Es cierto que la llegada de Hamas al poder ha supuesto un cambio en el panorama internacional, obligando a los protagonistas a redefinirse, reubicarse, sacando la cuestión palestina de la via muerta en la que se encontraba y por la que inequívocamente iba hacia al abismo más desolador. Pero no es menos cierto que la […]
Es cierto que la llegada de Hamas al poder ha supuesto un cambio en el panorama internacional, obligando a los protagonistas a redefinirse, reubicarse, sacando la cuestión palestina de la via muerta en la que se encontraba y por la que inequívocamente iba hacia al abismo más desolador.
Pero no es menos cierto que la victoria de Hamas, siendo el resultado de un proceso democrático formal, no lo es, real.
Y esto es tan fácil de defender, como sencillamente entender que bajo una ocupación militar, en un contexto de hostigamiento social permanente, en unas circunstancias de represión brutal como la que ejerce Israel sobre el pueblo palestino, éste no puede ejercer un voto libre y realmente democrático. Hay demasiadas variables en juego y demasiadas variables fundamentales, no aleatorias, y totalmente condicionantes.
Además, no deberíamos olvidar que en las elecciones palestinas solo se permite el voto a un aproximadamente 10% de la población palestina total, lo que en absoluto es representativo del conjunto de la población. Llegados a este punto podríamos preguntarnos: «Que hubiera votado el pueblo palestino de la diáspora?»
A continuación explicaré por qué no siento alegría, aunque por supuesto sí respeto, por la victoria de Hamas en las recientes elecciones legislativas palestinas.
Y obviamente no pienso sentar cátedra , ni estar en posesión de la verdad, solo son ideas, solo es «mi verdad» fruto de estudios, debates y reflexiones.
Desde mi primer viaje a Palestina allá por junio de 2002 he podido percibir sobre el terreno un cambio, no precisamente sutil, de transformación social.
Es un cambio llamativo, un cambio que afecta, de entrada, a la estética, al entorno, a todo aquello con lo que se topa tu mirada cuando llegas a los territorios ocupados en el 67.
Un cambio que percibes con los ojos, que pasa a través de tu retina, que interpretas en el córtex y que sientes en el corazón.
Un cambio que no sólo se queda en la superficie, un cambio que se siente en las costumbres, en las actitudes, en la manera de pensar.
Un cambio que de alguna manera ha quedado reflejado en el resultado de todos los procesos electorales (excepto las presidenciales) desde que se llevaron a cabo en Diciembre de 2004 las primeras elecciones municipales.
La sociedad palestina está sufriendo un proceso de islamización, está virando hacia un modelo de sociedad confesional, cuando historicamente la sociedad palestina y el mundo árabe por extensión han sido sociedades eminentemente integradoras, participativas, plurales, multiconfesionales y multiétnicas.
Y este viraje no es casual, es fruto de la mezcla de una serie de variables condicionantes.
Por un lado y como causa primera, tendríamos las terribles estrategias que el sionismo ha aplicado en toda Palestina desde principios del siglo XX.
Como momento culmen de este proceso colonizador: la creación del estado de Israel en 1948 como estado étnico basado en un precepto racista y justificado por un ideario mesiánico-nacionalista.
La comunidad internacional, especialmente Europa, sintiéndose culpable por el holocausto nazi no tiene mejor idea que solucionar una injusticia produciendo otra de igual calibre: presentar en 1947 el plan de partición de la Palestina histórica cediendo ante el chantaje emocional sionista.
El sionismo, auspiciado en un primer momento por el derecho público internacional, al que posteriormente irá ignorando y ninguneando, empezará a cumplir año tras año el verdadero objetivo del sionismo: la limpieza étnica del pueblo palestino y la conversión de Israel en guardian de la región y garante del imperialismo en el mundo árabe.
Porque no debemos olvidar que la principal razón de la creación del estado de Israel responde a la lógica imperialista de colonización y de control de los inmensos recursos naturales, energéticos, es decir, económicos y geoestratégicos de toda la región, como ya lo defendía Theodor Herlz, padre del sionismo, ante los diferentes gobiernos europeos de la primera mitad del s. XX.
Desde la creación del estado de Israel las estrategias sionistas han ido encaminadas a la expulsión y/o eliminación de la población autóctona palestina. Para ello han recurrido a confiscaciones masivas de terrenos, demoliciones de casas, destrucción de cultivos, construcción de colonias en los territorios ocupados, encarcelamiento de la población como castigo colectivo, restricción y anulación de la libertad de movimiento,….. Es decir, han llevado a cabo una política de asfixia física, política, económica y social sobre la población palestina.
Por otro lado nos encontramos con que la Autoridad Palestina creada en 1994 y el electo Consejo Legislativo Palestino de 1996 con Arafat como presidente, no han hecho desde su creación otra cosa que destinar gran parte del dinero de la cooperación internacional a crear una ingente cantidad de cuerpos de seguridad y unas estructuras administrativas poco funcionales, totalmente burocratizadas y en donde la corrupción aumenta a pasos agigantados.
Asímismo la política palestina de los últimos años se ha caracterizado por una claudicación constante ante todas las peticiones israelo-norteamericanas, siendo la más llamativa e inaceptable la aceptación, como una de sus prioridades, de controlar, cuando no combatir, la resistencia armada y legítima de su propio pueblo.
Con todo ello la AP ha creado un profundo y creciente malestar en el seno de la sociedad palestina, incluso en el interior de su propio partido: Al Fatah.
Y en el tercer lado del triangulo encontramos una organización fundada a finales de los años ochenta, sin raíces en la sociedad palestina, cuyos miembros provienen de una entidad caritativa reconocida por Israel en 1978 con el objetivo de debilitar a la OLP, denominada Mujama y liderada por el jeque Ahmed Yassin.
A su vez los miembros de esta entidad caritativa son los herederos de la doctrina de los Hermanos Musulmanes de Egipto, cuyo objetivo al asentarse en Palestina a mediados del siglo XX era y sigue siendo el de islamizar a la sociedad palestina transformando su carácter laico y plural. Si bien es cierto que van confiriendo al movimiento un carácter nacionalista que no tenía en su inicio.
Esta organización es Hamas, acrónimo de «movimiento de resistencia islámico» y que al mismo tiempo, como vocablo, significa «ardor», «entusiasmo».
Hamas en los años 90 recibe el descomunal apoyo financiero de las principales familias petroleras del golfo quienes desvían hacia esta organización el dinero que hasta entonces destinaban a la OLP, como castigo a Arafat tras su viaje a Iraq y su demostración pública de apoyo al régimen de Sadam Hussein durante la primera guerra del golfo.
Hamas aprovecha esta ingente cantidad de dinero para aumentar y mejorar sus infraestructuras escolares, sanitarias, caritativas, creando una red paralela a la estatal, que casi siempre resulta más eficiente y esta mejor gestionada.
Asímismo, a principios de los 90, crean las brigadas de Ezzedeen EL Qassam, brazo armado que realiza numerosos actos de resistencia y a los que la población en general considera sus «verdaderos defensores».
Por todo ello Hamas se va convirtiendo en una referencia para la sociedad palestina. Una referencia de la resistencia y una referencia por su capacidad para gestionar asuntos de estado de forma eficiente y transparente.
Si unimos los tres lados del triángulo:1- La terrible y desesperada situación socioeconómica que atraviesa el pueblo palestino. 2-El descontento con un gobierno perteneciente a la OLP que se ha caracterizado por su mala praxis política y por el que el pueblo se siente traicionado y abandonado. 3- Los recursos y la política de Hamas de generosa caridad para con el pueblo y de mantenimiento de unas posiciones políticas firmes frente al enemigo y coherentes con las aspiraciones de su pueblo. El resultado es contundente: Victoria de Hamas.
A pesar de todas estas variables y sumando la totalidad de los votos, comprobamos que los votos totales pertenecientes a las formaciones laicas, presentadas de forma atomizada en múltiples listas, es superior al número total de votos otorgados a los partidos islámicos.
Sin embargo esto no detiene o cambia la inercia que he podido percibir en Palestina en los últimos años.
Y es cierto que los representantes y miembros de Hamas no son esos monstruos que intentan vendernos los medios occidentales, ni esos «terroristas» desalmados. Son gente común, algunos con alta cualificación profesional, otros trabajadores humildes, gente sencilla y gente poderosa. Pero no es menos cierto que son, en última instancia, una fuerza reaccionaria, un colectivo con un programa social que se traduce en perdidas de derechos para las mujeres, en recorte de libertades, en segregación por sexos, en un nacionalismo excluyente y no integrador.
Creo que al analizar la situación de un país deberíamos hacer más hincapié en el contexto en el que tiene lugar, quiero decir, que a veces enfocamos tanto un problema concreto que olvidamos que tiene lugar en un marco global.
Y es precisamente eso lo que me resulta realmente peligroso.
Creo que la situación que se esta viviendo actualmente en Palestina no es puntual, ni aislada , ni casual, es una situación que en última instancia creo que es la perseguida por Israel, la perseguida por el sionismo, la estrategia final del imperialismo: destruir el mundo árabe, históricamente, plural e integrador, convirtiéndolo en una zona desmembrada cuyo nexo de unión sea el islamismo y en el que hayan desaparecido todo atisbo de laicismo, progresismo y, por supuesto, socialismo. Puesto que la política económica de los gobiernos islámicos es marcadamente neoliberal.
Una unificación y transformación de una región árabe, en donde, por ejemplo, antes que iraquí, se será chií o suní, en donde antes que palestino o árabe se será musulman. Unas sociedades uniformizadas por confesiones y por ende más fáciles de confrontar.
Y en este contexto, el objetivo para Palestina del imperialismo, representado en la zona por Israel, no puede ser otro que la conversión del futuro estado palestino en un estado confesional. Un estado confesional, musulman, con el que poder relacionarse desde otro estado confesional, el judio.
Terminando así con las aspiraciones de muchas y muchos palestinos musulmanes, cristianos, judios y ateos, de crear un estado democrático y plural en todo el territorio de la Palestina histórica, en donde puedan convivir personas de todo credo y color, conformando una sociedad heterogénea y equiparada en igualdad de derechos.
La lógica imperialista no puede tolerar ni siquiera la existencia de esta idea.
El fundamentalismo judeocristiano del imperialismo actual necesita enfrente al fundamentalismo musulman, por lo que debe destruir toda forma alternativa de relacion social que pueda hacer tambalear sus podridos y nauseabundos cimientos.
No pretendo ser más palestina que los propios palestinos y por lo tanto no es mi intención elegir cual debe ser la forma en que deben vivir, serán ellos y ellas quienes deban decidirlo. Creo en la libre autodeterminación de los pueblos, en su plena soberania y en su capacidad para decidir como desean vivir.
Pero como internacionalista sí considero que puedo y debo expresar mi apoyo a aquéllos y aquéllas que luchan, no sólo por un proyecto nacional sino por un determinado proyecto nacional, un proyecto basado en la igualdad de derechos para todos y todas, un proyecto basado en la justicia social, un proyecto basado en la libertad, un proyecto realmente democrático.
Aún y todo, creo firmemente que debemos seguir apoyando la legítima causa palestina y seguir acusando, sin dudas ni miramientos, al sionismo como la fuerza ofensiva causante de tanta injusticia y sufrimiento, que persigue la consolidación del Estado de Israel como principal fuerza hegemónica en la región.
Sin olvidar que para ello necesita ocultar, destruir o minimizar los referentes de arabidad en la zona por medio de un plan estratégico que homogeneice sus sociedades, transformando sus estructuras identitarias socioeconómicas y culturales acercándolas al patrón del mundo neoliberal globalizado.