«Los palestinos se han portado mejor que el Gobierno. Nos han dado casa y comida», dice un desplazado libanés agradecido porque ha sido acogido en el campo de refugiados palestinos de Al Bass. Paradójicamente, los que hace años fueron acogidos por los libaneses tienen oportunidad de devolverles ahora su ayuda. «Avísenle al mundo de que […]
«Los palestinos se han portado mejor que el Gobierno. Nos han dado casa y comida», dice un desplazado libanés agradecido porque ha sido acogido en el campo de refugiados palestinos de Al Bass. Paradójicamente, los que hace años fueron acogidos por los libaneses tienen oportunidad de devolverles ahora su ayuda. «Avísenle al mundo de que Israel está matando a los niños y que por esonosotros estamos conHizbula», grita Abdala.
El acceso al campo de refugiados palestinos de Al Bass se ha relajado. En los puestos de vigilancia controlados por el Ejército libanés ya no se pide identificación como era habitual y el paso para la prensa está habilitado. Después de que en 1968 y 1969 las tropas libanesas se enfrentaran violentamente a las milicias de Al Fatah que exigían hacerse cargo de su propia seguridad en los campos de refugiados, el control de la actividad política de los refugiados ha sido férreo.
Ubicado entre la ruta costera y las milenarias ruinas arqueológicas de Al Bass que incluyen la necrópolis romana, el arco triunfal, el antiguo acueducto y el hipódromo, el campo se ha convertido en un barrio pobre, con calles semiasfaltadas, cruce de cables eléctricos por el aire, comercios de varios rubros y las fotos omnipresentes de Yasser Arafat allá por donde se camine.
Pero más allá de la larga historia de los palestinos en Líbano, hoy cobran protagonismo porque albergaron a centenares de libaneses chiítas que escaparon del sur. Actualmente en la escuela Ninrim financiada por Naciones Unidas se cobijan unas 300 personas desplazadas que viven hacinadas en las aulas. Desde su llegada, los refugiados colaboraron con los desplazados brindándoles agua y comida hasta que llegaron los refuerzos de los organismos de ayuda humanitaria que resultan insuficientes después de la destrucción, el pasado martes, del puente del río Litani, la que era la única vía de acceso entre Sidón y Tiro.
«No sé dónde están mis hijos ni mi esposa», dice un atormentado y herido Hussein Alí, que fue evacuado de Marún Al Ras hace diez días por la Cruz Roja libanesa y desconoce el paradero de sus doce hijos. «Por favor, que su diario emita este mensaje. Estoy desesperado, no tengo noticias, no sé que hacer», ruega exaltado este hombre cuya aldea fue atacada mientras realizaba sus abluciones cuando se disponía a rezar.
¡Avisen al mundo!
«Los palestinos se han portado mejor que el Gobierno y nos han dado casa y comida», señala Naim Abdel que escapó de la villa de Shuaitie hace tres semanas. «Nosotros no nos iremos de aquí. Aquí nos moriremos», dice convencido.
La cancha de baloncesto que divide la escuela en dos partes también favorece la distribución entre niñas y niños, que se acercan exultantes cuando ven una cámara o un micrófono. «Por favor, avísenle al mundo de que Israel está matando a los niños y por eso, nosotros estamos con Hizbula», apunta Ahmad Abdala Bassin a viva voz, que busca a sus cinco hermanas desde que se separaron en Manzurie tras un ataque aéreo.
A 20 metros las instalaciones de la Defensa Civil se han convertido en un santuario. En su puerta, el Turbo Mercedes sigue albergando los cadáveres refrigerados que día a día llegan y esperan turno para recibir sepultura. «Tenemos este camión con 52 personas y uno más al otro lado del campo con 73 cuerpos», señala Hussein, un palestino que colabora en esta triste misión. «Tenemos problemas para enterrarlos por razones de seguridad. Tememos que nos ataquen en ese momento, porque Tiro está bajo fuego permanente y ya no se respeta ni la Defensa Civil, ni la Cruz Roja ni ningún objetivo civil», denuncia.
Y el fuego permanente se agrava tras el último anuncio con el que se despertó la semidesierta ciudad cuando las Fuerzas Armadas de Israel anunciaron que «aumentarán sus operaciones terrestres contra los terroristas. Ellos los usan como escudos humanos disparando cohetes desde sus casas», señala el panfleto lanzado sobre la ciudad de Tiro.
«Cualquier automóvil que se mueva al sur del río Litani, sin importar de qué tipo sea, se considerará sospechoso de llevar cohetes y municiones para los terroristas, por lo que recibirá el impacto de proyectiles».
Tres vehículos de periodistas ya fueron atacados y se esperan horas aciagas entre el aislamiento y los constantes ataques. –