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Siria necesita una oposición distinta

Fuentes: Al Quds al Arabi

Traducido por Antonio Martínez Castro

El principal problema que tiene la oposición, y los países árabes y occidentales que la apoyan, es cómo acabar con el régimen sirio en un clima de guerra fría -con polarización de las grandes potencias e incapacidad absoluta de los países árabes- que paraliza el Consejo de Seguridad. El gran desafío al que se enfrenta la Cumbre de Estambul, que previsiblemente se inaugurará hoy en la capital del Imperio Otomano, es el de agrupar a la oposición siria en una sola instancia que represente a la mayoría.

Las divisiones en el seno de la oposición, y en el Consejo Nacional Sirio (CNS) que es su facción principal, no son un secreto para nadie y es muy difícil que dos de sus miembros se pongan de acuerdo, siendo la identidad del futuro líder el motivo principal de sus discrepancias. Muchos personajes de la oposición creen ser los más merecedores para el puesto, antes incluso de que haya caído el régimen.

El problema está en el diseño extranjero de la oposición siria de acuerdo al modelo libio, fracasado, consistente en una inexorable intervención militar extranjera, especialmente norteamericana. Es como si las tropas de la OTAN estuvieran esperando una orden de la oposición siria. Como si estuvieran listas para recibir la orden de lanzar aviones y barcos contra Siria para acabar con el régimen igual que hicieron en Libia con Gadafi.

Sin embargo la opción de la invasión es cada vez más improbable. No porque Obama se entienda con el régimen sirio, ni porque quiera que permanezca, sino porque en Siria no hay petróleo y porque teme que se convierta en un país tomado por grupos radicales islámicos como al Qaeda.

El Dr. Mahmud Yibril, ex primer ministro libio y uno de los ingenieros de la intifada y de la intervención occidental en su país, ha dado una puñalada asesina a sus socios sirios de la oposición al acusar a Occidente -en un congreso sobre seguridad que ha tenido lugar en Bruselas- de olvidarse de Libia después de haber derrocado el régimen, y de dejarla caer en manos de grupos radicales. Catherine Ashton, comisaria de exteriores que participaba en el mismo congreso, intentó negarlo.

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Quienes montaron la oposición bajo el paraguas del CNS estaban muy alejados de la realidad siria. Escogieron a unos cuantos académicos residentes en capitales occidentales con un conocimiento limitado e incompleto de la realidad siria sobre el terreno. Les dijeron que iban a ser los nuevos gobernantes de Siria, que reemplazarían al régimen vigente cuyo derrocamiento era cuestión de tiempo, ni más ni menos.

También es cierto que el CNS incluía personalidades conocedoras de Siria y respetadas en el interior. Éstos, o se fueron, o los marginaron por no pertenecer a este o ese bando, por rechazarlos quienes montaron el CNS y lo financian.

Del mismo modo que se critica a Asma el Asad por comprar zapatos de lujo en Londres y París, mientras en Siria niños y mujeres sufrían masacres y morían por disparos del régimen, se puede criticar por lo mismo, a ojos de la mayoría, a los representantes de la oposición. El primer objetivo que los debería unir, dejando a un lado su formidable egoísmo, es salvar al pueblo de la dictadura y la injusticia; sin embargo, este objetivo ha quedado relegado a uno de los últimos lugares en su escala de prioridades, envueltos como están en la lucha por el liderazgo.

Sin pecar de generalizadores -todos no son iguales-, hay que decir que la situación actual de la oposición siria, y en concreto la del CNS, sólo alegra al régimen que pretende derrocar. Basta con comparar el CNS del inicio de la revolución, cuando los gobiernos corrían a reconocerlo, con el de ahora del que pretenden esconder los reconocimientos establecidos.

La Cumbre de Estambul es el último intento por salvar al CNS y devolverlo a la casilla de salida. Ha llovido mucho desde la primera reunión de hace un año: muchos miembros fundadores lo han abandonado, se ha reducido mucho su representatividad y a toda prisa la revolución pacífica se ha militarizado. Los representantes de la oposición no tienen visión de futuro: a veces se distancian del Ejército Libre de Siria (ELS) y condenan sus operaciones militares, y otras las elogian y reivindican. Los sirios del interior están perplejos con estos bandazos, también la propia oposición en el extranjero.

Las reglas del juego han cambiado de raíz: el papel de la Liga Árabe se ha reducido, las reuniones de sus ministros de exteriores se han distanciado en el tiempo y la esperanza de una intervención internacional ha chocado con el doble veto ruso y chino. De este modo el discurso sobre el derrocamiento del régimen, su pérdida de legitimidad y la cantinela de que sus días están contados ha sido sustituido por el de la solución política, es decir, negociada mediante el diálogo entre la oposición y el poder.

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La solución política promovida por Kofi Anan, enviado internacional, exige a la oposición que empiece por unirse y que anteponga el interés del pueblo sirio y sus aspiraciones legítimas de cambio a los intereses de sus líderes. Debe salir electa una dirección con experiencia y honesta, capaz de gobernar la nave hasta el puerto del verdadero cambio democrático, conservando la unidad nacional y territorial de Siria, a la vez que los compromisos nacionales, étnicos y religiosos de la nación árabe que son también los de los sirios.

Sentimos pena por ver agravarse las disensiones entre los distintos grupos de la oposición en la víspera de la Cumbre de Estambul. En concreto, el Comité de Coordinación Nacional por el Cambio Democrático (CCNCD), que incluye a un amplio sector de la oposición del interior, lo boicotea en protesta por quienes van como invitados, o mejor dicho, en protesta por quienes no han sido invitados, sino excluidos. Este hecho pone al descubierto la precipitación con la que se ha preparado la cumbre, así como el incumplimiento de las condiciones mínimas para que pueda tener éxito.

No queremos anticiparnos ni emitir juicios precipitados; sin embargo, hemos de reconocer que el movimiento de los Hermanos Musulmanes (HHMM) de Siria ha sorprendido a muchos como nosotros al promulgar el «Documento de la Promesa y el Pacto» que define su concepto del marco general de la nueva Siria. Cabe destacar su llamamiento a «una Siria civil, moderna, democrática, plural y de alternancia».

El Documento apuesta también por crear un «estado de ciudadanos iguales» en el que todos se equiparen independientemente de su etnia, confesión e ideología, por lo que cualquier ciudadano podría ocupar los más altos puestos. El Documento apela a un «estado basado en el diálogo, la participación y las urnas, y no en la venganza y la exclusión, y en el que todos se comprometen a respetar al resto de componentes étnicos, religiosos y confesionales.

El principio de diálogo y no exclusión, así como el de respetar las diferencias, significa dialogar con el otro y respetarlo. Por el momento en el que se ha hecho público el documento, un día antes de la Cumbre de Estambul por la supuesta reunificación, según las recomendaciones de la misión de Anan y como paso previo para sentarse a negociar con el régimen. ¿Se trata de un cambio racional en la estrategia de los HHMM y de la mayor parte de la oposición?

En los próximos días se aclararán muchas cosas. Esperemos que este Documento no aporte aún más discrepancias y malentendidos.

Fuente: http://www.alquds.co.uk/index.asp?fname=today25z999.htm&arc=data201233-2525z999.htm