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Sobre la desafectación de los llamados intelectuales con la revolución cubana

Fuentes: Cádiz Rebelde

Se suele creer que el actual desapego de la mayoría de los intelectuales para con la revolución cubana, se debe a un análisis profundo de la vida social y política de Cuba. Esto es, a la ponderación de la distancia que existe entre la utopía que alzaron los barbudos rebeldes en 1959, y la situación […]

Se suele creer que el actual desapego de la mayoría de los intelectuales para con la revolución cubana, se debe a un análisis profundo de la vida social y política de Cuba. Esto es, a la ponderación de la distancia que existe entre la utopía que alzaron los barbudos rebeldes en 1959, y la situación actual en la isla, al convencimiento de que sin el derecho a votar a la derecha cada cuatro años no vale la pena nada; a la creencia de que sin una elección libre de emisora de radio, de televisión o de periódico, todo queda en solfa; a la certeza de que las jineteras han tomado las calles cubanas; a la claridad de que Fidel hace tiempo que debía haber dejado el poder, porque los años no perdonan; a la constatación de que los pares intelectuales cubanos, críticos con el socialismo, van a prisión; a la falta de libertad y de democracia; a la omnipresencia del Partido Comunista Cubano en la vida cotidiana; a la indignación por los fusilamientos de hace unos años; a los beneficios ostentosos por ser dirigente; a…

Pero estas coincidencias, tan primarias y repetidas mil veces, con la derecha cavernícola que opera en Miami y otros lugares, tiene una antitesis (en el caso de que todo lo anterior tenga la validez de tesis), que ni siquiera pasa por la defensa militante de los logros de la revolución cubana, que por si fuera necesario, es plasmada y contrastada por la realidad: la educación, la salud, el campo científico, el deporte, la cultura…, en general poca cosa, para la mayoría de nuestros intelectuales, que no admiten el argumento de poner sobre el tapete para comparar, aún con el bloqueo por medio, la realidad cubana con cualquier país del Tercer Mundo.

No merece la pena gastarse en argumentos que no van a convencerlos, porque en general, no es que los llamados intelectuales exijan a Cuba y a su gobierno cosas que no exigen a otros gobiernos, ni siquiera al suyo, sino que han perdido, han necesitado perder, para seguir comiendo de la cultura, del Estado, y de los poderes empresariales que manejan el asunto, todo rasgo de izquierdismo, con la desvergüenza acentuada de hacerlo en nombre del progreso, de la modernidad, y hasta del socialismo, de los que dicen hacer gala y referente, para no tener la necesidad de practicarlo. La mayoría de nuestros intelectuales han decidido criticar a Cuba, silenciar sus logros, acallar su vida creativa, obviar la situación de auténtico dique al neoliberalismo, dar voz a la solidaridad de más de 20.000 médicos en países como Venezuela, entender que la izquierda esta presente y muy lúcida y creativa en Cuba pese a bloqueos y soledades, firmar cuanto texto le pongan por delante fascistas de nuevo y viejo cuño… Pero es importante saber que ni siquiera lo hacen por compromiso y convicción, lo que sería al menos loable, lo hacen -sencillamente- para salvarse ellos, para prostituirse, para vender su dignidad y comprar con ese rédito, el derecho a escribir un artículo bien remunerado en nuestra prensa libre, a hacer una película en nuestro muy crítico cine nacional, a editar un libro cargado de agradecimiento al sistema capitalista, que venderá 2.000 ejemplares y los reafirmará en la fama, libro que a seguro será presentado en una magnífica fiesta (que no falte de ná) donde se dará cita toda la gauche divine, a ser entrevistado con mucho glamour en algunos de los canales de televisión del régimen, donde nos dirán entre sonrisas cuán progresista es su modus vivendi, y entre gestos adustos, cuánto luchó contra el régimen anterior.

Es evidente que Cuba no es un paraíso, pero cobrar por decirlo y oponer al socialismo creativo -hijo de la supervivencia- que vive la isla los regímenes imperialistas cargados de injusticias disfrazados de democracia que padecemos, es demasiada desfachatez, aunque lo camuflen de socialdemocracia moderna y de buen talante.