Traducido del hebreo para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
«Venga con nosotros a celebrar el sábado, hospédese en la colonia, venga a la sinagoga y vea usted mismo que no tenemos cuernos y que la ocupación no existe». Este contacto me llega de forma constante cada pocos meses de los colonos que desean presentar el aspecto de una sociedad normativa moral y ética más allá de la Línea Verde.
La semana pasada, una vez más, se puso de manifiesto la verdad detrás de las invitaciones corteses para acudir los sábados y de la amplia sonrisa de muchos de los colonos, al hablar sobre la ética judía, el sionismo y los valores. En una semana todos pudimos ver el regreso de personas de la extrema derecha, de empleados asistentes de parlamentarios populares de los círculos de la derecha, molestando a la nieta del Primer Ministro Yitzhak Rabin saliendo de un funeral en memoria de su abuelo que, cuando se fue, nos enteramos de un conductor de autobús que se negó a llevar palestinos que habían pasado por revisiones de seguridad y después de que la policía lo obligó a transportarlos, los hizo bajar a mitad de camino. Todos vimos las caras de espanto de una familia palestina sacada a las apuradas de un taxi en llamas después de que recibió el impacto de un cóctel molotov, vimos a docenas de jóvenes judíos corriendo y golpeando en el centro de la ciudad y frente a todos a un árabe hasta casi la muerte, simplemente porque era árabe.
Frente a una ola sombría y racista como esta, resulta más alarmante la forma en que la extrema derecha israelí evita los hechos, elude su responsabilidad, racionaliza y apoya este tipo de operaciones.
El conductor del autobús que dejó a los viajeros palestinos en los territorios ocupados, recibió el beneplácito de sus empleadores, en paralelo a la campaña que llevan a cabo los consejos regionales en los territorios para aprobar reglamentos que prohíben a los árabes subir al transporte público. No existen antecedentes de investigaciones cuando las víctimas son colonos como el caso de un cóctel molotov letal en Gush Etzion, donde las fuerzas de seguridad se abstuvieron de entrar en el asentamiento Bat Ayin adonde los llevaron las huellas de quienes habían arrojado esa bomba, y la forma lenta en que se realiza la investigación y nada se sabe de las víctimas palestinas.
Los dirigentes de los colonos, que se apresuran a culpar a los palestinos de cada incidente que ocurre en la Ribera occidental del Jordán, de repente enmudecieron, se abstuvieron de condenar el incidente y pidieron esperar los resultados de una investigación. Exageró el alcalde de Gush Etzion, que paró en el último momento una visita de solidaridad de judíos al pueblo, no sea que se revele que quienes arrojaron la bomba Molotov fueron judíos. Ninguno de los dirigentes de los colonos admitió que la colina desde la que se lanzó el cóctel Molotov es el objetivo conocido y favorito de los jóvenes de la región, porque desde allí se puede disparar a los vehículos palestinos que pasan.
Los voceros de la derecha de la organización Beit Ar lograron justificar el linchamiento en Jerusalén aduciendo que serviría de disuasivo para que los a jóvenes árabes no se les ocurra «empezar» con jóvenes judías, un argumento racista inútil tratando de dar luz verde a la legitimación de la violencia y el racismo. Otros derechistas trataron de reducir el tamaño del evento, apelando a la lesión grave de corazón que el joven sufre desde la infancia exigiendo que se baje de la agenda del día el concepto de intento linchamiento. Frente a toda esta oscuridad, no se escuchó de ninguna fuente cómo creció la joven generación que se vale de métodos típicos de los movimientos terroristas, nacionalistas y fascistas.
Eli Yishai, Miri Regev, Danny Danon y el resto de los miembros permanentes del coro que pueden decidir el destino de los trabajadores extranjeros y el de los palestinos después de cada ataque que perpetran los judíos, permanecieron en silencio y optaron por no ir en contra de sus partidarios tradicionales. También el ministro de Educación, Gedeón Saar, tiene su cuota de responsabilidad cuando promueve un proceso sistemático de reducción de los estudios de ciudadanía y democracia a favor de apoyar los estudios de «tradición de Israel» y los circuitos por la tierra ancestral.
Si este tipo de violencia estuviera dirigida contra los judíos en un país europeo, la marcha en demanda de defensa y protección no tendría fin. Pero cuando las víctimas son palestinos, está quien puede encontrar justificaciones de «seguridad» o «religiosas» en las expresiones de odio y racismo, y de esta manera lograr el apoyo para semejante acto de violencia. Si estos son los dirigentes, no es de extrañar que después de cada acto de odio las redes sociales se inunden de palabras de aliento y apoyo de miles de israelíes con el cerebro lavado, odio que nada tiene que envidiar al país más incivilizado del universo.
Así que, la próxima vez que vea a un colono sonriendo que me invita a su casa y me cuenta maravillas sobre la convivencia y los valores del sionismo y la moral, le preguntaré qué es exactamente lo que hizo después del incendio de las mezquitas, las quemas de olivos, el lanzamiento de los cócteles molotov, los intentos de linchamientos en Jerusalén, la discriminación contra los pasajeros árabes en las líneas de autobús y el racismo contra los árabes. No podemos seguir jugando un doble juego. O estás en contra de ellos o estás con ellos.
Fuente original: http://www.haaretz.co.il/opinions/1.1807124