Hubo fiesta en Miami este jueves 26 de agosto. Tres de los cuatro confesos terroristas de origen cubano indultados por la presidenta Mireya Moscoso, fueron recibidos en alegre procesión por los cubanoamericanos que, en comidas y celebraciones públicas, habían recaudado varias decenas de miles de dólares para liberarlos de la prisión en Panamá. Allí -ha […]
Hubo fiesta en Miami este jueves 26 de agosto. Tres de los cuatro confesos terroristas de origen cubano indultados por la presidenta Mireya Moscoso, fueron recibidos en alegre procesión por los cubanoamericanos que, en comidas y celebraciones públicas, habían recaudado varias decenas de miles de dólares para liberarlos de la prisión en Panamá. Allí -ha replicado la prensa como si fuera un detalle superfluo-, cumplían condenas de hasta ocho años de cárcel, después de probarse que planificaron meticulosamente el asesinato del Presidente cubano Fidel Castro durante la Cumbre Iberoamericana de noviembre del 2000.
Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Remón y Guillermo Novo aterrizaron alrededor de las nueve de la mañana, en el pequeño aeropuerto de Opa-Locka, en las cercanías de Miami. Según los despachos cablegráficos, fueron recibidos por autoridades norteamericanas y liberados a continuación. ¿Qué diligencias siguieron? ¿Qué compromisos establecieron estos hombres frente a los implacables servicios del gobierno norteamericano? No se sabe, como tampoco trascendió en los cables si entre la jubilosa comitiva que recibió a los terroristas, se encontraba Orlando Bosch, ese famosísimo terrorista que anda como Pedro por su casa en Miami, a pesar de que el FBI le otorga un título tenebroso, el de «terrorista más peligroso del Hemisferio Occidental»
Era de esperar que estuviera al pie de la escalerilla en Opa-Locka, donde la prensa obtuvo testimonios como «Castro no saldrá del poder por las buenas», una de las frases favoritas también de Bosch, que suele ofrecer declaraciones a la prensa en las que reconoce sin escrúpulos su participación en la voladura de un avión de CUBANA en 1973 frente a las costas de Barbados. En este y otros crímenes, su principal compinche fue nada menos que Luis Posada Carriles, el cuarto indultado por la Moscoso – quien, por cierto, en el apuro por sacar de Panamá a sus amigos terroristas de origen cubano, olvidó a los dos panameños que formaron parte del equipo que planificó el magnicidio.
Los medios aseguraron que Posada Carriles, pasó inmediatamente a la clandestinidad debido a las causas pendientes que tiene en varios países. Se dice que aterrizó en la mañana del jueves en el aeropuerto internacional Ramón Villeda Morales, de San Pedro Sula, y se especulaba que había seguido rumbo a El Salvador. La historia terrorista de Posada obra también abundantemente en los archivos del FBI, que reseñó sus actividades al servicio de la CIA en Centroamérica y su participación en el escándalo Irán-Contra. Además, en las páginas del New York Times, que reprodujo una larga entrevista con este señor, en la cual él asumió la responsabilidad de los sabotajes contra varias instalaciones turísticas cubanas en 1997. Debido a la bomba activada en el Hotel Copacabana, de la capital de la Isla, murió el joven turista italiano Fabio di Celmo.
En la edición de este viernes 27 de agosto, el Washington Post hurgó en los récords de las agencias policíacas norteamericanas y descubrió que los que desembarcaron en Miami no son tres inofensivos viejecitos como los llamó la Presidente panameña. Jiménez Escobedo ayudó a secuestrar al cónsul cubano en México, en 1977, y mató a otro oficial consular, Artagnan Díaz. Remón apretó el gatillo en el atentado que costó la vida a un diplomático cubano, Félix García. Y Novo, afirmó el diario, fue declarado culpable del asesinato en Washington del diplomático chileno Orlando Letelier, un crimen sin precedentes en la historia de Estados Unidos. Por primera vez, se hizo estallar un automóvil en pleno centro de la capital norteamericana. Tras la explosión, además del chileno, murió una estadounidense, Ronnie Moffit.
El Post afirmó que la administración Bush ha negado su intervención en el indulto, «políticamente fortuito», de los cuatro criminales, pero declinó condenar las acciones de los cuatro hombres. Acercando la leña a la brasa, pero cuidando de no quemarse, Glenn Kessler recordó que esas mismas autoridades dijeron que los tres indultados recién llegados a Miami «habían planeado utilizar 33 libras de explosivos para asesinar a Castro». El periodista evidentemente olvidó agregar que este hecho ocurriría mientras Fidel hablaba en el Paraninfo de la Universidad de Panamá ante miles de estudiantes panameños, que habrían sido víctimas también de este acto terrorista. El artículo del Washington Post criticó tímidamente la presencia de estos individuos en territorio norteamericano, después que «Bush ha dicho que la guerra en contra del terrorismo global es su máxima prioridad».
Entre despachos de prensa que vienen y van y especulan y dicen, a nadie se le ha ocurrido llamar la atención sobre el hecho de que, mientras los terroristas están en la calle celebrando, cinco luchadores contra el terrorismo permanecen encerrados en prisiones norteamericanas, totalmente ignorados por los medios públicos de Estados Unidos.
Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Fernando González y Antonio Guerrero, que alertaban a las autoridades cubanas de las actividades terroristas contra la Isla organizadas desde Miami, fueron sometidos a un proceso vergonzoso que los juzgó a finales del 2001 con irracional desmesura: tres de ellos fueron sancionados a cadena perpetua. Como vemos, el castigo de entonces sigue siendo coherente con la práctica norteamericana, tal y como trasunta esta feliz bienvenida a los indultados de la Moscoso: EE.UU. protege y apoya a los criminales de su conveniencia y, de paso, intimida a quienes verdaderamente se oponen al terrorismo.
¿Será casual la coincidencia entre la liberación de estos asesinos y el recorrido de Bush por la Florida, prometiendo nuevas ayudas para «democratizar» la Isla? ¿Por qué los medios no se preguntan con energía a qué se debe que Washington aterroriza a la población norteamericana con constantes advertencias sobre posibles ataques terroristas, subiendo los colores de alerta a anaranjado y avisándole a su población que los puentes, puertos, lagos y ciudades son blancos de posibles ataques, y mientras tanto, premia alegremente a tres confesos terroristas en las afueras de Miami?
¿Por qué los terroristas están en la calle y los antiterroristas, en la cárcel?
Estos hechos no hacen más que ratificar la necesidad que tiene Cuba de protegerse ante individuos como estos y demuestran que es imposible realizar un juicio justo a luchadores antiterroristas en una ciudad como Miami, que acoge con los brazos abiertos a terroristas confesos de crímenes realizados incluso en el mismo territorio de Estados Unidos.