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[Crónicas sabatinas] Más acá y por debajo del soberanismo-independentismo

Sobre el dret a decidir y el silencio (calculado) sobre lo ya decidido

Fuentes: Rebelión

Algunos lloriquean compasivamente, otros maldicen obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: «Si yo hubiera cumplido con mi deber, se hubiera tratado de hacer mi voluntad, mis ideas, ¿habría ocurrido lo que pasó?». Nadie o muy pocos culpan a su propia indiferencia […] [su respuesta] no está motivada por ninguna luz moral; es producto […]

Algunos lloriquean compasivamente, otros maldicen obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: «Si yo hubiera cumplido con mi deber, se hubiera tratado de hacer mi voluntad, mis ideas, ¿habría ocurrido lo que pasó?». Nadie o muy pocos culpan a su propia indiferencia […] [su respuesta] no está motivada por ninguna luz moral; es producto de la curiosidad intelectual, no de un fuerte sentido de la responsabilidad histórica que quiere a todos activos en la vida, que no admite indiferencias de ningún género […] Odio a los indiferentes también porque me molesta su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos por cómo ha desempeñado el papel que la vida la he dado, por lo que ha hecho y, sobre todo, por lo que no ha hecho [..] Vivo, soy partisano.

Antonio Gramsci

 

Detesto a ese residuo de mi generación que primero fueron niños de capilla, mucha misa y teología de la liberación en una Barcelona plagada de charnegos, que luego se hicieron comunistas fetén -nada de reformistas -, ¡Bandera Roja y lucha armada! Luego bajaron la bandera, tiñeron el color y se hicieron socialdemócratas y nacionalistas, y de ahí al cielo. Porque el poder, por modesto que sea, siempre es una parte del cielo donde te espera Dios bajo la forma de un president.

Gregorio Morán (2016)

 

Los republicanos [ERC] pues han optado por ponerse en manos de León XIII y actuar como buenos cristianos en situación de hipótesis (legalidad española), a la espera de llegar a la tesis (la independencia) y a la consiguiente restauración de la armonía. Es una extraña deriva teológica que lleva a Esquerra a navegar con raras compañías. Ahí están los votos del PP y los de Convergència, a los que se asociaron, para corroborarlo. Hay un respeto escrupuloso a la legalidad por parte del independentismo hegemónico y mayoritario -Junts pel Sí- para justificar las subvenciones a las escuelas de élite que segregan por sexo. No sucede lo mismo con las leyes de desconexión de proceso constituyente, seguridad social y hacienda pública que ya han comenzado su andadura.

Para tratar de salvar lo que le quede de alma carbonaria, Esquerra y cuatro independientes -que no representan a ningún grupo parlamentario conocido- presentaron una propuesta de resolución para no renovar los conciertos cuando venzan los plazos de los actuales: en el año 2020. Para entonces, sin embargo, todo estará resuelto. Desde junio de 2017, Cataluña estará en el concierto de las naciones y la independencia se habrá encargado -como ley natural- de poner las cosas en su sitio. Ni clases, ni sexo, ni otras contradicciones del viejo y español mundo existirán. La armonía imperará en el que antaño había sido un entrañable y contradictorio rincón de España.

Francesc Valls (2016)

 

Días después, vale la pena reparar en la siguiente reflexión (no ha sido la única que ha abonado este sendero político-cultural-deportivo). Es el actual president de la Generalitat quien hablaba, a finales de marzo de 2016, tras el fallecimiento del ex jugador y ex entrenador del Barça. «Mentalidad de victoria» es el título del artículo presidencial:

«[…] La aportación de Cruyff, sin embargo, va mucho más allá del fútbol, porque su personalidad se ha convertido en un referente de país, por encima de las diferencias de colores o de afinidades deportivas. Cambiando al Barça también contribuyó a cambiar la manera de ser de los catalanes. Su gran virtud fue abrirnos los ojos y demostrarnos que podemos ganar, no solo deportivamente, sino como país» [el énfasis es mñio]

¿Todo vale? Por supuesto que sí, según parece. Todo vale: referente del país, cambiar la manera de ser -¡de ser!- de todos los catalanes, nos abrió los ojos, nos demostró que podíamos ganar deportivamente y como país, ganar, ganar, ganar,… ¿Saben de alguna otra comunidad del mundo-mundial donde alguien se haya expresado en estos términos.. y no pase nada y casi todo el mundo aplauda?

Supongamos -¡es un supuesto!- que un día muy, muy lejano, fallezca Vicente del Bosque (alguien bastante sensato por cierto). Supongamos que X, Y o Z es el presidente del gobierno español en aquellos momentos. Supongamos que se expresa en términos parecidos. «Del Bosque nos demostró que podíamos ganar, no sólo deportivamente, sino como país». ¿Qué pensarían? ¿Enrojecerían de vergüenza? ¿Pensarían en la España de charanga y pandereta, la que helaba el corazón de don Antonio Machado? ¿Lo criticarían públicamente? ¿Dirían, gritarían incluso, que no en su nombre? Entonces… ¿por qué en este caso (supuesto) sí, y con toda razón, y no en el otro? ¿Esta es la forma de cuidar el ahora, el espacio público? ¿O es que todo es uno y lo mismo y pasa por la construcción-abono del pueblo nacionalista secesionista .Cat? ¿No tiene nada qué decir la izquierda radical-revolucionaria y socialista de los Países Catalanes ante este tipo de reflexiones? ¿Está de acuerdo con la perspectiva del president?

Vayamos al asunto de hoy.

El uso generalizado, aunque no único, del dret a decidir es una reformulación lingüística, en absoluto espontánea o azarosa, del derecho de autodeterminación. Surgió, según cuentan (no tengo seguridad en este punto), de uno de los laboratorios político-culturales del ámbito secesionista catalán. Uno de sus tanques de pensamiento. Se inspiraron, según dicen también, en formulaciones nacionalistas previas. Del PNV de años anteriores. Se da a veces la referencia concreta de un departamento de Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. Lo ignoro, aunque no es imposible.

Tal vez, como suele ocurrir, fueran varias las inspiraciones y los creadores. Confluyeron y desde entonces -y con insistencia más o menos orquestada-, ha sido lema frecuente en ámbitos secesionistas y en sistemas afines (e incluso en no afines lo que, sin duda, políticamente es mucho más dañino para ciudadanos y colectivos de izquierda muy alejados -deberían estar muy alejados- de esas coordenadas nacionalistas).

¿Por qué dret a decidir y no derecho de autodeterminación? Tal vez porque este último esté marcado por haber sido defendido en su día -¡y en otras circunstancias y asociado siempre a la solución federal!- por fuerzas y organizaciones comunistas [1] o -uso no excluyente- porque, por supuestísimo, no hay nada en la Cataluña de 2016 (o en la de 2011 pongamos por caso) que recuerde una situación colonial, semicolonial o de opresión política, lingüística [2]. Digan lo que digan los agitadores nacionalistas. Nada que tenga que ver con la Cataluña esclava de una España esclavista de la que ha hablado una y cien veces más nada menos que la presidenta del Parlament de Catalunya, la molt honorable Carme Forcadell, una de las principales autoridades del país, una de las «intelectuales orgánicas» secesionistas más fanatizadas (por mucho que ahora cuide a veces las formas).

Que ese supuesto derecho a decidir esconde (sin esconder) una posición secesionista (y cultural y políticamente antiespañola, digan también lo que digan) o, más claramente, una firme lucha por el poder (todo el poder que sea posible) de las élites catalanas que tiene muy poco que ver con derechos y procedimientos democráticos, es fácil inferirlo si pensamos en la actitud tomada por CiU -entonces una coalición de intereses unidos- cuando Izquierda Plural (IU) propuso en el parlamento el ejercicio del «derecho a decidir» del pueblo español en su conjunto sobre un tema tan trascendental para todos, especialmente para las clases populares, para todas las clases populares del país, como el TTIP. El voto contrario de CiU, amparándose en gastados lemas como la modernidad o el progreso imparable en beneficio de todos, demuestra bien a las claras su real apuesta, es decir, su no apuesta por las potenciales decisiones populares cuando éstas son o pueden ser contrarias a sus posiciones e intereses políticos enmarcados todos ellos en el neoliberalismo más liberal-conservador que podamos imaginarnos. Somos conscientes de ello, todos deberíamos tomar nota de ello.

Pero no es este el punto propiamente. Es otro y afecta a otras fuerzas políticas. A todas aquellas que dicen ser no independentistas, incluso no nacionalistas, pero que defienden ese supuesto derecho al mismo tiempo que nunca aclaran, nunca manifiestan con suficiente claridad qué posición tomarían en caso de consulta o referéndum. De hecho cabe preguntar, ¿para qué reclaman un derecho si no aclaran cuál es el objetivo de su vindicación? ¿Por mor al propio derecho que se reclama? ¿Sin más prolongaciones? ¿Un fin en sí mismo para «aclarar la situación»? Veamos.

Supongamos que habláramos del derecho a la salud. ¿Alguien se conformaría o estaría de acuerdo con una fuerza política que manifestara que el asunto de si la sanidad debe estar en manos públicas o privadas es una decisión de los ciudadanos, que tienen derecho a decidir qué tipo de sanidad quieren, y que ellos no van a decir nada y se van a esperar a que el «pueblo hable»?

¿Y si pensamos en asuntos educativos? ¿Nos bastaría con que alguien vindicara el derecho a la educación de la ciudadanía y no nos dijera si apuesta por la escuela pública, la privada concertada o la privada a secas?

¿Y si hablamos de guarderías o de Universidades? ¿Qué pensaríamos si alguien nos dijera que ellos están porque la Universidad esté al alcance de todos pero que la decisión sobre si las Universidades deben ser públicas o privadas es asunto que debe decidir la ciudadanía y que ellos no dicen ni pío sobre el tema aunque antes hayan hablado de universidad sin marca de clase?

¿Y si hablamos de otros derechos como el derecho de huelga o el de manifestación? ¿También sobre esos derechos debe practicarse el supuesto derecho a decidir de la ciudadanía? ¿No estamos por los derechos de los trabajadores y apostamos, sin consulta, por el derecho de huelga, por el derecho de manifestación, por el derecho a un salario digno, por la protección laboral, por la seguridad en el trabajo? ¿No manifestamos abiertamente nuestra posición? ¿No es eso lo que debe ser?

Entonces, ¿por qué en el caso de ese supuesto derecho hablamos de su ejercicio sin indicar al mismo tiempo qué pensamos sobre esa decisión? ¿Somos federalistas, autonomistas, confederalistas, independentistas? ¿Qué somos? Y si somos fe, au, co o in, ¿por qué no decimos con claridad que posición mantenemos? ¿Es un juego de sombras y cálculos? ¿Las nuevas formas de hacer política consisten en cultivar el lado oscuro y ocultado de nuestras posiciones para «atraer a más votantes»?

¿Tenemos diferentes posiciones? ¿Y por qué no decidimos en torno a ellas como hacemos en cualquier otro asunto importante objeto de debate? ¿Qué sentido tiene vindicar el derecho a decidir y no decidir internamente? ¿Para no rompernos? ¿Pero no se trata de abonar los procedimientos informados y abiertamente democráticos?

¿Escondemos algo entonces? Si es así, ¿qué es lo que escondemos?

No escondamos nada. ¿Somos entonces federalistas, como siempre ha sido la tradición, o somos ya otra cosa y no queremos decirlo abiertamente? ¿Por qué hemos cambiado y hemos aceptado ser otra cosa?

PS. Para compensar el «mal rollo», un historia que, si lo pensamos bien, es muy federalista. La cuenta Sofía Mirónovna Vereschak, integrante de una organización clandestina en los años de la II Guerra Mundial (de Svetlana Alexiévich, La guerra no tiene rostro de mujer, Barcelona, Debate, 2015, traducción de Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González)

«Hemos sido formadas por nuestro tiempo. Dimos lo mejor de nosotras. No habrá más épocas como aquella. No se repetirá. Entonces nuestras ideas eran jóvenes y nosotros también éramos jóvenes. Hacía poco que había muerto Lenin. Stalin estaba vivo… Con qué orgullo llevaba yo el pañuelo rojo, el distintivo de la Organización de Pioneros de la Unión Soviética, o la insignia del Konsomol…

Estalló la guerra. Y nosotras allí, tal como éramos… Por descontado, pronto se organizó un movimiento clandestino en nuestra ciudad, Zhitómir. Yo estuve desde el principio, ni siquiera se había discutido: ¿participar o no? ¿Nos daba miedo o no? No lo habíamos comentado… Unos meses más tarde, los nazis dieron con la pista de nuestro grupo. Alguien nos había traicionado. La GESTAPO me arrestó… Claro que tenía miedo. Para mí eso fue más terrible que la muerte. Las torturas me aterrorizaban. Me aterrorizaba… ¿Y si no aguanto la torturas? Cada una de nosotras reflexionaba sobre ello… A solas… Yo, por ejemplo, ya desde pequeña soportaba mal cualquier dolor. Sin embargo, aún no nos conocíamos, no sabíamos lo fuerte que éramos…»

Notas:

[1] Cuando apenas nadie lo defendía. Recuérdese la enorme bronca contra Julio Anguita por vindicarlo hace unos 20 años. En la infame-bronca política, no sólo por ese motivo, participaron como un solo hombre en pie de combate y descalificación la dirección trinitaria de la IC de aquel entonces, mediados de los noventa: Joan Saura, Rafael Ribó y Jordi Guillot. Por cierto, Jordi Pujol había hecho unas declaraciones escandalosas sobre apoyos eclesiásticos en aquellas fechas y nadie dijo nada al respecto.

[2] Algunas prácticas asociadas a la mal denominada «inmersión lingüística» (inexistente para un 45% de las familias catano-parlantes, la mía entre ellas), abonan caminos que transitan en sentido opuesto. Según noticias hay una nueva ofensiva para defender en exclusiva el catalán en el ámbito territorial de Cataluña y no sé si también de los Países catalanes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.