No hay escenario nacional o internacional en el cual no aborde el caso de los Cinco antiterroristas cubanos, prisioneros desde el 12 de septiembre de 1998 en cárceles de Estados Unidos. Así lo ha hecho Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, durante todos estos años en los cuales se […]
No hay escenario nacional o internacional en el cual no aborde el caso de los Cinco antiterroristas cubanos, prisioneros desde el 12 de septiembre de 1998 en cárceles de Estados Unidos.
Así lo ha hecho Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, durante todos estos años en los cuales se ha dedicado a explicar, promover, informar y luchar, junto a nuestro pueblo, por la liberación de Fernando González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, René González y Gerardo Hernández, condenados injustamente en una corte de Miami.
En diálogo con Granma dedicó algunas reflexiones sobre este caso, a propósito de cumplirse entre el 12 y el 27 de diciembre el sexto aniversario de las sentencias dictadas contra los Cinco.
-Últimamente usted ha insistido en el caso de algunos individuos que han sido juzgados en Estados Unidos por espionaje contrastando con el hecho de los Cinco.
Posiblemente aparecerán más casos, voy a referirme a uno que es muy ilustrativo y del cual hemos hablado. Es del mes de junio de este año 2007. Se trata del señor Aragoncillo, una persona al parecer de origen filipino. Fue un oficial del FBI, asignado a las oficinas del vicepresidente Richard Cheney. Trabajaba en la Casa Blanca. Incluso, estuvo vinculado desde antes a la mansión ejecutiva, en tiempos en que el vicepresidente era Albert Gore. De esa oficina él se apoderó por lo menos, según el acta del tribunal, de 733 documentos secretos, o sea, no se trata de conspiración para cometer espionaje, eso es espionaje puro.
Al salir de la Casa Blanca pasa a trabajar con el FBI en New Jersey, es cuando descubren el hecho y llevan a Aragoncillo a juicio, lo juzgan y lo condenan a 10 años de prisión.
Diez años de prisión por espionaje real, sustantivo, mientras que a los Cinco por la llamada conspiración para cometer espionaje, sin haberse apoderado de un papelito, sin haber sido acusados de ese delito, habiendo desfilado ante el tribunal una larga lista de altas personalidades norteamericanas que dijeron «aquí no hay nada de espionaje», la Fiscalía logró convencer al jurado de Miami y fueron condenados a injustas y severísimas sentencias que suman de conjunto cuatro cadenas perpetuas más 75 años de cárcel.
Eso se explica porque el jurado en esa ciudad de Florida estaba amedrentado, y en medio de un ambiente completamente hostil hacia nuestros compañeros se montó la farsa.
¡En junio del 2007, ahora, con todas las leyes represivas en Estados Unidos, con todo este ambiente contra los extranjeros…, a un señor que realmente estuvo espiando durante un buen tiempo y no en cualquier lugar sino desde la Casa Blanca la pena que le han impuesto son 10 años, además, aclararon que los puede reducir por buena conducta!
Por tanto, la primera cosa que salta a la vista es la arbitrariedad, la falta de equidad en el caso de los Cinco cubanos. Les impusieron sentencias que no solo son desmesuradas, sino que son absurdas. Todo el proceso del juicio de los Cinco fue un gran operativo político, propagandístico de venganza contra Cuba y para favorecer, para aupar a la mafia miamense. Es la única justificación.
-Las autoridades estadounidenses le han denegado por octava ocasión a Olga Salanueva y a Adriana Pérez la visa para ir a visitar a sus esposos René González y Gerardo Hernández, respectivamente.
Todo es una completa arbitrariedad respecto a las visas para que los familiares puedan visitar a los Cinco. Ha sido no solo arbitrario, sino también violatorio de las normas internacionales y norteamericanas y es parte de lo que el gobierno de Estados Unidos ha hecho, por una parte para castigar a los Cinco y por otra para tratar de doblegarlos.
Toda persona recluida en una prisión tiene el derecho a recibir visitas de sus familiares e incluso de otras personas. En nuestro caso, se trata de una situación hasta cierto punto especial, porque los presos están en un país y los familiares en otro. Cuando Estados Unidos se enfrenta a esa circunstancia, incluso con casos más problemáticos los ha resuelto.
Por ejemplo, recuérdese a Zacarías Mozawi, de origen marroquí, nacido en Francia. Fue arrestado, encausado y condenado en Estados Unidos según se dice por ser uno de los participantes en los atentados del 11 de septiembre del 2001. Según la acusación, él iba a pilotar uno de los aviones el 11-S.
Su madre, una señora marroquí, residente en Francia, pidió una visa para poder ir a EE.UU. y estar con su hijo, visitarlo. A ella se le dio una visa sin limitaciones por razones humanitarias y se trata de alguien que ellos presentan como el único sobreviviente del comando que atacó las Torres Gemelas, en Nueva York.
El otro caso es el de Johnny Walker, quien fue capturado en Afganistán cuando empezó la guerra de Estados Unidos contra ese país. Ese joven estaba vistiendo el uniforme de los talibanes, armado y luchando contra las fuerzas norteamericanas. Lo capturaron. Por ser norteamericano no lo recluyeron en la base naval de Guantánamo -territorio ilegalmente ocupado por EE.UU. en Cuba-. Lo llevaron a su nación de origen, lo juzgaron allá y está cumpliendo una sentencia en algún lugar de California.
A la hora de dictar la sentencia parece que hubo un arreglo entre el gobierno y este hombre, y entre los acuerdos se llegó a uno: que cumpliera la sentencia cerca de donde vive su familia en San Francisco, para facilitarle que tenga la posibilidad de ser visitado y que la familia lo haga sin mayores contratiempos. Lo cual es correcto. No lo critico.
Compara eso con la situación de las compañeras nuestras. Son unos trámites que implican procesos que demoran meses: la Sección de Intereses te da una cita, vas allí, dan unas planillas, las llenan y se les entregan al cónsul nteamericano, te vas y esperas. Una espera que puede ser de meses a que te llamen y te digan sí o no. En la práctica eso significa que cuando más han ido una vez al año -las que han podido viajar-, pues en el caso de Adriana y Olga la situación es peor, porque nunca han podido encontrarse con sus esposos.
A Adriana le otorgaron en una ocasión la visa, pero fue más cruel, porque pudo volar hasta Houston y desde allí la retornaron a Cuba, no pudo entrar a Estados Unidos. También a Olga le dieron la visa en una ocasión y después se la revocaron. A partir de ese momento han sido negativas tras negativas. Son ocho ocasiones consecutivas ya en las que les dicen «No».
-En todo este contexto, ¿qué papel puede desempeñar la solidaridad?
Yo creo que es muy importante que en la medida en que crezca el conocimiento del caso, que la gente se pronuncie en el mundo entero, de alguna forma podremos saltar la muralla de silencio que rodea a Estados Unidos en relación con este tema. Por eso la solidaridad es tan importante.
Si los norteamericanos supieran la mitad de la verdad nada más, un pedacito de esa verdad, se darían cuenta de que están gobernados por una mafia terrorista que mientras encarcela a luchadores contra el terrorismo por otro lado sostiene, ampara, protege a grupos terroristas activos, que están actuando ahora. No es historia pasada.