Desde el 21 de agosto pasado Siria ha vuelto a la primera plana de la prensa mundial. El asesinato de más de 1400 personas con armas químicas dio la excusa a Obama para lanzar una amenaza de intervención criminal de Estados Unidos contra ese ya castigado país del Medio Oriente. Amenaza en la que ha […]
Desde el 21 de agosto pasado Siria ha vuelto a la primera plana de la prensa mundial. El asesinato de más de 1400 personas con armas químicas dio la excusa a Obama para lanzar una amenaza de intervención criminal de Estados Unidos contra ese ya castigado país del Medio Oriente. Amenaza en la que ha quedado atrapado y que por eso mismo es mucho más peligrosa.
Cien mil muertos, medio millón de heridos y lisiados, más de un millón (si contamos solo los menores de 18 años) de desplazados son las víctimas cobradas desde marzo de 2011 por la dictadura de Bashar Al Assad y hacen del conflicto sirio el más trágico de lo que lo que va del Siglo XXI. Estos son datos recogidos por informes de ACNUR y que hasta el día de hoy nadie cuestiona.
La intervención militar de Estados Unidos vendría a sumar a esta tragedia una cuota extraordinaria de barbarie y la probabilidad cierta de un estallido de alcance regional de consecuencias incalculables.
Para los que miramos desde fuera, sin sentir en carne propia la angustia de la violencia cotidiana, el dolor y el odio por la pérdida diaria de familiares, amigos o compañeros, la desolación por la destrucción del que en otros tiempos pudo conocerse como «el país de la canela», el debate desata la pasión y la urgencia por el peligro que para la humanidad encierra la agresión imperial.
¿Cómo podemos ayudar a que se detenga la masacre interior? ¿Qué hacer para impedir la intervención imperialista que provocará un nuevo y extraordinario salto en la espiral de violencia que sufrirán en primer lugar los pueblos sirio y de la región? ¿Qué hacer para ayudar a que ese pueblo, que se alzó contra décadas de opresión consiga su objetivo? Las respuestas a estas y otras preguntas cruzan los agrios debates que se están desarrollando en la llamada «izquierda» mundial.
La crisis de dominación del sistema del capital, desatada a partir de la crisis financiera de 2007, ha abierto un nuevo período de rebeliones. Un periodo de luchas y manifestaciones, que han desatado procesos revolucionarios contra gobiernos y regímenes en distintos países del mundo y que colocan en cuestionamiento las organizaciones políticas tradicionales y las propias instituciones de la gobernabilidad capitalista. Pero también de contrarrevoluciones y guerras que pretenden aplastar un proceso de ascenso inusitado de las luchas de los pueblos y su inherente disposición de cambio.
En esta nueva etapa mundial, la Primavera Árabe, es decir, el proceso de revoluciones democráticas y anticapitalistas que liquidó el viejo Status Quo de más de cinco décadas en el Cercano y Medio Oriente, es el primer laboratorio regional del enfrentamiento entre Revolución y Contrarrevolución. El costo en vidas humanas que está teniendo esta barbarie impulsada por dictadores, monarcas, el estado nazi de Israel y jefes del imperialismo mundial será inútil si no aprendemos de las amargas lecciones que estos procesos nos dejan.
En nuestra opinión estamos frente a la presencia de un proceso de larga duración que tendrá en su desarrollo avances y retrocesos. Un proceso que con sus particularidades, ritmos diferentes y tiempos distintos se seguirá extendiendo como una mancha de aceite. Por eso, lo que la intervención militar directa que el imperialismo norteamericano prepara para Siria contiene entre otros objetivos, darle un golpe a un proceso revolucionario regional cuyo antecedente hay que buscarlo en la crisis estructural del capitalismo evidenciada y abierta a partir del 2007.
Identificar las causas de fondo del conflicto actual. Definir a los sectores en disputa y el papel de cada fuerza actuante. Entender la dinámica interna de las fuerzas desatadas. Construir una solidaridad activa para apoyar a los revolucionarios que allí luchan son parte de las asignaturas del debate que debemos enfrentar para despejar la oscuridad provocada a través de los grandes medios de propaganda imperialista y la de la dictadura hereditaria siria y sus aliados. El aporte que aspiramos a realizar con este texto, corriendo el riesgo de ser unilaterales, debe ser tomado desde la ubicación que tenemos en la Venezuela Bolivariana y de nuestra lucha en defensa de las conquistas del proceso revolucionario en nuestro país.
Siria: Capítulo nacional de la revolución árabe
El estallido en marzo de 2011 de las primeras manifestaciones populares en Siria siguió, con sus particularidades, el modelo y los objetivos de las rebeliones de Túnez y Egipto. Movilizaciones populares que se convierten en rebeliones masivas exigiendo libertades, reclamos sociales y dignidad.
Para ese momento la onda expansiva de lo que se llamó Primavera Árabe abarcaba varios países de la región: Yemen, Marruecos, Bahréin, Libia, además de los ya citados Túnez y Egipto. Nadie se atrevía a hablar entonces, en el caso Sirio, de una intervención extranjera, exceptuando la de la participación de Rusia que apoya desde siempre militarmente al régimen de Damasco. Mientras tanto, en el primer mes de movilizaciones la represión desatada por el gobierno sirio alcanzó la cifra de 3000 asesinados entre los manifestantes.
La oposición semi legal, tolerada por el gobierno de la familia Assad, acudió en su auxilio y planificaron en común una relativa y manipulada apertura que derivaría en una nueva Constitución consensuada para maquillar el régimen. Esto no impidió el incremento de una desproporcionada y cruel represión que acumulaba víctimas por centenares semana a semana, tampoco detuvo la rebelión que había tomado cuerpo y que fue creciendo en número y combatividad. A medida que se desarrollan los acontecimientos, las supuestas reformas que habían sido acordadas con esa oposición pusilánime son consideradas innecesarias por Assad, con el argumento cínico de que el pueblo sirio no las pide.
La intervención criminal de la OTAN en Libia, la reabsorción brutal del proceso en Yemen, las reformas cosméticas en Marruecos, el aplastamiento por parte de las fuerzas de Arabia Saudita en Bahréin, el crescendo cruel de violencia en Siria, y el Golpe de Estado en Egipto, no han detenido hasta hoy la rebelión que había derrocado a Ben Alí y a Mubarak, ni han «estabilizado» la región.
Por el contrario a meses de haberse desatado, ese proceso liquidó el viejo status quo construido trabajosamente en la región por Estados Unidos, sus aliados occidentales, Israel y las monarquías y dictaduras que gobiernan ese espacio en los últimos cincuenta años. Status quo que desde sus inicios apoyó la hoy desaparecida URSS. Status quo que se resquebrajó desde la Revolución Iraní contra el Sha de Persia, y que volvió a intentar restablecer Bush hijo, con la invasión contra Irak, donde fracasó. Entre enero y junio de 2011, en apenas seis meses, este tablero maltrecho pero sostenido por décadas, que aseguraba al imperialismo el control de una región estratégica por sus recursos naturales y su ubicación geográfica, voló por los aires.
Este es el marco en el que la Revolución Siria se transforma en guerra civil o conflicto armado y se convierte en terreno para la intervención trágica de potencias mundiales y regionales. En primer lugar y desde el momento mismo del estallido de la revolución, el apoyo con armas y pertrechos por parte de la Federación Rusa a un gobierno supuestamente «legitimo» para el «derecho internacional», pero que ha demostrado a lo largo de casi tres años y a los ojos de los que lo quieran ver, su carácter de régimen genocida. Mientras tanto el círculo del horror se completa con la amenaza estadounidense de destrucción masiva actual.
Una guerra civil atípica
La guerra civil en Estados Unidos a finales del siglo XIX, la Rusa después de la Revolución Bolchevique o la Española entre republicanos y franquistas, por mencionar algunos ejemplos, contaban por cada uno de los sectores en disputa con centros políticos y centros de mando militar relativamente concentrados. No es esta la situación del campo rebelde en la guerra civil en Siria.
La evolución de la Revolución Siria, siguió el patrón de la Primavera Árabe. Movilizaciones multitudinarias se extendieron desde las ciudades donde se inició la rebelión hacia el resto del país. El carácter pacífico de las manifestaciones fue defendido desde los Comités de Coordinación Locales hasta que la represión pasó de los francotiradores y los asesinatos en las calles a la intervención directa de las fuerzas armadas del régimen como ejército de ocupación en su propio país, utilizando todo el armamento del que dispone uno de los ejércitos mejor armados de la región. Las manifestaciones pacíficas dieron paso a la defensa armada por parte de la población que intentó e intenta resistir en el interior. Pero esta defensa es atomizada, local y extremadamente defensiva.
Las deserciones en las fuerzas armadas del régimen toman impulso en repudio a las primeras masacres, un centro militar del Ejército Sirio Libre (ESL) se instaló en Turquía y comenzó el intento de organización de una fuerza de defensa de la revolución. Sin embargo las brigadas del ESL, que actúan en el interior, lo hacen de acuerdo al criterio de las necesidades locales de defensa sin responder a un plan general y un comando único que por otra parte no existe.
Sin un centro nacional único de la rebelión en el país, con la dirección política en el exterior paralizada por diferencias políticas y tácticas insalvables, con sus fuerzas militares actuando sin conexión y sin mando central, en esta situación, la participación de las milicias extranjeras sectarias y extremistas responden a los que las financian, arman y conducen política e ideológicamente, siguiendo sus propios intereses. Estas fuerzas extremistas takfiries, que son financiadas por Qatar y Arabia Saudí, como las milicias que en Occidente son conocidas como Al Qaida, actúan de acuerdo a los intereses de esas monarquías tratando de orientar la guerra de acuerdo a sus intereses pero sus objetivos y concepción es rechazada por el pueblo Sirio.
De hecho el pueblo revolucionario sirio, sin haber podido construir una dirección política centralizada ni un mando militar único, fue empujado a cambiar el carácter pacífico de sus movilizaciones por una defensa armada de la revolución para enfrentar la brutalidad del régimen. Más que en presencia de una guerra civil clásica estamos frente a la defensa armada de una revolución atacada ferozmente con toda la fuerza de destrucción que sostiene al Estado.
Rechazamos la intervención imperialista porque va en contra de la revolución
Al contrario de lo que sostiene Assad, el objetivo principal de la intervención militar que está planificando Estados Unidos, no es el derrocamiento del régimen sirio. Obama afirma que lo que busca es una acción de castigo sobre Damasco, aunque en realidad no hay por qué creerle. Por el contrario la caída de Assad podría ser considerada por el imperialismo como un daño colateral, si es que se llega a producir como consecuencia de su intervención militar.
La preocupación principal del viejo y debilitado imperialismo aún dominante en el mundo, es la incertidumbre que planea sobre esa región, la actuación de tantas fuerzas con intereses propios: Rusia, China, Irán, Israel, Hizbullah, Arabia Saudí, Al Qaida, etcétera. Ninguna de las cuales, excepto Israel, según la lógica imperialista norteamericana, debe imponerse sobre las otras, a riesgo de cuestionar el dominio mundial gringo.
Por otra parte, como principal fuerza contrarrevolucionaria que es, Estados Unidos no puede permitir que el proceso de rebelión regional se desarrolle. Por eso justifica y trata amistosamente al gobierno surgido del Golpe Militar de Egipto, acompaña la experiencia de las variantes musulmanas subordinadas al capital, como en el caso de Túnez o antes Mursi también en Egipto. Facilitó la represión en Yemen y alentó a Arabia Saudí a intervenir militarmente en Bahréin.
No es el supuesto y ya rancio «antiimperialismo» de la dictadura de Damasco lo que preocupa a Obama. Ni el falso socialismo que lleva en el nombre el partido estado que gobierna Siria, un país que antes de iniciado el conflicto tenía más del 40% de su población debajo de la línea de pobreza. Tampoco un plan programado, paso a paso, para dominar la región. Sino la certeza de que la prolongación de la rebelión iniciada en Túnez a finales del 2010 y que se extendió por esa zona proverbialmente explosiva del planeta, puede acabar con los regímenes totalitarios o títeres que oprimen a esos pueblos abriendo paso al cuestionamiento a la existencia misma del criminal Estado de Israel.
Por eso, porque apoyamos esos pueblos y ese proceso revolucionario que Obama también castigará con su intervención en el cuerpo del hoy sufrido y heroico pueblo rebelde sirio, es que rechazamos contundentemente la intervención imperialista.
La equivocada argumentación de los camaradas que confían en Bashar Al Assad
Para los camaradas que ven como imperialista y genocida solamente a Estados Unidos, el mundo es un lugar sencillo y predecible y la historia se repite como una rueda sin fin. Ven la realidad internacional como en una fotografía blanco y negro entre las intenciones, deseos y políticas de Obama o quien fuese el presidente yanqui y por otro lado el resto de la humanidad. No se han enterado aún de la caída de la URSS. El fin de la Guerra Fría. Ni de la restauración capitalista en Rusia y China. Ni de la crisis mundial que estalló en 2007 y que es la más grave de los últimos cien años. Cierran sus ojos a un proceso de rebelión regional que lleva ya más de dos años y medio. Y cuando hablan de él lo hacen argumentando que es solo un plan pensado meticulosamente por Estados Unidos cuyo poder presentan como omnímodo, despreciando así las rebeliones populares.
La argumentación de estos sectores se basa fundamentalmente en negar los hechos de la realidad. Para ellos, no hay guerra civil en Siria, sin embargo publican fotografías de «rebeldes asesinando soldados sirios». No hubo armas químicas, pero en todo caso afirman que: «solo pudieron haberlas lanzado los «rebeldes»». Identifican como iguales a las brigadas de fuerzas fundamentalistas extranjeras que operan al margen de los objetivos revolucionarios y al pueblo sirio rebelado y por eso justifican la represión de Assad contra el pueblo sirio.
Afirman que si no se defiende a Bashar al Assad se está necesariamente del lado de la intervención imperialista. Sostienen que no hay un sector masivo del pueblo sirio que rechace al régimen y como prueba de ello dicen que Assad sigue en el gobierno, pero ocultan que el régimen se mantiene sobre la base de un genocidio, contra un pueblo mal armado y sobre la destrucción de gran parte del país.
No hablan de los datos aportados por las instancias de la ONU como la ACNUR, que cuentan a las víctimas en más de cien mil muertos, dos millones de desplazados y medio millón de heridos. Pero le piden a la ONU el informe de sus inspectores sobre las armas químicas y una solución política al conflicto. Conflicto que por cierto niegan.
Y aquellos a los que no les da el estómago para negar el carácter dictatorial del régimen de la república hereditaria, justifican su defensa como el «mal menor».
Esta visión conspirativa y superficial de la historia, es al mismo tiempo intolerante con quienes desde el mismo campo de rechazo a la intervención imperialista pensamos distinto y no aceptamos defender a la familia Assad. Y cuando sus argumentos son desbordados recurren a la descalificación, la denuncia infundada y la criminalización de las opiniones diferentes.
La necesidad de hacer escuchar la voz de la izquierda radical
No pretendemos, y creemos que sería un error y una falta de respeto hacia los que luchan en la región, entrar en debates tácticos. Creemos que debemos respetar las posiciones de los que desde los procesos, defienden las propuestas revolucionarias. Por eso llamamos a difundir la declaración que se puede ver siguiendo el link. http://www.aporrea.org/internacionales/a172918.html. Es un texto que firman varias organizaciones de diversos países de la región, entre ellos Siria.
Sin embargo no podemos quedarnos limitados a dar muestras de rechazo contra la intervención imperialista y de solidaridad con el pueblo sirio en lucha. Somos muchos en el mundo los que desde el principio de la Primera Árabe apoyamos incondicionalmente esas rebeliones. Pero lo venimos haciendo de manera aislada y cada uno de nosotros desde los países en los que hacemos vida.
El rescate de la tradición internacionalista de los que luchamos contra el capital es una tarea fundamental para enfrentar los nuevos tiempos que se están desarrollando. Un primer paso para rescatar esa tradición es la necesidad de intentar crear espacios de debate y acción solidaria comunes y de impacto internacional.
Si no actuamos, la posición que hoy sostienen sectores de la izquierda mundial de apoyo al régimen sirio será una deuda que el movimiento de masas pretenderá cobrar sin distinciones a todos los que nos proclamamos de izquierda.
Es una necesidad que la voz de la izquierda radical sea escuchada con la verdadera potencia que tiene. Para que los pueblos que luchan en el mundo vean que hay una izquierda distinta: plural, democrática, anticapitalista. Verdaderamente comprometida contra la brutalidad imperialista y toda forma de barbarie.
Detrás de la nube tóxica que hoy cubre la vida y la muerte cotidiana del pueblo sirio rebelde, nuestro deber es dar pasos hacia un reagrupamiento internacional de la izquierda radical que actué de amplificación del grito de libertad y dignidad que se levanta desde lo más profundo de la memoria colectiva de los pueblos que luchan.
Una aclaración necesaria sobre la descalificación a Santiago Alba Rico
Lamentablemente desde el interior de nuestro Proceso Bolivariano se han levantado voces que atacan a Santiago Alba Rico. Distorsionando sus posiciones, las utilizan para la descalificación y como supuestas pruebas de una postura pro imperialista. Son los mismos que al agotarse sus argumentos descalifican al que piensa distinto y pretenden sembrar la duda sobre su honestidad intelectual y política, dejándolo al borde de la acusación de agente imperialista.
Santiago Alba Rico, vive en Túnez, es escritor, filósofo y militante de la Primavera Árabe. Amigo de la Revolución Bolivariana y estuvo en varias oportunidades en el país invitado por el gobierno del presidente Chávez para participar como jurado del Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Hizo parte del comité organizador del último del Foro Contra la Deuda de los Países del Mediterráneo realizado en Túnez. Integrante de la Flotilla de la Libertad de solidaridad activa con Palestina. Es amigo de la Revolución Cubana y de los procesos que enfrentaron al neoliberalismo en América Latina. En un artículo reciente, Atilio Borón, Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013, aunque no coincide con su posición defendió su integridad de militante de izquierda.
Marea Socialista, que cuenta a Santiago entre uno de sus amigos a nivel internacional, quiere expresar hacia él su solidaridad. Al mismo tiempo que rechaza todo tipo de descalificación en el debate de ideas, igual la intención de supresión del internacionalismo crítico y la pretendida instalación de un pensamiento único basado en ilusiones dogmáticas y no en los hechos de la realidad honestamente investigados y comprobados.
Carlos Carcione, Stalin Pérez, Juan García, Gonzalo Gómez, Zuleika Matamoros, Alexander Marín. Marea Socialista.
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