Ghiath Mátar, el mártir que repartía agua y flores entre los soldados sirios de Dariya, en una iniciativa que destacaba la nobleza de la revolución siria, fue secuestrado por los servicios de inteligencia el 6 de septiembre de 2011 y devuelto cuatro días después a sus familiares en forma de cadáver destrozado. Ghiath Mátar llora […]
Ghiath Mátar, el mártir que repartía agua y flores entre los soldados sirios de Dariya, en una iniciativa que destacaba la nobleza de la revolución siria, fue secuestrado por los servicios de inteligencia el 6 de septiembre de 2011 y devuelto cuatro días después a sus familiares en forma de cadáver destrozado. Ghiath Mátar llora hoy por su aldea, Dariya, mientras ve los cadáveres de más de trescientas personas asesinadas por el aparato ciego del ejército asadiano, los shabbiha y los matones que destrozaron Dariya como los tátaros y aniquilaron a todos aquellos a los que alcanzó el fuego de sus fusiles.
El régimen no se conformó con tan salvaje masacre, sino que le añadió más salvajismo cuando sus medios «se pasearon como Dandees» con la cámara del canal Al-Duniya, cuyo dueño es Rami Makhouf, por encima de los cadáveres cuya sangre aún no se había secado y conversaron con los heridos, entre los que estaba una mujer que parecía estar respirando sus últimas bocanadas de aire.
Dos masacres: la primera era una expresión del deleite que produce el asesinato gratuito y la sed de sangre; la segunda quiso registrar con voz e imágenes los hechos, expresando el rencor, la vileza y la humillación por un lado y, por otro, buscando aterrorizar a los sirios y las sirias, asustándoles con que les espera un destino como el de la gente de Dariya, Baba Amro, Azaz y otros lugares.
El criminal no borra los restos de su crimen, sino que se muestra orgulloso de ello ante todos porque piensa que el apoyo ruso e iraní lo salvará del abismo y evitará que llegue su fin. Bashar el carnicero superó ayer a su padre el asesino y solventó el problema psicológico que le producía la imagen del padre cuyas efigies llenaban toda Siria con el espectro de la amenaza de una nueva Hama.
El pasado domingo, mientras veía las imágenes de las víctimas en Dariya, recordé aquella reunión en Beirut en casa del arabista francés Michel Seurat, que fue secuestrado y asesinado. Fue en el año 1981, mientras Beirut vivía los momentos de desintegración previos a la destrucción israelí. Aquel día pregunté al pensador sirio Elías Marcus, que venía de Latakia, sobre la situación en Siria, pues nos habían llegado noticias de una masacre en Hama. Marcus no respondió directamente a mi pregunta, sino que me habló de Genjis Khan. Cuando mostré sorpresa ante el hecho de que Marcus, marxista-realista, recurriera a una metáfora en vez de contestar, me miró y dijo: «¿Qué quieres que te diga?» Acto seguido, me contó cómo los hombres de los servicios de inteligencia entraron en una de las cafeterías de Latakia donde solía beber su café y ordenaron a todos arrodillarse. El dolor cubría sus ojos con un agua que no nada tenía en común con las lágrimas. Este respetable hombre que constituyó una referencia intelectual para nuestra generación y cuyo comportamiento político y ético era intachable, se vio a sí mismo arrodillado entre los demás.
Me acordé de Elías Marcus no porque lo humillaron como humillaron al pueblo sirio en su conjunto, sino porque en vez de hablar del régimen asadiano, o mejor dicho, para hablar de él, utilizó la imagen de los mogoles mientras destruían el Oriente árabe. Son los mogoles, y no hay treguas que valgan con ellos, ni bajo los robles, como escribió Mahmud Darwish una vez, ni en la sombra de los cementerios.
El apetito de sangre domina el aparato de un régimen que ha perdido su legitimidad y su poder. La mentira de su antiimperialismo se ha descubierto: los aviones MiG y Sukhoi no se atrevieron a volar contra la aviación israelí cuando bombardearon Siria porque su misión no tiene nada que ver con los ámbitos del antiimperialismo y la resistencia, su verdadera misión es hacer que el pueblo sirio se arrodille y humillarlo.
Los sirios están solos ante el aparato de la muerte. Todo el apoyo verbal estadounidense y europeo es falso, engañoso y cínico. El continuo silencio del mundo ante el aparato de la represión asadiana no se debe a la ausencia de petróleo en Siria que provocaría el apetito de ganancia y dominio de Occidente, como se suele decir, sino que se debe a Israel. Israel no podía ni soñar con la destrucción que inflige hoy el régimen sirio. Cuando caiga, y caerá, ante los sirios y las sirias se perfilan largos años de reconstrucción de lo destrozado.
No creáis los análisis que dicen que la razón para no dar armas al Ejército Sirio Libre es el miedo que tienen los estados occidentales de los islamistas. Ni la ausencia de petróleo ni el miedo a los islamistas son razones, pues los estados occidentales, sobre todo EEUU no temen al islam político, con el que está tejiendo alianzas. La única razón es aumentar la inmunidad de la entidad racista israelí, cuya insolencia y arrogancia han llegado al límite de acusar a Sudáfrica de ser racista porque decidió poner signos especiales a las mercancías fabricadas en la Cisjordania ocupada. Bahsar al-Asad hace lo que nadie puede hacer: destruir Siria y su tejido social, ¿por qué, entonces, vamos a ofrecer armas y ayuda a quien quiere derrocarlo? Que siga indefinidamente y que sus dos aliados, Rusia e Irán, bailen de alegría al ritmo de sus bombas y masacres, pues, al final del todo, perderá su poder una vez destruido todo el país de norte a sur. Entonces, esos mismos aliados se verán avergonzados y serán odiados por los sirios y los árabes.
El carnicero de Damasco se ha convertido en una necesidad israelí más que nunca, por ello no esperéis nada de quienes afirman ser amigos del pueblo sirio. El pueblo sirio está solo. Solo defiende la dignidad del ser humano en todo el territorio árabe. Solo devuelve con su sangre derramada el significado humano y ético a la política. ¿Qué te digo a ti que estás solo? Tu soledad, hermano, solo es comparable a la del palestino que se vio solo ante cada punto sangriento de inflexión forjado por la bestia israelí. Sé, hermano, que las palabras no detienen el derramamiento de sangre, ni enjugan las lágrimas, ni reciben un suspiro que sale del corazón de una madre que ha perdido a sus hijos.
Te digo que estas solo. Te digo que tu perseverancia en tu soledad, tu insistencia en (recuperar) tu dignidad bañada en la sangre de tus hijos, y tu resistencia defendiendo las ruinas de las casas que han destruido los carros de combate y los aviones es el camino para lograr la victoria, en tu soledad, contra el carnicero que quiere que te arrodilles de nuevo. Sé que no te arrodillarás, y sé que tu misión coronada con sangre es el anuncio de nuestra dignidad humana hoy, pero no tengo más que mis palabras que se prosternan ofreciéndose como tributo a tus sacrificios y víctimas.
Tomado de http://traduccionsiria.