El activista bahreiní Ali Abduleman ha desaparecido. Al parecer, su familia no puede contactar con él, aunque no está claro si ha sido de nuevo detenido o ha salido del país. «Hablé con él ayer. Le dije que tuviera cuidado, y contestó: ‘Sé que vendrán pronto’», contaba esta tarde en su Twitter Emoodz. Este martes, […]
El activista bahreiní Ali Abduleman ha desaparecido. Al parecer, su familia no puede contactar con él, aunque no está claro si ha sido de nuevo detenido o ha salido del país. «Hablé con él ayer. Le dije que tuviera cuidado, y contestó: ‘Sé que vendrán pronto'», contaba esta tarde en su Twitter Emoodz. Este martes, sus mensajes eran desesperados en Facebook: «Una llamada de socorro urgente: Por favor, salvad a los bahreiníes»; «Dejemos que el mundo vea la masacre en Bahréin», escribió colgando fotos espeluznantes de un joven bahreiní con el cráneo descerrajado. «SOS: hay una masacre en Bahréin»; «SOS, el ejército nos está matando»; «SOS: Bahréin es una masacre. Necesitamos ayuda e intervención internacional». «Necesitamos apoyo real para parar esta masacre», insistió más tarde en un email.
La primavera árabe está tomando en Bahréin un camino tan feo como el de Libia. No es un conflicto entre suníes y chiíes, sino creado por las fuerzas de seguridad y el ejército, que con la ayuda de fuerzas saudíes y de los Emiratos Árabes Unidos y de mercenarios extranjeros, han convertido las protestas pacíficas que arrancaron el 14 de febrero en un baño de sangre. La verdad brutal de la represión y del uso de balas de goma, gases lacrimógenos y munición real está documentada en las redes sociales, así como las detenciones y desapariciones. El lunes pasado dos videos grabados desde dos puntos de vista distintos reconstruían la misma delirante escena y mostraban como un policía tiroteaba impunemente y a bocajarro a un ciudadano bahreiní desarmado. El hombre, de mediana edad, habla y gesticula ante un grupo fuertemente armado de policías y agentes de seguridad. Lo disparan. Cae al suelo y le vuelven a disparar. Porque sí.
La represión se ha extendido a los pueblos chiíes. La rotonda de la Perla (Lulu, como la llaman los bahreiníes en árabe), símbolo de la revuelta, ha sido desalojada y el monumento que se alzaba en el centro, construido para representar la unidad de los estados del Golfo, ha sido hoy destruido. «La ONU debería tomar en Bahréin la misma decisión que en Libia. Deberían impedir que usen el ejército. Lo harán si los presionan», afirma el joven activista de derechos humanos Mohamed al-Maskati desde Manama, contando que los hospitales están repletos de heridos y las calles llenas de tanques. Las organizaciones de derechos humanos locales aseguran que las fuerzas de seguridad impiden que se pueda atender a los heridos: ponen obstáculos al paso de las ambulancias, han cortado la electricidad en los hospitales y atacan a los médicos. La ONU se ha manifestado hoy «profundamente preocupada» por el deterioro de la situción.
La entrada de las tropas de los países vecinos ha complicado todavía más la situación y amenaza con exacerbar el sectarismo en la región. El ejército bahreiní cuenta con 30.000 hombres, todos suníes, y un número equivalente de policías y agentes de seguridad, muchos «importados» desde hace años de otros países. No necesita ayuda para reprimir las protestas pacíficas de una población civil desarmada que no llega al millón de habitantes, aunque el grueso sean miembros de la gran mayoría marginada chií.