Salt, 20 de agosto de 2016 A modo de presentación. Creo necesario explicarle que acogí el sobrenombre de Vicentita por uno de los personajes de Forges, un gran humorista que ocupó muchos buenos momentos en la historia reciente de nuestro país, y también de mi vida. Nací en La Mancha, una tierra en el centro […]
Salt, 20 de agosto de 2016
A modo de presentación.
Creo necesario explicarle que acogí el sobrenombre de Vicentita por uno de los personajes de Forges, un gran humorista que ocupó muchos buenos momentos en la historia reciente de nuestro país, y también de mi vida.
Nací en La Mancha, una tierra en el centro del territorio del estado español. Es una tierra llana hasta el infinito, a la que la naturaleza va poniendo un vestido de un color diferente con cada estación del año. Sus grandes extensiones de viñedo y cereales la van tiñendo de verde, de amarillo, de marrón o de retazos multicolores en función de cómo van pasando los días y van recolectando lo que producen la tierra y el trabajo.
El horizonte se dibuja rápidamente, es una linea recta. Una linea que separa cielo y tierra. El azul (tremendo azul!, nítido, directo, rotundo y descarado, como para no poder dejar de mirarlo) se viste del color que toca en ese momento. Y cuando nieva y se hace de noche, esa misma linea divide el universo que te abarca la vista en dos mitades, una blanca y una negra. A veces uno no tiene suficientes sentidos para beberse tanta hermosura.
Tierra de riquísimos vinos y quesos que hacen por doquier. Sus gentes son sencillas, trabajadoras y sufridas, son como la prolongación en movimiento del paisaje. Gentes que han visto pasar la vida agachados a la tierra y encomendándose a los santos para que su futuro no sea peor que su pasado, pero que no siempre se planteaban una lucha en su presente.
Ahora es diferente, la agricultura se mecanizó, la globalización llevó a todas partes el comercio, el consumo (y el consumismo), la tecnología, las mascotas, los bazares chinos, la comida exótica y todos esos elementos que hemos dado en llamar modernidad. Pero a veces sigo pensando que las ideas se nos quedaron ahí, pegaditas a la tierra sin levantar el vuelo en busca de otros aires más justos y más libres.
Yo hace muchos años que vivo en Cataluña. Llegué a estudiar la carrera universitaria, (soy enfermera) y esta tierra me acogió enseguida de manera seria, reservada, casi sobria, pero intensa y sinceramente. Este país es así, reservado y sobrio, pero tremendamente generoso y cercano. Llegué joven, como el vino de mi tierra, y aquí he ido viviendo, aprendiendo, en definitiva, madurando en esta grandiosa y estimada barrica. Aprendí a conocerla, a disfrutarla, a amarla, y, a desgraciada pero necesariamente, a defenderla de la ignominia en la que los fascistoides quieren sumirla.
Estaré encantada de cartearme con usted. No espere grandes crónicas políticas, no sabré hacerlo ni estaré a la altura. Serán opiniones personales, como ciudadana, como mujer y como amiga en la distancia. Ya son buenos motivos, ¿no le parece?
Un gran abrazo, y hasta muy pronto.
Fuente original: http://miraicrida.blogspot.com.es/2016/09/tengo-algo-que-contarte-2.html