunta que cabe hacerse ahora.
Laura Ruiz de Elvira. Doctoranda en el EHESS (Paris) y en la Universidad Autónoma de Madrid. Investigadora asociada al Instituto Francés de Oriente Próximo
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