A la solidaridad ahora le llaman cooperación, a la militancia voluntariado, y al brigadista cooperante. El sistema nos roba las palabras, los conceptos, vaciándolos de contenido político, prostituyéndolos, y utilizándolos para sus intereses. Esto, en Palestina, lejos de ser una perversión inocente del lenguaje esconde tras de sí una estrategia absolutamente premeditada y planificada. A […]
A la solidaridad ahora le llaman cooperación, a la militancia voluntariado, y al brigadista cooperante. El sistema nos roba las palabras, los conceptos, vaciándolos de contenido político, prostituyéndolos, y utilizándolos para sus intereses. Esto, en Palestina, lejos de ser una perversión inocente del lenguaje esconde tras de sí una estrategia absolutamente premeditada y planificada. A día de hoy, Palestina es un país absolutamente dependiente de la ayuda externa. Las aportaciones económicas que las diversas instituciones internacionales y particularmente europeas canalizan a través de la ingente cantidad de Organizaciones No Gubernamentales de todo signo que operan en territorio palestino, evitan, por un lado, el colapso humanitario y social de un pueblo ocupado que ve imposibilitada cualquier vía de desarrollo de una economía nacional. Por otro lado, sin embargo, convierte a Palestina en un proyecto de país absolutamente dependiente de una ayuda externa condicionada a una serie de requisitos políticos.
Esto se ha visto claramente con el bloqueo económico al que la comunidad internacional sometió al pueblo palestino a raíz de la victoria electoral de Hamas, y con la actual maniobra de reconstrucción de los cuadros del gobierno de la ANP para contentar a los gobiernos occidentales y acabar así con un bloqueo económico que amenazaba con conducir al pueblo palestino a una crisis humanitaria seria y al enfrentamiento civil en el propio seno de la sociedad.
Todo obedece a una estrategia bastante truculenta. Por un lado el Estado Sionista de Israel con todo su aparato militar se ocupa de hacer física, política y económicamente inviable un proyecto de estado palestino:
– Físicamente inviable porque el muro del apartheid que Israel comenzó a construir en 2002 sin respetar la Línea Verde trazada por la ONU y contraviniendo las opiniones consultivas del Tribunal de Justicia Internacional reducirá la superficie de Palestina al 10% de lo que fuera la Palestina histórica antes de 1948 (en 58 años han ocupado el 90% del suelo palestino) y la divide en tres zonas inconexas. Ya hoy en día se puede apreciar que el trazado del muro tiene como finalidad, además de apropiarse de facto el territorio ocupado ilegalmente por las colonias sionistas, dividir el territorio de Cisjordania en tres grandes ghettos inconexos entre sí (el ghetto del norte donde se encuadran localidades como Nablus, Jenin, Tulquarem o Qualquilia; el central donde se ubican entre otras Ramallah y Belén; y el ghetto del sur donde Hebron es la ciudad principal), lo que dificulta evidentemente y sobremanera la viabilidad de un estado territorialmente dividido en cuarto pedazos sin posibilidad de comunicación entre sí (los tres ghettos de Cisjordania y Gaza).
– Políticamente inviable porque las instituciones cuyos representantes, nos gusten más o menos, han sido elegidos en unos comicios democráticos (y creamos más o menos en el modelo de democracia de partidos exportado por occidente), son sistemáticamente boicoteadas. Por un lado la fragmentación territorial hace que los diputados electos de Gaza (74 de un total de 130) no puedan acudir físicamente al parlamento palestino en Ramallah por lo que las sesiones parlamentarias se deben de realizar mediante videoconferencia. Pero además estas instituciones son ineficaces porque alrededor de 34 de sus diputados así como varios ministros del gobierno se encuentran en prisión y sin su voto el parlamento es inoperante. Desde la victoria electoral de Hamas la detención de representantes electos y los ataques a instituciones como el propio parlamento palestino en Ramallah o la demolición de la sede de la ANP en Nablus, han sido incesantes. A la vista de esto, difícilmente podrán los palestinos constituir un gobierno que no sea del agrado de Israel y Estados Unidos.
– Económicamente inviable porque como consecuencia de la ocupación militar y del absoluto aislamiento físico carece de una mínima infraestructura industrial y de un tejido económico que le pueda permitir la autosuficiencia como estado independiente sin la intervención del capital internacional.
Pero por otro lado hay que valorar en su justa medida el papel que juega la cooperación internacional en esta truculenta estrategia. En este escenario de un gobierno inviable las ONGs extranjeras se convierten en indispensables para evitar el colapso humanitario, suplantando el papel de las instituciones elegidas por el pueblo palestino que, de no estar sometidas al boicot israelí, y de tener los recursos necesarios, serían autosuficientes para poder gestionar esos servicios. Por ejemplo, en el ámbito de la salud las grandes ONGs internacionales se convierten en indispensables para evitar la crisis sanitaria no porque el sistema palestino carezca de hospitales, personal sanitario y otro tipo de recursos sino porque las fuerzas de ocupación israelíes se encargan de atacar a las ambulancias palestinas, de bloquear el suministro de medicamentos e incluso de detener al ministro del ramo.
El problema es que esta cooperación, ayuda económica, caridad, o como la queramos llamar esta supeditada a una serie de condiciones políticas, lo que la convierte en una herramienta de control político en manos de occidente. Es muy claro el ejemplo de multitud de asociaciones y/o ONGs palestinas gestionadas por palestinos a las que aquel organismo estadounidense USAID les condiciona las posibles subvenciones económicas a que firmen un documento de condena del «terrorismo» refiriéndose como tal a la legitima resistencia palestina.
En los últimos meses hemos asistido a un experimento sociológico que ha tenido como conejillos de indias a los 4 millones de palestinos que viven en Gaza y Cisjordania y que ha puesto en evidencia la eficacia de este nuevo modelo de colonialismo, al que podríamos denominar oenegeización. Cuando una organización como Hamas ha asumido las reglas del juego impuestas por occidente, ha concurrido por primera vez a unas elecciones legislativas y las ha ganado, el resultado no ha sido del agrado de los aparatos de poder occidentales que han puesto rápidamente en marcha su maquinaria. Las consecuencias no se han hecho esperar, han bloqueado económicamente a Palestina hasta empujarla al borde del caos humanitario, han estado a punto de encender un enfrentamiento civil en la sociedad palestina, y con todo ello han empujado al gobierno electo a sustituir a su primer ministro y a formar un «gobierno de unidad» con Fatah, los grandes perdedores de unas elecciones en las que precisamente fueron castigados por los palestinos por su servilismo a los dictados de Israel y Estados Unidos y por la corrupción arraigada en un partido hasta entonces anquilosado en el poder.
En este escenario de neocolonialismo económico, vuelven a cobrar más vigencia que nunca aquellas palabras del periodista Theodor Herlz, uno de los principales ideólogos y fundadores del movimiento sionista internacional que justificaba así ante los gobiernos europeos la necesidad de crear un estado judío en Palestina: «…seríamos un centinela, una avanzadilla de Europa frente a los salvajes. Nos mantendríamos como un estado neutral con unas relaciones continuas con Europa. A cambio Europa debería garantizar la existencia de ese estado…»
Por eso es bastante razonable pensar que este modelo de estado dependiente económicamente del exterior y controlado políticamente también desde fuera obedece a una estrategia bien pensada y diseñada.
Entre tanto, y pese a su política de genocidio y exterminio que diariamente se cobra la vida de civiles palestinos en Gaza y Cisjordania, Israel pretende aparecer ante el mundo como un estado democrático y normalizado, (como diría Theodor Herlz, como una vanguardia de la civilización frente a los bárbaros). Nuestros gobiernos comercian e incluso venden armas a Israel, eso no es ningún secreto, nuestras universidades tienen programas de colaboración con las universidades del estado sionista, en los centros comerciales podemos adquirir productos de origen israelí, y cuando quiera, equipos deportivos o grupos culturales o musicales financiados por el estado genocida campean a sus anchas por Europa dando una imagen de normalidad y modernismo de su país artificial.
Por eso, lo que necesita hoy más que nunca Palestina de las sociedades europeas es una solidaridad sincera y basada en el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a su legitima defensa y una apuesta clara y directa por combatir desde la sociedad civil de los pueblos de Europa la «estrategia de normalización» del Estado de Israel, promoviendo el boicot total al estado terrorista israelí en todas las facetas (comerciales, institucionales, académicas, políticas, culturales, deportivas…). Hay que desenmascarar esa fachada de normalidad que pretende vender Israel. Recuperemos pues las palabras, frente a caridad solidaridad. Salud y libertad. Salamat