Tal como sucede con el enclave sionista en Palestina, el reino saudita parece haber conseguido de parte de la comunidad internacional su propia licencia para matar, sin que ello le signifique absolutamente nada. El holocausto que ejecuta el sionismo en Palestina desde hace 70 años tiene su correlato desde marzo de 2015 en Yemen, desde […]
Tal como sucede con el enclave sionista en Palestina, el reino saudita parece haber conseguido de parte de la comunidad internacional su propia licencia para matar, sin que ello le signifique absolutamente nada.
El holocausto que ejecuta el sionismo en Palestina desde hace 70 años tiene su correlato desde marzo de 2015 en Yemen, desde que Arabia Saudita, con el endeble argumento de que los houthis, una alianza entre los chiíes, el 35 % de la población, y vastos sectores del sunismo pobre, un 64% , amenazaban con tomar el control total del país tras la renuncia y huida del presidente Mansour Hadi, quien tras exiliarse en Riad, fue obligado por los sauditas a reasumir el cargo, fuera de todos los protocolos constitucionales de su país.
Los Houthis, por el nombre de su líder, también conocidos como Ansarolá (Seguidores de Dios), son acusados de tener estrechos lazos con Irán, la fuerza desequilibrante en un Medio Oriente sumiso frente a la alianza norteamericana sionistas. Mientras que los Sauditas no son acusados de tener lazos con los Estados Unidos, por ejemplo.
Tras el embate de la Coalición encabezada por los sauditas, juntos a un número solo nominal de socios, ya que los únicos que realmente participan efectivamente son Riad y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el pueblo yemení está siendo arrastrado a situaciones que tendrían que ser inadmisibles a esta altura de la civilización o por lo menos castigadas con la misma severidad con que se castigó al nazismo tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial.
La última gran proeza del príncipe heredero Mohammad bin Salman al-Saud, hijo del Rey Salman, responsable fundamental del genocidio yemení, que ya suma cerca de 20 mil muertos, millones de desplazados y que sumergió a la nación más pobre Medio Oriente en un desastre humanitario todavía lejos de llegar a su cota máxima y que ha ocasionado también miles de muertos por hambre y además del mayor brote de cólera, que haya registrado en la historia, con un millón doscientos mil afectados y por los menos 3 mil muertos, ha sido el ataque contra tres transportes escolares en la gobernación de Saada, el pasado 9 de agosto, en el que murieron 50 personas murieron (40 niños y 11 adultos) y 77 más resultaron heridas.
El ataque se produjo con un misil MK 82 de 227 kilogramos y guiado por láser, fabricado por la compañía norteamericana Lockheed Martin, entregado en el marco de los acuerdos de venta de armamentos entre Riad y Washington.
El misil era similar a los utilizados el 8 de octubre de 2016, cuando con diferencia de minutos una casa funeraria en Sanaa, capital de país, fue atacada, mientras se realizaban honores al padre de un alto jefe houthi, matando a 155 personas e hiriendo a 525, 300 de ellas de gravedad.
En el mediodía del 15 de marzo de ese mismo año, un ataque contra el mercado de la aldea de Mastaba, al norte de la gobernación de Hajja, a 45 kilómetros de la frontera con Arabia Saudita, dos bombas MK 84 de 900 kilos de fabricación norteamericana asesinó 97 personas, 25 de ellos niños.
Estos hechos motivaron que el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, prohibiese la venta de ese tipo de armamentos al reino saudita, aunque apenas la administración Trump se instaló en la Casablanca esa prohibición fue anulada.
El Pentágono, por su parte, ha deslindado responsabilidades tras el ataque a los escolares, argumentado que no son los Estados Unidos quienes eligen los objetivos sino que es decisión de la «Coalición» quienes las realizan, limitándose solo a suministrar el armamento lo que le reditúa miles de millones de dólares, ya que justamente es Riad el mayor comprador mundial de armas, no solo de fabricación norteamericana sino también de una amplia lista de naciones europeas como El Reino Unido, Francia y España entre otros. El Pentágono, en su nota de descargo, específica que con la «Coalición» colabora en aspectos de inteligencia y el reabastecimiento de los cazabombarderos.
En mayo pasado Trump había pedido al Congreso que autorizara la venta de 120 mil misiles guiados Raytheon a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Estados Unidos tiene una amplia experiencia en accidentes de este tipo o «daños colaterales», adefesio semántico, construido con el fin de disimular lo aberrante de este tipo de hechos que se producen de manera continua en esta guerra y en otras, como viene sucediendo en Pakistán y Afganistán, donde los ataques de la aviación norteamericana en procura de objetivos talibanes en Afganistán han asesinado a más de 15 mil civiles en aldeas próximas a la frontera entre ambas naciones centroasiáticas.
Un incidente más…
Las imágenes se podían confundir perfectamente con las que dejan las incursiones sionistas tras sus constantes ataques contra la población civil de Gaza, por ejemplo. Cadáveres de niños amontados embadurnados de sangre y polvo, ropa desgarrada y ya con el pálido rubor de la muerte.
Mientras autos y ambulancias empapados de sangre llegan, en este caso, al hospital de Talh ya de por si colapsado al igual que todos el sistema sanitarios del país, tras los casi tres años y medios de guerra.
Decenas de niños comenzaron a inundar el edificio con una variedad inusitada de heridas, otros sin tanta «suerte» pasaron directamente a desbordar la morgue. Los relatos por obvios no dejan de ser escalofriantes cuando describen los llantos y los gritos de dolor o terror de los heridos y sus familiares que alertados del ataque comenzaron a llegar al centro hospitalario.
Muchos de los niños a raíz de sus lesiones pulmonares debido a las ondas de choque de las mismas explosiones tenían problemas respiratorios; fracturas en brazos y piernas, además de multiplicidad de cortes a causa del estallido de los vidrios de las ventanas de los buses, que causaron heridas de variado rango. Azarosamente no se han reportado amputaciones, pero sí muchos de los niños que parecían no tener heridas físicas deambulaban en estado de shock, sin tener idea de lo que les acababa de suceder.
Mientras estas pavorosas escenas con los sobrevinientes se desarrollaban, los voceros sauditas se apuraron a declarar ante el Consejo de Seguridad de la ONU, como si esa entidad tuviera alguna importancia más que mediática, que se estaban investigando los hechos, aunque según esos mismos voceros, el ataque contra los buses escolares había sido legitimo ya que «los líderes houthies han reclutado y entrenado a cientos de niños para engrosar sus filas de combatientes».
Las autoridades de la gobernación de Saada informaron que la caravana atacada se dirigía a un cementerio local que es uno de los pocos espacios verdes que quedaban en toda la gobernación del norte del país, ya que la totalidad de parques y plazas han sido destruidos por los continuos combates y bombardeos de la coalición.
El «incidente» del bus, según algunos organismos internacionales, parecería señalar que se enmarca en una estrategia más amplia de la «Coalición», ya que se han registrado 55 incidentes similares contra vehículos y autobuses civiles, desde principio de este año, superando las tasas del 2017. Ese análisis también señalan que de los 18 mil ataques sauditas producidos desde el inicio de la guerra hasta abril de 2016 un tercio de los blancos no eran militares, mientras que otro tercio era clasificado como un objetivo desconocido.
A casi dos semanas de lo sucedido con los escolares ninguna figura de relevancia de los países vendedores de armas a la «Coalición» ha hecho declaraciones al excepción de Fabian Hamilton, un importante miembro del partido Laborista británico que declaró que: «No tomar medidas ahora significa que el gobierno está presidiendo el peor desastre humanitario creado por el hombre del siglo XXI».
Quizás el gran manto de cinismo que se ha echado sobre este último «incidente», lo justifique el hecho de que el Reino Saudita a lo largo de los últimos cinco años, a comparación con los cinco anteriores, según investigaciones del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) aumentó en un 225 % el presupuesto para la compra de armamento y equipo militar. De donde da una cifra que seguirá justificando todas las muertes necesarias.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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