Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Mientras algunas zonas de Siria están ya bajo la convulsión de la guerra civil, en otras la vida prosigue casi con normalidad. En el mismo momento en que el pasado viernes en Hula, centro de Siria, se estaba masacrando a más de 30 niños y bombardeando a docenas de civiles, en Damasco la gente hacía picnic por las laderas de Monte Qasiun, cuya mole se eleva junto a la capital.
Ayer [27 de mayo] el gobierno sirio negó que sus fuerzas hubieran perpetrado en Hula la masacre de al menos 116 personas, incluidas docenas de niños, afirmando que la carnicería fue obra de los rebeldes.
Pero no ofreció relato detallado alguno de lo sucedido que pudiera servir para negar de forma convincente las acusaciones de los insurgentes, en gran medida apoyadas por los observadores de las Naciones Unidas, de que habían sido unidades militares y milicias leales al gobierno quienes habían cometido la matanza.
Varias fuentes me dijeron ayer en Damasco que creían que el ataque lo habían perpetrado las fuerzas del régimen en venganza por el asesinato, hacía un mes, de un informante del gobierno en el cercano pueblo alauí de Qabu.
Las afirmaciones y contra-afirmaciones llegaban como disparos desde las barriadas de la ciudad de Hama, en el centro de Siria, de Rastan, al norte de Homs, la ciudad en poder de los rebeldes, y de zonas de los suburbios de Damasco, emanando de los Comités Locales de Coordinación y del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, que tiene su sede en Gran Bretaña.
Ayer, el gobierno de Damasco parecía de algún modo no tener dirigentes e iba lentamente dándose por enterado del impacto causado por la atrocidad, de que las gentes de todo el mundo culpaban a las autoridades sirias de asesinar y mutilar a niños. «Me da la impresión de que en estos momentos no hay nadie que controle con firmeza la política y las fuerzas armadas sirias», decía ayer un diplomático.
El gobierno sirio está proclamando que la masacre se produjo después de que 100 hombres fuertemente armados atacaran los controles del gobierno alrededor de Hula a primera hora de la mañana del sábado y después se dedicaran a masacrar a los habitantes del lugar durante un período que duró nueve horas. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Yihad Madisi, culpando a los «terroristas» de la masacre, dijo a los informadores en Damasco: «Han matado a tiros a mujeres, niños y ancianos, y esa no es la marca del heroico ejército sirio».
La oposición ofreció un relato más detallado de lo sucedido, diciendo que Hula había sido bombardeada primeramente el jueves, tras las protestas callejeras de sus habitantes. Este extremo fue confirmado por los observadores del alto el fuego de las Naciones Unidas, quienes después hallaron en la zona casquillos de gran calibre. Los militantes antigubernamentales dicen que los milicianos «shabihah» de la comunidad alauí, leal es al Presidente Bashar Al-Asad, entraron en Hula degollando y matando a tiros a la gente.
Un testigo de la oposición, a quien las agencias de noticias llaman Maysara al-Alhawi, dijo que vi o los cuerpos de seis niños y de sus padres en una de las casas asaltadas en la ciudad, contando a las agencias: «Los cuerpos de los niños estaban apilados unos sobre otros, con las gargantas cortadas o con disparos a quemarropa».
«En los últimos dos días he ayudado a recoger más de 100 cuerpos, la mayoría eran de mujeres y niños. Los últimos fueron seis miembros de la familia al-Kurdi. Un padre y sus cinco hijos. La madre está desaparecida», dijo.
Se ha dicho que los habitantes alauíes del área de Hula están aterrados ante las posibles represalias por la masacre y han estado donando sangre para los heridos, que parecen llegar a la cifra de 300-400.
Los combates pueden ser intensos pero también esporádicos, incluso en las zonas más conflictivas. Durante la pasada semana, los insurgentes, muchos de ellos desertores del ejército, han estado luchando para capturar Rastan, una ciudad estratégicamente situada en la carretera que va al norte desde Homs. Durante el mismo período, los militantes de la pequeña ciudad de Duma, un baluarte de la oposición en las afueras de Damasco, se implicaron con los mediadores de las Naciones Unidas en las cuestiones relativas al acceso a los hospitales, liberación de detenidos y restauración de servicios. Los soldados a cargo de los controles hechos de sacos terreros que rodean las estrechas calles de Duma, donde tiendas y mercados estaban reabriéndose, parecían aburridos y relajados.
Kofi Annan, el enviado de la ONU y la Liga Árabe, regresa a Damasco en los dos próximos días para intentar dar algo más de contenido al supuesto alto el fuego que empezó el 12 de abril. Su visita parece ahora ser fundamental porque la carnicería de Hula ha convertido a Siria de nuevo en el centro de la atención internacional y en posible objetivo de alguna forma de intervención exterior.
Desde el principio, el alto el fuego se ha cumplido solo de forma esporádica. El gobierno parece tener más interés en que se cumpla, al estabilizar más su autoridad, que los insurgentes, que necesitan que la olla de la rebelión siga hirviendo. El equipo de observadores de la ONU dice que durante el alto el fuego «el nivel de las operaciones ofensivas del ejército disminuyó de forma significativa», mientras que hubo «un aumento en los ataques de los militantes y en los asesinatos selectivos». Pero todo el crédito que el gobierno sirio pudiera estar confiando obtener al mostrar contención desaparecerá si se confirman las recientes atrocidades.
Se avecina una larga guerra
No hay nadie en Siria que espere una solución rápida a una crisis en la que todo un mosaico de intereses y facciones están batallando por controlar el país. «La imagen que tengo de la sociedad siria es que el 30% de la gente están de forma militante contra el gobierno, el 30% a favor y al 40% no le gusta nadie mucho», dijo un cristiano en Damasco. Un diplomático alegó que hay mucha más gente polarizada que hace seis meses a favor del gobierno, en contra y «los que yo llamo anti-todo, la gente a la que le disgusta el régimen pero teme igualmente a la oposición». El gobierno ha estado explotando esto centrándose en sus opositores no violentos «para poder decir que la opción es entre nosotros y los tipos de la barba larga. La gente quiere cambios, pero tiene miedo que puedan ser a peor».
Las conversaciones con los críticos del régimen de Damasco de mentalidad liberal reflejan esas diferencias. «Si llego a hacer incluso la más pacífica de las protestas me arrestarían de inmediato», dijo una mujer con frustración. «Los dirigentes de la oposición en el exilio no han desarrollado un plan serio para tranquilizar a las minorías [alauíes, cristianos, drusos, kurdos], aunque son los principales seguidores del gobierno», añadió un empresario cuyos negocios están viniéndose abajo, obligándole a vivir de sus ahorros.
¿Podría cambiar el actual impasse como consecuencia de la muerte el viernes de todas esas personas en Hula? A nivel internacional, la atrocidad, de confirmarse en detalle, hará que aumenten las presiones para que haya un mayor apoyo exterior a la insurgencia y sanciones más duras contra Siria. Según se ha informado, parece que a los rebeldes les están llegando armas de Arabia Saudí y que su grado de coordinación en los combates de Rastan es mayor que hace unos pocos meses.
El gobierno sirio dice que ha estado acatando el alto el fuego excepto cuando le han atacado. Antes de los asesinatos de Hula, Yihad Madisi, el portavoz del Ministerio sirio de Asuntos Exteriores, dijo: «Desde que firmamos el alto el fuego el 12 de abril, hemos documentado que la oposición lo ha violado 3.500 veces». Pero los bombardeos de zonas civiles, con las macabras consecuencias de Hula mostradas por las televisiones de todo el mundo, confirmarán el estatus de estado-paria de Siria, del cual estaba empezando a emerger.
El Sr. Makdisi dijo que los dirigentes árabes habían rechazado las conclusiones de una anterior misión de observación de la Liga Árabe porque mostraba que la oposición estaba armada y a la ofensiva. No hay duda de que la oposición se ha militarizado pero esto no resulta sorprendente dada la represión de las pacíficas protestas. «Lo que Siria necesita es una evolución gradual, no una confrontación armada», dijo el Sr. Makdisi. «Quieren que Siria haga reformas pero imponen sanciones, pero lo que consiguen es que la gente no tenga gas para cocinar».
El gobierno sirio se ha ido haciendo más fuerte en las últimas siete semanas, porque el plan de Kofi Annan redujo los llamamientos a la intervención internacional. Los asesinatos de Hula han puesto esto en duda y servirán para presionar a Annan a favor de un plan de alto el fuego más sustancial que el actual, en el que cada parte lo respetaba solo cuando le convenía militarmente.
¿Tendrán impacto los últimos asesinatos en cómo los sirios contemplan la lucha por el poder? La naturaleza indiscriminada y excesiva de la violencia del gobierno durante los catorce últimos meses le ha alienado de franjas de sirios que no eran muy favorables a la revolución. «No es solo que hayan muerto 10.000 personas, sino la forma bestial en que las mataron», dijo una mujer laica y de clase acomodada en Damasco.
A pesar de las críticas a la misión de paz de Annan y a los 300 observadores de la Misión de Supervisión de la ONU, parecen ser la única vía para que la violencia disminuya. Incluso con el incremento del flujo de armas a la oposición, el gobierno sigue teniendo una gran superioridad en fuerzas armadas. Pero este hecho se convierte en debilidad política porque, al igual que EEUU en Iraq y Afganistán, o Israel en Líbano y Gaza, el uso excesivo de armamento pesado contra los civiles provoca una indignada reacción dentro y el aislamiento político fuera.
Una oposición mejor armada será quizá demasiado fuerte para que el gobierno pueda suprimirla, pero es posible que el resultado sea una prolongada guerra civil más que una clara victoria de una de las partes. Las sanciones han destrozado ya el sector bancario sirio y están hiriendo a la economía, pero no están llevando al colapso económico. Los sirios las ven como un castigo colectivo contra todos que causa pocos daños al gobierno. Hay mucha comida porque la agricultura siria, el sector mayoritario de la economía, se está beneficiando de dos años de abundantes lluvias tras tres años de grave sequía. No hay turismo y los hoteles están vacíos, pero esto no fue nunca tan importante como en Líbano o en Egipto. El peor impacto lo ha sufrido la exportación de petróleo porque las compañías petroleras extranjeras han dejado de operar aquí.
Tanto el gobierno como la oposición armada son más fuertes ahora que hace seis meses y ninguna de las dos partes ve muchas razones para comprometerse con la paz. Sienten como si estuvieran al comienzo de una larga guerra.
El escenario en un suburbio de Damasco
Los soldados vigilan las barricadas de sacos terreros que rodean Duma en las afueras de Damasco, mientras militantes de aspecto rudo controlan las calles. Semeja una especie de punto muerto que ninguna de las partes, por el momento, parece dispuesta a alterar.
Al ver los vehículos de la ONU, los viandantes gritan eslóganes contra el gobierno en medio de los cantos de «Dios es grande». Un muchacho se desgarra la camisa para mostrar las vendas blancas sobre el pecho que también intenta quitarse para que veamos que debajo hay quemaduras. «Puede parecer seguro durante el día, pero después de las siete de la tarde, los francotiradores disparan a la gente que camina por la calle desde lo alto de los edificios», dice un hombre montado en una motocicleta roja. «La pasada noche le dispararon a dos niños y a tres mujeres».
Una mujer llorosa, con velo y la túnica negra que utilizan la mayoría de las mujeres de este distrito conservador musulmán, dice que a su hijo le arrestaron hace seis semanas y que no le ha vuelto a ver desde entonces.
A pesar de sus quejas por los francotiradores, arrestos arbitrarios y desapariciones, una multitud de unas cien personas reunidas en el centro de Duma no parecen temer que les ataquen las fuerzas del gobierno. Alrededor de una tercera parte de las tiendas están abiertas. Los teléfonos móviles no funcionan pero alguien ha recogido la basura, a diferencia de la asediada ciudad de Homs, donde se acumula en montones podridos. Los militantes locales están bien organizados, con jóvenes disciplinados vestidos con una especie de uniforme de pantalón y camisa negra vigilando la puerta de una mezquita que les sirve de cuartel general.
«Los Hermanos Musulmanes han sido siempre fuertes en Duma», explica un observador cristiano. Un empleado de la mezquita dice: «Esta lucha va para largo». Se ofrece a mostrarnos por fuera una casa que pertenece a un militante que fue sellada en 1980 durante la última rebelión musulmana sunní y nunca ha vuelto a abrirse.
Dentro de la mezquita, un equipo de la Misión de Supervisión de la ONU en Siria (UNSMIS, por sus siglas en inglés), que tiene 300 observadores en el país, están tratando de mediar entre los líderes militantes locales y el gobierno. La discusión gira alrededor de cuestiones urgentes, como los detenidos, los francotiradores, el acceso a los hospitales y la restauración de los servicios.
Aunque la gente en Duma dice de boquilla que la ONU no está haciendo nada por ellos, quieren más observadores, especialmente si pueden quedarse en Duma por la noche. Martin Griffiths, el jefe adjunto de la UNSMIS, reconoce: «Si están presentes la violencia tiende a reducirse. Si tuviéramos cuatro valientes observadores que se quedarán en Duma por la noche, eso podría ayudar». Añade que hasta que la violencia no se reduzca, no puede haber un verdadero diálogo político.
Duma, un suburbio de al menos 180.000 personas, muestras pocos signos de daños físicos como no sean los de algunos edificios salpicados de orificios de bala. La gente de la localidad se queja de asesinatos, desapariciones y registros destructivos pero no de edificios destruidos. Sin embargo, las percepciones de la violencia dentro de Siria están muy determinadas por los rumores y los vídeos de Youtube de la oposición. Mucha gente que se encuentra nueve kilómetros más allá, en el centro de Damasco, está convencida de que Duma, a la que no se atreven a visitar, está en ruinas. «Quizá el gobierno no le permite ver toda la ciudad», dice con incredulidad un empresario políticamente moderado, pero no hubo funcionarios del gobierno con nosotros en nuestra visita a Duma.
La violencia es mucho peor más al norte. Los taxistas y conductores de autobús se niegan a menudo a arriesgarse por la carretera que va a Aleppo, que atraviesa el territorio ocupado por los rebeldes en los alrededores de Homs y Hama. Nacio ne s Unidas confirma que esta semana ha habido duros combates en Rastan, en la carretera principal al norte de Homs. «Hay muchos desertores del ejército sirio luchando allí», dice un funcionario de la ONU.
Si bien en virtud de los términos del acuerdo de alto el fuego de Kofi Annan del 12 de abril, el ejército sirio tiene que retirar el armamento pesado del centro de las ciudades, puede mantenerlo para vigilar las carreteras principales.
Aunque algunos diplomáticos internacionales fuera de Siria dicen que el alto el fuego del Sr. Annan ha sido un fracaso, muchos sirios creen que la violencia podría haber sido mucho peor. El ejército sirio podría lanzar más ataques apoyado por la artillería pesada y los blindados contra las zonas en poder de los insurgentes. En reflejo de esto, una expresión popular en Damasco dice que «el Ministro de Defensa no ha salido aún del pijama». Según un comunicado de la UNSMIS, en las últimas seis semanas, desde el alto el fuego de Annan, el «nivel de las operaciones militares ofensivas de las fuerzas del gobierno disminuyó de forma importante», aunque ha habido «un aumento en los ataques de los militantes y en los asesinatos selectivos». Un informe publicado esta semana por otro equipo de las Naciones Unidas, a quien no se le permitió entrar en Siria, decía que ambas partes estaban perpetrando violaciones de los derechos humanos aunque culpaban de la mayoría de ellos al gobierno.
El área metropolitana de Damasco parece estar tranquila en su mayor parte, siendo Duma la zona más violenta. Los cinco millones de habitantes de la capital han absorbido al menos 400.000 refugiados llegados de Homs. Muchos de ellos están viviendo en hoteles y apartamentos anteriormente ocupados por los peregrinos de Iraq e Irán que visitan los santuarios chiíes. El sistema bancario está paralizado por las sanciones.
Pero el grado de calamidad económica se ha exagerado bastante, según dicen los economistas. Nabil Sukkar, director de administración del Buró Consultivo Sirio para el Desarrollo y la Inversión y ex funcionario del Banco Mundial, dice: «La economía está herida pero no está derrumbándose». Señala que el sector más importante es el agrícola y que las lluvias han sido buenas, el turismo no es tan importante como en Egipto o el Líbano y que lo peor se lo han llevado las exportaciones de petróleo. Incluso en Duma, el mercado de verduras está abierto y en Damasco hay un auge moderado de la construcción y la gente cuenta historias de edificios de apartamentos ilegales aduciendo que el gobierno está demasiado preocupado para hacer cumplir las normativas.
Sin embargo, según un diplomático, las detenciones masivas han creado una atmósfera de temor en la capital. «La gente tiene más miedo que en noviembre y diciembre», dice. «El gobierno es más fuerte, pero también lo es la oposición armada».
La ONU condena a Siria
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reunido el sábado por la noche, condenó al gobierno sirio «en los términos más firmes posibles» por sus ataques con artillería pesada sobre la ciudad de Hula, donde 108 personas, de ellas 34 niños, fueron asesinados el viernes.
Si bien la declaración, cuidadosamente redactada, se quedó corta a la hora de culpar a alguien por los «ataques a quemarropa» que asesinaron a muchas de las víctimas, el Consejo condenó «la matanza de civiles con disparos a quemarropa y graves torturas físicas».
La declaración decía que el «escandaloso uso de la fuerza» contra los civiles violaba el derecho internacional y los compromisos del gobierno de parar la violencia, incluido el uso de armas pesadas. El gobierno sirio niega la responsabilidad en la masacre.
Los diplomáticos dicen que Gran Bretaña y Francia había propuesto emitir un comunicado de prensa condenando los asesinatos pero que Rusia le dijo a los miembros del Consejo que no estaba de acuerdo y que quería recibir información del teniente general Robert Mood, que está al frente de la misión de observadores de la ONU en Siria. Una vez más Siria se enfrenta al aislamiento diplomático. El Sr. Annan debe estar hoy de vuelta en Damasco para mantener conversaciones encaminadas a evitar que su plan de paz, acordado hace siete semanas, se vaya a pique.
Para sobrevivir, el Presidente Bashar al-Asad necesita evitar el aislamiento internacional en que se encuentra Siria. También necesita impedir que los sirios, y el mundo, crean que la caída del régimen es inevitable y que deberían evitar apostar por un perdedor.
«¿Cómo responderá Rusia a todo esto?», preguntaba ayer un diplomático extranjero en Damasco. «Esa es la pregunta crucial». Rusia sigue siendo el amigo más importante de Siria. Fueron los vetos de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad celebrado en febrero los que salvaron a Siria del peligro de una intervención exterior similar a la que derrocó al Coronel Gadafi en Libia.
Pero Rusia está pagando un precio por apoyar a Siria y ese precio va aumentar la matanza de Hula. No puede pretender seguir aliado a un régimen en permanente estado de crisis.
El Presidente Asad puede buscar un apoyo a largo plazo en Irán y, en menor medida, en Iraq, ambos potencias chiíes que consideran que Siria está siendo atacada por los gobernantes sunníes de Arabia Saudí y Qatar.
Los iraníes han estado aportando alguna ayuda económica para reducir el impacto de las sanciones. Hizbollah, en el Líbano, también se resiste a que su aliado desde hace tanto tiempo en Siria desaparezca. Pero los iraníes, cuya política exterior es normalmente cauta y sinuosa, no querrán depender de la supervivencia del Presidente Asad. Buscarán acomodo con cualquier gobierno que le suceda aunque Irán todavía se enfrenta a una seria derrota estratégica al perder su aliado más importante en el mundo árabe. Con él perderá gran parte de su capacidad para jugar un papel como potencia regional.
El escenario en Damasco
En Damasco hay pequeñas, aunque amenazantes, señales de anormalidad. Los soldados impiden a todo el mundo, excepto al ejército y al personal de la seguridad que entren en ciertas calles. Se está parando a los vehículos pesados en las afueras de la capital ante el temor de suicidas-bomba.
La masacre de los niños de Hula y de sus padres ha profundizado aquí el sentimiento de crisis, aunque muchos sirios se están habituando a la violencia. A diferencia del resto del mundo, que se centra en Siria solo intermitentemente cuando se produce una atrocidad especialmente escalofriante, puede que aquí la gente esté perdiendo el sentimiento de conmoción tras ver que en los últimos quince meses han muerto 13.000 seres, según las estimaciones más recientes.
Pero el indicio más aterrador de que algo va mal es el vacío, la ausencia de gente y vehículos en las calles antes atestadas. Muchos se quedan en casa obsesionados con una crisis que en gran medida ven desplegarse por televisión y online. En el hotel donde me alojo en Damasco, soy el único huésped.
El mismo gobierno se siente a menudo curiosamente ausente, quizá porque su atención está en otra parte. La toma de decisiones fue siempre lenta en Siria porque demasiadas decisiones tenían que adoptarse en la cumbre pero ahora es peor.
«Tengo la sensación de que los funcionarios de menor rango no quieren tomar decisiones porque podrían ser revocadas por funcionarios de línea más dura que están por encima de ellos», dijo un diplomático. Al mismo tiempo, masacres como la de Hula, perpetradas por milicianos alauíes, sugieren un liderazgo que quizá no controla demasiado a sus propias fuerzas.
El ambiente es tenso. Una persona, en el espacio de pocos minutos, pasó de afirmar que tenía total confianza en un feliz futuro para el pueblo sirio a expresar presentimientos sombríos sobre la posibilidad de una guerra civil.
«¿Por qué los extranjeros no paran de hablar de diferencias entre nuestras minorías?», me preguntó exasperado ayer un activista de los derechos humanos contra el gobierno. «Los franceses dijeron que lucharíamos unos contra otros si se iban de Siria pero nada de eso sucedió. Nosotros los sirios estamos unidos diga lo que diga cualquier gobierno sobre nuestras divisiones».
Un cuarto de hora después, el mismo hombre, un cristiano de la ciudad de Hama en el centro de Siria, no lejos de donde se produjo la masacre de Hula, se preguntaba con tristeza sobre la perspectiva de un conflicto sectario. Explicó que Hula está «sobre una lengua de tierra donde la gente es sunní, pero los pueblos de alrededor son alauíes y cristianos. Lo sé porque mi esposa viene de un pueblo cerca de allí». Dijo que estaba muy preocupado por si resultaba que los habitantes sunníes, incluidos los 34 niños, habían sido asesinados por milicianos de los pueblos alauíes vecinos porque entonces «No sé lo que puede llegar a suceder».
Damasco está profundamente afectada por la crisis, aunque no siempre se hace visible. Los bancos están aislados del resto del mundo. «Todos los bancos del Líbano están aterrados de tener negocios con Siria», dijo una rica empresaria. «El gerente de mi banco en Beirut no quería tomar un depósito que hice aunque el cheque lo había emitido un banco británico». Muchos en Damasco conocen de primera mano la destrucción física causada por los combates en el centro del país. Hay alrededor de 400.000 sirios desplazados por las luchas, la mayoría de Homs, que se han refugiado en la capital. A menudo se trasladan a apartamentos anteriormente ocupados por los refugiados iraquíes que han vuelto a casa porque afirman que, para ellos, Bagdad es ahora más seguro que Damasco.
Patrick Cockburn es un periodista irlandés que es corresponsal en Oriente Próximo del Financial Times y actualmente de The Independent. Especializado en dicha zona, y más concretamente en Iraq, ha obtenido numerosos premios periodísticos, el más reciente el prestigioso Premio Orwell británico al periodismo político, otorgado de 2009. Es autor de varias obras sobre Oriente Próximo, las más recientes The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq y Muqtada! Muqtada al-Sadr, the Shia revival and the struggle for Iraq.
Fuente: http://www.counterpunch.org/
rJD