Agnès Levallois, especialista en la situación política, económica y social en el mundo árabe contemporáneo y en el análisis de conflictos en Oriente Medio, analiza para Les clés du Moyen-Orient la profunda crisis que atraviesa el Estado libanés y sus consecuencias para la población.
Las y los libaneses se enfrentan hoy a una crisis tremenda, una de las «peores crisis económicas del mundo desde 1850»[1] según el Banco Mundial, acompañada de una crisis social, política y de seguridad. ¿Puede analizar primero lo que la gente está experimentando hoy y lo que ha estado sucediendo en el Líbano desde hace ahora más de un año? ¿Se está cerca del «naufragio» como describe el Banco Mundial en su informe publicado en junio de 2021?
Creo que estamos en medio de un naufragio y el país ya no funciona en absoluto. Hay una crisis no solo política, sino también social, de seguridad, de salud, financiera… La ciudadanía se enfrenta a un sistema que se está derrumbando, que está en el abismo, con una total falta de perspectiva. Incluso si se encuentra un acuerdo político, el país tardará años en recuperarse. Ya no hay ninguna infraestructura que funcione en Líbano: la electricidad funciona de tres a cuatro horas al día, la gente tiene que hacer cola durante cinco horas con la esperanza de obtener veinte litros de gasolina, ya no hay medicinas…
Las y los libaneses con medios se han ido y el país se va vaciando de su fuerza viva todos los días. Se van libaneses competentes, médicos, hombres y mujeres, jóvenes. Caricaturizando, diría que ahora solo quedan la gente de más edad y más pobre. El mejor personal médico se han ido mientras el país está luchando para manejar la crisis de salud y las y los profesores son contratados por escuelas privadas o se van al extranjero (países del Golfo, Canadá, Francia). La situación en la que se encuentra la gente desde hace dos años, y más significativamente desde la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, es dramática y preocupante. Las manifestaciones comenzaron en octubre de 2019, pero el Covid fue un pretexto formidable para que el poder político detuviera las manifestaciones. Los confinamientos fueron difíciles porque una parte de la gente vive al día y no podía conseguir comida todos los días. Este período también favoreció la recuperación del control de la situación por el poder o, más precisamente, por el aparato de seguridad.
Sin embargo, jóvenes o menos jóvenes se están movilizando y tratando de establecer una plataforma que podría servir como alternativa política, aunque no veamos necesariamente emerger esta oposición. La devastación social es considerable y la explosión del año pasado en el puerto de Beirut es una demostración de la negligencia de este sistema y la incapacidad de las y los dirigentes para proteger a su población.
Las y los libaneses querían denunciar su sistema político «podrido» por la corrupción y el clientelismo ya en octubre de 2019. ¿De dónde viene el estancamiento político y económico en el que está inmerso hoy el Líbano y cómo podemos explicar los orígenes de esta crisis?
Todo el mundo se encuentra ahora con un sistema que ya no funciona porque ha llegado al límite de lo que puede hacer. El sistema político se basa en una distribución comunitaria, a su vez basada en un censo que data de 1932.
Hoy en día ya no hay más dinero para alimentar este sistema que pudo vivir y mantenerse porque había suficiente dinero que venía de fuera: el de la diáspora, pero también de la comunidad internacional, que siempre ha considerado necesario apoyar al Líbano, la «Suiza de Oriente Medio». Así pues, éste sistema y enriquecimiento han beneficiado a todo el mundo (en diversos grados, por supuesto). Toda la gente en Líbano se ha aprovechado de esta carrera financiera ilusoria, así como de las tasas de interés del 15 o el 20% al abrir una cuenta bancaria. Había ceguera automantenida por parte de toda la clase política y la ciudadanía. Este sistema de economía especulativa fue alentado por Rafik Hariri (Primer Ministro libanés de 1992 a 1998 y de 2000 a 2004) que no hizo ninguna inversión en agricultura o industria, por ejemplo, y que hizo que el Líbano dependiera de las importaciones. El apoyo político y económico de los países del Golfo a Rafik Hariri llevó a un maquillaje financiero creando un sistema de especulación que ahora está colapsando. Este dinero del Golfo fue acompañado por las conferencias de ayuda al Líbano (París I y París II a principios de la década de 2000) en las que la comunidad internacional entregó miles de millones de dólares al Líbano sin ninguna condición. Por lo tanto, la comunidad internacional ha contribuido al mantenimiento de este sistema porque todo el dinero recibido se ha invertido en el sistema financiero y no en la creación de infraestructuras económicas para crear un Estado con unas bases sólidas. Hoy en día, este sistema está colapsando puesto que los países del Golfo han dejado de apoyar al Líbano de Saad Hariri, que consideraban demasiado complaciente con Hezbolá, y Occidente ha tomado conciencia de que todo este dinero entregado ahora ha desaparecido.
En cuanto a la política, el sistema libanés es eminentemente mafioso. Seis antiguos señores de la guerra o el clan que representan (Michel Aoun, Samir Geagea, Walid Jumblatt, Nabih Berri, Hassan Nasrallah y Saad Hariri) se pusieron un traje para transformarse en políticos después de la guerra civil (1975-1990). Estos líderes no quieren asumir sus responsabilidades y todavía esperan obtener dinero de la comunidad internacional. Están de acuerdo entre sí en mantener este sistema clientelista y se aferran al poder porque sus intereses están en juego. El Líbano ahora está pagando el precio de las decisiones políticas y económicas tomadas después de la guerra civil. La pirámide Ponzi[2], a menudo utilizada para describir el sistema libanés, ahora se ha derrumbado y está arrastrando todo a su paso.
Benjamin Barthe, corresponsal de Le Monde en Beirut, dice que «Líbano es un país pobre que se engañaba a sí mismo y hoy la realidad ha alcanzado a todo el mundo». Con más del 50% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza y una crisis que ha llevado a un fenómeno de desclasamiento, arruinando a la clase media y creando una nueva clase social (las y los «nuevos pobres»), ¿podemos decir que el Líbano está ahora cerca de ser un Estado fallido y pobre?
Sí, estoy de acuerdo con Benjamin Barthe. El Líbano es un Estado que no ha invertido y ha vivido en un engaño. El país era un casino. Antes de la crisis, había una apariencia de comodidad y riqueza, a pesar de que algunas áreas del país eran muy precarias. El decano de la Facultad de Medicina, el profesor Roland Tomb, dijo en un discurso con motivo de la ceremonia de graduación de las y los nuevos doctores en Medicina el 2 de julio de 2021: «Muchos de nosotros hemos considerado Líbano un casino, un casino en el que podíamos ganar siempre, un casino en el que podíamos hacernos ricos, incluso sin jugar, incluso mientras dormíamos. El casino, este casino ha acabado por quebrar, por implosionar». Dice que todas y todos se aprovecharon de este sistema y perdieron. La gente más rica se las arregla porque había puesto parte de su dinero fuera, pero toda la gente libanesa “media” y “media pobre” lo perderá todo y quizás en veinte años recupere una pequeña parte de lo que había colocado en los bancos.
El Grupo Internacional de Apoyo al Líbano desea liberar una ayuda de emergencia para el ejército libanés, mientras que el propio ejército libanés ofrece paseos en helicóptero por 150 dólares para intentar sacar a flote sus cuentas. ¿Ayudar al ejército libanés puede ser una salida a esta crisis?
Este es el gran mito de 1958 con Fouad Chéhab, el soldado y político que gobernó el país y dejó un muy buen recuerdo. Mucha gente en Líbano tiene en mente la idea de que el ejército, siendo transconfesional y transcomunitario, puede ser un remedio. Personalmente no creo mucho en esta teoría porque si el ejército toma el poder, creo que es probable que implosione. Por otro lado, Estados Unidos y Francia tienen la voluntad de mantener este cuerpo porque la situación geopolítica es importante (contener a Hezbolá internamente en particular). El anuncio de los vuelos en helicóptero del Ministro de Defensa atestigua el colapso del país. El hecho de que un ministro pueda anunciar tal propuesta cuando no hay gasolina o dinero para mantener estos helicópteros es asombroso. Más allá de la anécdota de esta propuesta, esto demuestra la negligencia y debilidad del Estado libanés. Es un estado fallido que no puede cumplir con las primeras expectativas mínimas de los ciudadanos y que ofrece paseos en helicóptero por150 dólares.
Si la situación se desbloquea, ¿qué Líbano crees que debería recrearse? ¿Habría que renegar del sistema confesional libanés establecido por el Pacto Nacional en 1943 y los Acuerdos de Taif en 1989?
La pregunta que se plantea hoy es saber si este sistema clientelar se está fortaleciendo o siendo cuestionado por los libaneses. Las y los ciudadanos de hoy se enfrentan a un estado fallido y su único recurso es dirigirse a su Zaïm (líder religioso). Sin embargo, ni siquiera sus Zaïm pueden ya concederles protección económica y social. En mi opinión, es hora de cambiar el paradigma, cambiar el sistema y salir de este sistema clientelar. Sólo un estado laico puede ofrecer protección a toda la ciudadanía. Sin embargo, dar este paso es extremadamente complicado, un Estado no se puede construir de la noche a la mañana y habrá un período intermedio. ¿Pueden las fuerzas de la «sociedad civil» organizarse y dar este paso durante este período o el miedo a la situación actual y a no poder alimentarse permitirán que estos líderes continúen gobernando, incluso con muchos menos resortes y recursos que antes? Todo se juega en esta cuestión.
Creo que la única salida a largo plazo para las y los libaneses es salir de este sistema confesional. Ésta es también la propuesta de un movimiento como «Ciudadanos, ciudadanas en un Estado». Muchos de ellos y ellas están empezando a darse cuenta de que lo que parecía imposible en el pasado puede que ya no sea tan imposible. Hoy en día hay muy pocas otras alternativas a una clase política que, durante un año, es incapaz de formar un nuevo gobierno. Saad Hariri acaba de declarar que renuncia a la misión que le había confiado el Presidente de la República.
Creo, fundamentalmente, que este sistema y esta clase política no pueden llevar a cabo ninguna reforma porque eso equivaldría a poner en tela de juicio lo que son y el sistema en el que operan. Emmanuel Macron pensó que podría alentar a estos líderes a llevar a cabo reformas, pero es imposible. La mejor prueba es que no han hecho nada. La comunidad internacional parece haber entendido hoy el sistema de chantaje establecido por el clan gobernante. Sólo un cambio radical de paradigma podría hacer posible salir de la espiral infernal en la que se encuentra hoy el Líbano, que cuesta muy cara a toda la gente en Líbano y, muy en particular, para la gente más pobre.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur (original en francés https://static.lesclesdumoyenorient.com/Entretien-avec-Agnes-Levallois-sur-la-crise-au-Liban-Seul-un-Etat-laic-peut.html)
Dimitri Krier es estudiante de Sciences Po Paris en una maestría en Relaciones Internacionales, especializado en «Estudios de Oriente Medio» donde sigue cursos sobre historia y geopolítica del Cercano y Medio Oriente.
Agnès Levallois es investigadora científica de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), especializada en la evolución política, económica y social en el mundo árabe contemporáneo y en análisis de conflictos en Oriente Medio. Fue editora en jefe de Risques internationales, directora de información y programas de RMC-MO (una subsidiaria de habla árabe de RFI) y editora en jefe adjunta de France 24 a cargo de la rama árabe. Es profesora en el Institut d’études politiques de Paris, vicepresidenta del Institut de recherche et d’études Méditerranée Moyen-Orient (iReMMO) y miembro del consejo editorial de la revista trimestral Confluences Méditerranée.
Notas:
[1] La Banque mondiale, https://www.banquemondiale.org/fr/news/press-release/2021/05/01/lebanon-sinking-into-one-of-the-most-severe-global-crises-episodes.
[2] Sistema que constituye en remunerar las inversiones de la clientela por los fondos procurados por la nueva gente que entra.