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Llamamiento internacional urgente de destacados doctores para que se ponga fin a los ataques aéreos contra los hospitales sirios

Stop a la carnicería

Fuentes: The Observer

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Civiles huyendo de un ataque aéreo sobre Ariha, provincia de Idlib, el 27 de mayo pasado, que produjo 9 muertos y 28 heridos. (Foto: Agencia Anadolu/Getty Images)

Docenas de médicos prominentes han pedido medidas urgentes para detener la campaña de bombardeos de aviones sirios y rusos, que han atacado ya más de 20 hospitales en el noroeste de Siria, dejando a muchos de ellos fuera de servicio y a millones de personas sin la atención médica adecuada.

Naciones Unidas había compartido las coordenadas de muchos de los hospitales alcanzados con el régimen y sus partidarios rusos en un esfuerzo por proteger a los civiles. A la oposición siria se le prometió que los aviones de combate evitarían los lugares identificados en los bombardeos, aunque, bien al contrario, la realidad es que llevan soportando más de un mes de feroces ataques.

Desde finales de abril, desafiando una tregua mediada por Moscú y Ankara el año pasado, los ataques aéreos regulares sobre territorios controlados por la oposición en la provincia norteña de Idlib han matado a cientos de civiles y desplazado a cientos de miles más, en declaraciones de grupos de derechos humanos.

También se han destruido elementos clave del sistema sanitario, dice la carta de médicos de todo el mundo publicada en The Observer. «Nos sentimos consternados por la selección deliberada y sistemática de los centros de salud y el personal médico», advierten. «Su trabajo [del personal médico] es salvar vidas, no deben perder las suyas al ejercer tal tarea».

Entre los firmantes figura Denis Mukwege, un ginecólogo que ganó el premio Nobel de la Paz el año pasado; Peter Agre, un médico que ganó el premio Nobel de Química en 2003; la parlamentaria y doctora Sarah Wollaston, y Terence English, ex presidente del Royal College of Surgeons, así como David Nott, un cirujano que trabaja en zonas de guerra, y Zaher Sahloul, un exiliado sirio, médico y fundador de una organización benéfica médica. Han instado a la ONU para que investigue por qué se han incluido hospitales en la lista de objetivos y pidieron a la comunidad internacional que presione a Rusia y Siria para que deje de atacar los centros médicos y revierta los recortes de fondos a los hospitales y clínicas supervivientes que ahora están desbordados de refugiados.

Denis Mukwege. (Foto: Flavio Lo Scalzo/Rex/Shutterstock)

Un pediatra, Abdulkader Razouk, describió a The Observer cómo él y sus colegas evacuaron un hospital completo, incluidos pacientes con diálisis, madres en parto y bebés prematuros en incubadoras, cuando comenzaron los ataques aéreos en su ciudad, a menos de 20 kms de la línea del frente «Tras los ataques aéreos, pero antes del ataque directo, sabíamos que el hospital sería el objetivo», dijo en una entrevista telefónica sobre el hospital de Tarmala, que fue finalmente atacado el 10 de mayo. «Solo permanecieron allí unos cuantos miembros del personal sanitario para poder atender las urgencias».

El ataque aéreo destruyó más de la mitad del hospital y gran parte de su equipamiento, desde camas y generadores hasta quirófanos, servicios de emergencia y farmacia. El personal regresó para buscar entre los escombros los suministros que no hubieran sufrido mucho daño en el ataque, pero el edificio está ahora abandonado. «Sería imposible reconstruir lo destruido y volver a abrir ahora», dijo Razouk. «Los ataques aéreos continúan y siguen bombardeando el hospital hasta este mismo momento, a pesar de que está vacío».

El bombardeo de mayo no fue el primer ataque al hospital. El primero se produjo en 2015, primero con las devastadoras bombas de barril del ejército sirio, y luego con misiles rusos, que destruyeron un edificio residencial que había al lado aunque la clínica se salvó. En 2018 hubo un impacto directo sobre la clínica, pero pudo abrirse de nuevo tras las reparaciones.

Sin embargo, los daños después del último ataque han sido tan graves que no pueden repararse y, de todos modos, la mayoría de los civiles a los que atendía han huido, dijo Razouk.

«Este ha sido el peor ataque, ha sido muy duro, no hay posibilidad de continuar trabajando allí», dijo. «La vida no puede volver a esta zona, especialmente bajo estos brutales ataques. No hay gente, ni siquiera animales, no queda nada allí, es como una tierra condenada. No hay esperanza de volver».

Él y otros miembros del equipo están abriendo un nuevo hospital temporal cerca de la frontera con Turquía, donde se hallan ahora la mayoría de los residentes de Tarmala que han huido y que viven en campamentos de refugiados. Cuentan con algunas de las incubadoras neonatales y las máquinas de diálisis evacuadas antes del ataque, pero se necesitan desesperadamente más suministros.

Alrededor de 80 instalaciones médicas, incluidas clínicas y hospitales, han sido cerradas debido a los daños causados por los ataques o ante el temor de ser atacados, dijo Mohamad Katoub, de la Syrian American Medical Society. La gran cantidad de refugiados desplazados por los ataques ha desbordado a las que aún siguen funcionando.

«La táctica de atacar las infraestructuras sanitarias y otras de carácter civil no es nueva en Siria, el desplazamiento no es nuevo, son problemas crónicos. Pero este es el mayor desplazamiento de la historia, y está mucho más allá de nuestra capacidad de respuesta como ONG», dijo.

Turquía, que apoya a los grupos rebeldes de Idlib, alberga ya a 3,6 millones de sirios y se enfrenta al dilema de si absorbe o no a los nuevos desplazados. Según informes, un grupo estaba planeando una marcha de protesta a la frontera durante el fin de semana.

El acuerdo de desescalada negociado el otoño pasado salvó a Idlib y a las zonas rurales circundantes de un inminente ataque gubernamental. En aquel momento, las agencias de ayuda humanitaria advirtieron que una campaña militar pondría en peligro la vida de tres millones de civiles y provocaría la peor crisis humanitaria de una guerra sangrienta y prolongada.  

Fuerzas del Gobierno sirio bombardean la ciudad de Khan Sheikhun, en la provincia de Idlib, el 29 de mayo (Foto: Anas Al-Dyab/AFP/Getty Images)

Pero el acuerdo se suspendió en enero, cuando el grupo islamista de línea dura Hayat Tahrir al-Sham (HTS) arrebató el control de la zona a rebeldes más moderados.

Damasco y Moscú han dicho que la toma del poder del HTS legitima la campaña actual contra Idlib, ya que están atacando a terroristas que no están cubiertos por el acuerdo de alto el fuego.

Muchos civiles en Idlib sienten ahora que han quedado atrapados entre el rígido dominio del HTS y el ataque intensificado del régimen, y dicen que la vida ha quedado prácticamente detenida.

«Estaba estudiando en la universidad de Idlib, pero tuve que dejar de ir. Lo mismo le ha pasado a mi hermana», dijo Raja al-Asaad, de 22 años, de Ma’arat al-Nu’maan, que ha estado también bajo fuertes ataques.

«Algunas personas se han marchado e intentan llegar a Turquía, pero la verdad es que no hay adónde ir. Ninguna zona de Idlib es segura. Y en mi ciudad tenemos ya muchas personas desplazadas de muchas otras áreas de Siria».

«La vida normal se acabó y no hay nada que podamos hacer excepto esperar la muerte».

 Emma Graham-Harrison escribe para The Guardian y The Observer. Tiene el premio de la prensa británica a la reportera del año.

Bethan McKernan es la corresponsal de The Guardian para Turquía y Oriente Medio.

Fuente: https://www.theguardian.com/world/2019/jun/02/doctors-global-appeal-stop-syria-bombing-hospitals-idlib?fbclid=IwAR1WCE9mzlzGpmQ3g5l4ckCkhdhA7p6xkwMe-AC5wisLJHFjfuxGxX2ocu0

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a las autoras, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.