Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Parte I
Lo que ya se conoce con el nombre de Levantamiento Sirio se inició a mediados de marzo de 2011 como movimiento social pacífico en el contexto de la llamada Primavera Árabe. En pocos meses, el levantamiento evolucionó transformándose de una serie de manifestaciones pacíficas en un conflicto armado, debido en gran medida a la reacción marcial del régimen sirio ante dichas manifestaciones, convirtiéndose Siria en un ámbito de lucha por el poder nacional, regional e internacional (Salloukh, 2013). Aunque las mujeres sirias constituyeron un segmento fundamental del Levantamiento Sirio, su representación en los medios globales y sociales se limitó a la imagen de una indefensa refugiada siria que es víctima de las acciones de unas familias que venden a sus hijas por dinero. En esta representación dominante de los medios, a las mujeres sirias se les ha robado su capacidad y voluntad de acción y se las ha dejado constreñidas a una representación única de mujer/víctima sin rostro. Esa representación no se diferencia de la prolongada descripción que de las mujeres árabes hacen los medios y la literatura occidentales como objetos sexuales reprimidos por hombres violentos opresores a las que es preciso salvar (Abu-Lughod, 2002; Alloula, 1986; Said, 1979; Todd, 1998). Los estudios feministas trasnacionales abordan esos temas de representación, poder, voz, privilegio y marginación deconstruyendo el discurso dominante de la historia, reconociendo y tomando con seriedad el concepto de la capacidad y voluntad de acción de la mujer en las diferentes culturas y lugares geográficos. De esta forma, este documento incorporará estudios feministas trasnacionales (Mohanty, 1984; Mohanty, 2003; Bhattacharyya, 2008; Nordstrom, 2005) para argumentar que no existe una categoría singular que se ajuste a todas las «refugiadas sirias», en contraste con las representaciones dominantes de los medios sociales y globales. Este documento se centra en los tres puntos siguientes: Primero, analiza las representaciones generalizadas de las refugiadas sirias en los medios sociales y globales. Segundo, narra y analiza seis historias de refugiadas sirias que representan a diferentes grupos marginalizados a partir de una intersección de clase, edad, educación, estatus familiar y lugar de origen. En tercer lugar, subraya las formas en las que las representaciones de los medios en la red roban a las refugiadas sirias su voluntad e invisibilizan sus complejas y variadas historias de lucha por la libertad, sufrimiento a causa de la violencia y la guerra y resistencia ante la desigualdad y la injusticia. A nivel metodológico, este documento se basa en un proyecto de investigación más amplio en el que se utilizaron tres métodos cualitativos para la recogida de datos: entrevistas, observación y análisis del discurso. Este documento abarca principalmente el trabajo de campo llevado a cabo en Jordania durante el verano de 2013. Mediante muestreo intencional y muestreo por red, dirigí treinta y tres entrevistas en profundidad y me involucré en aproximadamente cien horas de observación participante. De estas treinta y tres entrevistas, decidí centrarme para este documento en seis historias de refugiadas sirias que representan diversas clases sociales, edades, educación, estatus familiar y lugar de origen. El objetivo de este documento es contribuir a generar un conocimiento académico que dé visibilidad a algunas de las desconocidas historias de las refugiadas sirias en Jordania.
Feminismo trasnacional, representaciones y marginación
Las feministas trasnacionales intentan responder a las cuestiones relativas a la representación, poder, voz, privilegios y marginación de las mujeres. Deconstruyen el dicurso dominante de la historia y el conocimiento y toman seriamente el concepto de la capacidad y voluntad de acción de las mujeres en las diferentes culturas y lugares geográficos. Según las feministas trasnacionales, la literatura occidental, incluida la literatura feminista occidental, sobre las mujeres en los países en desarrollo se sitúa en los contextos históricos y coloniales de la hegemonía occidental (McEwan, 2001; Mohanty, 2003). Chandra Talpade Mohanty (1984) juega un papel pionero como feminista trasnacional al abordar y analizar las representaciones dominantes de mujeres no occidentales en la literatura occidental. De forma específica, Mohanty critica la «fabricación de la ‘mujer tercermundista’ como sujeto monolítico singular» (pág. 333). Muchas feministas occidentales representan las cuestiones y preocupaciones de las mujeres no occidentales desde una comprensión dicotómica simplista. En función de este punto de vista, se contemplan las sociedades no occidentales como grupos de hombres represores y mujeres victimizadas (Mohanty, 2003). Esa concepción lleva a la ignorancia acerca de la complejidad de las intersecciones entre clase, raza, nacionalidad y sexualidad, y también sobre los efectos de una economía global y relaciones coloniales de poder desiguales entre el Norte global y el Sur global. Mohanty (2003) señala también que el discurso dominante sobre las mujeres en el Sur global no sólo es generado por intelectuales occidentales sino también por parte de académicos de países en desarrollo que adoptan el discurso dominante occidental.
Para contrarrestar las representaciones dominantes sobre las mujeres de los grupos marginados, las feministas trasnacionales promueven vías alternativas para generar conocimiento. Esas vías alternativas tienen como objetivo hacer visibles las historias de las mujeres de los grupos marginados escribiendo e incorporando al trabajo académico las luchas y experiencias de esas mujeres. Las feministas trasnacionales se enfrentan a las representaciones dominantes de las mujeres, especialmente en el Sur global, como víctimas impotentes. Mohanty (2003) nos invita a tomar muy en serio el concepto de la capacidad de acción de las mujeres en las diferentes culturas y lugares geográficos. Al representar a las mujeres no occidentales como grupo homogéneo «se les roba su capacidad de acción política e histórica» (Mohanty, 2003, pág. 39). Estas representaciones deshumanizan a las mujeres del Sur global y excluyen, así como distorsionan, su larga historia de diferentes experiencias de resistencia contra las jerarquías del poder. Mohanty subraya además el continuo dominio de la representación monolítica y singular de las mujeres del Sur global en el discurso sobre la globalización. Mohanty admite que hay una imagen emergente de mujeres activas del Sur global que se pone de manifiesto en las imágenes de mujeres activistas y defensoras de los «derechos humanos», sin embargo, invita a las feministas a examinar críticamente las nuevas representaciones binarias de mujeres víctimizadas/empoderadas del Sur global. En este sentido, Mohanty plantea la pregunta de qué sistemas de poder y privilegio entre las mujeres del Sur global hacen que unas cuantas voces las vean como empoderadas y una mayoría de voces las representen como víctimas.
Los tiempos de conflicto son un repetido ejemplo de una situación en la que se representa a las mujeres como víctimas sin rostro, sin nombre y sin poder. Por ejemplo, Nordstrom (2005) discute que, a pesar de la participación de las mujeres en los disturbios de 1983 contra los tamiles en Sri Lanka, la representación que los medios hacían de esas mujeres se limitaba a una imagen icónica de una mujer embarazada sin nombre destripada por los terroristas. Nordstrom (2005) sostiene que «el uso de esta imagen como icono obscurece eficazmente a tantas mujeres y niñas que mueren y luchan sin reconocimiento alguno» (pág. 400). De forma parecida a Nordstrom, Bhattacharyya (2008) asegura que hacer hincapié en las diversas y complejas experiencias y roles de las mujeres en la guerra complica y revela la propaganda de los poderes políticos en Occidente cuando afirman que es preciso rescatar a las mujeres del Sur global. Partiendo de una perspectiva feminista trasnacional, en el epígrafe siguiente analizaré diversos ejemplos ilustrativos de las representaciones dominantes de los medios sociales y globales sobre las refugiadas sirias.
Representaciones dominantes de las mujeres refugiadas sirias
Las representaciones de las refugiadas sirias en los medios sociales y globales están dominadas por la imagen de una refugiada siria desamparada que es víctima de las acciones de su familia, que vende a sus hijas por dinero. Analizo tres ejemplos representativos de las representaciones dominantes de los medios globales de los problemas de las refugiadas sirias en Jordania a partir de una búsqueda en Google de la frase «Refugiadas sirias». El primer artículo fue publicado por la BBC (McLeod, 10 mayo 2013), bajo el título «Syrian Refugees Sold for Marriage in Jordan» [«Refugiadas sirias vendidas en matrimonio en Jordania»]; el segundo artículo fue publicado por CBS (Ward, 15 mayo 2013) bajo el título «Syrian Refugees Sell Daughters in Bid to Survive» [«Refugiados sirios venden a sus hijas en un intento de sobrevivir»]; y el tercer artículo fue publicado por ABC (Mark, 22 mayo 2013) bajo el título «Syrian Refugees Selling Daughters as Brides» [«Refugiados sirios venden a sus hijas como novias»]. Los títulos de estos tres artículos identifican de forma explícita que las familias sirias están vendiendo/casando a sus hijas a cambio de dinero. Esos titulares cuentan a los lectores que, por una parte, los refugiados sirios son un pueblo atrasado que vende a sus hijas a las primeras de cambio y, por otra parte, que las mujeres refugiadas sirias son víctimas impotentes de su sociedad incivilizada/bárbara.
El artículo de la BBC se divide en tres partes. La primera parte cuenta la historia de Kazal, una joven refugiada siria vendida en matrimonio: «Kazal dice que tiene 18 años pero parece mucho más joven. Se acaba de divorciar de un hombre de 50 años de Arabia Saudí que pagó a su familia unos 3.100 dólares para casarse con ella. El matrimonio duró una semana» (McLeod, 10 mayo 2013, párrafo 2). El artículo ilustraba que los ojos de Kazal son azules, subrayando su raza caucásica. «Sus inmensos ojos azules se llenan de lágrimas cuando habla de ese matrimonio» (McLeod, 10 mayo 2013, párrafo 4). La segunda parte del artículo de la BBC es una entrevista con Andrew Harper, el representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, en Jordania, quien manifiesta sus sentimientos de disgusto ante las personas que se comprometen en matrimonio a cambio de dinero: «No puedo pensar en nada tan repugnante como que se esté acosando a las refugiadas… Puedes llamarlo violación, puedes llamarlo prostitución, puedes llamarlo como quieras, pero están aprovechándose de las más débiles» (McLeod, 10 mayor 2010, párrafo 10). La tercera parte del artículo de la BBC es una entrevista con Um Mazed, una casamentera que consigue ingresos arreglando matrimonios entre hombres árabes y muchachas refugiadas sirias.
[Imagen 1: La imagen de Kazal en la BBC]
El artículo de CBS se divide en dos partes. La primera cuenta la historia de Um Majed, una casamentera que puede identificarse como la Um Mazed del artículo de la BBC. En realidad, el escritor del artículo sólo ha cambiado una letra en el nombre de la mujer (z en lugar de j). El artículo de CBS empieza con «El teléfono móvil de Um Majed apenas para de sonar estos días. Ella se denomina a sí misma intermediaria matrimonial; en realidad, vende muchachas sirias a precios de saldo a hombres que buscan novia» (Ward, 15 mayo 2013, párrafo 1). Según el artículo, Um Majed no asume responsabilidad alguna por sus acciones y culpa a las familias de las chicas por vender a sus hijas. La segunda parte del artículo de CBS, cuenta la historia de «Aya, de 17 años, que huyó de Siria con su familia hace justo un año. Fue vendida a un hombre de 70 años de Arabia Saudí por 3.500 dólares. La dejó después de un mes» (Ward, 15 mayo 2013, párrafo 7). Esta descripción es exactamente la misma descripción del artículo de la BBC de Kazal, excepto que Aya tiene 17 años, no 18, y la casaron con un hombre de 70 años en vez de 50; por 3.500 dólares en lugar de 3.100; y el matrimonio duró un mes en vez de una semana. La mujer de la imagen que aparecía en el artículo de CBS como Aya (Imagen 2) coincide con la mujer de la imagen de Kazal (Imagen 1) incluida en el artículo de la BBC, una joven de ojos azules vestida con niqab y con exactamente el mismo maquillaje en los ojos.
[Imagen 2: La imagen de Aya en CBS]
El artículo de ABC es una entrevista con Andrew Harper, el representante del ACNUR en el reino de Jordania, entrevistado asimismo en el anteriormente mencionado artículo de la BBC. El artículo empieza con una introducción sobre como se están vendiendo mujeres sirias en Jordania: «Tenemos informes de que en Jordania algunas de las niñas y mujeres sirias de los campos de refugiados están siendo vendidas como novias. Parece que en algunos casos son sus familias quienes venden a las niñas de edades de 16 años, y menores aún, por unos cuantos miles de dólares a hombres de Jordania, Arabia Saudí y los Estados del Golfo» (Mark, 22 mayo 2013, párrafo 1). Más adelante, cuando en el artículo el escritor pregunta a Harper: «Y ahora estamos oyendo historias de que algunas mujeres y muchachas muy jóvenes están en efecto siendo vendidas en matrimonios arreglados, ¿qué se está haciendo? ¿Qué está sucediendo?». Harper clarificaba que:
«Vender es probablemente un término muy fuerte. Hay situaciones que tienen que ver con la dote, algo bastante tradicional en muchas partes del mundo, puede tratarse de acuerdos entre familias. Es una situación donde a menudo las familias, debido a sus terribles circunstancias, ven que no pueden cuidar bien de la muchacha y les llegan ofertas de otras familias u hombres que se presentan diciendo algo así como: ‘Mire, deseamos casarnos con su hija’ » (Mark, 22 mayo 2013, párrafo 6).
Lo que describe el Harper es una forma de matrimonio temprano que tenía lugar por lo general en las comunidades rurales de Siria. Sin embargo, el artículo de ABC ignoraba la información proporcionada por Harper y se hacía eco, en el título y en la presentación, del mismo discurso dominante puesto de manifiesto en los artículos de la BBC y de CBS.
De forma parecida a las representaciones dominantes de los medios globales, el activismo de los medios sociales convencionales sirios respecto a las cuestiones de las refugiadas sirias roba a esas mujeres su capacidad de acción y constriñe sus incursiones a la representación de una única mujer/víctima sin rostro. Por ejemplo, el 2 de septiembre de 2012, el equipo de gestión de la campaña «Refugiadas, No Cautivas» (RNC) publicó la «declaración número 2» explicando por qué eligieron «Refugiadas, No Cautivas» como nombre de la campaña (Layiat Lasabaya, 2012). La imagen, figura 3, que acompañaba al texto retrataba un perfil sin rostro de mujer y bajo la cabeza de la mujer había sólo dos palabras «Refugiadas/Layiat en árabe» y «No Cautivas/Lasabaya«. El espacio del perfil sin rostro de la mujer y las palabras «No Cautivas/Lasabaya» están en rojo subrayando el estatus de víctima indefensa de la mujer siria. La imagen abstracta del pelo de la mujer y la palabra «Refugiadas/Layiat en árabe» aparecen en negro para simbolizar la pasividad que fluye y la femineidad de la debilidad de ser refugiada.
[Figura 3: La imagen de RNC que acompañaba a la «Declaración Número 2»]
El texto de la «declaración número 2» defendía y explicaba por qué el equipo de RNC eligió «Cautivas/Sabaya» en el título de la campaña. Es útil mencionar aquí que la lengua árabe, al igual que la lengua francesa, incluye el género para todos los nombres y la mayoría de los pronombres. Sabaya, «cautivas», es un término utilizado en la historia árabe antigua para describir a las mujeres como botín de guerra que, debido a su género, eran esclavizadas por los vencedores de cualquier conflicto. Sabaya, «cautivas», tiene connotaciones históricas sexuales; las mujeres eran esclavizadas en el contexto de una guerra por motivos sexuales. Esta palabra no se utiliza en el lenguaje árabe contemporáneo, de la misma manera que palabras como «Negro» no son aceptables en el contexto estadounidense tras el éxito del movimiento por los derechos civiles. En la «declaración número 2», el equipo de gestión de la campaña de RNC explicaba que, en primer lugar, eligieron la palabra Sabaya, «cautivas», para «crear conmoción en toda la gente que sentía empatía con el pueblo sirio»; en segundo lugar, «para combatir a quienes quieren casarse con mujeres sirias a cambio de dinero» bajo el pretexto de rescatarlas de su condición de refugiadas. De hecho, el equipo de RNC afirmaba que esos matrimonios estaban esclavizando a las mujeres como si se tratara de botines de guerra. Reconozco las buenas intenciones del discurso de la campaña de RNC cuando su equipo afirma defender los derechos de las mujeres sirias en el matrimonio, y cuando piden a los hombres árabes que donen dinero para construir escuelas para las niñas en lugar de casarse con ellas. Sin embargo, al igual que en las representaciones de la BBC, CBS y ABC, el equipo de RNC utilizó representaciones dominantes para hacer generalizaciones sobre las mujeres y los hombres sirios. A las refugiadas sirias se les roba su capacidad de acción y voluntad y se las constriñe a la representación de una única víctima/mujer sin rostro. Y lo que es más importante, las preocupaciones e historias de las mujeres sirias no sólo quedaban reducidas a matrimonios forzados a cambio de dinero, sino que también se exageraba el volúmen del fenómeno del matrimonio forzado y se ignoraban las relaciones de poder que rigen en las familias refugiadas. Para desafiar las representaciones dominantes de las refugiadas sirias, la sección siguiente recoge historias reales de refugiadas sirias.
Historias desconocidas de mujeres sirias que luchan por sobrevivir a la guerra
Las representaciones dominantes de las refugiadas sirias invisibilizan las cuestiones relacionadas con lo político y lo económico así como las desigualdades estructurales que impactaron en las formas en que las mujeres sirias experimentaron el proceso de convertirse en refugiadas. Este artículo intenta dar visibilidad a historias desconocidas de mujeres sirias que luchan por la libertad y por sobrevivir a la guerra. Narro y analizo seis historias de refugiadas sirias en Jordania que representan a diferentes grupos marginalizados a partir de una intersección de clase, edad, educación, estatus familiar y lugar de origen. Las seis historias de las refugiadas sirias se refieren a: Rim (26 años), activista que viene de una familia damascena de clase media; Karima (40 años), ama de casa de una familia de clase social baja de Homs; Mona (30 años), combatiente de una aldea del gobernorado de Dara’a; Sima (52 años), diseñadora de moda y artesanía, de Al-Tall, una pequeña ciudad del gobernorado de Rif Dimashq; Hala (21 años), activista y periodista de familia de clase media alta de Damasco; y Maha (40 años), un ama de casa de una aldea pobre del gobernorado de Daraa.
A nivel metodológico, estas historias se basan en entrevistas en profundidad con cada una de ellas y tuvieron lugar en Jordania durante el verano de 2013. Para el proceso de entrevistas, a Rim, Hala y Sima las entrevisté en los lugares públicos o privados que ellas identificaron, pero también las acompañé en sus actividades como activistas. A diferencia de estas tres entrevistas, me reuní con Karima y Mona en una ocasión y dos con Maha. Entrevisté a Karima y Mona en sus hogares; la entrevista con Karima me fue facilitada por dos miembros del Equipo de Voluntariado Molham; y la entrevista con Mona fue auspiciada por un miembro del Socorro a los Refugiados Sirios de un grupo jordano. La entrevista con Maha se produjo en el campo de refugiados de Za’atari, para lo que conté con la ayuda de varios activistas humanitarios sirios que me ayudaron a acceder a dicho campo para entrevistar a las mujeres en la seguridad del Creciente Rojo de Qatar. En el proceso de entrevistar y comunicarme con las refugiadas, mi posición, como mujer y activista siria de los derechos humanos que salió de Siria en el verano de 2012 y actualmente reside en EEUU para completar estudios de licenciatura, jugó un papel significativo para construir confianza al compartir historias mutuas sobre supervivencia ante el conflicto y temor por los seres queridos que aún permanecen en Siria. El análisis de las siguientes seis historias hace hincapié en lo que significa ser refugiada en Jordania y subraya que no hay una única categoría que se ajuste a todas las «refugiadas sirias», en contraste con las representaciones dominantes de los medios en la red que le han robado a las refugiadas sirias su capacidad de acción e invisibilizan su lucha, sufrimientos y resistencia.
La historia de Rim
Rim (26 años) es representante estudiantil y juvenil. Participó en los movimientos sociales de la Primavera Árabe. Cuando floreció la Primavera siria, Rim estaba completando sus estudios de posgraduado en Contabilidad en la Universidad de Damasco. De inmediato se comprometió en la organización de manifestaciones pacíficas, activismo en los medios ciudadanos y actividades de ayuda humanitaria a regiones bajo ataque y asedio de las fuerzas del régimen sirio. Su familia, de clase media sunní de Damasco, conocía su activismo y apoyaba sus decisiones con independencia de que ninguno de sus padres fuera políticamente activo. Rim ocupa el lugar del medio en una familia de cinco hijos, dos chicos y tres chicas. En abril de 2012, Rim y sus amigos activistas se disponían a regresar a casa tras una exitosa manifestación en la ciudad de Damasco. Cuando Rim y su amigo entraron en el coche, Rim miró hacia atrás para averiguar por qué otras dos amigas que iban con ellos no se metían también en el coche. Y lo que vio fue que un oficial de la policía se las llevaba arrastrándolas por el pelo. Fue una decisión a vida o muerte. Ayudar a las dos muchachas hubiera significado no sólo ponerse en peligro sino también arriesgar a sus familias y redes. El amigo de Rim se alejó conduciendo. Durante ese mes, la mayor parte de la red de Rim que trabajaba en los medios y en el activismo humanitario fue arrestada. Las fuerzas de seguridad irrumpieron en dos ocasiones en casa de sus padres, donde ella vivía, buscándola. En aquel momento, Rim tenía que afrontar el reto diario de tener que comunicarse con las familias de sus amigos para informarlas de que sus hijos habían sido arrestados o habían muerto a causa de las torturas. El último día de Rim en Siria fue el 8 de mayo de 2012. Salió de Siria de forma clandestina.
«¡No podía seguir allí más tiempo! Consideré que permanecer en Siria era una decisión egoísta que ponía a toda mi familia en grave peligro. Ellos estaban muy preocupados porque cada día tenía que esconderme en lugares distintos. Intentaron averiguar si podía salir del país de forma regular pero mi nombre aparecía en los controles fronterizos, en las listas de personas buscadas por el régimen sirio. Dos días antes de que escapara de Siria, una activista amiga fue arrestada cuando trataba de salir de forma regular de Siria hacia el Líbano. Contacté con algunos activistas en Dara’a y allí me dirigí a través de carreteras secundarias para evitar los controles del régimen en las carreteras principales.»
Rim se quedó en Dara’a durante cuatro horas. Estaba sola. No conocía a nadie. El grupo con el que escapó estaba compuesto mayoritariamente de familias, con muchas madres solas y sus niños. Rim dijo: «Las madres trataban de parecer fuertes y relajadas; no querían que sus niños sintieran miedo e inseguridad». El grupo empezó su viaje cuando oscureció, guiado por la luz de la luna. Había unos cuantos hombres del Ejército Libre Sirio caminando con ellas para protegerlas. Era el primer viaje de Rim fuera de Siria. Rim describió sus sentimientos:
«¡Fue una pesadilla! Deseaba poder despertar y verme en casa con mi madre y mis hermanos. O en mi habitación, mirando al monte Qasiun. Caminábamos por huertos sin saber dónde pisábamos. El ejército jordano estaba en la frontera para ayudarnos a cruzar a Jordania. Había una pequeña colina que tuvimos que subir y un soldado jordano extendió su mano para ayudarnos a subir. Cuando el soldado extendió la mano, intenté retirar la mía. ¡Quería volver atrás! ¡Pero no hice nada! ¡Sabía que debía salvar mi vida y no arriesgar la seguridad de mi familia!»
Al igual que otras refugiadas, cuando Rim entró en Jordania, entregó su documento de identidad sirio pero se guardó el pasaporte porque planeaba dejar Jordania para ir a Bahréin con su hermano mayor, que trabaja allí y vendría a Jordania para reunirse con ella. A las cuatro de la madrugada, Rim llegó al Campo Al-Bashabsha [1]. Se sentía «psicológicamente devastada». Compró un teléfono móvil y llamó a su hermano. Había venido desde Bahrein, pero no pudo ir a recogerla de inmediato. Su hermano no sabía cuando ella iba a llegar y en aquel momento le pidió que pasara la noche en el campo, prometiéndole que se reuniría con ella por la mañana.
Rim era a la vez la única persona de Damasco en el campo de refugiados y la única mujer joven. Las otras refugiadas eran de Dara’a o de Homs. Para hacer que Rim se sintiera segura, una mujer de Homs la invitó a quedarse con ella y sus niños en su habitación. Rim durmió en la habitación de la mujer de Homs. «¡Dormí muy profundamente! ¡Creo que no he dormido tan profundamente desde esa noche! Estaba muy triste y cansada deseando regresar a Damasco». El resto de la familia de Rim, sus padres y hermanos, la siguieron más tarde hasta Jordania. Ahora, todos ellos viven en un apartamento alquilado en los suburbios de Ammán. Cuando entrevisté a Rim en junio de 2013, llevaba en Jordania un año:
«¡Un año pasa tan deprisa! Superé mi devastación psicológica con el trabajo de voluntariado. Sentía que ese trabajo colmaba mi alma. Cuando ayudaba a alguien a sonreir, sentía una energía muy positiva y que proseguía con mi activismo por la revolución siria. ¡Es como si estuviera participando en la construcción del futuro de Siria!»
La estrategia de Rim para sobrevivir a la guerra siria y hacer frente a la vida diaria en su destino de refugiada fue trabajar activamente como voluntaria en diferentes organizaciones activistas humanitarias que actúan en el campo de refugiados de Za’atari. Su trabajo se centra sobre todo en el apoyo psicológico a las mujeres y niños. Se formó en esta área con una de las organizaciones internacionales que hay en Jordania y también desarrolló habilidades en apoyo psicológico a través del trabajo con sus colegas en una organización informal activista en Jordania. Como mujer joven y educada que viene de una familia de clase media damascena, esa situación de privilegio de Rim continúa beneficiándola en Jordania. Esos privilegios hacen que la cobertura de los medios de las historias de las refugiadas sirias invisibilicen a Rim como mujer refugiada porque no se ajusta a las representaciones dominantes de las refugiadas como pobres víctimas indefensas. Sin embargo, historias como la de Rim tienen relativa visibilidad en la cobertura de los medios sobre el activismo sirio; no obstante, debe tenerse siempre en mente que esa visibilidad se le ofrece por lo general a la audiencia fuera del contexto de la crisis de los refugiados.
La historia de Karima
Karima (40 años) no es el tipo de heroína siria a la que los medios dominantes suelen entrevistar. No participó en el levantamiento sirio. No organizó ninguna manifestación. En realidad, no tenía sentimientos contra el gobierno en un primer momento. Karima es una mujer siria de la ciudad de Homs que vivía una «vida sencilla». Se casó pronto, con alrededor de 15 años, como era el destino de muchas de las niñas de su barriada, pobre y conservadora. Por tanto, no completó sus estudios. Karima tuvo cinco hijos, dos niñas entre ellos: Soha (20 años), que está casada; Lama (de 15), de quien Karima dijo orgullosamente en varias ocasiones que es muy inteligente y buena en los estudios; y tres chicos: Mahmud (18 años), Rahim (11) y Kamal (5).
El 12 de marzo de 2012, la vida de Karima cambiaría para siempre. Alrededor de mediodía, escuchó decir que una misión del ejército siria iba registrando las casas de su barrio buscando hombres armados. Rezó para que no se llevaran a sus hijos y marido porque ellos no estaban implicados en actividades militares. Alrededor de las dos de la tarde, la patrulla entró en su apartamento diciéndoles que entregaran sus armas. Su marido declaró que no tenían armas. El oficial ordenó a sus compañeros que se llevaran afuera al marido. Otro oficial cogió al hijo mayor, Mahmud (18 años), y le obligó a arrodillarse ante una foto de Bashar al-Asad frente a su madre y a sus hermanos [2]. Después, le ordenaron a Karima y a los niños más pequeños (una niña y dos niños) que se quedaran dentro mientras se llevaban al padre y a Mahmud con ellos. En pocos minutos, Karima y sus niños oyeron unos disparos. Karima se acurrucó abrazando a los niños porque estaba muy preocupada por su seguridad.
El cuerpo muerto de su marido estaba caído junto a la puerta de su piso y el de su hijo agonizaba en las escaleras tras recibir un disparo en la cabeza. Karima recordaba cómo su sangre había salpicado los muros que le rodeaban. Su hija Lama (15 años) trató de dar agua a Mahmud antes de morir porque estaba murmurando «agua», pero no pudo beberla. Karima me contó esto en medio de un gran suspiro, porque ni siquiera el último deseo de su hijo pudo hacerse realidad: «Mi hija volvió dentro, con las manos cubiertas de la sangre de Mahmud. Besé sus manos y olí el aroma de la sangre mi hijo». Cuando la patrulla del ejército terminó de investigar el edificio, volvieron de nuevo al apartamento de Kadima. Ella cerró la puerta. La destrozaron a tiros. Karima describió sus sentimientos ante esos hechos:
«Creí que nuestras vidas habían llegado a su fin. Estaban confundidos y gritaban sobre lo que le iban a hacer a las mujeres. Gracias a Dios que no nos tocaron ni a mi hija ni a mí. Intenté dar ánimos a mis niños. Temblaban y estaban traumatizados. Los soldados nos retuvieron durante una media hora y después siguieron buscando por el edficio. Cuando finalmente se marcharon, le dispararon a Mahmud en el corazón. Entonces falleció. Tomé la decisión de abandonar mi hogar en cuanto oscureciera.»
Karima describió con orgullo la forma de actuar de su hija Lama: «Lama es tan valiente… Arrastró los cuerpos de su hermano y de su padre hasta la casa y los cubrió con sábanas blancas. Alrededor de las cinco de la tarde nos fuimos de nuestra casa para siempre. Dejamos la puerta abierta confiando en que la buena gente encontrara los cuerpos y los enterrara».
Era invierno y estaba oscuro y Karima, que no tiene experiencia de moverse por espacios públicos, se sintió aterrada y decidió quedarse esa noche en una de las casas de sus vecinos. Cuando entró en esa casa, vió el cuerpo muerto de un extraño. Karima comprendió que las fuerzas del régimen estaban matando a todos los hombres del barrio lanzando después los cuerpos de los muertos al azar en las casas de los vecinos. Así se aseguraban de que el resto de las familias se sintieran aterrorizadas y humilladas y otras regiones que estaban contra el régimen vieran en este ejemplo las consecuencias de rebelarse. De nuevo, Lama cubrió el cadáver con una sábana, para que los pequeños dejaran de mirar las heridas causadas por las balas. Karima continuó con su historia:
«A las 6:30 de la mañana, cuando salimos de la casa de los vecinos, las fuerzas del régimen nos disparaban a los pies y nos gritaban que volviéramos. Hice un gesto con la mano de que era imposible volver. Seguimos corriendo en medio del tiroteo y en ocasiones nos escondíamos en algunos edificios, pero había cadáveres en todos ellos. Cuando salimos de nuestro barrio nos encontramos con rebeldes armados. Manifesté mi desacuerdo con esos rebeldes porque no se estaban enfrentando y luchando con las fuerzas del régimen. Pero el líder rebelde me dijo que diera gracias a Dios de que no nos hubieran tocado ni a mi hija ni a mí y que hubiéramos podido escapar con nuestra honra a salvo. Dijo que en la barriada de al lado habían violado a la mayoría de las mujeres.»
Desde ese momento, el viaje de desplazamiento de Karima pasó por muchas etapas.
En el gobernorado de Homs, Karima y sus hijos fueron primero al pueblo de Safsafeh, pero allí no se sentía segura. Por lo tanto, se trasladaron a Jaldiahe, donde continuamente había disparos de mortero. Después fueron a Baiada y más tarde a KafrAya, donde vive la familia de Karima. Karima se quedó en casa de sus padres durante cuarenta días, pero el estruendo diario de los tiroteos le rompía los nervios. Estaba psicológicamente destrozada. Informó a sus padres de que iban a dejar el gobernorado de Homs y trasladarse a Set Zaynab, en el gobernorado de Rif Dimashq, donde su cuñada tenía una casa vacía disponible y allí podrían quedarse Karima y sus niños. Karima permaneció allí durante varias semanas y finalmente pudo dormir por la noche sin el sobresalto de los disparos. No obstante, dijo, Karima, en el verano de 2012, alrededor de la segunda semana del Ramadán [3], empezaron a caer los misiles del régimen en Set Zaynab y murieron 300 personas. Se desplazó de nuevo con sus hijos hasta Khan Alshe [4], donde permanecieron 17 días en una escuela. Muchas escuelas sirias se habían transformado de su misión original en un refugio para personas desplazadas que no tenía otro lugar donde dormir. Las condiciones de vida eran tan precarias que Karima decidió volver al gobernorado de Homs, una zona bajo control del régimen sirio. Pero las tropas del régimen sirio habían levantado un puesto de control junto a su casa. Desde ese control los soldados lanzaban misiles hacia las barriadas de la oposición. A pesar de los obstáculos, Karima y sus niños se quedaron allí un tiempo hasta que tuvieron que enfrentarse a otro nuevo desafío.
Karima me describió el día en que su vida se desestalizó de nuevo. Sonrió levemente cuando me dijo que su hija Lama estaba viendo Addounia TV [5]:
«Estaba paseando con mis dos hijos pequeños por un jardín público cercano a mi casa. Mi hija Lama estaba sola allí viendo la serie «Sabaia» [6] de Addounia TV cuando ví que unos soldados entraban en nuestra casa. Me quedé aterrada pensando que podían hacerle algo a mi hija. Corrí hacia la casa y ví que estaban interrogando a otra de mis hijas, Soha, que acaba de llegar con su marido para hacernos una visita. Le susurré en el oído a Lama que borrara todos los canales de televisión y apagara el aparato [7].
Karima me aclaró que ahora puede hablar de esas historias y que se encuentra bien gracias al afecto y apoyo del Equipo de Voluntarios Moham [8], pero en aquel momento, cuando el teniente «Samir» la investigaba, sus ojos estaban siempre rojos y su rostro aparecía muy cansado. El teniente Samir preguntó a Karima dónde estaba su marido, ella le contestó que se encontraba trabajando en el Líbano [9]. Samir acusó a Karima de ser una embustera, asesina y terrorista, y le dijo que en dos horas quería que estuviera en su oficina para una investigación en profundidad. Karima dijo adiós a sus hijos pensando que iba hacia la muerte. Fue a la oficina de Samir con su yerno. Al entrar en la oficina de Samir y ver los soldados mirándola de forma acusadora, Karima se sintió aterrada y tímida al mismo tiempo. Karima describió su experiencia con Samir:
«Parece que se aburría y quería burlarse de alguien y me encontró a mí. Me estuvo acusando de ser asesina y terrorista. Primero me quedé callada. ¡No tenía costumbre de hablar con hombres! En mi comunidad, por lo general, las mujeres no hablan con los hombres ni se enfrentan a ellos. Pero después, negocié con Samir. Le dije: ‘OK, si soy una asesina, ¿por qué no me dejas volver a casa y me vigilas hasta que confirmes que lo soy?’ Se mostró conforme con mi sugerencia pero después empezó a interrogar a mi yerno, que estaba tan asustado que no dijo ni una palabra. Para ayudarle, intervine y afirmé que era sordo. Samir me creyó y volvimos a casa vivos.»
Con lágrimas en los ojos, Karima dijo que se arrodilló ante Dios durante media hora para darle gracias por haber sobrevivido de nuevo [10]. Tras este incidente, Karima decidió dejar Siria y dirigirse hacia un campo de refugiados jordano. No cambió de idea cuando al día siguiente el teniente primero Saidon la llamó intentando disculparse por la inconveniente conducta de Samir (Karima aclaró que Saidon era el superior de Samir y que, como él, es de secta alauí). Karima describió su reunión con Saidon al día siguiente:
«El teniente primero Saidon me pidió perdón. Tenía con él a su hijo de seis años y me pidió que rezara por su hijo. Es un buen hombre, no como Samir. Pero no podía confiar en él y no le abrí mi corazón. Cuando me pidió que le dijera qué deseaba y que intentaría hacerlo realidad, le dije que mi único deseo era salir de Homs e ir a Damasco. Me dijo que podía irme y que deseaba que encontrara buenas personas en mi camino por el bien de mis hijos huérfanos.»
Karima no esperó hasta el día siguiente para marcharse. Ese mismo día por la tarde dejó la ciudad de Homs y se dirigió a Jordania con sus hijos. Su viaje duró unas cuantas semanas porque tuvo que ir de Homs a Kazaz, en Damasco, y después a Jordania. En Damasco tuvo que esperar doce días porque la carretera estaba cerrada a causa de las explosiones. Después se dirigieron hacia el sur, hacia el gobernorado de Dara’a, donde atravesaron Tafas, Al-Ayameh y Tiba, y el 5 de noviembre de 2012 cruzaron la frontera hacia el campo de refugiados de Za’atari, en Jordania. Karima, que ha crecido en una ciudad, describe su experiencia en el campo de refugiados de Za’atari, situado en el desierto:
«¡Fue una experiencia desoladora. Estuve en Za’atari tres meses y diez días. Allí me encontré con el Equipo de Voluntarios Molham, que solían visitarme y me ayudaron económicamente. ¡Son como mis hijos! Después de esos meses, mi tienda se vino abajo por la lluvia y no pude seguir viviendo allí ni un minuto más. Escapé de Za’atari de forma clandestina con la ayuda de otra familia siria. ¡Mi tienda de refugiada resume la tragedia de mi vida!»
En comparación con otras refugiadas sirias, la historia de Karima tuvo un final feliz. Más tarde, el Equipo de Voluntarios Molham contactó con ella y la ayudó a reconstruir su vida en Ammán. La colocaron con una familia jordano-palestina que la patrocinó oficialmente, le dio un apartamento de su propiedad que estaba disponible y la ayudaron a matricular a sus hijos en la escuela. Además, el Equipo de Voluntarios Molham encontró una mujer qatarí que proporciona apoyo financiero mensual a la familia de Karima.
La estrategia de Karima para sobrevivir a la guerra siria y enfrentarse a la vida diaria en su destino como refugiaba la obligó a desafiar su tradicional papel de género y falta de experiencia a la hora de actuar en espacios públicos, y resistir largas etapas de injusticia y desplazamientos interno y externo. Al ser una madre carente de formación de una región urbana pobre, Karima atravesó por una transformación significativa, muy depresiva y dolorosa hasta llegar a convertirse en cabeza de familia de un hogar. Por tanto, Karima representa una de las categorías de refugiadas sirias con gran necesidad de ayuda y apoyo de organizaciones que proporcionan recursos financieros y psicológicos. Debería señalarse que, en comparación con las otras cinco historias de refugiadas sirias que aquí se presentan, el lugar de origen jugó un papel enorme en el sufrimiento de Karima y en su largo viaje de desplazamiento interno y exterio. Al proceder de un entorno conservador urbano pobre, Homs, las experiencias de la vida de Karima se limitaban a la frontera de su casa. Aunque hay mujeres, como Muna [11], que también proceden de un entorno pobre y conservador, sus orígenes rurales las dotan de experiencias en el espacio público debido, fundamentalmente, a su trabajo en el sector agrícola. Otros desafíos relacionados con el lugar de origen están relacionados con la proximidad geográfica de las fronteras jordanas. Viajar desde los gobernorados de Dara’a, en Rif Dismashq o Damasco era relativamente menos complicado que viajar desde el gobernorado de Homs, sobre todo porque, dependiendo del momento y lugar de salida, la tensión sectaria y los enfrentamientos armados eran comparativamente más altos en Homs que en Dara’a, Rif Dimashq o Damasco.
En general, Karima intentó parecer una mujer fuerte mientras la entrevistaba, el hecho de que dos miembros del Equipo de Voluntarios Molham estuvieran acompañándome tratando de mantener un ambiente amistoso ayudó a que Karima se sintiera bien.
Notas:
[1] Este campo fue el primer campo para refugiados sirios que se levantó en Jordania. Una familia, de nombre Al-Bashabsha, donó tal fin los edificios que poseía. Cuando el flujo de refugiados aumentó, la ONU se hizo cargo del pequeño campo. Después, la ONU estableció el campo de Za’atari para albergar la continua afluencia de refugiados.
[2] Se trata de una práctica seguida por los soldados del régimen para humillar a la gente.
[3] Ramadán: es el mes sagrado de los musulmanes, cuando se cree que fue revelado el Corán. Los musulmanes ayunan durante los días de Ramadán desde el amanecer hasta la puesta de sol. Según el calendario islámico, que es un calendario lunar, el Ramadán es el noveno mes del año. En 2012, cuando Karima se encontraba en Set Zaynab, el Ramadán tuvo lugar entre el 20 de julio y el 18 de agosto.
[4] Khan Alshe: es un campo histórico de refugiados palestinos.
[5] Addounia TV es un canal privado de televisión conocido por promover la propaganda del régimen sirio. Creo que el papel de Addounia TV en el conflicto sirio es similar, hasta cierto punto, al papel de Radio RTLM en el genocidio de Ruanda. Por tanto, cuando Karima mencionó que su hija estaba viendo Addounia, mi reacción fue: «¿de verdad?». Karima dijo que no le importaba porque prefiere que su hija vea y haga cosas que la hagan estar relajada y feliz después de todo el sufrimiento por el que han pasado.
[6] «Sabaia»: es una popular serie televisiva en Siria que se filmó antes de que empezara el conflicto sirio. Es parecida a la serie estadounidense «Girls» e incluso la traducción de «sabaia» del árabe al inglés es ése: chicas.
[7] Estas reacciones espontáneas reflejan el miedo ante la censura del régimen de los medios, que considera que canales de televisión como Al-Jazeera y Al-Arabiya son instrumentos conspirativos contra la seguridad siria.
[8] El Equipo de Voluntarios Molham es una organización informal de activistas formada por jóvenes voluntarios sirios que huyeron de Siria tras el levantamiento y que ahora trabajan con los refugiados sirios en Jordania, Turquía y el interior de Siria.
[9] El motivo de la mentira de Karima era el temor a que el teniente Samir pensara que su marido había muerto porque era un rebelde y eso pusiera en peligro a su familia.
[10] Durante mi entrevista con Karima no lloró, excepto cuando contó la historia de Samir. Esto refleja que la humillación sufrida le causó un dolor profundo que ha permanecido dentro de su corazón.
[11] Véase la historia de Mona en la Parte II de este trabajo.
Referencias:
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· McEwan, C. C. (2001). Postcolonialism, feminism and development: intersections and dilemmas. Progress In Development Studies, 1(2), 93-111.
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· Nordstrom, C. (2005). (Gendered) war. Studies In Conflict And Terrorism, 28(5), 399-411.
· Said, E. (1979). Orientalism. New York: Vintage Books.
· Salloukh, B. F. (2013). The Arab Uprisings and the Geopolitics of the Middle East. International Spectator, 48(2), 32-46.
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· Ward, C. (2013, May 15). Syrian Refugees Sell Daughters in Bid to Survive. CBS. Retrieved from http://www.cbsnews.com/news/syrian-refugees-sell-daughters-in-bid-to-survive/
Fuente Parte I: http://www.jadaliyya.com/pages/index/21989/i-must-save-my-life-and-not-risk-my-family%E2%80%99s-safet
Parte II
La historia de Mona
Mona es una combatiente (tanto en sentido figurado como literal) y no se ajusta a las representaciones que hacen los medios dominantes y la organización «Refugiadas, No Cautivas» de las refugiadas sirias como víctimas pasivas indefensas del actual conflicto. Mona (30 años) nació en un pequeño pueblo del gobernorado de Dara’a. Estudió hasta sexto grado y se casó a la edad de quince años, como la mayoría de las niñas de su pueblo. Tiene una hija de once años que padece desorden de deficiencia hormonal y por ese motivo parece tener físicamente siete años. Cuando entrevisté a Mona, residía con muchos miembros de su amplia y unida familia en un pequeño y modesto apartamento de las afueras de Ammán. A diferencia de muchas otras mujeres y activistas a las que entrevisté, Mona participó activamente más en la fase de lucha armada que en la etapa pacifista del Levantamiento Sirio. Solía dedicarse a pasar de contrabando soldados que habían desertado del ejército del régimen de Asad y ayudaba a muchos de ellos a incorporarse al Ejército Libre Sirio (ELS). Fue también informante del ELS y tenía un teléfono por satélite para comunicarse con ellos e informarles acerca de las posiciones militares del régimen sirio que debían atacar. Cuando la mayor parte de sus parientes femeninas y amigas abandonó su pueblo para buscar refugio en Jordania, Mona fue una de las pocas mujeres que se quedó allí trabajando con sus compañeros masculinos del ESL. Mona confesó que, al principio, el ejército del régimen de Al-Asad fue tolerante con las mujeres, y los soldados no registraban ni sospechaban de ellas. Por tanto, ella y otra mujer solían esconder armas y munición bajo sus vestimentas y así pasaban los controles del régimen sin que las inspeccionaran, llevando armas de contrabando al ESL. Sin embargo, el régimen descubrió las acciones de Mona, y su nombre, entre otros nombres de mujeres, apareció incluido en las listas de personas buscadas. En aquel tiempo, el padre de Mona, que apoyaba el compromiso de su hija con la revolución, le pidió que se marchara de Siria. Al comprender que la situación se había vuelto mucho más peligrosa, Mona escapó de Siria con su hija de once años antes de que el régimen tuviera oportunidad de detenerla.
Mona no me dio fechas exactas de cuándo sucedió esa parte de su historia por diferentes motivos de seguridad, entre otros porque su padre y su marido están todavía luchando en Siria con el ELS. Abandonó el gobernorado de Dara’a junto a unas 1.500 personas que se dirigieron hacia Jordania una noche en que el régimen lanzó un intenso bombardeo sobre su región. Caminaron durante cuatro horas bajo las bombas hasta alcanzar las fronteras jordanas. Un grupo de soldados del ELS les acompañaba; a los niños les dieron niños píldoras para dormir para evitar que lloraran y revelaran de esa forma su posición a las tropas del régimen de Asad. Mona permaneció durante doce días en el campo de refugiados de Za’atari, y después escapó de allí con gran parte de su familia que se había reunido con ella. Describió así su experiencia en Za’atari:
«El ejército jordano nos dio la bienvenida en la frontera y nos llevó en autobuses hasta el campo. Cuando ví la tienda de campaña y que íbamos a tener que dormir sobre el suelo desnudo, me quedé espantada. Quería volver a Siria. Nos dieron un fino colchón, una almohada, una manta y una comida a cada uno. ¡Hacía mucho frío y no conseguíamos calentarnos con la manta! ¡Reuní a todos los niños pequeños de mi familia a mi alrededor e intenté amontonar todas las mantas para conseguir algo más de calor!»
El motivo que hizo que Mona y su familia escaparan del campo fue parecido al motivo de Karima, la tormenta de nieve que asoló el campo de Za’atari en el invierno de 2013. La tormenta aplastó sus tiendas. Mona y su extensa familia durmieron durante tres días en uno de los colegios del campo. Cuando volvieron adonde se hallaban las tiendas, vieron que se las habían robado [1]. La familia escapó de Za’atari con la ayuda de un grupo de activistas.
En Jordania, Mona tuvo que enfrentarse a una inseguridad económica diaria que le quitaba tiempo y calidad de vida. Era cierto que Mona y su familia escaparon de Za’atari pero no significaba que hubieran podido mejorar la frustante situación de su alojamiento. Mona y su hija compartían un apartamento de una habitación con varios miembros de su amplia familia: la madre de Mona, su suegra, dos hermanos con sus esposas y niños. Pagaban alrededor de 140 dínares jordanos por el apartamento (alrededor de 180 euros) al mes y las facturas mensuales de electricidad y agua superaban los 135 dínares jordanos. En Jordania, es enormemente difícil y caro conseguir un permiso legal de trabajo para un sirio. Por lo tanto, personas como los hermanos de Mona se vieron sometidos a una dura explotación laboral (trabajaban ilegalmente en la construcción). La ayuda de la ONU que los hermanos de Mona obtenían estaba muy lejos de proporcionar a la familia lo necesario para sobrevivir. A pesar de esta dura situación habitacional, Mona y su familia no desean volver de nuevo al campo de Za’atari.
Pocos meses antes de que entrevistara a Mona, ésta se hallaba con su suegra, que tiene diabetes, en el Hospital Akilah para que le hicieran un chequeo médico [2]. Mona estaba esperando en un pasillo del hospital con su hija cuando un hombre llamado Amr se acercó a ellas para decirle que se dedicaba a ayudar a las mujeres sirias que no contaban con la presencia y ayuda de un hombre. Amr dijo que disponía de apartamentos para esas mujeres que habían sido donados por un filántropo. A Mona la sedujo la idea, pero antes de ir con el hombre a ver los apartamentos, llamó secretamente a su hermano para informarle de la situación. Una vez que Mona salió del hospital con Amr, otras once mujeres que también estaban en el hospital hicieron lo mismo. El hombre las agrupó en función de su región siria de origen. Mona y su hija iban agrupadas en un taxi con otras tres mujeres de Dara’a. En otros dos taxis iban cuatro mujeres de Homs y cuatro más de los alrededores de Damasco. El lugar prometido estaba en Al-Zarqa Al-Yadidah [3]. Cuando Mona entró en el taxi, Amr, que iba en el mismo coche que ella, llamó al donante del apartamento para informarle de que «tenía buenas noticias» y de que «llevaba mujeres de Dara’a». Mona se sintió insegura ante esa llamada y notó que el acento y el tono del hombre habían cambiado cuando hablaba por teléfono. Susurró al oído de su hija que hiciera como jugaba con el teléfono móvil y tomara una foto de Amr. La hija de Mona lo hizo así y consiguieron la foto. Amr dijo a las mujeres en el taxi que no tenía dinero en efectivo y les pidió que pagaran ahora el taxi, que les devolvería el dinero tan pronto como llegaran. Mona pagó sólo 5 dinares jordanos (alrededor de 7$) y se quedó sin dinero. El coche fue por diferentes carreteras secundarias, por eso Mona no pudo memorizar la ruta. Cuando llegaron a los prometidos apartamentos, Mona y las otras mujeres descubrieron que las había llevado a una casa de prostitución. Un viejo corrió hacia ellas y se enfadó con Amr al descubrir que le llevaba mujeres casadas mayores y no jóvenes vírgenes. Mona se puso furiosa. Instó a las otras mujeres para que no bebieran ni comieran nada [4]. Amenazó a Amr y al viejo con las acciones del ELS. El viejo le replicó que ellos no forzaban a las mujeres a la prostitución y que eran libres de irse. Mona y las otras mujeres se fueron sin un céntimo. Caminaron por varias calles hasta que vieron una tienda donde su dueño se sintió solidario con ellas y les dio dinero para que pagaran un taxi y pudieran volver a Ammán. Mona contó su historia a un activista palestino-jordano que es famoso por sus contactos con los medios internacionales, pidiéndole que publicara la foto del móvil de Amr y advirtiera a las demás mujeres y a las autoridades sobre él. El activista cogió el móvil de Mona, pasó la foto a su teléfono móvil y después borró la que había en el de Mona. Mona se quedó sin la prueba y no pudo continuar investigando el caso de Amr y de la casa de prostitución.
La estrategia de Mona para sobrevivir en la guerra siria se puso de manifiesto en diversas formas de enfrentar la opresión patriarcal y política tanto en Siria como en Jordania. En Siria, no sólo se enfrentó a su tradicional papel de género pasando armas de contrabando y soldados desertores, sino que participó activamente en el conflicto armado trabajando como informante para el ESL y participando en la planificación militar. Aunque madre de una región rural pobre que no había podido recibir más educación, Mona tenía ya experiencia en actuar en espacios públicos dentro de Siria al haber trabajado en una granja durante casi toda su vida y, posteriormente, por su colaboración con el ELS. Por tanto, al llegar a Jordania era más probable que adoptara su nuevo papel de forma más fácil y rápidamente que otras mujeres de su misma clase pero de regiones urbanas que no tenían experiencia de moverse en espacios públicos. Esas experiencias empoderaron a Mona para actuar adecuada e inmediatamente cuando intentaron atraparla en la red de prostitución. Sin embargo, al igual que otras refugiadas de las clases más bajas, Mona continuó sufriendo grave seguridad económica diaria en Jordania y la creciente hostilidad de la comunidad receptora.
La historia de Sima
Sima (52 años) es un ejemplo de refugiada cualificada que se trasladó a Jordania con experiencia competente pero que las principales organizaciones de activistas sirios marginaron debido a su lugar de origen y edad. Sima es viuda, procede de Al-Tall, una pequeña ciudad en el gobernorado de Rif Dimashq. Sima se casó con un primo a la edad de 17 años. Eran primos hermanos, por lo que dos de los seis niños de Sima padecen minusvalías físicas y mentales. Una vez casada, Sima se trasladó con su marido a Arabia Saudí, donde él se encontraba trabajando. Sima obtuvo el título de bachiller pocos meses después de casarse y a continuación se dedicó a seguir cursos de diseño de moda, actividad que le apasionaba. Pocos años antes de que empezara el Levantamiento Sirio, Sima y su familia volvieron a Siria donde estableció un instituto de formación en diseño artesano y moda en su ciudad natal, Al-Tall. Los hijos de Sima han desarrollado profesiones en los campos de la medicina, ingeniería y enseñanza. Cuando empezó el Levantamiento Sirio, todos sus hijos se involucraron en él.
Uno de los hijos de Sima, Nizar, pasó por «una crisis de identidad que le duró muchos años», lo que le llevó a unirse a grupos extremistas conflictivos. Nizar se sumó a un grupo religioso extremista satanista cuando estudiaba en la escuela médica de cirugía en Jordania. A causa de esto, su familia le envió a una universidad en Bahréin, uniéndose en esa ocasión a una rama de Al-Qaida e implicándose en atentados terroristas en Arabia Saudí. El gobierno saudí le encarceló y después le trasladó a una prisión siria en Damasco. Así pues, a mediados de marzo, cuando el Levantamiento Sirio se inició, el nombre de Nizar se incluyó de inmediato en las listas de personas buscadas, con independencia del hecho de que ya hubiera abandonado su afiliación con Al-Qaida. Sin embargo, Nizar, junto con otras quince personas de Al-Tall, participaron en una de las primeras manifestaciones celebradas en la mezquita de los Omeyas en el Viejo Damasco. Sima acusó a un tío de Nizar de haber informado sobre él a los servicios de inteligencia. Nizar fue encarcelado de nuevo, sufriendo graves torturas. El 25 de marzo de 2011 fue la primera vez que interrogaron a Sima. Por una parte, la inteligencia siria pretendía aterrorizar a Sima para que revelara cualquier información sobre las actividades de su hijo y, por otra, presionarla para que cooperara con ellos. Nizar fue liberado a primeros de junio de 2011, después de que Bashar al-Asad emitiera una amnistía general que incluía a todos los presos políticos. Pero el acoso de la inteligencia siria a Sima no se detuvo. Todos los hijos de Sima (hombres y mujeres) estaban implicados en el Levantamiento Sirio y se unieron a grupos del Ejército Libre Sirio en los suburbios de Damasco, donde desarrollaban tareas de combate y/o asistencia médica en hospitales de campo. Por ello, Sima estaba continuamente sometida a acoso e interrogatorios por parte de la seguridad.
En septiembre de 2012, las casas de Sima y su hijo Nizar fueron objeto de las represalias de las tropas del régimen sirio. La seguridad siria invadió el hogar de Sima, le robó todo y destruyó lo que no pudo llevarse. La casa de su hijo Nizar la quemaron. Sima me enseñó fotos de su casa y de su familia. Se mostró triste al referirse a una alfombra que había hecho a mano en 1987 y que le robaron ese día. Más tarde, en septiembre de 2012, Sima dejó permanentemente Siria y se trasladó a Jordania a casa de una prima. Sima explicó su traslado a Jordania:
«Quería viajar a Arabia Saudí para quedarme con mi hija de adopción de la lactancia materna [5]. Mientras esperaba que me dieran el visado, traté de encontrar actividades en las que pudiera servir a la revolución y a los refugiados. Estaba muy emocionada de que un grupo de mujeres que habían sabido de mis trabajos quisieran buscarme un lugar para poner en marcha un taller similar al instituto de formación en diseño artesanal y moda que dirigí en Siria. El objetivo era formar a las mujeres refugiadas para que hicieran artesanías y pudieran conseguir algunos ingresos con su venta. Me pareció que era una oportunidad de trabajo maravillosa. No tenía dinero. Éramos una familia pobre pero habíamos invertido todo nuestro dinero en servir a la revolución.»
La excitación de Sima se convirtió muy pronto en frustración. Su prima no parecía muy contenta con el éxito profesional que Sima estaba consiguiendo. Al principio le robó dinero y un día, de repente, la echó de su casa en plena noche. Con muy poco dinero, Sima caminó por las calles de Ammán hasta que llegó al edificio Al-Ammer donde alquilaban habitaciones a precio barato. Pero el edificio no disponía de habitaciones libres. El conserje egipcio que trabajaba por la noche le dijo a Sima que podía quedarse a salvo en su habitación hasta que llegara la mañana. Al día siguiente, Sima encontró una mujer de Dara’a que le dijo que podía trasladarse con ella a su apartamento. El visado de Sima para Arabia Saudí estaba en suspenso, al igual que el resto de visados de los ciudadanos sirios para otros países del Golfo, y no la ayudó en nada el hecho de que Sima hubiera vivido allí durante más de veinte años y tuviera una hija adoptiva en ese país.
En la organización de mujeres sirias con la que Sima trabajaba se sintió frustrada y marginada. Estaba mal pagada y los empleadores no la pusieron a cargo del proyecto de artesanías como le habían prometido. La directora de la organización era una joven siria que había crecido y se había educado en el Reino Unido y descendía de una familia damascena de clase media alta. Aunque Sima había supervisado la selección de muebles y otros equipamientos para el espacio de trabajo, la directora contrató gestores que eran mujeres sirias educadas en Occidente que no tenían experiencia de trabajar dentro de Siria con mujeres de clase baja. Sima manifestó su opinión: «Empezamos la revolución siria porque queríamos liberarnos de clasismos y ser todos iguales. Sin embargo, me subestimaban, ignoraban mi experiencia y me trataban como si no fuera nadie». Además, Sima tuvo una disputa con su compañera de piso por el precio del alquiler. Su compañera quería que ella pagara toda la renta porque Sima trabajaba. La consecuencia fue que Sima se trasladó al Complejo Raghadan, en Ammán, donde residen muchas familias refugiadas sirias.
Cuando Sima trabajó con las mujeres refugiadas tanto en Ammán como en el campo de refugiados de Za’atari, esa actividad la ayudó a sentirse mejor. Sin embargo, sus precarias condiciones de vida en una habitación pequeña sin los electrodomésticos más básicos, como un refrigerador, así como la marginación que sufría en su trabajo la llevaron a hacer planes para viajar a Egipto antes del comienzo del mes de Ramadán en 2013. Entrevisté a Sima dos días antes de que volara hacia El Cairo.
La estrategia de Sima para sobrevivir a la guerra siria se basó en su intento por utilizar sus propias habilidades y talentos en Jordania a fin de poder sobrevivir, por una parte, y servir a otras mujeres refugiadas y a la causa más amplia de la Revolución Siria, por otra. Sin embargo, debido a su edad, a su origen rural y falta de educación adecuada, el esfuerzo de Sima se vió limitado y marginado por las organizaciones de mujeres sirias con las que intentó trabajar. Como mujer siria de una familia de clase media alta rural, el patrimonio de su familia consistía en diversas propiedades y en tierras más que en dinero en efectivo o en cuentas bancarias. Por lo tanto, en Jordania no disponía de dinero para vivir con dignidad y dependía de que familiares y otras personas cercanas a ella le facilitaran una vivienda. Después, sin embargo, sufrió el rechazo incluso sus familiares y gentes más cercanas a ella. Ese rechazo pone de relieve cómo cambian las actitudes de las comunidades anfitrionas después de haber dado la bienvenida a los refugiados al principio de la crisis, pasando al rechazo y hostilidad posteriores. En el caso de Sima, cuando su situación se volvió significativamente deprimente, sus privilegios le permitieron trasladarse a Egipto y vivir en una casa propiedad de su familia.
La historia de Hala
La historia de Hala es como otra de tantas historias de los periodistas sirios que fueron detenidos y torturados en las prisiones del régimen durante el Levantamiento Sirio [6]. Hala tiene 21 años. Pertenece a una familia con antecedentes de participación política. Su padre fue uno de los líderes del movimiento de los Hermanos Musulmanes en la ciudad de Hama durante la década de los ochenta y desde entonces vive exiliado en Arabia Saudí. Hala no parecía estar comprometida con la tradición islámica política de su padre. Se postula como laica y no lleva símbolos religiosos. Hala vivía en Damasco con sus dos hermanos y su madre. Pertenecían a una clase media alta damascena. Sin embargo, la vida de la familia de Hala cambió de forma aguda tras el Levantamiento Sirio. Sus dos hermanos fueron detenidos al principio del levantamiento. Uno de ellos murió bajo las torturas y el otro todavía se halla en prisión.
Desde el comienzo de la revolución, Hala trabajó como periodista. Filmó la información de noticias que cubrió la fase pacífica de la revolución y el activismo de los jóvenes estudiantes universitarios, enviando sus videos a diversos canales de información árabes, como Al-Jazeera y Al-Arabiya. También organizó manifestaciones y participó en la ayuda humanitaria. En julio de 2012, muchos de los activistas y periodistas del círculo de Hala fueron arrestados. Dejó su casa y vivió en la clandestinidad durante siete meses en una casa de una prima. La prima de Hala estaba casada con un funcionario de perfil alto del gobierno y vivía en una barriada de lujo donde la gente estaba a favor del régimen. El marido de su prima no conocía su activismo revolucionario, pero su mujer sí. El 10 de febrero de 2013, uno de los últimos colegas activistas de Hala que no había huido de Siria y que luego fue encarcelado, llamó a Hala desde un «número falso» [7]. Le dijo que estaba corriendo un gran peligro y le pidió poder esconderse en casa de su madre. Hala le dijo que sí. Cuando llegaron a la casa de la familia de Hala, su amigo hizo una llamada larga (más de 16 minutos) desde su «número falso». Esta larga llamada fue la razón de que las fuerzas de seguridad pudieran localizar su posición. Los agentes de inteligencia llegaron al edificio buscándole. Hala le ayudó a escapar por el tejado, pero las fuerzas de seguridad lo capturaron y él confesó de inmediato todo lo que sabía de Hala. Las fuerzas de seguridad invadieron la casa de Hala, destrozándolo todo y robando todo el dinero (alrededor de 9.000 euros) y las cosas de valor, incluyendo las cámaras y videos de Hala que utilizaba en su activismo ciudadano en los medios. Las fuerzas de seguridad arrestaron a Hala con su amigo. Les acusaron de ser terroristas armados, llevándose a Hala en un coche y a su amigo en otro. Tan pronto como metieron a Hala en el coche, empezó el acoso verbal y físico. Cuando llegaron al Centro de Inteligencia 40, en la barriada del Puente Blanco, un agente le dio una daga y le ordenó que apuñalara a su amigo para probar su lealtad al régimen. Hala se negó y rechazó que conociera a «su amigo». El agente cogió la daga y apuñaló al amigo de Hala en la espalda. Golpearon brutalmente a Hala y después la llevaron a otra habitación. Allí, Hala fue sometida a la técnica de tortura llamada «Estrapada». Le ataron las muñecas con una cuerda por detrás de la espalda y después la suspendíeron en el vacío durante seis horas. Tras una hora y media, se quedó inconsciente. Cuando la bajaron, lanzaron su cuerpo sobre unos sacos de harina y cuatro hombres golpearon muy duramente su cuerpo menudo con las culatas de sus rifles. Después, la llevaron a una celda diminuta (monfareda en árabe) [8]. Hala fue torturada con diferentes técnicas de interrogatorio como electrocshock, ataques sexuales, amenazas de violación y humillación y privación alimentaria. Hala describió su experiencia con voz muy baja y tímida:
«Me golpeaban y acosaban. Decían que iban a violarme. Es tan duro para la psique de una joven verse sometida a todo eso. Me hacían sentir como si lo supieran todo de mí, la mayoría de los detalles de mi vida. Me amenazaban con informar a mi familia de que no era virgen, que era una puta que dormía con los soldados del Ejército Libre Sirio.»
Hala permaneció en el Centro de Inteligencia 40 durante dos noches en las cuales no durmió debido a las insoportables condiciones de la diminuta celda pero también por los sonidos de las torturas perpetradas a otros detenidos a su alrededor. Sin embargo, lo que más difícil le resltó fue que los agentes de inteligencia colocaron a su amigo en la celda de enfrente donde le estuvieron torturando noche y día. Desde ese centro de inteligencia, Hala y su amigo fueron trasladados a la Sección de Inteligencia Al-Jatib. Hala subrayó que la Sección Al-Jatib era «un lugar tan horrible que no hay palabras para describirlo». Los agentes de inteligencia obligaron a Hala a bajar de rodillas siete pisos de escaleras hasta llegar a los sótanos donde se hallaba la celda en la que volvieron a encerrarla de nuevo. Hala fue entonces sometida a tres días más de interrogatorios y torturas para obligarla a dar los nombres y localización de todas las redes de activistas y periodistas que conocía. Hala nació con un defecto cardíaco. Los métodos de tortura que los agentes de inteligencia practicaron con Hala y su amigo eran significativamente duros. Por ejemplo, se les sometía a la silla de la tortura, les ataban las muñecas, el cuello y los pies a una silla y después les arrojaban agua y les aplicaban descargas eléctricas tratando de electrocutarles. Hala podía oler cómo sus uñas y su pelo se quemaban. Perdió temporalmente la visión durante 24 horas y empezó a sangrar por la nariz. Además, estuvo privada de agua y alimento durante cuatro días sucesivos. Al cuarto día, en medio de la noche, gritó muy fuerte pidiendo agua o comida. Se acercó una patrulla de dos guardias. Uno le dio un poco de agua. Por eso, Hala le pidió también algo de comer. El otro guardia cogió una de las cucarachas que corrían por la celda y se la metió en la boca obligándola a tragársela. Después de tres horas, Hala seguía aún suplicando un poco de «comida». Un vigilante vino con una lata de carne podrida que no podía abrirse sin un abrelatas. Hala se quejó preguntando cómo iba a poder abrirla. Sus uñas eran largas. El vigilante se burló de ella diciéndole que la abriera con las uñas. Cuando le contestó que eso era «imposible», llamó a sus compañeros de vigilancia para que vinieran y observaran. Primero le arrancó dos uñas y Hala perdió el conocimiento mientras le arrancaba el resto [9]. La tortura física y psicológica, especialmente los golpes en el bajo vientre, le provocaron una hemorragia ginecológica que le duró un mes y dieciocho días. Después de ocho días torturándola, el jefe de la Sección de Inteligencia Al-Jatib estaba haciendo un control de detenidos cuando vió a Hala sangrando al borde de la muerte. Ordenó que la trasladaran a una prisión civil. Durante el proceso, se le dijo que confesara en el canal nacional de noticias sirio que era una terrorista y que se arrepentía de sus hechos, pero se negó. Entonces, la transfirieron al tribunal para casos de terrorismo. Allí, uno de los empleados la reconoció y llamó a su bien conectada prima. La familia de Hala se presentó una hora después de la llamada, pagaron 150.000 libras sirias (alrededor de 2.700 euros), y Hala fue puesta en libertad. Al salir, se fue a vivir a casa de un primo en Qudsaya, una ciudad cercana a Damasco. Hala relató:
«La barriada era de mayoría alauí y sus habitantes eran partidarios del gobierno. Conocían el hecho de que yo era activista y detenida política. Amenazaron a mi familia con secuestrarme. Algo así había sucedido ya en varias ocasiones en esa ciudad. Hay milicias civiles (Ligan Sha’abiah, en árabe) que secuestraban a las personas que estaban a favor de la revolución, la mayoría de los secuestrados eran mujeres y niñas a las que retenían, torturaban y quizá violaban en prisiones civiles. Muchas de esas prisiones son los domicilios de los secuestradores.»
Debido a esas amenazadoras circunstancias y temiendo un nuevo arresto, Hala decidió huir de Siria. Escapó a través de la frontera con el Líbano y desde Beirut voló a Ammán. Al final de mi entrevista con Hala, le pregunté qué era lo que la ayudaba a mantenerse fuerte y valiente. Me contestó: «Porque espero volver a Siria y luchar para que gane nuestra causa».
La estrategia de Hala para sobrevivir a la guerra siria y enfrentarse a la vida diaria en su destino de refugiada fue proseguir su activismo trabajando como voluntaria en diferentes organizaciones activistas humanitarias en Jordania y, al mismo tiempo, buscar un trabajo. Cuando entrevisté a Hala, acababa de llegar a Jordania y me expresó su interés en ser entrevistada para colaborar en mi investigación. Cuando me contaba su historia, Hala mencionó que nadie, ni siquiera su madre, sabía algunos detalles de su historia. El esfuerzo de Hala para compartirla pone de relive su esfuerzo para superar la pasividad y empoderarse ella misma. Esa actitud se vió fortalecida por los antecedentes de Hala como joven educada damascena de una familia de clase media alta. Debo señalar que Hala había completado su educación superior en Damasco; sin embargo, debido a su activismo político, se le denegó el certificado de graduación y el expediente académico cuando los solicitó antes de salir de Siria. Por ello, sus esfuerzos para encontrar un trabajo en Jordania se vieron limitados tanto por las estrictas regulaciones jordanas sobre el empleo a los sirios, como por la táctica de «venganza» del régimen sirio de privar a los activistas de la oposición de sus certificados de estudios.
La historia de Maha
Maha (40 años), es de un pueblo del gobernorado de Dara’a. Es madre y tiene siete hijos (de entre 3 y 16 años), cuatro chicos y tres chicas. Maha se casó muy pronto y no tiene experiencia de actuar en la esfera pública. Su vida se centró en servir a su familia en la esfera privada. El marido de Maha era profesor de inglés en una escuela del gobierno local. Con su sueldo aportaba los únicos ingresos de la familia, 20.000 libras sirias al mes (alrededor de 357 euros). Maha y su marido no tenían opiniones políticas que apoyaran la revolución. De hecho, preferían la seguridad bajo el gobierno del régimen sirio al caos posterior a la revolución. Sin embargo, esos sentimientos previos a favor del régimen no protegieron a sus hijos ni a ellos de convertirse en víctimas de la hostilidad del régimen sirio. El 16 de febrero de 2013, Maha escapó de Dara’a con sus siete hijos. Ese día, una de las bombas de fragmentación impactó en su pueblo y una pieza de metal cayó del cielo cerca de su hijo cuando se encontraba en la cocina. Para Maha y su marido, ese incidente fue la última señal de una serie de avisos que parecían indicar que Maha y los chicos debían irse tan pronto como fuera posible. Antes de eso y durante muchos meses, los hijos de Maha, a causa del conflicto armado, habían sufrido varios golpes psicológicos que duraban en el tiempo cuando entrevisté a Maha durante junio de 2013. Los impactos psicológicos de la guerra en los hijos de Maha se habían puesto de manifiesto de diferentes formas. Por ejemplo, uno de sus hijos tenía crisis de llanto y pánico en medio de la noche, y una de sus hijas reaccionaba ante cualquier sonido fuerte que le recordara los sonidos de las bombas corriendo a esconder la cabeza bajo varias capas de sábanas y almohadas o metiéndose debajo de una mesa y empezando a llorar a gritos.
Cuando ella y los niños llegaron a Jordania, empezaron los sufrimientos de Maha debido a la inseguridad alimentaria y económica. La ayuda humanitaria estaba muy lejos de ser suficiente para que la familia de Maha pudiera sobrevivir. También Maha se quejaba de que la ayuda alimentaria de la ONU estaba por lo general «podrida». Esta situación afectó gravemente a la salud física y psicológica de Maha y los niños. La ayuda alimentaria incluía alimentos enlatados, bulgur, arroz y lentejas. No había fruta, ni verduras, huevos o carne. Esta dieta hizo que los hijos de Maha tuvieran episodios continuos de diarrea y vómitos. Tanto Maha como los niños sufrían de anemia y pérdida severa de peso. En cuatro meses Maha bajó de 60 kilos a 40 kilos. Para combatir la malnutrición, Maha, como otras muchas mujeres en el campo de Za’atari desarrolló una estrategia de supervivencia vendiendo la ayuda alimentaria a bajos precios en el mercado de Za’atari [10], comprando en su lugar «artículos comestibles». Maha se quejó de la corrupción del líder de calle [11] de la sección del campo donde vivía, revelando que no distribuía la ayuda no alimentaria en su calle, tal como caravanas o productos de limpieza, que por lo general procedían de donantes individuales y no de la ONU. Lo que hacía era venderlos para conseguir dinero para él. Maha decía que ella no podía comprarle una caravana porque no tenía suficiente dinero. Sin embargo, le compró jabón en diversas ocasiones porque su familia tenía mucha necesidad de productos para mantenerse limpios.
Maha rechazaba la caridad como solución a su situación [12]. Dijo: «Quiero trabajar y vivir honestamente. No quiero mendigar. Quiero comer el pan que consiga con el sudor de mi frente». Maha confirmó: «Prefería morir a que me humillaran». Por tanto, se dirigió al centro Nour Al-Husain para pedir un trabajo en la limpieza de los baños públicos. El encargado se mostró conforme con la petición de Maha cuando oyó su historia. Maha firmó un contrato de trabajo por un salario mensual de 150 dinares jordanos (alrededor de 188 euros). Sin embargo, su contrato quedó anulado cuando llegó otro encargado y contrató a una mujer conocida suya.
El marido de Maha no les acompañó desde el principio porque quería mantener sus ingresos como profesor en Siria. Sin embargo, cuando supo de la dureza y miseria en el campo de Za’atari, quiso viajar enseguida junto a su mujer y los niños. Dejó Siria y llegó a la frontera jordana. Sin embargo, no pudo pasar la frontera porque ningún hombre solo podía entrar en el campo de Za’atari. El marido de Maha confirmó a los funcionarios jordanos que su familia estaba allí, pero no quisieron cooperar con su caso. Durante tres día, Maha esperó frente a la oficina de administración del campo de Za’atari hasta que pudo reunirse con él. Le contó al gerente la historia de su marido y después les dijeron que para que su marido pudiera pasar la frontera tenía que pagar 200 dínares jordanos (alrededor de 252 euros). Maha y su marido no tenían de dónde sacar esa suma. Sin embargo, Maha confiaba en que su marido, con quien ocasionalmente se comunicaba por teléfono móvil, podría reunirse con ella pronto. Al mismo tiempo, confiaba en que los productos de un taller de bordado al que se incorporó pudieran venderse en el futuro y eso le proporcionaría algunos ingresos.
La estrategia de Maha para sobrevivir a la guerra siria y enfrentarse a la vida cotidiana en su destino de refugiada era doble: vender su ayuda alimentaria y a cambio comprar lo que necesitaba y también registrarse en un programa de formación en la artesanía de los bordados con una organización internacional en el campo de Za’atari. Como madre que no había podido tener educación al proceder de una región rural pobre que de repente se vio convertida en cabeza de familia desplazada de un hogar, Maha pasó por una grave depresión y trastornos psicológicos que se reflejaron en una conducta cada vez más violenta con sus hijos. Sin embargo, manifestó que el hecho de emplear su tiempo libre de forma productiva en el programa de bordados y hablar con un asesor psicológico sirio de la organización le hicieron superar sus problemas. La historia de Maha pone de relieve el sufrimiento diario de las mujeres convertidas en cabeza de familia en el campo de Za’atari, y la importancia de proporcionarles ayuda monetaria a corto plazo y formación profesional a largo plazo, para que puedan conseguir empoderamiento económico e independencia. Además, la historia de Maha llama la atención ante los obstáculos para la reunificación familiar cuando un hombre adulto sirio necesita cruzar las fronteras y llegar al campo de Za’atari.
Conclusion
Basándome en una perspectiva feminista trasnacional, he sostenido en este documento que, a diferencia de las representaciones dominantes de los medios sociales y globales, no hay una categoría singular que se ajuste a todas «las refugiadas sirias». A partir del trabajo de campo que realicé en Jordania en el verano de 2013, que incluyó 33 entrevistas en profundidad y aproximadamente 100 horas de observación participante, además del análisis del discurso de los medios sociales y globales, he analizado ejemplos representativos de representaciones dominantes de los medios sociales y globales. Para desafiar esas representaciones, he narrado y analizado seis historias de refugiadas sirias que representan diferentes grupos marginalizados partiendo de una intersección de clase, edad, educación, estatus familiar y lugar de origen.
Así pues, historias parecidas a los ejemplos de Maha, Sima, Mona, Rim, Hala y Karima son invisibles en las representaciones de los medios sociales y globales. Las historias de Maha, Sima, Mona, Rim, Hala y Karima muestran cómo, a través del proceso de convertirse en refugiadas, las mujeres sirias tienen experiencias heterogéneas. Esas experiencias desmienten las representaciones de los medios sociales y globales dominantes que reducen las historias de las mujeres sirias no sólo a víctimas pasivas de la guerra sino también a sujetos de matrimonios forzosos a cambio de dinero para sus familias. Aunque todas estas mujeres se enfrentaron a diferentes formas de violencia estructural del régimen sirio, las relaciones interseccionales de clase, edad, educación, estatus familiar y lugar de origen, hacen que sus experiencias sean significativamente diferentes.
Cada una de ellas -Maha, Sima, Mona, Rim, Hala y Karima- encuentra su propia vía para sobrevivir a la guerra siria y enfrentarse a la vida diaria en su destino de refugiada. Mujeres como Rim y Hala, que son ambas educadas, jóvenes y de familias de clase media/alta, encuentran un objetivo en continuar el activismo en Jordania para llevar justicia y un cambio positivo a las vidas de las refugiadas. Mujeres como Karima, madre, que no tuvo educación y procede de una familia de clase baja, encuentran un objetivo en proteger a sus hijos y en tratar de asegurarles el mejor futuro que puedan conseguir teniendo en cuenta sus circunstancias. En el caso de Karima, esto significa escapar de Siria, así como del campo de refugiados jordano y, en Ammán, enviar a sus niños de nuevo al colegio. Las experiencias individuales de cada una -Maha, Sima, Mona, Rim, Hala y Karima- nos hablan de múltiples aspectos acerca de los principales desafíos que las refugiadas sirias experimentan, y ponen de relieve la capacidad política e histórica de las mujeres a la hora de enfrentarse a esos desafíos.
Las representaciones dominantes de las refugiadas sirias invisibilizan las cuestiones relacionadas con lo político y lo económico, así como las desigualdades estructurales que afectan a las formas en las que las mujeres sirias experimentan el proceso de convertirse en refugiadas. Las vidas de las refugiadas sirias han sufrido el impacto de los sistemas de poder y privilegio que hacen que sus voces e historias queden en gran medida marginadas tanto en los medios de comunicación como en la realidad. En los medios, las representaciones de las refugiadas sirias las exhiben únicamente como víctimas de formas de opresión de sus «atrasados hombres», sin dar visibilidad alguna a las formas de explotación de las que son culpables, por ejemplo, las políticas y corrupción de las organizaciones internacionales, como se puso de manifiesto en la historia de Maha. La capacidad histórica y política de las refugiadas sirias se manifiesta en diferentes formas de resistencia ante la injusticia social y política, tanto en Siria como en Jordania. Sin embargo, hay sistemas de privilegio y poder que silencian y marginan más las voces de unas mujeres que las de otras. Por ejemplo, mujeres como Rim y Hala, con educación y privilegios de clase tienen más visibilidad comparadas con mujeres como Maha y Karima que carecen de esos privilegios. Además, mujeres como Sima se ven marginadas -debido a sus orígenes rurales, edad y falta de educación adecuada- entre las organizaciones activistas dominantes sirias, comparadas con jóvenes damascenas como Rim y Hala. Este informe hace hincapié en las vías por las que las representaciones de los medios en la red han robado a las refugiadas sirias su capacidad y voluntad de acción, invisibilizando la complejidad y variedad de esas historias en su lucha por la libertad, en el sufrimiento causado por la violencia y la guerra y en su resistencia ante la desigualdad y la injusticia.
Notas:
[1] Aunque Mona acusó a los agentes del régimen, que se hallaban dentro del campo, de robar las tiendas, esta idea se basaba más en creencias ideológicas que en hechos .
[2] El Hospital Akilah es un hospital privado jordano que proporciona servicios médicos gratuitos a los refugiados sirios gracias a las donaciones de empresarios privados
[3] Al-Zarqa Al-Yadidah (Nuevo Zarqa): es uno de los nuevos suburbios de la ciudad de Zarqa, situada a 25 kilómetros al noreste de Ammán
[4] Mona tenía miedo de que les hubieran puesto alguna droga en la comida o las bebidas.
[5] Un hijo adoptivo por lactancia materna (Radaa’ah en árabe) es la única forma de adopción permitida bajo la ley de la Sharia’a islámica. No es necesario que los padres del hijo adoptivo estén muertos. De hecho, cuando una mujer ha amamantado en cinco ocasiones a un bebé menor de dos años, ese niño es considerado como su hijo. Sin embargo, este niño no vive habitualmente con la madre nutricia. Por tanto, es una relación adoptiva y uno una adopción en sentido literal. Sin embargo, bajo la ley de la Sharia’a esta situación afecta a cuestiones legales como el matrimonio. Por ejemplo, el hijo nacido de Sima es considerado como hermano para la hija de lactancia de Sima y no pueden casarse.
[6] La tortura sistemática perpetrada por el régimen sirio contra los detenidos logró visibilidad en los medios internacionales sobre todo tras el informe que la CNN publicó en exclusividad a comienzos de 2014. El informe mostraba miles de fotos filtradas por un desertor del gobierno sirio. Las fotos documentaban el asesinato y tortura de los detenidos en las prisiones del régimen sirio (Krever and Elwazer, 2014).
[7] Un número falso (jat madrob en árabe): es una denominación que los activistas sirios emplean para referirse a un teléfono de tarjeta SIM que le cogen a un agente de seguridad muerto o a cualquier persona equivalente cuya tarjeta SIM no pueda ser controlada por las fuerzas del régimen.
[8] El régimen sirio es conocido por utilizar esta técnica de tortura en la que los agentes del régimen ponen a un prisionero en una única celda muy diminuta donde no hay luz solar. El diminuto espacio sólo permite que el prisionero se siente en cuclillas.
[9] En medio de mi entrevista con Hala, percibí el daño sufrido en sus uñas. Ella se dio cuenta de que lo había visto y me explicó lo sucedido. También me mostró otros efectos de la tortura en su cuerpo.
[10] Mercado de Za’atari: algunos refugiados (con dinero y contactos) establecieron estructuras similares a un mercado en la calle principal del campo donde vendían productos como verduras, carnes, ropas y artículos de limpieza, entre otras cosas. Muchas familias acuden a los dueños de las tiendas de ese mercado para vender la ayuda alimentaria que reciben y, a cambio, comprar los productos que necesitan.
[11] Los jefes de calle eran hombres elegidos por las organizaciones internacionales que operaban dentro de Za’atari para que se hicieran cargo de cada calle del campo. La misión de esos líderes era ayudar a las organizaciones a distribuir la ayuda alimentaria diaria y productos como ropas, tiendas, caravanas y artículos de limpieza.
[12] Cuando Maha me habló de su situación, quise ponerla en contacto con algúno de los grupos de activistas humanitarios que conozco en Jordania, pero ella se negó y me dijo que lo que necesitaba era trabajar, no depender de la beneficencia.
Referencias:
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[Este artículo se publicó originalmente en una edición de Syria Studies, con el título de «Sympathetic Stereotypes: The Syrian Uprising in Western Media and Scholarship.» Jadaliyya, la fuente de esta tradución lo volvió a publicar en dos partes.]
Katty Alhayek es una activista-investigadora siria. Su interés en la investigación se centra, en líneas generales, en las cuestiones de género, conflicto, activismo, medios de comunicación y nuevas tecnologías. Obtuvo la licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad de Damasco en 2008. Después, trabajó para organizaciones sirias e internacionales dedicadas a los derechos humanos y a las cuestiones de la mujer. Exmiembro de la Open Society Foundation, Alhayek obtuvo un máster en Comunicación y Estudios para el Desarrollo en la Universidad de Ohio y un título de posgrado en Estudios sobre la Mujer, Género y Sexualidad. En la actualidad, es estudiante de posgrado en la Facultad de Estudios y Artes Audiovisuales, donde trabaja como asistente del editor, y también como webmáster, de The Online Journal of Space Communication.
Fuente Parte II: http://www.jadaliyya.com/pages/index/22069/i-must-save-my-life-and-not-risk-my-family%E2%80%99s-safet