Habría que empezar diciendo que los socialismos, es decir, los autodenominados de esa manera y las identidades construidas que poseen ese nombre son demasiadas. Al punto que creo que tanta resemantización del término ha generado la casi absurda des-semantización de lo que se entiende por socialismo. Sin embargo, para los cubanos esta es una palabra […]
Habría que empezar diciendo que los socialismos, es decir, los autodenominados de esa manera y las identidades construidas que poseen ese nombre son demasiadas. Al punto que creo que tanta resemantización del término ha generado la casi absurda des-semantización de lo que se entiende por socialismo. Sin embargo, para los cubanos esta es una palabra que sintetiza un proyecto de vida, por lo que no se puede abandonar el énfasis en ella.
De entre tantas concepciones, haciendo selección con pinzas, a mi juicio destacan el utópico (1), el burgués (2), la social-democracia (3), el nacional socialismo, el socialismo real y el del siglo XXI (4). Muchos de estos, han devenido y devienen en proyectos políticos, unos puestos en práctica y otros que se han quedado en el intento. De ellos, los más cercanos a la realidad cubana, a nuestras coyunturas y luchas, que sirven de modelos relativamente viables al socialismo cubano, han sido el socialismo real y el del siglo XXI. El primero, por las alianzas y necesidad en un «proyecto de desarrollo nacional» (5), que nos acercaron a este esquema impulsado desde Moscú y que queda evidenciado en una serie de estructuras y prácticas políticas que asumimos de estos y que aún tenemos. El segundo, por ser esa propuesta socialista a ese No hay alternativa, al neoliberalismo, a la posmodernidad y al fin de la historia. Era -y es- una opción generada desde nuestra región, frente al imperialismo; propuesta con la cual se estrechó el vínculo en el contexto del ascenso de la izquierda en el continente y especialmente con Hugo Chávez, quien se declaró defensor de esa línea socialista, e incluso, muchos le atribuyeron el término.
Estos dos tipos de socialismos, tienen serias diferencias entre sí. El primero, es el característico del siglo XX, su representante es el campo socialista de manual soviético (6). Eran sociedades altamente centralizadas, con férreas estructuras verticales del ejercicio del poder y en actividades como la económica, la prensa y la ciencia social. A ello se le suma un papel protagónico -formalmente- del partido en la dirección de la sociedad y el estado, que se expresaba como distanciamiento masas-dirigentes y una alta burocratización improductiva(7).
Por otro lado, se levanta el socialismo del siglo XXI. Vale destacar que este aún, no adquiere una ponderación en el ejercicio político, salvo ejemplos aislados de América Latina y el caso de Kerala en la India. Este modelo, me gustaría señalar que nace como crítica constructiva, desde una militancia política identificada con el ideal socialista, que vio desmoronarse el modelo real y que llegó a advertir cómo sus errores conducirían a su declive. De ahí que el socialismo del siglo XXI sea ese intento de rescatar el socialismo, no partiendo de cero o desde la cercanía con corrientes burguesas, sino de comprender y proponer la solución a todos esos defectos estructurales que condujeron -inevitablemente- a su desaparición.
Es por eso que lo primero que rescata el proyecto del siglo XXI, es la promesa incumplida de todo el poder para los soviets (8), porque el papel del partido en la Rusia revolucionaria frenó el ejercicio de su poder. En la medida que estos soviets entregaban prerrogativas al partido como su representante, este se iba convirtiendo en el representante de los intereses de los miembros de la propia organización partidista.
Para ello, la alternativa del siglo XXI apunta a restar a la representatividad para optar por la participación ciudadana. En función de esto, lo primero es la eliminación -paulatina- de la descentralización y verticalidad, que vaya desplazando su centro del poder hacia las bases, donde el papel de la máxima dirección sea el de coordinar y articular cada uno de los espacios territoriales dentro de un proyecto nación.
Como parte de esto, la localidad adquiere mayor peso y el pueblo participa de las decisiones, no solo del presupuesto (9), sino de todas las demás, para hacer una verdadera democracia sobre la gestión, donde esa nueva conceptualización de los gobernantes como los encargados de gestionar las decisiones del pueblo y no de gobernar en un sentido clásico, apuesta por un ejercicio real del poder popular.
Todo ello lleva implícito la desarticulación de un centro fuera de la estructura (10) que condicione el correcto funcionamiento de la misma, pero que a su vez no esté regulada por esta, dígase un partido supra-sociedad.
Se busca también aplicar 3ra tesis sobre Feuerbach (11) a favor de la práctica socialista, para eliminar la lógica del conductor y el conducido (12) y hacer de la sociedad ese todo en auto-movimiento, donde no dependa su destino de lo que desee reproducir una élite dominante-en ocasiones vanguardia- sino porque los miembros de esta lo vayan constituyendo; es decir, que el socialismo no dependa de que una vanguardia lo quiera construir y guíe a la sociedad a ello, sino porque toda la sociedad va implicada en ese proceso, y el papel de la dirigencia es solo servir a ello.
Estas pequeñas propuestas, son el núcleo de todo lo que plantea el socialismo del siglo XXI respecto al real, y que la de ese contenido progresista (13) al proyecto socialista que antes-el del siglo XX- no supo llevar adelante.
Quizá esas ideas, que se muestran como ansiosas de ser aplicarlas no sean precisamente el punto de partida de un proyecto socialista. Sin embargo, la necesidad del empoderamiento del ciudadano en la toma de decisiones, como constructor consciente de su realidad y de sí mismo, no como conducido sino como protagonista del socialismo, es el paso necesario del socialismo real al del siglo XXI para no padecer de un colapso. Para que el poder de reproducir el socialismo no dependa de actas o documentos que firme la dirección, sino que sea una decisión colectiva.
Por su parte, hoy en la Cuba en proceso constituyente, es necesario reflexionar sobre ello, sobre la necesidad del empoderamiento ciudadano y de un poder popular real. Ver en el proyecto de constitución los aspectos que van a favor o en contra de ese gobierno popular, con un salto favorable para las facultades a los municipios por un lado y por el otro el papel del partido y el gobernador, y con los complementos jurídicos que deriven de la carta magna que refuerzan la centralización y la verticalidad. El peso de estas características nos pueden acercar o alejar más a un socialismo del siglo XX o al del siglo XXI. Sabemos cómo terminó uno, y qué busca el otro. Es nuestra decisión, escoger hacia dónde ir.
Bibliografía
Acanda, J. L. (2002). «¿Qué significa ser progresista en materia de pensamiento?» (en M. Cruz, Hacia dónde va el pasado. El provenir de la memoria en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidós).
Acanda, J. L. (1998). La confluencia que se frustró: Psicoanálisis y Bolchevismo. (14).
Lebowitz, M. (2015). Las contradicciones del socialismo real: el dirigente y los dirigidos. Panamá: Ruth Casa Editorial.
Marx, K. (1976). Tesis sobre Feuerbach. En K. Marx, & F. Engels, Obras escogidas. Moscú: Progreso.
Marx, K., & Engels, F. (1976). El manifiesto comunista. En K. arx, & F. Engels, Obras escogidas I (págs. 110-306). Moscú: Progreso.
Notas
(1) Llamado así, por ser un ideal planteado por sus fundadores, sin proponer desde las condiciones reales cómo construirlo.
(2) El descrito por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, tanto como pequeño burgués como burgués. Ver Marx, K., & Engels, F. (1976). El manifiesto comunista. En K. Marx, & F. Engels, Obras escogidas I (págs. 110-306). Moscú: Progreso. págs 132 y 135.
(3) Esta puede considerarse como un proyecto socialista por el carácter social de sus propuestas. También, por su escisión del movimiento obrero, más adaptado a las condiciones de la lucha de estos en países avanzados.
(4) No hago distinción de si es en o el siglo XXI.
(5) Entre comillas porque según he podido apreciar, la inserción de Cuba en el CAME, lejos de desarrollar al país, fomentó la dependencia económica y altos índices de consumo en él país. Por lo que creo que ser parte de esa «división internacional socialista del trabajo», nos alejaba de un proyecto de desarrollo.
(6) Al estilo manual soviético, porque es muy conocido en Cuba, esos manuales de Economía Política que recetaban cómo hacer el socialismo, en fórmulas casi indiscutibles.
(7) Hago distinción de la burocracia necesaria, surgida del proceso natural de concentración del capital y la producción, y que responde a una eficiencia; de la burocracia improductiva.
(8) En su tesis de Abril Lenin declaró: todo el poder para los soviets. »Todo el poder para los soviets, en la lectura original de Lenin, significaba reconocer a los distintos grupos sociales participantes en la revolución no como elementos pasivos, como entes a ser conducidos o ilustrados, sino como fuerzas activas, como verdaderos sujetos de la revolución.» Ver Acanda, J. L. (1998). La confluencia que se frustró: Psicoanálisis y Bolchevismo. (14).
(9) Existe el presupuesto participativo, donde los ciudadanos deciden en que gastarlo. Pero esa fórmula no genera conciencia del proceso social socialista, ni genera al hombre necesario para ello. (10) La crítica hecha por el filósofo J. Derrida al estructuralismo, en la cual una estructura-según la doctrina- encuentra su estabilidad por algo externo que se la proporciona. En este caso, para la estructura sociedad, el partido.
(11) Plantea la idea de cómo el hombre cambia las circunstancias a la par que se cambia a sí mismo. Ver Marx, K. (1976). Tesis sobre Feuerbach. En K. Marx, & F. Engels, Obras escogidas. Moscú: Progreso.
(12) Forma de explicar la lógica de la vanguardia por el marxista Michael Lebowitz, donde las masas son conducida por la vanguardia, y que a su juicio es la base de todas las contradicciones del socialismo (real). Ver Lebowitz, M. (2015). Las contradicciones del socialismo real: el dirigente y los dirigidos. Panamá: Ruth Casa Editorial.
(13) Una de las cuestiones del pensamiento progresista -y la práctica también- es el cuestionamiento que se hace a la relación, a las dinámicas de poder. Ver Acanda, J. L. (2002). «¿Qué significa ser progresista en materia de pensamiento?» (en M. Cruz, Hacia dónde va el pasado. El provenir de la memoria en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidós).
Fuente: http://www.desdetutrinchera.
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