Me dicen desde las asociaciones de pesca artesanal de Galicia que las multinacionales de la salmonicultura quieren desembarcar frente a sus rías. ¿Empresas que llevan salmones a la escuela? ¿Instituciones que investigan el comportamiento de estos peces saltarines que remontan ríos? No, es sólo un palabrejo para confundir de lo que es una barbaridad ecológica […]
Me dicen desde las asociaciones de pesca artesanal de Galicia que las multinacionales de la salmonicultura quieren desembarcar frente a sus rías. ¿Empresas que llevan salmones a la escuela? ¿Instituciones que investigan el comportamiento de estos peces saltarines que remontan ríos? No, es sólo un palabrejo para confundir de lo que es una barbaridad ecológica y social. Y yo, aunque estas asociaciones y cofradías se lo saben todo, les cuento el cuento de lo que podría pasar. Sólo porque ya ha pasado.
-Mientras los gobernantes os discursean los beneficios de esta nueva industria, puestos de trabajo que se crearán….ya habrán otorgado permisos, licencias y quizás subvenciones para que todo vaya viento en popa. Primero llegarán los barcos que instalarán, frente a las mejores rías, sus mazmorras portátiles. Y en un plis-plas estarán repletas de salmones alevines, prisioneros de un falso progreso.
Tal vez, unos años las cosas marchen bien para las empresas que venderán salmones a toda Europa y por qué no, a un Japón recuperado. Y los políticos os refregarán por la cara el fatalismo exhibido en vuestras manifestaciones.
Pero en ese tiempo la contaminación de los excrementos salmoniles, de los antibióticos y otros productos con que remediarán sus enfermedades, liberados en el mar, provocarán problemas a actividades sostenibles como la pesca artesanal y la recolección de las y los mariscadores. Serán tantos los salmones cosechados que se instalarán -porque la necesidad de un buen negocio apremia- plantas de elaboración de harinas de pescado, cerca de playas y enclaves naturales.
Ocurre que tantos salmones apilados es el escenario perfecto para la replicación de virus (¿cómo llamaremos a la gripe del salmón?) o de parásitos como el piojo de mar, provocando muchas defunciones por pulmonía o prurito. Para que en paz descansen, sepan, que se instalarán en sus paísajes, humeantes incineradoras de salmones, donde darles el último adiós.
Y tengan por seguro que bien si es por ‘causas naturales’ o por ‘crisis coyunturales’, cuando llegue la caída de las ventas del salmón, las empresas le echaran cuento, y el gobierno de turno propondrá a ustedes todos los esfuerzos fiscales posibles, para «salvaguardar una emblemática industria gallega». Que entonces vivirá del cuento.
Así, tal como lo cuento
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