Las manifestaciones de rechazo a Bacher El Asad siguen inundando las calles de numerosas ciudades sirias a pesar de la brutal represión ejercida por el régimen. Sólo entre el 10 y el 11 de septiembre, al menos 21 personas perdieron la vida a consecuencia de los disparos a quemarropa de la policía. A ellos hay […]
Las manifestaciones de rechazo a Bacher El Asad siguen inundando las calles de numerosas ciudades sirias a pesar de la brutal represión ejercida por el régimen. Sólo entre el 10 y el 11 de septiembre, al menos 21 personas perdieron la vida a consecuencia de los disparos a quemarropa de la policía. A ellos hay que sumar la muerte del joven activista Ghiath Mátar, que llevaba tres días en prisión y murió bajo tortura. Desde que en marzo empezó la revuelta en Siria, siguiendo la estela de Túnez y Egipto, más de 3.000 personas han muerto. Sin embargo, el régimen de los Asad, la llamada «mafia gobernante», sigue aferrada al poder.
Deserción militar
Mientras, un importante número de soldados, que, como ellos mismos explican, se niegan a disparar contra la población desarmada, están desertando a diario y uniéndose al llamado cuerpo de «Oficiales libres». El número de efectivos es difícil de calcular: permanecen escondidos en algún lugar de Siria y aseguran que están protegiendo a la población con distintos métodos, como cortar el paso a los tanques mediante la excavación de zanjas, entre otras acciones.
El régimen mantiene que estos soldados son víctimas de emboscadas preparadas por la población. Sin embargo, varios de esos militares desertores han recibido disparos por la espalda y, según los testigos presenciales, los miembros del aparato de Seguridad (la Inteligencia Aérea y Militar) han sido los que han llevado a cabo la mayoría de estos asesinatos. Esos dos cuerpos de la inteligencia militar son los que aún se mantienen leales al régimen y constituyen uno de sus pilares. La lealtad de estos cuerpos no viene dada en exclusiva por el hecho de que muchos de sus efectivos pertenezcan a la confesión alauí, también se debe a las alianzas familiares y las relaciones personales basadas en el interés mutuo que ha creado el régimen.
En su intento por mantenerse en el poder, El Asad argumenta que existen grupos armados que buscan desestabilizar el país y provocar una guerra civil. Ante la imposibilidad de comprobar la realidad sobre el terreno, la comunidad internacional ha llamado «a las dos partes» al cese de la violencia y, recientemente, ha aparecido en la prensa española la noticia de que una posible insurrección en Siria pueda estar convirtiéndose en una revolución armada.
Estas suposiciones se han apoyado en varios artículos publicados en periódicos libaneses, así como en los datos proporcionados por fuentes diplomáticas británicas. Según estas fuentes, el mercado negro de armas en Líbano, y también en Iraq, se encuentra sin reservas debido a la gran cantidad de armamento vendido a la población siria.
Estas noticias se han extraído, en concreto, de los periódicos libaneses Al-Safir y Al-Ajbar, dos medios próximos a Hezbolá, organización que es, a la vez, un aliado estratégico del régimen de Damasco. Por tanto, su visión sobre los acontecimientos en Siria no es neutral, como no lo es la de la agencia oficial de noticias siria.
Desde el principio de las revueltas, el régimen sirio ha insistido en que grupos salafistas de Líbano y la Coalición 14 de Marzo (agrupación de partidos opuestos a la influencia siria en Líbano) estaban suministrando armas a la población siria desde Trípoli. Por eso, diversos expertos aseguran que ese presunto contrabando masivo de armas debe tomarse con cautela. Además, en las regiones tribales, especialmente en Deir Ezzor y sus alrededores, así como en las zonas con mayoría kurda del país, siempre ha habido armas.
La comparación con Libia
De hecho, hace un mes, la cadena catarí Al Jazeera emitía un vídeo en el que se podía ver a los jefes tribales de la zona discutiendo sobre la posibilidad de recurrir a una insurrección armada como respuesta a la represión. Este debate se ha extendido tras el triunfo de la revuelta libia tanto entre la población como entre las filas de la oposición. Muchas personas a través de las redes sociales han expresado su temor a que eso suceda, aunque todavía se trata de comentarios marginales. Hoy, la mayoría de la población coincide en que las consecuencias de que la revolución se transforme en un movimiento armado serían catastróficas, no sólo para Siria y el entorno, sino también para una gran parte del mundo.
En esta línea, un manifestante sirio aseguró a este medio que «si hubiera armas, habrían salido desde el tercer día», insistiendo en que su presencia o el debate sobre la necesidad de usarlas o no, no implica que ésa sea la realidad.
Diversas fuentes dentro y fuera de Siria han confirmado a DIAGONAL que en torno a un tres o cuatro por ciento de la población estaba ya armada antes de la revuelta, pero esas mismas fuentes insisten en que los esporádicos casos de uso de dichas armas se han producido como repuesta a la brutal represión ejercida por el régimen: hombres que han visto a sus hijos morir, a sus mujeres, hijas y hermanas violadas o a otros miembros de la familia ser detenidos y volver con signos visibles de tortura. Todos los comités locales, formados por el pueblo para coordinar sus esfuerzos por un lado, y la oposición política, por otro, se afanan en asegurar que, desde el primer día, la rebelión es silmiyya (pacífica).
En este sentido, hace dos semanas en una de las múltiples manifestaciones, podía leerse en una pancarta: «Todo el que tenga armas que las queme» y en Facebook se ha creado un grupo llamado «Pacífica hasta la victoria». Además, en los vídeos de las manifestaciones, se puede ver a la gente caminando por las calles gritando que «el pueblo quiere derrocar al régimen» sin llevar ni una sola arma. Para satirizar las acusaciones del régimen de El Asad de que los que dirigen las revueltas son grupos armados, en la ciudad de Homs llevan meses grabando vídeos en los que se puede ver a jóvenes con verduras, frutas y hortalizas que disparan con cañones artesanos para demostrar su grado de peligrosidad.
PROTECCIÓN INTERNACIONAL Y SANCIONES AL RÉGIMEN FRENTE A UNA INVASIÓN ARMADA
Al contrario que en Libia, los sirios no han pedido una intervención en el país, sino la «protección internacional», esto es, el envío de comisiones de investigación, organizaciones humanitarias y la presencia de medios independientes.
Organizaciones sociales explican que las consecuencias que una intervención militar tendría para Siria y la región serían desastrosas. Esas voces que piden una revolución pacífica son mayoritarias, frente a algunas opiniones marginales que hablan de la necesidad de recurrir a las armas y que han protagonizado las informaciones, en las últimas semanas, de destacados periódicos del Estado español. Por su parte, la oposición política en el exterior, con la que muchos sirios en el interior del país están disconformes dada su incapacidad para «ponerse a la altura de las circunstancias», ha expresado su rechazo ante una intervención. Y aunque algunos han asegurado que, de continuar la represión, la intervención se haría necesaria, sin especificar el tipo de intervención, aseguran que es preciso evitarlo para no alargar el conflicto indefinidamente.
Por eso, exigen a la comunidad internacional una condena firme contra el régimen del presidente sirio Bacher el Asad, así como el aislamiento político y diplomático que, junto a los esfuerzos del pueblo, deben ser capaces de acabar con su régimen.
http://www.diagonalperiodico.net/Siria-justifica-la-muerte-de-los.html