Traducido del inglés por Enrique Prudencio
En un mundo ideal la izquierda internacional se hubiese levantado en defensa de los derechos humanos universales y deplorado la brutal represión, sin importarle las tendencias políticas particulares del régimen involucrado en un comportamiento autoritario. Desgraciadamente, la izquierda se ha quedado al margen en todo cuanto se refiere al aplastamiento salvaje del pueblo sirio por parte Bashar el Assad. Lejos de denunciar al gobierno de Damasco, la izquierda ha optado por permanecer en silencio o esquivar el conflicto, evadirse y echar tierra sobre lo que realmente está pasando en Siria.
Es una pena, dada la enorme magnitud del sufrimiento humano que está causando el desarrollo de estas crisis. En la represión de la oposición, Assad ha atacado deliberadamente a los civiles. En un artículo reciente de la revista Slate se explica la situación en los términos más crudos. «Uno tiene que retrotraerse al bombardeo de Dresde con bombas incendiarias por parte de Inglaterra para encontrar otra guerra en la que una de las partes poderosamente armada emprende la matanza de un enemigo no combatiente, mujeres, niños y ancianos, desde el aire», subraya Slate. «Pero ni siquiera estas comparaciones son realmente análogas», continua el artículo. A diferencia de las fuerzas aéreas que operaban durante la Segunda Guerra Mundial, Bashar al Assad, no trata de evitar la muerte del enemigo no combatiente. El está tratando de matar a su propio pueblo». Según la oposición siria, al menos 30.000 personas han muerto desde el comienzo del conflicto.
Mientras tanto la izquierda parece impasible ante las atrocidades que está cometiendo Assad. Para eludir sus responsabilidades intelectuales, los comentaristas más importantes se han revelado como burdos partidistas carentes de un centro moral. A un cierto nivel, sin embargo, la respuesta de la izquierda visceral sobre la crisis de Siria no resulta nada sorprendente. En efecto, al igual que la derecha, esta izquierda tiene su propio catecismo y las adecuadas anteojeras ideológicas para ver el mundo a su manera.
La izquierda tiene una visión desenfocada del mundo
Hace año y medio, cuando los egipcios derrocaron a su gobierno, había poco peligro de que la primavera árabe fuese a cambiar la perspectiva tradicional de la izquierda, dado que Hosni Mubarak era un dictador apoyado por EE.UU. Sin embargo, tan pronto como la revolución se propagó a Siria la izquierda empezó a encontrarse con dificultades. Al contrario que Mubarak, que estaba atado a Washington, el régimen de El Assad ha estado en desacuerdo político con EE. UU. a lo largo de bastantes años. De hecho, Damasco es un enemigo jurado de Washington, aliado de Israel, y mientas ha forjado lazos diplomáticos con Irán y Hezbolá.
Un columnista de izquierdas, el Alexander Cockburn de los últimos años en la revista The Nation, descarriló evaluando la crisis de Siria. Incapaz de atraer mucha simpatía por parte de la oposición de Siria o de los civiles que habían sido bombardeados por el Assad, Cockburn solía minimizar la feroz brutalidad perpetrada por el régimen. Aunque el columnista admitía que el régimen de Assad era brutal y corrupto, argumentaba que la oposición de Siria estaba ligada a Al Qaeda y tenía la intención de masacrar a la minoría alauita gobernante.
La actitud de Cockburn consistente en minimizar las atrocidades mientras trataba de desviar la atención hacia otro lado, es la táctica preferida de los izquierdistas. En una columna de la página web Global Mail el corresponsal de Oriente Medio Jess Hill corta por lo sano la perspectiva de los ideólogos. En su trabajo periodístico acertadamente titulado «Los tontos útiles de Assad», Hill dice que sus partidarios «creen que no existe mayor enemigo que el imperialismo norteamericano. Eso significa que el levantamiento en Siria plantea una grave amenaza para el «Eje de resistencia (Irán, Siria y Hezbollah), el cual es, según ellos, el último muro de contención contra las ambiciones imperialistas de EE.UU. en Oriente Medio. Ellos creen que si cae Assad, los que más tienen que ganar son EE.UU., Israel y Arabia Saudí.
De Tariq Ali a la revista The Nation
Para asegurarse, la izquierda sospecha claramente de las intenciones de EE.UU. e Israel contra Siria y una región más amplia. Sin embargo, algunos comentaristas van tan lanzados con la superdirecta que acaban sutilmente proporcionando a los intelectuales cobertura para el régimen de Assad. Tomemos por ejemplo al escritor político anglo-paquistaní Tariq Ali, sobre quien he escrito anteriormente. Aunque Ali ha argumentado que Assad debería dimitir, también declaró en el programa televisivo «Russia Today» que a los sirios les han dejado muy poco donde elegir: «o un régimen impuesto por Occidente, compuesto por sirios de distinto pelaje que trabajan para las agencias de espionaje occidentales, o el régimen de Assad». Comentando la entrevista, el columnista Hill subrayó que «nadie con el conocimiento que tiene Ali de la historia militar presentaría las posibles salidas al caótico conflicto civil de Siria de forma tan simplista, a menos que tengan una carretilla para empujar».
Aisling Byrne, columnista de Asia Times tiene una actitud incluso más flagrante cuando se trata de tergiversar la situación de Siria. En una sorprendente confesión, Byrne escribe que Assad es represivo y que existe «una exigencia popular genuina de cambio en Siria». Sin embargo, se pone después sus anteojeras ideológicas al uso para subrayar que el abuso de los derechos humanos «resulta inevitable en los conflictos de baja intensidad». Lo que más altera a Byrne es la «construcción deliberada» de un «falso discurso» que «muestra cómo se mata a cientos y miles de rebeldes demócratas desarmados mientras protestan pacíficamente contra un régimen violento, contra «una máquina de matar» comandados por un monstruo llamado Assad. En su esfuerzo por desacreditar a la oposición, Byrne añade que las «quejas» contra las fuerzas de Assad carecen de «credibilidad interna y legitimidad» y «y toda la acción de propaganda es a cuenta» de ES.UU.
Ni siquiera habría que tener en cuenta la opinión de Byrne en sí misma, pero el artículo ha tenido una gran difusión en el circuito de la izquierda (fue publicado, retirado y vuelto a publicar en Counterpunch, el portal de Alexander Cockburn, que desde hace poco ha empezado a disculpar el genocidio en Camboya, entre otros disparates sectarios). Un columnista muy aficionado a citar a Byrne es Robert Dreyfuss de la revista The Nation. Aunque este carece de la predilección de Cockburn por la refutación glacial y sarcástica, Dreyfus es tan ideologista como su predecesor. Los columnistas de The Nation buscan con estos artículos navegar a través de la tensa situación política de Siria intentando que los lectores dejen de mantener la atención puesta en Bashar el Assad. Observa caritativamente que es imposible «negar que el gobierno de Siria está llevando a cabo ataques sin restricciones contra una rebelión de ámbito nacional». No obstante, a continuación empieza a echar otra de arena a la oposición afirmando que «está liderada por fuerzas armadas paramilitares y también por terroristas». En otra columna reciente, Dreyfuss hace la sorprendente observación de que a «el Assad difícilmente se le puede considerar un héroe antiimperialista» para la oposición siria, debido a los informes sobre sus lazos con los islamistas radicales.
Abrumado por la doble moral
El problema con la izquierda actualmente es que está confundida por el doble rasero ideológico. Imaginemos por un momento que Israel, aliado de EE.UU., ha matado 10.000 palestinos en Gaza y Cisjordania. Seguro que la izquierda no tardaría en censurar a Washington los compromisos gregarios e inmorales de su política internacional en el Oriente Medio. Tienen toda la razón, pero de ahí no se sigue que las vidas palestinas sean más importantes que las sirias. Por otra parte, que Israel y los EE. UU. hayan represaliado a los árabes durante décadas y hayan convertido toda la región en un maremagnum no implica que el benevolente triunvirato Irán-Siria-Hezbolá sea mucho mejor. Durante años la izquierda ha estado denunciando los abusos cometidos por Irán y lo han hecho más veces de las que le han negado a Mahmoud Ahmadinejad un pase simplemente porque él se manifiesta como una especie de antiimperialista.
De igual forma, la izquierda nunca se ha avenido a llegar a un acuerdo sobre el espinoso asunto del antisemitismo y rechaza hacer intervenir a Ahmadinejad o a Hasan Nasralla de Hezbollah (quien declaró encantadoramente que «los Judíos inventaron la leyenda del Holocausto») por su terrible historial en este aspecto. El mismo Assad tiene algo en común al respecto tanto con Nasrallah como con Ahmadinejad. Incluso antes de que la efusión de sangre comenzara en Siria, el dictador de Damasco subrayó que él no tenía ni idea de cuantos judíos habían muerto en el Holocausto ni en qué forma lo habían hecho.
Todavía queda tiempo para que la izquierda se redima a sí misma sobre Siria, aunque el embrollo de Assad ha mostrado una multitud de sectarios y autoritarios en su peor faceta. Solo se puede esperar que prevalezcan intelectuales de más alto nivel y les llamen a capítulo siempre que sea necesario para que abandonen su disparate ideológico. Con toda seguridad el pueblo sirio, que sufre diariamente bajo el embate del régimen de el Assad, estaría muy agradecido.
Fuente original: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/10/201210975353819725.html
rBMB