Traducido para Gush Shalom, Rebelión y Tlaxcala por Carlos Sanchis
Impresa en 1958, la Biblia que me dieron de niño, estaba ilustrada con fotografías de Tierra Santa. Particularmente me quedé con la de «Casa Nativa cerca de Belén». Una mujer cavila con un niño en su regazo, mientras su marido devuelve con firmeza la mirada del espectador. Esta imagen calculada, cada sombra, todavía está impresa en mi memoria, pareciendo tanto poco agraciada como exótica.
Atada al muro de piedra, al lado del pesebre, estaba lo que yo reconocí como una vaca Hereford de blanca cara, como aquéllas que pastaban en los alrededores de la granja donde yo crecía. La incongruencia era normal. Los lugares que vi en mi Biblia (‘ una fuente en Nazaret en la carretera de Jerusalén a Jericó’), y que oí los domingos en una escuela metodista, eran como familiares a mi imaginación, como los pueblos y granjas donde mis abuelos, tías y primos vivieron. Algunos de los campos locales tenían nombres bíblicos. Las tierras de mi tío incluían un bancal pantanoso conocido como Jericó, no lejos de nuestra propia cercana casa. Hasta donde yo estaba interesado, la autenticidad de la Biblia estaba confirmada por el hecho de que las ilustraciones de mi ejemplar eran fotografías, no dibujos. Pero yo pensé que la santidad de estas escenas, dignificada por las piedras color sepia y artísticamente esparcidas, significaba que nunca podían cambiar. El propósito de las fotografías era dar énfasis a su realidad, pero también su separación del deshonroso mundo moderno. Yo me proyectaría a menudo en esos paisajes austeros, dando testimonio de los hechos de la vida de Cristo. Estos existieron privadamente como una extensión sagrada de mi propia experiencia. » Debía de haber estado entonces con ellos», como cantábamos los domingos. Era uno de mis himnos favoritos.
Sin saberlo, yo estaba cogiendo el último aliento de una tradición vernácula que había conformado la cultura inglesa durante siglos. El protestantismo desaprobó las peregrinaciones a los santos lugares, y dedicó poco tiempo a la tradición de las cruzadas. Incluso el concepto de los elegidos en su tierra prometida determinó las ambiciones de sus iglesias y capillas. No tenías por qué ir allí, o incluso reconocer su existencia histórica, para reclamar su propiedad. Mejor no pensar en esos términos. La Tierra Santa era más santa en tu propio corazón. Esto podría ser una creencia imperativa para aquellos que se la tomaban en serio, pero la certeza religiosa también podría servirle de consuelo.
A veces la certeza llega un poco demasiado fácilmente. Incluso cuando tal fe era común, la anexión interna de Tierra Santa hizo de los pensadores religiosos sofisticados sospechosos. En Apocalipsis (1931), su final y más vehemente repudio de la Cristiandad, D.H. Lawrence se burló de lo que él había venido a ver como las complacencias del disentimiento:
Con desavenencias, los religiosos cogieron para sí mismos la idea judía del pueblo escogido. Ellos eran «eso», lo elegido, o lo «salvado». Y tomaron la idea judía del último triunfo y del reino del pueblo escogido. De ser perros de lo más hondo fueron pasando a ser perros de la cima: en el Paraíso. . . Es la doctrina que puedes oír cualquier noche de Ejército de la Salvación o en cualquier capilla de Bethel o de Pentecostés. Si no es Jesús, es Juan. Si no es Evangelio, es Revelación. Es la religión popular, distinta de la religión ponderativa.
Palestina funcionó como una imagen eterna para aquellos de esta convicción. Era un lugar donde todo era mundanamente conocido, pero dotado del potencial para la gracia milagrosa. Por toda su impaciencia, Lawrence supo lo que le debía a esta tradición. En «Himnos en la vida de un hombre» (1928), otra contemplación tardía de la religión, destacaba que «era bueno el crecimiento de un protestante, y entre los protestantes un anticonformista, y entre los anticonformistas un congregacionalista … los congregacionalistas son los anticonformistas más viejos, descendientes de los independientes de Oliver Cronwell.»
Las raíces de su temprana experiencia religiosa del siglo XVII, proporcionaron la autoridad cultural que Lawrence valoró. Era una continuidad canalizada a través de los textos de la Biblia, con sus paisajes espirituales que «nunca existieron en la tierra. La Palestina imaginada importaba más que la real. No quiero saber dónde está, señaló Lawrence. Nunca quise ir a Palestina.»
Para muchos, esta usanza de pensamiento constantemente se reforzó por la extraordinaria persistencia del Auge de los Peregrinos como un patrón para la vida buena. El progreso de Bunyan mediante un ordinario Bedfordshire es transformado por las materializadas narrativas bíblicas que subrayan su fe. Él no tiene interés en conceptuar imágenes de Tierra Santa como las representaciones del «Otro», no hay ninguna distinción radical entre los paisajes verdes de Inglaterra y el de las benditas escenas de Canaan. Ambos son su herencia, la casa divina para ser disfrutada por todos los que pudieran viajar a la Ciudad Celestial.
El mundo de Atenas y Roma pudo haber sido más vívido en educar a hombres de clase media, pero aquellos que se había formado en los clásicos invirtieron en los paisajes bíblicos con la elegiaca fuerza de la experiencia de la niñez. El helenista Matthew Arnold señaló en su despectivo análisis del Hebraísmo Anticonformista que el fervor protestante, no anglicano, estaba a menudo arraigado en la experiencia provinciana. No estaba equivocado, aunque fracasó en ver que esto podía ser parte del asunto. A pesar de los proliferantes archivos impresos de viajeros en Tierra Santa, el conocimiento geográfico de aquellos que aprendieron a leer a través del estudio de la Biblia era a menudo vago. Para tales niños, la «tierra del puro gozo» siempre estaba justo a la vuelta de la esquina. El deseo de unas domesticada «Tierra Santa» discurre a través de la cultura literaria del anticonformismo inglés. La imagen de William Blake de una Jerusalén inglesa es una afirmación extravagante de lo que Bunyan había sugerido – que Inglaterra y Tierra Santa no sean los lugares separados que la historia y la política podrían implicar:
Los campos desde Islington a Marybone
A la Colina Prímula y San Juan de la Cruz:
Fueron construidos con pilares de oro,
Y allí los pilares de Jerusalén se levantaron.
El poema corto de Blake «Jerusalén», peculiarmente celebrado como la más inglesa de las visiones, piensa en Cristo entre los ingleses, en lugar de imaginarse a los ingleses como peregrinos a las benditas escenas de su vida: ¿» Y esos pies en antiguos tiempos/ caminaron sobre las verdes montañas de Inglaterra?» Claramente no.
Todavía para aquellos formados en la idea de Palestina como una dimensión mística de Inglaterra, la pregunta, parecía natural.
El propósito que Eitan Bar-Yousef persuasivamente defendió en el estudio es sugerir que el modelo influyente desarrollado por Edward Said en Orientalismo realmente no lo hará como una explicación popular inglesa de la Tierra Santa. Said se comprometió firmemente con la causa palestina, pero la escuela de la crítica postcolonial que él engendró no ha apreciado totalmente las consecuencias culturales de la particularmente práctica inglesa de destinar Palestina como la tierra de salvación doméstica.
Cuando William Thomson, Arzobispo de York, se dirigió a la primera reunión del Fondo de Exploración de Palestina, establecido en 1865 para patrocinar estudios precisos del país, expresó un conjunto de asunciones ampliamente compartidas:
Este país de Palestina les pertenece a ustedes y a mí, es esencialmente nuestro. Le fue dado al Padre de Israel con las palabras: » Atraviesa la tierra a lo largo, y a lo ancho, porque yo te la daré. » Queremos atravesar Palestina a lo largo y ancho, porque esta tierra nos ha sido dada. Es la tierra desde la que llegan nuevas de nuestra redención. Es la tierra hacia la que nos volvemos como la fuente de todas nuestras esperanzas; es la tierra a la que debemos mirar con verdadero patriotismo como cuando nosotros lo hacemos a esta estimada y vieja Inglaterra que tanto amamos.»
Ésta es una versión exclusivista del impulso de propiedad descrita por Lawrence. Los investigadores del Fondo de Exploración de Palestina tenían los recursos y la ambición para cubrir su familiaridad literal con observaciones geológicas y científicas. A diferencia de Lawrence, ellos quisieron saber lo que en realidad era Palestina. Se esperaba que la empresa pudiera vindicar la fe religiosa, permitiéndole apoyarse en bases intelectualmente seguras. Pero su principio conductor no era tan diferente de las convicciones que animaron a los Anticonformistas: estaba construido en la asunción de que los paisajes de la Biblia eran una dimensión de la más profunda identidad inglesa.
La extraña pretensión que la piedad pudiera facultar a los ingleses para la posesión de Palestina como un país existente en lugar de como el sitio de la historia bíblica sólo funcionaria si la población residente era borrada de la escena. Descripciones de los territorios palestinos del siglo XIX habitualmente los sugieren vacíos, mitigados únicamente por atisbos de gentes primitivas que acechan en la distancia, con hábitos aparentemente inalterados desde los días de Abraham.
Estos relatos implican a menudo arduas jornadas emprendidas en soledad, aunque los exploradores eran acompañados por séquitos de guías y sirvientes. La Tierra Santa se convirtió en un destino de moda para el aventurero victoriano; y para el no tan aventurero, después de que las Giras Orientales de Thomas Cook empezaran a funcionar allí en 1869. Los cifras, no obstante, eran pequeñas, puesto que estos viajes eran caros y accesibles tan sólo para las prosperas clases medias. Otros podrían compartir sus experiencias a través de los informes que daban vueltas por la prensa en número creciente a lo largo del siglo. Pero éstos también eran costosos, y a menudo producidos en ediciones pequeñas. Las casas editoras lamentaban las bajas ventas y las pérdidas, y los orgullosos autores se encontraron a menudo teniendo que desembolsar los costos de la edición. Los ilustrados libros de viajes estaban más allá del alcance de la mayoría de los ingleses que continuaron derivando sus ideas de Tierra Santa a través de su lectura de la Biblia, y de lo que aprendían en la iglesia, el templo protestante y la escuela del domingo.
Bar-Yosef señala que el Fondo de Exploración de Palestina nunca captó la imaginación de los donantes de disposición religiosa que habían esperado apoyar su trabajo. Las estadísticas lo confirman. Entre 1865 y 1914, vigorosas campañas dieron un total de 138.650 libras para el Fondo, mientras que los ingresos de la Sociedad Británica y Extranjera de la Biblia había excedido las 100.000 al año a mediados del siglo XIX. Muchos compartieron la aversión de Lawrence por aprender acerca de las realidades de Palestina.
Todavía la tradición de localizar la Tierra Santa bíblica en Inglaterra permaneció obstinadamente dentro de la cultura del artesano protestante. Rememorando su cumbriana niñez en los años 20 del pasado siglo, Normand Nicholson, hijo de un sastre y metodista, lo explicó más elocuentemente que la mayoría:
«Todos nosotros pertenecimos al mismo país. Y ese país era Tierra Santa.
El paisaje de la Biblia era más familiar a nosotros que la geografía de Inglaterra. Teníamos noticias de él dos veces cada servicio en las lecciones; los predicadores predicaban sobre ello; los himnos lo describían y exaltaban. Jerusalén, Jericó, Belén, Canaan, el Mar de Galilea, el Monte Carmelo, el Monte Ararat, Gilead, Moab, el Arroyo Cherithm, el sombrío y fresco riachuelo de Siloam; todos ellos parecían no más lejos de casa que, digamos, el Valle de Duddon. . . No sólo era que las tierras de la Biblia parecían cercanas a casa: de alguna manera estas eran casa. Y se parecían a casa. Para mí los pastores que guardaban sus rebaños eran hombres como los Watsons de la Granja de Millom, o los Tysons de la Granja Beck, o los Falconers de Water Blean.»
Esto recuerda las particularidades nostálgicas del Jerusalén de Blake: » El estanque donde los muchachos se bañan a placer/ Los campos de vacas de la granja de Willans.» Stanley Spencer, disparado por el metodismo que había conocido en su juventud, encontró un idioma visual para expresar ideas comparables. Que la vida de Cristo debiera ser promovida en las modestas calles de Cookham le parecía insignificante. Los alcances más salvajes del catolicismo vomitaban visiones comparables de vez en cuando. En » Ninguna Tierra Extraña», una poesía religiosa de Francis Thompson, ve el tránsito de la escalera de Jacob armada «entre El cielo y Charing Cross» y a Cristo que camina sobre el agua » no de Genesaret, sino del Tamesis». En general, sin embargo el anticonformismo seguía siendo la fuente más fecunda. Dennis Potter que había experimentado una potente versión en las comunidades mineras del Bosque de Dean, tradujo sus asunciones en algo más amenazante, más cercano a los procesos cristianos en el Auge de los Peregrinos. Las escenas donde el creció «eran Tierra Santa – yo conocí los Estanques de Cannop por el hoyo donde Papá trabajó, yo supe que allí era donde Jesús caminó sobre el agua; Yo supe donde estaba el Valle de la Sombra de Muerte, esa senda donde asomaban los árboles.
… Yo era un cobarde. Al crepúsculo yo silbaría y bajaría esa particular senda. »
La aprehensión de Potter por los encuentros desapegados del mundo que podrían transformar lo cotidiano en extraño se conecta con tierra en este conocimiento, y distorsiona por completo su drama más poderoso.
Los viajeros victorianos de clase media que en realidad hicieron su viaje a Palestina vieron las cosas diferentes, y se fueron inclinado a encontrar evidencias de lo que Harriet Martineau llamó «sentimiento de hogar».
Quisieron descubrir un país que era como el suyo, y se persuadieron de que Tierra Santa se ajustaba aello. Dean Stanley quedo impactado por «el carácter occidental, casi inglés, del paisaje. . . La ausencia de palmeras y la gran presencia de margaritas.»
Margaritas o no, aquellos que fueron allí por otras razones que el cultivo de la mente fueron probablemente menos dado a describir Palestina como una versión amistosa de Inglaterra. Los soldados enviados durante la Gran Guerra a menudo la detractaban, encontrándola yerma e incómoda; » la falta de árboles, follaje, flores (salvo cuatro o cinco semanas al año) «. Las condiciones eran deprimentes y la lucha dura. Anhelaban escapar.
Después es el hogar del buen regreso a Inglaterra
Y todos nosotros vamos a querer bajar la Costa.
Una vista ordenada más vivamente,
Que este florecer de Tierra Santa.
La Tierra Santa como un destino espiritual, el «dulce y bendito país» que estos trabajadores hombres habían aprendido a venerar en la escuela del domingo, se estaba ajustando más a las páginas de la Biblia que a los tórridos campamentos militares azotados por el viento de Palestina. Sería encontrada en Inglaterra, no en Oriente Próximo. Un agradecido soldado, en su camino a casa por fin, comentó que «la Tierra de mis sueños es donde yo empecé, pero que no conocí.» Lo que Bar-Yosef deja claro es que la preocupación de los ingleses por Jerusalén es como una metáfora íntima para la salvación, en lugar de una situación política y geográfica desafiante.
Éste fue un fenómeno que enriqueció la cultura inglesa de innumerables formas, pero sólo agregó más confusión a sus enredos en las políticas de la región.
Dina Birch da clases en la Universidad de Liverpool. Está trabajando en un estudio de educación y ficción.
Carlos Sanchis es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.