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Sistema electoral en Cuba (parte II)

¿Sistema sin partidos?

Fuentes: Rebelión

Para analizar este tema es importante destacar que la Ley marca expresamente que no es requisito para ser candidato o integrar algún Poder del Estado ser militante y/o simpatizante del Partido Comunista de Cuba (PCC). El (PCC) no puede proponer candidatos ni participar en ninguna instancia del proceso electoral. De modo que debemos concluir que […]

Para analizar este tema es importante destacar que la Ley marca expresamente que no es requisito para ser candidato o integrar algún Poder del Estado ser militante y/o simpatizante del Partido Comunista de Cuba (PCC). El (PCC) no puede proponer candidatos ni participar en ninguna instancia del proceso electoral. De modo que debemos concluir que el PCC no es un partido electoral en la medida en que no nomina ni interviene en ninguna instancia del proceso electoral. Ahora bien, la pregunta inmediata que surge es: Si el PCC no participa en el proceso electoral, no lucha por el voto de la ciudadanía,¿en qué medida puede considerarse un partido político?

Para responder esto habría que definir qué es un partido político y y cuáles son sus funciones. Podríamos comenzar con la visión liberal, pues es la que juzga constantemente el sistema cubano en función de sus criterios.

Según Sartori, la clave la da Schumpeter cuando define partido político como un grupo de hombres cuyos miembros se proponen actuar concertadamente en la lucha competitiva por el poder político (Sartori, 2005). También utiliza una definición abreviada donde plantea que un partido es cualquier grupo político que se presenta a elecciones y que puede colocar a sus candidatos en cargos públicos mediante elecciones. (Sartori, 2005).

Max Weber y García Pelayo van más lejos aún. Weber nos dice que el partido político es una asociación dirigida a un fin u ‘objetivo’ deliberado, ya sea la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, ya sea ‘personal’ – es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y seguidores – o bien tendiente a obtener estos dos beneficios al mismo tiempo. El partido se dirige esencialmente a la conquista del poder político dentro de una comunidad (Bobbio, N. Mateucci, N. Pasquino, G. 2000). Según García Pelayo, la función de los partidos, en tanto que organizaciones políticas dirigentes de la sociedad, es proporcionar a los electores las ofertas de listas de personas entre las cuales han de elegir a sus representantes en las Cámaras. El pueblo elige a las élites gobernantes entre las élites de los partidos, de modo que éstos constituyen el estadio previo, aunque decisivo, para la formación de las minorías gobernantes (García Pelayo, 1986).

Así, para este último autor, los partidos cumplen cinco funciones necesarias e imprescindibles para el buen funcionamiento de un régimen político democrático; estas son:

«Movilizar a las masas para su participación e integración en el proceso democrático, reduciendo las abstenciones en el ejercicio del sufragio a límites tolerables para la legitimidad del sistema democrático.

Cumplen la función de transformar las orientaciones y actitudes políticas generales sentidas por ciertos sectores de la sociedad en programaciones de acción política nacional, y convertir las necesidades expresas o latentes del conjunto de la población en pretensiones precisas y concretas a satisfacer por los poderes públicos. Son generadores de actitudes políticas y de demandas a solicitar por los ciudadanos.

Definidas y seleccionadas las demandas surgidas de los electores o que se pretende inducir a los electores, los partidos pueden integrarlas y sistematizarlas en programas coherentes de acción.

Para que el elector pueda ejercer con una mínima racionalidad su derecho de sufragio, es necesario que disponga de cierta información sobre los problemas. Estos problemas son con frecuencia muy complejos, y por consiguiente, una de las funciones de los partidos políticos es formularlos y exponerlos en términos relativamente sencillos.

Otra función es proporcionar a los electores las ofertas de listas de personas entre las cuales han de elegir sus representantes» (García Pelayo, 1986:75 – 81).

Recientemente el diario Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ha publicado expresiones de Fidel Castro en sus discursos de los primeros años de la revolución, donde especifica cuáles son las funciones del Partido:

» ¿Cuál es la función del Partido? Orientar. Orienta en todos los niveles, no gobierna en todos los niveles. Crea la conciencia revolucionaria de las masas, es el engranaje con las masas, educa a las masas en las ideas del socialismo y en las ideas del comunismo, exhorta a las masas al trabajo, al esfuerzo, a defender la Revolución. Divulga las ideas de la Revolución, supervisa, controla, vigila, informa, discute lo que tenga que discutir, pero no tiene las atribuciones de quitar y poner administradores, de quitar y poner funcionarios […] (Diario Granma, 2011).

En otro artículo el mismo diario muestra pasajes de otro discurso de Fidel Castro titulado «El Partido no suplanta a la administración».

«El Partido no suplanta a la administración pública, sino que la ayuda, la apoya. Facilita el desarrollo de sus cuadros. El Partido no debe sustituir la función, ni de la administración, ni de las organizaciones de masas.

Es muy importante que tengamos estas ideas claras, porque si no, se produce la suplantación y la consiguiente anemización de esas organizaciones. Y el Partido no administra directamente. Es la vanguardia, la organización que reúne a los obreros más avanzados, más revolucionarios. La espina dorsal de la Revolución.

Si un secretario se dedica a administrar, a realizar funciones que corresponden a la administración, abandona el Partido y las tareas que tiene que realizar dentro del partido incesantemente. Y la más importante tarea es la política, no se olviden de eso. La experiencia nos lo enseña en todas partes…

El cuadro político está siempre alerta, estudiando, analizando, explicando…

Para eso está el Partido, ojo atento a todos los problemas, trabajando con las masas…» (Diario Granma, 2011) .

Si tenemos en cuenta las definiciones citadas anteriormente, el PCC cumple algunas de las funciones (no todas) que establecen los autores de orientación liberal pero no participa en ninguna etapa del proceso eleccionario, aspecto imprescindible para estos autores, como nos muestran sus definiciones. Por otro lado, la principal figura de la Revolución cubana refuerza este aspecto dejando clara la separación entre el PCC y el gobierno.

Sin embargo, los propios cubanos definen al PCC como un partido político y a su sistema como un sistema de partido único. Esto se da, a mi entender, porque se utilizan diferentes definiciones de partido político. Una cosa es lo que define como partido político una visión marxista o leninista y otra es la visión liberal.

Si nos regimos por las definiciones liberales – que son las que condenan el sistema cubano -, no podemos decir que el diseño electoral de Cuba promueve el desarrollo de un sistema de partido único, sino uno sin partidos políticos, ya que no existe en Cuba organización alguna que cumpla con las características y funciones que estos autores adjudican a los partidos políticos.

La importancia destacable de esta discusión consiste en referirse, más que a la existencia o no de partidos políticos y su comportamiento en el sistema electoral, al concepto de representatividad que se pueda desarrollar en el diseño electoral ( ya sea entre partidos políticos o entre ciudadanos) y la libertad que tiene la ciudadanía a la hora de definir y determinar quiénes serán sus representantes en el gobierno.

Bibliografía:

  • Bobbio, N. Matteucci, N. Pasquino, G. 2000. Diccionario de política. Siglo veintiuno editores. Madrid.

  • Dahl, Robert A. 1993. La Democracia y sus críticos. Editorial Paidós, «Estado y Sociedad 8»; 2ª edición; Barcelona.

  • Dahl, Robert. 1997. Poliarquía. Participación y oposición. Editorial TECNOS S.A. Madrid.

  • Dahl, Robert. 1991. Los dilemas del pluralismo democrático. Autonomía versus control. Editorial Alianza, colección los noventa. México D.F.

  • García Pelayo, Manuel. 1986. El Estado de partidos. Editorial Alianza. Madrid.

  • Harnecker, Marta. 1999. Delegando poder en la gente. Editorial MEPLA; La Habana, Cuba.

  • Marx, C; Engels, F. 1966. Obras escogidas, Tomo I. Editorial Progreso. Moscú.

  • Michels, Robert. 1991. Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Editorial Amorrortu, Buenos Aires.

  • Michels, Robert. 1992. «Democracia formal y realidad Oligárquica». En Partidos Políticos/1. Instituto de Ciencia Política. Calanchini, J.J. Montevideo, Uruguay.

  • Morlino, Leandro. 1995. «Las democracias». En Pasquino Gianfranco et al Manual de ciencia política. Editorial Alianza. Madrid.

  • Sartori, Giovanni. 2005. Partidos y Sistemas de Partidos. Alianza Editorial. Madrid.

  • Sartori, Giovanni. 1990. Teoría de la democracia. Alianza Universidad. Madrid.

Sitios Web, Internet.

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