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Sobre el nuevo proyecto constitucional

Fuentes: La Cosa

El país cambia, forzosa e indeteniblemente, quizás no todo lo que quisiéramos ni a la velocidad que ansiamos, pero cambia. Se transforma debido a la dinámica de lo nuevo que se abre camino desde dentro y por las variaciones del contexto internacional. Esto hace imprescindible que las reglas que rigen la nación se pongan a […]

El país cambia, forzosa e indeteniblemente, quizás no todo lo que quisiéramos ni a la velocidad que ansiamos, pero cambia. Se transforma debido a la dinámica de lo nuevo que se abre camino desde dentro y por las variaciones del contexto internacional.

Esto hace imprescindible que las reglas que rigen la nación se pongan a tono con tales perspectivas.

Por eso es bienvenida la concepción de una constitución que asuma, regule y refrende tales cambios. Es muy bueno que se haga tanto énfasis en el estudio del nuevo proyecto y se anime a la participación de los ciudadanos en su debate.

Incluso algo inusitado se da en esta ocasión: la posibilidad de que los cubanos que están radicados en el exterior, nuestros conciudadanos, puedan tomar parte en esta reflexión. Es lo apropiado en cualquier proceso civil.

Como todo ciudadano consciente pues cumpliré mi parte en el análisis. De hecho ya lo estoy haciendo.

El nuevo proyecto de Carta Magna (nombre que viene de la primera que se instituyó en Inglaterra en el siglo XIII) cuenta con numerosos artículos que le confieren una disposición beneficiosa. Entre otros, los referidos a la variedad de formas de propiedad (artículo 21) que incluyen la privada; la igualdad de los ciudadanos ante la ley, sin distinción de raza, sexo o credo (no. 40); la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre (no. 45, ); la garantía a la seguridad jurídica (no. 48), donde el individuo se presume inocente hasta tanto no haya sido declarado contrariamente por un proceso legal; la posibilidad de apelar al habeas corpus (no. 50) para garantizar el debido procesamiento de la persona, el reconocimiento a la libertad de pensamiento y expresión (no. 59); la prohibición del trabajo infantil (no.77), por solo mencionar algunos.

No obstante sus contenidos positivos hay algunos aspectos que me preocupan.

Hay una contradicción evidente al declarar el socialismo como irrevocable. Nada es irrevocable en la vida, ni ella misma. Esto no es solo inadecuado teóricamente sino antidialéctico pues nos condena a no poder desarrollar un sistema que supere lo conocido hasta ahora como socialismo. Es necesario que esto se piense mejor.

Necesitamos una Constitución que promueva la justicia, el bienestar, la equidad sin discriminación, sin casarse con estructuras sociopolíticas que no han demostrado eficacia vital. Es la vida la que debe dictar las estructuras que seguiremos para garantizar el bienestar y el desarrollo, no a la inversa, que estructuras preconcebidas, a contrapelo de lo que grita la existencia real, dicten cómo hemos de vivir.

Como ha dicho el profesor e investigador Juan M. Ferrás Oliva en su libro Cuba año 2025 (Editorial Casa de Las Américas, 2015) sobre los cambios que necesita el país: «El nuevo desideratum implica mantener la soberanía nacional, fijar al ser humano como centro de los objetivos económicos y sociales; superar el subdesarrollo y evitar el reparto equitativo de la pobreza; observar respeto a la naturaleza y obtener estos logros de forma democrática. Se dice fácil. Hállese el modelo o modo adecuado y bautícese después.»

En fin que lo importante es encontrar el modelo acorde con la forma en que queremos vivir que nos pueda sacar adelante, un sistema que garantice a todos libertad, justicia, dignidad, prosperidad, posibilidades de desarrollo de las potencialidades individuales y solidaridad, que sí son esencias perdurables y necesarias y no sujetarnos a un término de resonancias grandiosas a que cierta continuidad persistente nos aboca.

Una constitución no es la plataforma de un partido político sino la ley que rige los destinos de toda una nación con su diversidad de formas de ser y pensar. Por eso es inadecuado lo planteado en el artículo 5 sobre el papel del Partido. La «fuerza dirigente superior de la sociedad» no puede ser una organización selectiva y que agrupa a un número bastante limitado de sus ciudadanos. Pienso que este artículo debe eliminarse y sustituirse por el artículo numero 10: «En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo…», añadiéndosele que todas las demás instituciones políticas y sociales deben responder a sus intereses y dar cuenta ante el pueblo.

Por otra parte, si aspiramos a conceder el mayor respeto a la diversidad, como lo refrenda el artículo 40, ¿por qué excluir la diversidad ideológica siempre que no vaya en detrimento de las conquistas esenciales de todo el pueblo? Se puede tener cualquier credo religioso, se puede descender de cualquier «raza», se puede tener cualquier elección sexual, sin embargo todos tienen que poseer una misma ideología. Es contraproducente además de irreal.

La Constitución como una buena madre, debe cubrir para su mejor desempeño, sin perjuicios, a todos los que integran la nación, piensen de un modo o de otro. Lo que debe velarse es el respeto a la verdad y el criterio fundamentado y de buena voluntad. Esa es la difícil contradicción que gravita sobre este proyecto pues le confiere un carácter más partidista que cívico.

Otro aspecto problemático es que se asume la propiedad estatal como la propiedad socialista. Ya se ha hablado de esto. El propio Marx concebía al socialismo como una sociedad de «productores libremente asociados», de modo que las cooperativas son más socialistas que la propiedad estatal que ha probado ser en muchos casos ineficiente, pues promueve la burocracia.

Igualmente, Lenin consideraba que para entrar en el socialismo se necesitaba un estado agonizante pues, se suponía que el socialismo era solo una etapa de tránsito hacia la desaparición del estado en el comunismo. De ahí que, al reforzar el carácter estatal de la propiedad y la acción económico-social, nos alejamos del verdadero socialismo.

Así mismo, al considerar la propiedad estatal como representativa de «todo el pueblo» se concibe la planificación socialista (artículo 27) como el «elemento central del sistema de dirección del desarrollo económico y social». Es necesario advertir que, hasta este momento, tal sistema no ha funcionado.

Cada año se incumplen los planes y la deuda interna del estado crece, para no decir que la vida cotidiana se hace día a día más ardua y aspectos que habían sido fundamentales de nuestros logros, como la educación, la salud y el deporte, están muy debilitados y carentes.

Además tal sistema solo genera una enorme burocracia centralizada que solo trae limitaciones al emprendimiento de los individuos, las cooperativas, las empresas y los inversionistas extranjeros, así como una notable corrupción y cuantiosas prebendas.

Por eso debe revisarse el mismo para definirlo mejor, aligerarlo, descentralizarlo y estructurar un sistema más realista, dinámico y eficaz. La empresa estatal debe descentralizarse, tener mayor autonomía y, en aquellos espacios donde no puede dar respuestas a las necesidades vitales de la población dar lugar a otras formas de propiedad social como las cooperativas, siempre en busca de la prosperidad de los ciudadanos.

Por otro lado, el sistema electoral planteado deja al ciudadano con una única opción de elección: la de elegir a los delegados de la circunscripción. Estos se integran luego en asamblea municipal, provincial y nacional. Allí las comisiones de candidaturas les presentan a aquellos que según la dirección política tienen las condiciones para dirigir la asamblea en cada caso.

Explícitamente se dice que los dirigentes de las asambleas municipales, provinciales y nacional serán elegidos por sus respectivas asambleas, sin embargo en cada caso el presidente es propuesto por la instancia superior. Esto es absolutamente restrictivo de la verdadera democracia participativa. Opino al igual que muchos de mis conciudadanos que todos los cargos (municipales, provinciales y nacionales) deben ser votados por el conjunto de los ciudadanos desde la base. Entonces sí estaremos eligiendo democrática y participativamente.

Ojalá que todos los ciudadanos participen activa y críticamente en la discusión de este trascendental documento que regirá nuestros destinos en el porvenir.

Ojalá que no nos perdamos en insignificancias, ni en reyertas de protagonismos vanos, sino que nos concentremos en lo que decididamente será imprescindible para conseguir una sociedad más justa, libre y beneficiosa. Ojalá que tengamos la cordura y la sensibilidad para llegar a consensos provechosos sin soberbias ni rencores. Ojalá que el espíritu renovador y democrático inspire lo fundamental de este proyecto para que no quede en letra muerta sino que se convierta en práctica palpable cotidiana e inviolablemente. ¡Amen!

Manuel García Verdecia. Docente, traductor, editor y escritor cubano (Marcané, Holguín, 1953). Es licenciado en lengua inglesa, graduado de lengua francesa y máster en cultura cubana. Ha publicado la novela El día de La Cruz (Editorial Oriente, 2008); los libros de cuentos Travesías (Ediciones Holguín, 2004) y Música de viento (Editorial Oriente, 2005); los libros de ensayo La consagración de los contextos (Ediciones Holguín, 1986) y La mágica palabra (Ediciones Ámbito, 1991), y los poemarios Incertidumbre de la lluvia (Ediciones Holguín, 1993), Hebras (Editorial Lunarena, 2000), Meditación de Odiseo a su regreso (2001), Saga de Odiseo (Editorial Unión, 2006), Camino a Mandalay (Ediciones Holguín, 2008) y Hombre de la honda y de la piedra (Editorial Unión, 2009). Ha obtenido el Premio Nacional de Edición (2002), el Premio Nacional de Novela José Soler Puig (2007), el Premio Nacional de Poesía Julián del Casal (2007) y el Premio Nacional de Poesía La Gaceta de Cuba (2008), así como una mención en poesía en el Premio Casa de las Américas (2010), entre otros galardones.

Fuente: https://jcguanche.wordpress.com/2018/10/12/manuel-garcia-verdecia-sobre-el-nuevo-proyecto-constitucional/#more-1959