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Siria, genocidio por consenso internacional

Fuentes: Middle East Monitor (MEMO)

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Parte I

Luz verde a Asad

Desde que el régimen sirio gaseó a sus propios ciudadanos en los suburbios de Damasco en el ataque químico del 21 de agosto, el tema no ha dejado de aparecer en los medios de comunicación occidentales. Sin embargo, el debate ha sido muy simplista. Podría perdonarse que cualquier observador hubiera llegado a pensar que el único crimen cometido en Siria fue ese ataque químico y que el pueblo sirio no estaba siendo sometido a una guerra genocida a manos de un despiadado dictador sectario desde hace dos años y medio.

Por supuesto que hace mucho tiempo ya que la causa originaria del conflicto pasó al olvido. Fuera de Siria, no son muchas las personas que recuerdan las pacíficas protestas pidiendo libertad y democracia que en marzo de 2011 motivaron la revolución siria, y cómo el régimen de Asad respondió a esas protestas, masacrando en las calles a los indefensos manifestantes y torturando, en muchas ocasiones hasta la muerte en las cárceles del régimen, a los niños que escribieron eslóganes sobre los muros o participaron en las protestas. Fue sólo después de muchos largos meses de matanza y represión cuando soldados desertores de las fuerzas del régimen formaron el Ejército Sirio Libre para defender de los ataques del gobierno tanto a los pacíficos manifestantes como al resto de los ciudadanos.

También debe perdonársele a cualquier observador del debate que piense que los países del mundo están divididos acerca de Siria. La creencia popular sobre el conflicto sirio es que EEUU, sus aliados de la OTAN y los Estados del Golfo están ofreciendo apoyo a los rebeldes, mientras que Rusia, China, Irán y el Hizbollah libanés están apoyando al régimen. Al régimen de Bashar al-Asad le gusta aparecer como parte de un «eje de la resistencia» contra el imperialismo estadounidense e israelí, un eje que incluye a Irán y Hizbollah y está apoyado por Rusia; es por esto que ha conseguido el apoyo de la izquierda antiimperialista de los países occidentales. Un mirada más cercana al apoyo que el régimen está recibiendo frente al «apoyo» que están recibiendo los rebeldes de sus supuestos aliados muestra que, en realidad, hay muy pocas diferencias entre las principales potencias presentes en la cuestión siria. Los buques rusos transportan armamento, incluyendo aviones, atracan regularmente en Latakia y Tartús, asegurando que el régimen siga estando armado hasta los dientes y pueda continuar combatiendo a pesar de los reveses militares que le han infligido los rebeldes. Irán no sólo ha enviado armas al régimen sino también tropas y asesores. En Siria se cree ampliamente que esos asesores son los verdaderos gobernantes del país. Hizbollah fue un factor clave en el despiadado bombardeo y captura de Qusair, y sus combatientes se alinean ahora junto al régimen en Deraa y Alepo.

Por la otra parte, EEUU y los países europeos han prestado tan sólo apoyo retórico a la oposición siria mientras se aseguraban que el ESL siguiera siendo incapaz de derrotar a las fuerzas del gobierno imponiéndoles un estricto embargo de armas. Por ejemplo, el pasado año el ESL consiguió adquirir baterías antiaéreas, pero EEUU y la OTAN no permitieron que se transportaran a Siria y siguieron almacenadas en Turquía. En junio de este año, tras un ataque del régimen con armas químicas sobre la ciudad de Saraqeb, la administración Obama anunció que armaría a los rebeldes sirios. Hasta la fecha, aún no han recibido ni una sola bala de EEUU ni de ninguno de sus aliados europeos. La principal fuente de armamento del ESL sigue siendo lo que puede capturarle al régimen o lo que funcionarios corruptos del régimen le venden. Se sabe que los países del Golfo han suministrado armas a los rebeldes pero no a un nivel que pueda inclinar a su favor la balanza del conflicto. El principal factor que asegura que el conflicto y el genocidio continúan, y que el régimen de Asad siga en el poder, es el continuado embargo de armas al ESL, que carece de las necesarias armas pesadas para derrotar a las fuerzas armadas del régimen.

Para comprender la posición de EEUU y sus aliados europeos, resulta de utilidad examinar las declaraciones de los funcionarios israelíes. Aunque el principal lobby pro-Israel en EEUU, el AIPAC, declaró públicamente su apoyo a los ataques contra el régimen sirio tras el ataque más reciente con armas químicas, es mucho más evidente que Israel preferiría realmente que Bashar al-Asad siguiera en el poder. El Wall Street Journal informaba recientemente de que el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu había instado al Secretario de Estado Kerry a llegar a un acuerdo con Rusia que evitara un ataque militar sobre Siria, expresando sus temores de que un ataque estadounidense fortaleciera a la oposición siria y le permitiera conseguir el control de las armas químicas de Asad. La oficina de Netanyahu emitió después una negativa de que tal intercambio se hubiera producido.

En noviembre de 2011, casi al principio de la revolución siria, cuando no se hablaba en serio de la presencia extremista islamista en Siria, Amos Gilad, un alto funcionario del ministerio de defensa israelí, dijo que la destitución del poder de Asad sería «devastadora para Israel»; el Estado sionista, añadió, tendría entonces que enfrentarse a un «Imperio Islámico» que abarcaría Siria, Jordania y Egipto, dirigido por la Hermandad Musulmana y comprometido en su destrucción. En mayo de 2013, poco después de un ataque israelí contra Damasco, Efraim Halevy, ex director de la agencia de espionaje israelí Mossad, fue mucho más lejos en un artículo publicado en la revista «Foreign Affairs«. Llamaba a Asad «el hombre de Israel en Damasco», explicando las razones: durante los pasados cuarenta años, Asad había mantenido tranquila su «frontera» con Siria y garantizado su seguridad. Lo que Halevy quiere decir es que Asad ha permitido que Israel ocupara los Altos del Golán sin que ninguna resistencia le molestara. Otro funcionario de la inteligencia israelí resumió la posición israelí hacia el conflicto sirio de esta forma: «El ‘mejor escenario’ para nosotros es que sigan ocupados en matarse los unos a los otros y no se acuerden de nosotros».

La actitud de Israel frente al conflicto sirio nos permite considerar con una nueva luz los desarrollos que han tenido lugar desde que se produjo el ataque químico. Una vez que el Presidente Obama anunció que EEUU atacaría Siria, los activistas antibelicistas y los «antiimperialistas» de izquierda se levantaron en armas, y lo mismo hicieron los republicanos pro-Israel en EEUU. Hubo muchos comentarios de que los rebeldes que luchaban contra Asad eran extremistas sectarios con vínculos con al-Qaida, lo que suponía una amenaza para las minorías de Siria, especialmente para su comunidad cristiana, y que eran tan brutales como Asad. Teorías de la conspiración sin ninguna prueba que culpaban a los rebeldes del ataque con gas sarín recibieron la cobertura de los medios dominantes y se utilizaron para argumentar que EEUU y sus aliados estaban siendo arrastrados a una guerra estilo Iraq.

Por desgracia para los teóricos de la conspiración, las pruebas de que el régimen sirio perpetró el ataque son incontrovertibles. El informe de la ONU sobre el ataque publicado el martes pasado, que no designa culpables, concluye sin embargo que fue lanzado desde el Monte Qasiun, una importante base militar del gobierno en las afueras de Damasco, desde la que se lanzan regularmente los ataques contra los suburbios damascenos. El informe concluía también que el ataque se lanzó utilizando cohetes M14, que sólo el régimen posee y que el sarín utilizado era de una calidad que sólo podía producirse a escala industrial utilizando los recursos de un gobierno. La propia reacción del régimen de Asad ante el ataque indica su responsabilidad y su carácter sectario. Primero negó que se hubiera producido tal ataque; después concedió que el ataque se había producido pero culpó a los rebeldes; a continuación, pocos días después, el mundo contempló el bizarro espectáculo ofrecido por la portavoz del gobierno sirio Buzaina Shaaban apareciendo en Sky News para afirmar que fueron los «terroristas» quienes habían llevado a los niños víctimas del ataque desde Latakia (una zona de mayoría alauí situada a unos 482 kilómetros ) hasta la zona de Ghuta y que una vez allí les asesinaron. El gobierno no declaró período de luto alguno por las 1.429 víctimas del ataque y, de hecho, se vio a sus partidarios celebrando y repartiendo caramelos por las calles de Damasco inmediatamente después.

Los activistas contra la guerra y sus nuevos aliados, los partidarios de Asad y los republicanos de extrema derecha, no tienen por qué preocuparse. A pesar de la carga emocional del lenguaje de John Kerry acerca del uso de armas químicas y de los 426 niños muertos como consecuencia, la amenaza de ataque de Obama fue menguando hasta quedarse en nada. De ser un ataque «limitado» para castigar a Asad, pero que no iba a inclinar la balanza a favor de los rebeldes, se convirtió en uno «increíblemente diminuto», como Kerry lo denominó en su visita a Londres, hasta llegar a desaparecer, cuando Kerry y el Ministro ruso de Exteriores Lavrov acordaron que iban a permitir que Asad mantuviera sus armas convencionales y continuara utilizándolas para matar a su propio pueblo, pero que iban a obligarle a entregar sus armas químicas. Es muy dudoso que una resolución del Consejo de Seguridad vaya a respaldar ese acuerdo, y se estima que no será sino hasta mediados de 2014 cuando se habrán podido destruir esas armas químicas. Esta es probablemente la primera vez en la historia que a un criminal se le castiga quitándole simplemente una de sus armas.

El acuerdo pergeñado entre Kerry y Lavrov convierte a todos en ganadores. EEUU puede continuar apareciendo como defensor del pueblo sirio; Israel está feliz de que «su hombre en Damasco» siga en el poder; Rusia puede continuar armando a Asad y ahora parece haber hecho frente a EEUU, cuando en realidad hay escasas diferencias entre las posiciones de estas dos naciones en el tema sirio; e Irán puede continuar participando activamente en la guerra sectaria de Asad aunque simulando que está enfrentándose a EEUU e Israel. Los abanderados antibelicistas son felices en su ignorancia porque creen que han parado una guerra contra Siria, sin querer ver ni preocuparse de que los sirios siguen soportando la guerra más horrenda desde el genocidio en Ruanda. El único perdedor es el pueblo sirio.

Desde hace dos años y medio, el pueblo sirio ha estado suplicándole inútilmente al mundo que pare la guerra de Asad contra ellos. El ataque químico es sólo el capítulo más reciente en ese genocidio. Tanto en los medios dominantes como en los alternativos se han hecho constantes esfuerzos para menospreciar el sufrimiento en Siria, desacreditar las cifras de los muertos y culpar a la oposición de los crímenes del régimen, pero lo que está aconteciendo es un genocidio, se mire por donde se mire. Las cifras de Naciones Unidas revelan que 110.000 personas han muerto desde que estalló la revolución siria en marzo de 2011. Siete millones han tenido que desplazarse y la tasa de mortalidad al mes es aproximadamente de 5.000 personas. Sólo el régimen tiene capacidad para matar y desplazar a la gente a esa escala y ahora ha recibido luz verde para que continúe matando a sus propios ciudadanos, siempre que no utilice armas químicas.

Parte II

La destrucción de un pueblo

El lunes, los vecinos de Kafr Zeita, una ciudad ubicada en la zona norte central de Siria, estaban recuperando los cadáveres de sus seres queridos atrapados bajo los escombros de sus casas tras un ataque aéreo lanzado por el régimen de Bashar al-Asad. Por desgracia, esta actividad se ha convertido en algo habitual en Siria. Esas noticias apenas se mencionan siquiera en los medios que se muestran compasivos con el pueblo sirio y su trágica situación.

Según las estadísticas de la ONU, la tasa de mortalidad en Siria llega ahora a 5.000 muertos al mes. Esta es la tasa más alta de mortalidad que se ha dado en cualquier conflicto, incluida la guerra de Iraq, desde el genocidio en Ruanda en 1994. Oficialmente, la cifra total de muertos sirios ronda los 110.000, pero la cifra real es probablemente mucho más alta. Los seguidores del régimen se han esforzado en rebajar las cifras de muertos, centrándose la mayoría en las estadísticas elaboradas por el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos. Sin embargo, hay otras organizaciones sobre el terreno en Siria que han aportado cifras fiables. El Centro para la Documentación de las Violaciones en Siria ha enumerado los detalles de 73.223 civiles y combatientes de la oposición que han muerto. En la página del Centro en Internet se proporcionan los nombres, género, estado civil, ciudad de origen y causa de la muerte. También recoge 11.447 víctimas del lado del régimen. Lo que está más allá de cualquier duda es que el bando del gobierno está en posesión de aviones, tanques y armamento pesado que han masacrado a decenas de miles de sirios inocentes, y que las horrendas matanzas del conflicto, como las que se produjeron en las ciudades de Banias, Beida, Qubair, Bab al-Sba, Jdeidet Artus, Tremseh y Hula, entre otras, han sido perpetradas por el régimen. Los apologistas de Bashar al-Asad intentaron culpar a la oposición de la masacre de Hula antes de que una investigación de la ONU demostrara la responsabilidad del régimen.

La pauta de esas masacres resulta grotescamente familiar. Los matones paramilitares de los shabiha, leales al régimen, entran en una ciudad y matan al menos a cien niños, mujeres y hombres, muy a menudo pasándoles a cuchillo. Ha habido casos en que se ha mutilado a bebés y se les ha dejado vivos. Todas estas masacres han tenido lugar en ciudades donde se habían registrado protestas contra el régimen o donde sus habitantes eran sospechosos de ser leales a la oposición. Muy a menudo las masacres tienen un carácter sectario, y muchas se cometen en zonas situadas en las fallas entre la población mayoritaria sunní y la minoría chií alauí, a la cual pertenecen Asad y los altos cargos de sus servicios militares y de inteligencia.

EEUU y sus aliados de la OTAN, que son los jefes del orwelliano «Grupo de Amigos de Siria», han impuesto un embargo de armas de facto al Ejército Sirio Libre y se han negado a establecer una zona de exclusión aérea. Estas políticas aseguran que el conflicto no acabe pronto en modo alguno y que el régimen pueda proseguir perpetrando atrocidades de forma regular. Los aviones de combate lanzan la muerte como lluvia desde arriba sin que ninguna batería antiaérea los ponga en peligro. La carencia de una zona de exclusión aérea significa que miles de sirios han perecido en los ataques aéreos del régimen. El gobierno de Asad ha atacado deliberadamente mezquitas, escuelas y hospitales de campo en campañas aéreas de brutal ferocidad. Se estima que la fuerza aérea siria ha llevado a cabo 33.000 salidas desde el comienzo de la revolución. Ciudades y barriadas, como el distrito de Qabun de Damasco, y la mayor parte de Homs, han quedado completamente destruidas. La artillería y la aviación de combate del gobierno han destruido también mezquitas antiguas como la Mezquita de Jalid ibn Walid en Homs, y la Mezquita de los Omeyas en Alepo. El 24 de diciembre de 2012, 325 personas fueron asesinadas en un único ataque aéreo contra la ciudad de Hilfaya, cerca de Hama, cuando hacían cola para conseguir pan (un producto que ahora escasea mucho en Siria) frente a una panadería. El ataque químico que se produjo en los suburbios de Damasco el 21 de agosto atrajo la atención del mundo entero, pero poco después el régimen perpetró un ataque igualmente horrible, aunque a menor escala, con bombas incendiarias contra una escuela, donde una sustancia parecida al napalm calcinó a diez niños.

El artículo 2 del Convenio de la ONU sobre el genocidio define éste de la forma siguiente:

Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:

a) Matanza de miembros del grupo;

b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;

c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;

d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;

e) Traslado de niños por la fuerza de un grupo a otro grupo.

Lo que está sucediendo en Siria es, en virtud de esta definición, un caso claro de genocidio. La naturaleza sectaria de la campaña del gobierno sirio contra sus ciudadanos resulta muy obvia. La inmensa mayoría de las víctimas civiles de la guerra han sido asesinadas por el régimen y eran miembros de la mayoría sunní de Siria. Las masacres más horrendas, como las que se perpetraron en Banias y Baida, ciudades sunníes en medio de una zona de mayoría alauí, se habían diseñado para matar y desplazar a las personas a fin de crear enclaves sectarios.

Esto se ve especialmente claro en la tercera mayor ciudad de Siria, Homs, que tenía alrededor de un millón de habitantes antes de la revolución. La mayor parte de la ciudad ha estado sometida durante los últimos dos años a una campaña de terror y destrucción. Sus habitantes han sido asesinados o forzados a huir y los que se han quedado atrás están viviendo bajo un asedio infernal, sometidos a constantes bombardeos, sufriendo desnutrición y hambre y privados de las medicinas más elementales. Para poder sobrevivir han tenido que hacer llegar la comida a través del sistema de alcantarillado de la ciudad. Un estado de sitio similar existe en suburbios de Damasco como Muadamiya y Daraya. La desnutrición y la carencia de medicinas se han llevado las vidas de miles de seres, pero estas muertes ni siquiera se incluyen en las cifras oficiales de bajas del conflicto. Sin embargo, este estado de cosas no se aplica a los distritos mayoritarios alauíes de Homs, que siguen recibiendo provisiones para todas sus necesidades esenciales, incluyendo electricidad y agua, y donde la vida prosigue con cierta normalidad.

Siete millones de sirios se han visto obligados a desplazarse como consecuencia del conflicto; dos millones de ellos son ahora refugiados fuera del país. Millones de niños sirios están sin escolarizar y se habla de una «generación perdida», que no puede acceder ni a la más rudimentaria educación. La infraestructura de Siria ha sufrido daños terribles. Se estima que la mitad de todos los hospitales de Siria están destruidos, junto con la quinta parte de sus colegios y al menos medio millón de hogares.

A pesar del alcance del genocidio y de su impulso al parecer imparable, no hay indicios de que la situación pueda mejorar pronto; se han hecho constantes esfuerzos para minimizar el sufrimiento del pueblo sirio o para culpar a los combatientes de la oposición por los crímenes del régimen. Y a esto han contribuido tantos los medios dominantes como los alternativos.

Los medios anunciaron a bombo y platillo las perversas acciones de un rebelde mentalmente perturbado, cuya entera familia había sido asesinada por el régimen, que apareció comiéndose el corazón de un soldado muerto del régimen tras haber visto imágenes de ese soldado violando a una madre y a sus hijas en el teléfono móvil del soldado, logrando gran notoriedad mundial. Esas imágenes se han utilizado para ensombrecer la imagen de toda la oposición armada siria.

A los apologistas del régimen les gusta tildar de sectarios a los rebeldes, resaltando el papel de al-Qaida y otros extremistas en el levantamiento. Afirman que los rebeldes suponen una amenaza para las minorías religiosas en Siria, especialmente para la comunidad cristiana. Esto se ha podido comprobar recientemente en los intentos de culpar a los rebeldes del ataque químico de Damasco, y cuando el Ejército Sirio Libre capturó Maalula, una ciudad cristiana situada estratégicamente cerca de Damasco. Los medios a favor del régimen afirmaron que los habitantes de la ciudad estaban siendo «masacrados» a causa de su fé, y que los rebeldes estaban destruyendo las antiguas iglesias de la ciudad. Esta fue la narrativa que las cadenas de los medios recogieron en Occidente. En realidad, los combatientes del ESL recibieron órdenes estrictas de sus mandos de no entrar en las iglesias ni dañar en modo alguno a los habitantes de la ciudad. La madre Pelagia Sayyaf, una monja que dirige el monasterio de Mar Takla en Maalula, concedió una entrevista a los medios libaneses y negó que los combatientes del ESL hubieran causado daños en las iglesias de la ciudad, o que esos combatientes hubieran asesinado o secuestrado a sus habitantes. El régimen la tildó de «terrorista» por esas declaraciones.

La campaña para manchar la imagen de los rebeldes como gente contraria a la tolerancia y respeto que de hecho mostraron en Maalula, es un indicador de que la mayoría de ellos no están incluidos por ninguna ideología extremista. Gran parte de las discusiones sobre Siria en Occidente se han centrado en el papel de al-Qaida y Yabhat al-Nusra, que parecen ser una rama de al-Qaida. Lo cierto es que el papel de esos grupos es marginal. Recientemente se supo que hay aproximadamente 100.000 rebeldes del ESL en Siria, mientras que Yabhat al-Nusra afirma contar con la lealtad de 7.000 combatientes.

Un desarrollo mucho más preocupante es la aparición de un grupo denominado Estado Islámico de Iraq y Siria. Este grupo ha estado atacando a otros rebeldes y ha secuestrado a extranjeros. Hay mucha gente que cree que puede ser una creación de las agencias de inteligencia del régimen, que juegan un papel similar a los extremistas (e infiltrados del gobierno) del Grupo Islámico Armado (GIA) de la guerra civil argelina de 1992-1997. Las anárquicas condiciones de dos años y medio de conflicto y destrucción han permitido que aparezca en escena una minoría extremista que está manchando la imagen de los rebeldes sirios, cuya inmensa mayoría siguen comprometidos con los valores originales de la revolución siria: libertad, dignidad, tolerancia y democracia. El pueblo sirio se merece algo mucho mejor que dejarlo indefenso frente a un régimen bestial y sectario que está dispuesto a destruir todo un pueblo y toda una nación con tal de seguir en el poder.

Fuentes:

http://www.middleeastmonitor.com/articles/middle-east/7448-syria-genocide-by-international-consensus (Parte I)

http://www.middleeastmonitor.com/articles/middle-east/7486-syria-genocide-by-international-consensus- (Parte II)