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[Crónicas sabatinas] ¡Nadie que (realmente) respete la obra y compromiso de Antonio Machado debería instrumentalizarle!

Sobre los catalanismos (matices a las reflexiones de Ricardo Dudda)

Fuentes: Rebelión

¿Y a usted cuándo le gustaría que fuese [las elecciones], antes o después del verano?Cuando crea que es mejor para el país, nunca he tomado una decisión siendo presidente con motivos partidistas, siempre he intentado ver qué puede ser mejor para el país. Veremos entonces, cuando se aprueben los presupuestos, cuál puede ser en mi opinión ese mejor momento para el país.

Quin Torra (2020)

En el caso de Catalunya se ha hablado de nación, pero ese concepto no sirve. (…) el sentido de las palabras cambia incluso en cada década. El historiador lucha para que no se proyecten conceptos de una época en otra.

Henry Kamen (2020)

En este encaje de bolillos independentista ha entrado esta semana en juego Artur Mas con la presentación de su libro Cabeza fría, corazón caliente. La irrupción tiene diversas interpretaciones. La más prosaica es que se le ha acabado la pensión como presidente de la Generalitat que tenía concedida por cinco años, los mismos que fue presidente. Ese 80% del sueldo de presidente, aseguran fuentes de Junts, será del 60% a partir de los 65 años, en 2021, pero durante los próximos meses se hallaba sin pensión y su libro le ofrece un generoso anticipo editorial. “Mas corre el riesgo de quedarse en terreno de nadie”, dicen fuentes del PDeCAT. El expresident asegura que no será el líder de un independentismo posconvergente dividido. Pero lo cierto es que en Waterloo desconfían de él. En el otro lado, los disidentes de la formación soberanista ven a Mas como el “pariente ya mayor que se instala en tu casa: molesta pero no sabes cómo decirle que no lo esperabas”. Este sector, del que forma parte Marta Pascal —que esta misma semana ha dejado su acta de senadora de Junts—, tomará relevancia pública el próximo 7 de marzo, fecha en que uno de sus portavoces asegura que “saldrán del armario”.

Francesc Valls (2020)

Para la versión ampliada: http://slopezarnal.com/sobre-los-catalanismos-matices-a-las-reflexiones-de-ricardo-dudda/#more-963

Dos recomendaciones: 1. Albert Soler, “Parla en Machado”. https://www.diaridegirona.cat/opinio/2020/03/03/parla-machado/1032324.html. 2. Martínez Soler, Gabriel Jackson, generoso; la España oficial, tacaña”. http://martinezsoler.com/2020/03/gabriel-jackson-generoso-la-espana-oficial-tacana/

De las citas: conviene no olvidar la reflexión de Henry Kamen. Torra usa tres veces la expresión “para el país” en apenas tres líneas.

Para no confundir deseos y realidades. Del nacionalismo realmente existente, del “baño de masas del expresidente Carles Puigdemont” y afines el sábado 29 de febrer,o en el acto político convocado en Perpignan por el Consell per la República:

1. Carles Puigdemont: «Ganamos el referéndum porque lo organizamos juntos. Las victorias futuras solo pueden llegar si nos organizamos territorialmente. Es hora de organizar la lucha definitivael objetivo de la república catalana es un anhelo mayoritario dentro de la sociedad y por eso no nos dejan votar. La república es la única garantía de que se pueda poner fin a un régimen monárquico, heredero del franquismo. Un régimen injusto que tiene alergia a la catalanidad»

2. Clara Ponsatí: “No os dejéis engañar por fotografías de mesas de diálogo que solo sirven para que gane tiempo Pedro Sánchez… Mientras haya independentistas habrá represión, exilio y represión. La historia de Cataluña no se repite por casualidad. En el Estado español nunca tendremos sitio si antes no dejamos de ser catalanes... [a los jóvenes que van a ganar la batalla de Urquinaona:] Estamos orgullosos de vosotros y os necesitamos más que nunca

3. Toni Comín: «Necesitamos crear unas condiciones para que la confrontación con el Estado salga bien… Tenemos que asumir el precio de nuestra libertad»

4. El alcalde de Perpignan, Jean-Marc Pujol: «la Cataluña norte, cuando mire a la del sur, la pueda encontrar aumentada con creces».

5. Quim Torra: “un reencuentro entre las dos Cataluñas, separadas por una línea, pero se ha visto que el Pirineo no separa nada, lo une todo: dos tierras catalanas, hermanadas y solidarias«.

6. Elisenda Paluzie (ANC): [es un acto] «para celebrar una victoria… Son necesarios espacios así para ue el independentismo recargue baterías, pero esperamos que esa energía se lleve al empoderamiento ciudadano que necesitamos»,

7. Marcel Mauri (OC): «No hay justicia en el Estado español».

Nuestra tema: las reflexiones de Dudda y matices anexos.

Ricardo Dudda, joven periodista conocido por sus análisis en Letras Libres, es autor de La verdad de la tribu. La corrección política y sus enemigos. Entrevistado por Manel Manchón para Crónica global (https://cronicaglobal.elespanol.com/pensamiento/conversaciones-sobre-cataluna/ricardo-dudda-catalanismo-ciego-pluralidad-identitaria_323064_102.html), sobre el catalanismo con hipótesis y afirmaciones del siguiente tenor.

Para Dudda hay un intento loable de “desinflamar” y desvincular el nacionalismo catalán del independentismo. Pero hay también un olvido intencionado de lo que ocurrió en otoño de 2017. El catalanismo político quiere hacer como si el procés no hubiera ocurrido. “Defiende volver a hablar de competencias, de federalismo, de reparto de poder territorial”. Eso está bien, es mejor que hablar de unilateralidad. Pero el procés ha ocurrido y uno de sus principales efectos es que ha despertado a un electorado que Dudda considera “explícitamente anticatalanista”, un electorado que mantiene una identidad híbrida catalana-española, “pero que ya no compra el relato del consenso catalanista”. El relato del catalanismo pactista, de los consensos y el pragmatismo, es en cierto modo, en opinión de Dudda, como el del liberalismo triunfalista post-1989: vendía unos consensos que realmente no eran tales. Para él, el catalanismo “sigue ciego ante la pluralidad identitaria y de preferencias de los catalanes.”

Para el joven periodista, el catalanismo es un nacionalismo moderado, un nacionalismo que ha promovido, con más sutileza que el independentismo, “un relato del agravio, ha vendido consensos que no lo son” (su ejemplo: el de la inmersión lingüística) y ha promovido un federalismo asimétrico e insolidario en base “a unos supuestos derechos territoriales”.

Durante años, para Dudda, el catalanismo ha sido el soporte intelectual del independentismo y corre el riesgo de seguir siéndolo. Desde su punto de vista, los mitos fundacionales contemporáneos del procés -”desde el Estatut al pacto fiscal de Mas en 2012”- han sido construidos propiamente por el catalanismo, no por el independentismo separatista.

Lo que ha conseguido el independentismo con el procés es desnudar al catalanismo. Para Dudda, el catalanismo y el independentismo comparten los mismos marcos mentales. Buena parte del catalanismo actual piensa que el gran problema del independentismo y el procés fueron sus “prisas”, su “ingenuidad”, su mala estrategia, su ceguera ante lo que implica enfrentarse al Estado. Pero, en cambio, remarca Dudda, no se denuncia la ilegitimidad de base del proyecto, basado, para él, en falsedades y manipulaciones, en argumentos etnolingüísticos y en la negación sistématica de la mitad de la población.

Para el joven periodista madrileño, en Ensayo de una revuelta, Marc-Alvaro intenta recuperar la dignidad del nacionalismo catalán tras el procés. “Rescata el catalanismo de principios del siglo XX, a Pujol, y promueve la tesis de que el independentismo intentó ir demasiado rápido”. Intenta promover un diálogo “pero siempre bajo sus condiciones”. La principal: una especie de amnistía general a los independentistas. Lo que pasó en 2017 es agua pasada. “Hay que poner “luces largas”, mirar hacia adelante y demás clichés completamente vacíos”. De esa manera, el mismo independentismo que fue insurreccional puede reconvertirse en catalanismo pujolista y todo arreglado. Esta es la actitud de ERC ahora. En su opinión El gobierno Sánchez la ha comprado.

Dudda sostiene que las élites nacionalistas catalanas “un día dicen que hay que derrocar al Estado fascista y al siguiente se quejan de que el Estado fascista no quiere hablar con ellos”. Ha sido una constante del procés: “se probaba la desobediencia e inmediatamente después se pedía la negociación; es un cálculo constante”. Es la clave del nacionalismo: “la mezcla de superioridad y victimismo”.

Qué es lo que a su juicio, le pregunta Manchón, no ha funcionado en el conjunto del Estado y respecto a las autonomías.

Hay peticiones desde el constitucionalismo, recuerda Dudda, de que hay que construir una idea inclusiva de España que seduzca. Él no sabe cómo se hace eso. Cuando se habla de construir un “proyecto de país” no sabe muy bien qué se quiere decir. “Quizá era algo que podríamos haber hecho en el siglo XIX. Pero hacer en el XXI lo que no pudimos hacer en el XIX es inútil”. Ve legítimo preguntarse qué Estado queremos, qué reparto territorial nos parece justo. Pero ese debate, señala, no puede hacerse entre Madrid y Barcelona.

En su opinión, los gobiernos catalanes tienen que aceptar de ahora en adelante, y especialmente después del fracaso del procés, que quizá Cataluña no es más importante que otras regiones. Desde su punto de vista, “hasta el catalanista más moderado tiene problemas cuando se le sugiere que sus demandas son quizá igual de importantes que las de otras regiones, cuando se le dice que tiene que negociar al mismo nivel que otras comunidades… ”. Si queremos federalismo, tengamos federalismo pero no un federalismo a dos velocidades. En su opinión, el catalanismo siempre ha pedido bilateralismo para sí mismo y multilateralismo para los demás.No debería ser aceptable, insiste, “que negociar con los gobiernos catalanes sea una especie de apaciguamiento para que sigan en la legalidad”. L amenaza latente: “o me das lo que quiero o vuelvo a las andadas”.

Se le pregunta a continuación por las verdades, si es que las hay, que ha encontrado en el independentismo.

Para Dudda, hay tantos mitos que es difícil sacar algo real. “Si miramos la cesión de competencias a Cataluña en las últimas décadas, su evolución ha sido constante”. No ha habido, sostiene, retrocesos centralizadores; cuando se ceden competencias, ya no se vuelven a perder. Tampoco cree que haya razones sentimentales legítimas. El apoyo a la independencia antes del Estatut era mínimo. Duda que pueda volver a esos niveles. En cualquier caso, el independentismo tampoco es una demanda inmemorial.

Tampoco hay un buen argumento económico: “hay una asociación clara entre renta y apoyo a la independencia, y entre lengua materna catalana e independencia”. Para Dudda, el problema no es lo que tiene que dar el Estado a Cataluña, es lo que tiene que dar el gobierno catalán a una parte del electorado (que no es el suyo propiamente) al que ha ninguneado durante décadas.

La “mesa de diálogo” no es comprensible, sostiene Dudda, más allá del interés de Sánchez de aprobar los presupuestos y el de ERC de superar electoralmente a JxCAT. Envía un mensaje “de desesperanza a los no independentistas, que no solo no tienen representación en la mesa sino que sus demandas posiblemente ni se contemplen.” Es obvio para él que Torra no es presidente de todos los catalanes. Durante años, la palabra “diálogo” se ha convertido en un mantra en Cataluña que no quiere decir nada. “Hay columnistas sobre la cuestión que parecen usar la misma plantilla desde hace años: “tenemos que hablar”. Pero ¿de qué?“Diálogo sin cortapisas”, pero el diálogo según los independentistas está lleno de cortapisas y limitaciones”. La más obvia: mis sentimientos no se pueden explicar, sólo se pueden aceptar.

La función de la mesa de diálogo, en su opinión, es demostrar que hay diálogo, como “si hubiera algo de lo que hablar”. La pelea por las fechas, la logística, ya demuestra, que es pura escenificación. Para Dudda, el diálogo necesario es entre catalanes, “no entre un president inhabilitado y un presidente que no sé sabe lo que piensa.”

Finalmente, en su opinión, lo que pasa cuando compites con partidos nacionalistas es que si te acercas demasiado a ellos te fagocitan, y si te alejas demasiado acabas en los márgenes e ignorado, porque son los nacionalistas los que ponen las reglas del juego. Las dos opciones son: gritar mucho desde fuera y no conseguir nada o integrarse en su juego y tampoco conseguir nada. No es muy optimista: “la victoria de Ciutadans en 2017 es muy importante pero fue porque aprovechó la grieta que se abrió tras el 1 de octubre. Fue circunstancial. Tampoco era estable. Era un voto de rabia. No me imagino algo parecido a no ser que haya otro otoño de 2017.”

Los matices:

1. Una buena parte de la explicación de Dudda encaja bien con el decir y hacer (y con los proyectos) de un sector del catalanismo-secesionista.

2. Pero, como el ser aristotélico, el catalanismo se dice muchas maneras. No hay catalanismo sino catalanismos.

3. Una parte del catalanismo ha pasado a ser a las claras lo que ya era: catalanismo secesionista.

3.1. Aunque también aquí convendría introducir matices: no todos los nacional-secesionistas piensan Cataluña como Estado de idéntico modo.

3.1.1. De hecho, muchos de ellos, organizados políticamente en le CUP (y también en ERC), piensan en un estado de los “Países catalanes”.

4. Un sector del catalanismo, también nacionalista-soberanista (que ha englobado y engloba a sectores de la izquierda llamada transformadora o radical), aspira a un Estado catalán confederado con otros estados españoles.

4.1. Sin ataduras: soberanismo pleno y, por tanto, ruptura de lazos comunes cuando se estime conveniente.

4.1.1. También aquí el país en el lugar de mando.

5. Otro sector del catalanismo, vinculado a los restos de la antigua CiU, deslumbrado por las conquistas ”autonomistas-soberanistas” del PNV, aspira a una situación próxima a la del País Vasco. Contra menos España mejor que mejor pero sin ruptura (por el momento).

6. No hay que olvidar tampoco a otro sector del catalanismo (representado por sectores muy influyentes en el PSC) que aspiraran a una mayor autonomía, unida a una soberanía plena en asuntos lingüísticos y culturales.

6.1. Los sucesos de septiembre de 2017 no los recuerdan como un desgarro.

7. No hay apenas dudas de que un amplio sector del catalanismo realmente existente, se cubra como se cubra, mantiene posiciones sociales muy conservadores y el neoliberalismo no es una cosmovisión ideológica que miren con distancia.

8. Hay también un sector catalanista, no nacionalista ni soberanista, que sería fundamentalmente cultural, y que básicamente centraría su interés y finalidades en la defensa de la cultura y la lengua catalanas, sin menospreciar en absoluto a otras manifestaciones culturales que también considerarían parte de la cultura catalana bien entendida. Raimon nos enriquece pero también lo hace Miguel Poveda, Mayte Martín o Marta Arnal por ejemplo.

Un sector de la izquierda (organizado en diferentes partidos y asociaciones) puede ser considerado catalanista en este último sentido. Su defensa del catalán, por ejemplo, no implicaría rechazo del castellano ni acuerdo ciego con la inmersión lingüística y su ideología de fondo de “construir país”, de “nacionalizar a niños y jóvenes”. Este catalanismo no es un nacionalismo ni tampoco una variante del secesionismo.

Del historiador José Luis Martín Ramos. Les dejo en buena compañía:

Claro que no cometieron ilegalidades; porque no lo hicieron nunca de manera unilateral y quebrantando las leyes, sino acatándolas.

En Canadá de acuerdo con la tradición anglosajona, no hay una constitución sino un sistema constitucional basado en leyes y tomas de decisiones de jueces y gobernantes que crean precedente y finalmente enmiendas concretas aprobadas por el Parlamento canadiense. En ese sistema solo se escriben las proposiciones positivas, las prohibiciones o limitaciones corresponden a leyes y decisiones concretas. Eso siempre deja margen a una iniciativa unilateral, pero no reconoce automáticamente el resultado de la iniciativa.

De manera que en 1995 en Quebec se realizó un referéndum, lo que inició el proceso de definición constitucional canadiense sobre lo sucedido y la norma a seguir en el futuro. Resultado: en 1998 el Tribunal Supremo de Canadá estableció que ni Quebec ni ninguna otra Provincia tenía derecho unilateral a la secesión (ni por el derecho canadiense, ni por el derecho internacional).

La norma siguiente fue la llamada Ley de Claridad, de 1999, que ratificó la negación del derecho de secesión: que cualquier separación requiere la modificación, mediante enmienda, de la constitución del Canadá, cosa que solo puede hacer el Parlamento canadiense, aunque estableció un escenario de pacto si se produjera un conflicto, en el que para empezar serían las instituciones centrales las que establecerían los términos de la consulta (referéndum) a realizar y el porcentaje de mayoría cualificada necesario para iniciar el proceso de negociación; que ese proceso de negociación no sería bilateral sino que habrían de intervenir en él todos los gobiernos de todas las partes de la federación canadiense, y que finalmente cualquier acuerdo sería aceptado de hecho solo cuando el Parlamento canadiense lo convirtiera en enmienda constitucional.

Aquí solo se ha puesto el foco sobre la mayoría cualificada, pero no sobre el reconocimiento implícito de una única soberanía y de la indivisibilidad de la soberanía, que es lo que sustenta la obligatoriedad de la participación de todos en la negociación y de las instituciones centrales en la decisión final.

En otras palabras, de acuerdo con la tradición constitucional anglosajona la unidad del estado -de hecho y derecho su indisolubilidad- se garantiza empíricamente mediante una sucesión de disposiciones concretas que bloquean la decisión de la parte secesionista y la remiten a la soberanía común. Es un sistema complejo que me temo que muchos simplismos no han captado y sobre todo no han expresado.

En el Reino Unido el permiso -insisto, el permiso- del gobierno de la Corona, es decir, del gobierno británico, del irresponsable Cameron entonces es indispensable no ya para la separación sino de entrada para la celebración del famoso referéndum. Boris Johnson ya ha dicho que no lo va a conceder y los nacionalistas escoceses se la han envainado. Esos son «los papeles» de la política británica.

Item más; cuando los diputados irlandeses decidieron unilateralmente la secesión en 1919, la respuesta británica no fue “¡ah,pues muy bien!», sino enviar las tropas y el inicio de una cruenta y sucia guerra, que no acabó en independencia sino en la partición de Irlanda y en la reacomodación de la mayoría de la isla a un nuevo estatuto dentro de la Corona, dentro de la Commonwealth.

La segunda guerra mundial, y sobre todo el hegemonismo de EEUU tras el fin de la guerra, fue lo que permitió al Eire abandonar la Commonwealth. No fueron la ausencia de disposiciones contrarias a la separación lo que determinó la independencia, sino dos guerras (en realidad tres, porque hay también una guerra irlandesa interna).

Se tendría que explicar todo. Cuál es en verdad el sistema constitucional canadiense y a través de que manera, hoy por hoy, se ha producido una secesión de parte en el Reino Unido.