Traducido por Manuel Talens
A pesar de que la crisis humanitaria en Gaza es hoy algo inmanente, los medios occidentales se abstienen de informar sobre el desastre que se está gestando allí. Todo hace pensar que hay cosas mucho más interesantes sobre las que escribir, mucho más que sobre los millones de palestinos a quienes el Estado judío está matando de hambre.
Sin embargo, la prensa ha sido lo bastante amable como para informar de que David Miliband, el ministro de asuntos exteriores británico, ha pasado por Israel esta semana. Fue allí para ocuparse de los aguacates y otros asuntos éticos relacionados con los comestibles. Deseaba proponer al gobierno israelí un método más transparente para el etiquetado de los productos alimenticios procedentes de la ocupada Cisjordania que se venden a los consumidores en el Reino Unido. Esta podría haber sido una buena ocasión para que Gran Bretaña y la Unión Europea limitasen el letal entusiasmo de Israel, pero Miliband se quedó corto, demasiado corto. Al fin y al cabo, Miliband no es más que un humanista de ultramarinos. Su pensamiento crítico está orientado en torno a la nutrición y a una digestión ética, que es la forma más deteriorada y probablemente más baja del pensamiento de izquierdas. Me gustaría creer que la izquierda ya no puede caer más bajo.
Y, sin embargo, Miliband es una persona dinámica. Debido a la escalada de violencia en la región, fue a visitar Sderot acompañado por Barak, el ministro de Defensa de Israel. Sin tapujos, apoyó la política criminal de Israel cuando dijo que «por encima de todo, Israel debe proteger a sus propios ciudadanos». Y por si fuera poco, continuó: «Estoy aquí porque Sderot se ha convertido en el frente de batalla de la seguridad de Israel. Es muy importante que países como el mío y otros muestren su solidaridad con el pueblo de Sderot y eso es lo que estoy haciendo hoy.» Miliband no fue a visitar Gaza. Tampoco mencionó que países como el suyo deberían mostrar «solidaridad» con los millones de desposeídos refugiados palestinos que están siendo bombardeados y privados de comida con el objetivo de que se sometan. Aunque Miliband está sinceramente inquieto por los aguacates y por la nutrición ética, los millones de palestinos que sólo tienen arena para comer no parecen preocuparle.
Pero Miliband no pudo permanecer mucho tiempo en la región, ya que hubo de volver rápidamente a su país, porque en Londres debía recibir nada más y nada menos que al presidente de Israel, Shimon Peres, el anciano político que fue el pionero del proyecto nuclear israelí, el hombre que introdujo las armas de destrucción masiva en Oriente Próximo, cuyas manos están más manchadas de sangre que las de cualquier otro político vivo israelí (si exceptuamos esa legumbre comatosa llamada Sharon). Miliband tenía que estar en Londres a tiempo para descubrir junto al presidente una placa en el Foreign Office en honor de los diplomáticos británicos que ayudaron a salvar judíos durante el Holocausto.
Me pregunto cuántos diplomáticos británicos recibirán honores algún día por salvar a un solo niño palestino durante el actual Holocausto, esta vez infligido por Israel. Si es que alguno llega a recibirlos, está claro que no será Miliband, pues a tenor de lo que dijo en Sderot apoya de forma entusiasta los crímenes institucionales israelíes contra la humanidad.
Entre tanto, el presidente Peres se lo está pasando bien en Londres esta semana. En el marco de su visita celebrará una ronda de encuentros con la reina, con el príncipe Charles, con el primer ministro Gordon Brown, con David Miliband y con el líder de la oposición, David Cameron.
Se le concederá la Knight Grand Cross, una gran cruz que es el sexto galardón en importancia del sistema británico, destinado a los individuos que se distinguen por haber rendido importantes servicios a naciones extranjeras. Parece ser que en Gran Bretaña el hecho de matar civiles libaneses inocentes y dejar morir de hambre a millones de personas en Gaza está considerado como un «servicio importante». En Bélgica, dicho sea de paso, una actitud como ésa está considerada un crimen contra la humanidad.
El presidente Peres recibirá también un diploma honorario en Kings College por sus esfuerzos destinados a «favorecer la paz en Oriente Próximo». Digo yo que si se tiene en cuenta el uso que le ha dado Peres a la tecnología balística contra civiles inocentes, sería más apropiado que recibiese un doctorado en física.
Ante todo esto, mientras que el Estado judío ejerce las formas más devastadoras de crímenes contra la humanidad, el gobierno británico, el parlamento británico, la familia real y un importante establecimiento académico británico se dejan sorprender juntos en la cama nada menos que con un entusiasta carnicero nuclear.
Estoy impresionado. Más que nunca me siento orgulloso de ser británico. Esta manera tan manifiesta de copular con la maldad es probablemente la forma más elevada de cortesía y capacidad de perdonar de los británicos. Se trata de algo nunca visto en el país donde nací. Cuando veo lo que hacen el parlamento, Miliband y la familia real debo admitir que todavía me falta mucho por aprender sobre la compasión antes de considerarme un genuino sujeto británico.
Fuente: http://palestinethinktank.com/
Gilad Atzmon es músico, escritor y activista. Nacido y criado en Israel, se considera a sí mismo como un palestino de lengua hebrea y desde el exilio londinense lucha con su arte a favor de la liberación del pueblo palestino.
El escritor y traductor Manuel Talens es miembro de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.