La muerte y heridas de un equipo de personal médico ruso en un ataque con cohetes en un hospital de campaña militar en Alepo [al igual que los ataques a autobuses que evacúan a civiles] plantea de nuevo la cuestión de quién está prestando activamente el apoyo al terrorismo en Siria, a aquellos que se […]
La muerte y heridas de un equipo de personal médico ruso en un ataque con cohetes en un hospital de campaña militar en Alepo [al igual que los ataques a autobuses que evacúan a civiles] plantea de nuevo la cuestión de quién está prestando activamente el apoyo al terrorismo en Siria, a aquellos que se muestran en Occidente como «moderados» en una inversión monstruosa de la verdad.
Es tal la naturaleza goebbelsiana de la cobertura mediática occidental del conflicto en Alepo que el Frente al-Nusra (ahora Ejército para la Conquista del Levante) ha pasado de ser una organización terrorista, que en su metodología y objetivos es indistinguible del ISIS, a una versión de la resistencia francesa o de los partisanos de la Segunda Guerra Mundial. En el proceso, los únicos moderados reales implicados en el conflicto en Siria -el Ejército Árabe Sirio, Rusia, Irán y otros aliados- han sido demonizados, acusados de atacar y aterrorizar a la población civil, incluidos los niños, cuando lo que han hecho ha sido, en realidad, liberarlos.
La historia no será amable con aquellos [muchos de ellos «izquierdistas»] que han propagado la mentira de que en Siria hay o ha habido una «revolución democrática. Por el contrario, el país y su pueblo han sufrido los estragos de unos terroristas islámicos con una clara visión, e intención, de «purificar» una sociedad multicultural y multirreligiosa que las comunidades minoritarias son capaces de documentar en esta parte del mundo más allá de uno o dos milenios.
La inmensa mayoría de los sirios, sin cuyo apoyo el gobierno habría colapsado mucho antes, rechazan completamente la ideología de estos extremistas, miles de los cuales no son sirios y que han caído sobre el país desde todo el mundo musulmán y más allá como una plaga de langostas, aprovechando la desestabilización de la región provocada por Washington y sus aliados en los últimos años.
El aspecto siniestro del conflicto en Siria, lo que eleva el ataque al hospital de campaña militar ruso a niveles orwellianos, es el grado en que estos llamados rebeldes han contado con la ayuda de las potencias occidentales y regionales. ¿Cómo, si no es así, vamos a explicar la forma en que han sido capaces de sobrevivir durante tanto tiempo? ¿Quién les ha estado suministrando armamento, dinero, materiales, además de apoyo de inteligencia y logística?
Rusia, en particular, ha sido vilipendiada en Occidente por su papel en el conflicto. En efecto, una ofensiva de propaganda anti-rusa neomacartysta se ha desarrollado en toda Europa en respuesta a la misión militar de Rusia en el país. Se trata de una ofensiva propagandística que se ha intensificado en las últimas semanas en paralelo con la operación para liberar Alepo. Hemos visto cómo los medios de comunicación rusos han sido atacados, sus ingresos bancarios congelados y a los comités parlamentarios -como en el Reino Unido- acusándoles de «propaganda prorrusa». También hemos visto al portavoz del Departamento de Estado de EEUU, John Kirkby, negarse a responder preguntas de la corresponsal de RT precisamente por ser de este medio.
Una insidia de este nivel, sin precedentes, contra Rusia, demonizando a su gobierno, es intrínsecamente deshonesta.
Ya es suficiente.
Ya no es creíble, y mucho menos ético, describir a las personas que participan en actos de asesinato en masa y masacres en París, Londres, Bruselas, Berlín o en los EEUU como terroristas mientras que al mismo tiempo se describe a los responsables de lo mismo en Siria como «rebeldes». De hecho, es obsceno más allá de toda medida.
Al igual que Afganistán, o Irak, o Libia, en Siria se ha presentado a experimentos extremistas como «resistencia o revolución» mientras que a los que luchan contra ellos se les presenta como «terroristas». Ni George Orwell habría hecho mejor que lo que lo están haciendo los medios de comunicación occidentales en este sentido. El enemigo de los británicos, o de los franceses, o de los estadounidenses es la hipocresía de sus propios gobiernos y los medios de comunicación acólitos.
Siria, gracias a la tenacidad de sus fuerzas armadas, no será destruida del mismo modo que los países ya mencionados -Afganistán, Irak y Libia-, ni su sociedad desfigurada y su desarrollo y cultura destrozados. Puede que se tarden años en ver todo reconstruido, dada la magnitud y brutalidad del conflicto en que está envuelta, pero se logrará.
Lo que nunca será reconstruido es la reputación y la integridad de los que han escrito una nueva página en los anales de la mentira y la duplicidad, quienes han justificado las acciones de Occidente cuando se trata de Alepo y el conflicto más amplio en Siria.
Parafraseando a Winston Churchill, en Occidente, y cuando se trata de Siria, la verdad está protegida por un guardaespaldas de las mentiras.
Counterpunch. Traducido para el CEPRID por María Valdés. Foto: Urania en Berlín. Extractado por La Haine
Texto completo en: http://www.lahaine.org/siria-y-la-escolta-de