En los últimos 30 años los movimientos sociales han sedimentado un espacio ideológico difuso. Esta ‘base social’ no ha generado una representación política propia, integradora de su diversidad, con presencia electoral. IU, pese a la existencia de otras propuestas electorales, sigue reclamando la representación de toda la izquierda, incluida la ‘social’ y la ecologista.
A principios de octubre vio la luz en Público un artículo en el que intenté analizar críticamente el proceso de ‘refundación’ de IU. En ese texto subrayaba que a mi entender hay tres motivos de peso que explican por qué los movimientos alternativos se sienten poco atraídos por el proceso en cuestión: el carácter fundamentalmente socialdemócrata del programa de IU, la incapacidad de ésta para afrontar seriamente la crisis ecológica y, en fin, la clara apuesta parlamentario-institucional de la coalición en detrimento de un trabajo de movilización desde la base. El artículo mencionado suscitó muchos comentarios en los que se hicieron valer aportaciones muy respetables, tanto de militantes de IU como de gentes alejadas de ésta. Como quiera que era imposible terciar en todas esas disputas, me permito anotar aquí algunas observaciones de carácter general.
1. Sólo una cosa me ha molestado en las opiniones vertidas en la red: la actitud de rechazo de cualquier tipo de crítica a IU que muestran algunos militantes -con certeza una escueta minoría- de la coalición. En algún caso, patético, van más allá, y atribuyen las críticas recibidas a alguna conspiración urdida por poderes fácticos. Más allá de lo anterior, en un buen puñado de foros se hace valer un llamativo argumento que fortalece, no sin paradoja, mi tesis principal: el de que, las cosas como están, si IU asumiese un programa francamente anticapitalista, como el que preconizo, tendría apoyos aún menores de los que disfruta hoy. Esa percepción ilustra por igual la condición de derrotados de los que la enuncian y su significativo olvido de que argumentos de ese cariz han sido empleados de siempre desde el PSOE para subrayar la condición nada realista del proyecto de IU. Que una parte de esta última repita ahora la misma monserga es, como poco, sorprendente.
2. Hay quien señala que me equivoco cuando afirmo que el programa presente de IU es, en los hechos, socialdemócrata y a poco más aspira que a restaurar un maltrecho Estado del Bienestar. Invito a leer con detalle los textos programáticos de la coalición y a escuchar las declaraciones de sus dirigentes. Las proferidas al calor de la huelga general son al respecto singularmente ilustrativas y no dejan margen para la duda: si se comparan las razones aducidas por IU para acudir a la huelga con las formuladas -son ejemplos entre otros- por CGT, CNT y Solidaridad Obrera se apreciará fácilmente la diferencia. Tengo la certeza, eso sí, de que muchos militantes de IU darían por buenas las razones aducidas por esas tres fuerzas sindicales y aceptarían sin quebranto que las propuestas por IU arrastran una manifiesta cortedad de miras.
3. También hay compañeros que consideran que me equivoco cuando afirmo que IU no toma en serio la crisis ecológica. Bastará de nuevo con echar una ojeada a los textos programáticos y, en singular, a aquel que recogía, meses atrás, un centenar de medidas contra la crisis: el designio de hacer frente a la dimensión ecológica de ésta apenas se revela en esas medidas. Me temo que a menudo hablamos de cosas diferentes: aunque una parte de la militancia de IU se haya percatado de forma espontánea de lo que acarrea la provocadora propuesta del decrecimiento -poco importa el nombre que le demos-, la dirección de la coalición sigue viviendo en el mundo del ‘crecimiento sostenible’ o, lo que es lo mismo, sigue otorgando un relieve meramente cosmético y retórico a las medidas que deben dar réplica a la crisis ecológica.
4. Hay quien señala que hubiera sido saludable que sopesase lo que ocurre dentro del PCE. No sin antes subrayar que parto de la certeza de que la abrumadora mayoría de los militantes de éste es gente respetable -de lo contrario ya habrían buscado otros horizontes en el regazo del Partido Socialista-, debo señalar que si muchos de ellos simpatizan en un grado u otro con mi texto, arrastran numerosos recelos con respecto a una organización, IU, que perciben como un freno para que el PCE busque horizontes menos tibios. Otros prefieren -creo- cerrar los ojos ante lo que ocurre al calor de un proceso de refundación truncado.
5. Muchas de las miserias que pretendo sacar a la luz tienen su mejor reflejo en la decisión, que afecta por igual a las cúpulas de IU y del PCE, de apuntalar una relación privilegiada con los sindicatos mayoritarios. Entiendo que es un error estratégico que hace que se disparen las alarmas en lo que atañe al proceso de refundación de la primera. Coloca a IU del lado de dos instancias, CC OO y UGT, que son pilares decisivos del sistema que padecemos y que alientan fórmulas de cariz obscenamente socialdemócrata -eso en el mejor de los casos- al tiempo que prefieren ignorar el relieve de la crisis ecológica. Nada retrata mejor la condición de esos sindicatos que su negativa a proseguir en serio, tras el 29-S, en la tarea de la contestación.
6. Parece haber escocido mi sospecha de que IU no tiene demasiado interés en acercarse a quienes están a su izquierda, empeñada como se halla en atraer el voto socialista. Si unos piensan que mi sospecha es mera invención -harían bien en escuchar las declaraciones de muchos dirigentes de la coalición-, otros estiman que ese ejercicio de seducción dirigido a los votantes del PSOE no es incompatible con el acercamiento a los movimientos sociales críticos. Creo firmemente que no es así, habida cuenta de cuáles son las secuelas programáticas de la poderosísima tentación a la que IU está sucumbiendo y habida cuenta, en paralelo, de cuál de esos dos polos de atracción es más interesante para una coalición obsesionada por el juego electoral.
7. Aunque asuma con cautelas que no son incompatibles la acción parlamentaria y la movilización desde la base, creo que, aquí también, las dificultades de casar una y otra son insorteables, hasta el punto de que separan dos actitudes distintas entre la militancia de IU. Como quiera que muchos de los integrantes de esta última que históricamente se han inclinado por el trabajo lejos de las instituciones han ido abandonando la coalición, en la mayoría de los lugares no es IU -reducida entonces casi siempre a una vanguardia autoproclamada- la que protagoniza las luchas reales.
8. IU ha dado en los dos últimos años un giro de 360 grados que la ha hecho quedarse en el mismo sitio en que estaba, circunstancia moderadamente disimulada de resultas de una confrontación con el PSOE que, por un lado, era inevitable habida cuenta de la deriva reciente de este último, y, por el otro, no se ha traducido hasta ahora, sorprendentemente, en la cancelación de los pactos de gobierno con aquél.
No se trata -entiéndase bien- de una conducta aviesa del lado de la coalición, y ello por mucho que sea legítimo afirmar que en los hechos lo único relevante que se ha registrado en ese período ha sido un recambio en el grupo de presión dirigente. Creo que, como explicación de lo ocurrido, tiene mayor relieve el peso de la biología de una organización en la que liberados y funcionarios determinan francas restricciones de movimiento en un escenario de falta de confianza y, claro, de francas rémoras ideológicas.
Carlos Taibo es profesor de ciencias políticas, ensayista y analista internacional
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Sobre-la-refundacio-n-de-IU.html