Miles de libaneses se concentraron a mediodía de ayer ante la sede de la ONU en Beirut para denunciar la matanza de Qana y la impasibilidad de la comunidad internacional ante la agresión israelí contra su país. Prueba de la repulsa unánime al ataque, los manifestantes agitaban tanto banderas de Hezbolá como libanesas, muestra de […]
Miles de libaneses se concentraron a mediodía de ayer ante la sede de la ONU en Beirut para denunciar la matanza de Qana y la impasibilidad de la comunidad internacional ante la agresión israelí contra su país. Prueba de la repulsa unánime al ataque, los manifestantes agitaban tanto banderas de Hezbolá como libanesas, muestra de su diversidad ideológica. «Todos estamos con Nasralá», coreaban. Israel ha convertido al líder de Hezbolá en héroe nacional.
«Israel pretendía privar a la resistencia de su apoyo social y con sus ataques indiscriminados a la población civil y su destrucción de las infraestructuras ha conseguido precisamente todo lo contrario», explicaba pocas horas antes Haifac Yamal, responsable político de Hezbolá en Baalbek. «Lo ocurrido esta mañana en Qana, igual que lo ocurrido en 1996
[cuando las tropas israelíes mataron a 105 civiles que se habían refugiado en un cuartel de la ONU] sólo une más a la gente con la resistencia», defendió Yamal.
La manifestación de Beirut parecía darle la razón. Había sí muchos chiíes seguidores de Hezbolá
[ellos con barbas y ropa oscura; ellas, con estricto hiyab] que agitaban banderas del movimiento y carteles con la imagen de su líder, Hasan Nasralá. Pero también había manifestantes de otras confesiones e ideologías políticas. Y no se trataba sólo de simpatizantes del mayoritariamente cristiano Movimiento Patriótico Libre, de Michel Aún, que hace unos meses firmó un acuerdo de cooperación con el Partido de Dios.
«Somos libaneses», respondieron al unísono cuatro jóvenes cuando esta corresponsal quiso indagar sobre su afiliación. «Yo soy de Nabatiye, no milito en Hezbolá, pero apoyo lo que está haciendo», aclaró Nadia ante la anuencia de la otra chica y los dos chicos que la acompañaban. Sus nombres hacían pensar que fueran suníes, pero se negaron a entrar en el juego de las identidades. «Todos apoyamos a Nasralá», reiteraron. La pancarta que portaban denunciaba el castigo israelí sobre Qana en 1996 y ahora, 10 años después.
«Muerte a Israel, muerte a Estados Unidos», gritaban los más exaltados, algunos de los cuales forzaron su entrada en el edificio y destrozaron algunas dependencias antes de que policías y soldados aseguraran el perímetro. La agresión llevó al personal de la ONU a refugiarse en el sótano. Pero no hizo falta que las fuerzas de seguridad llegaran a intervenir. Una voz de orden de los servicios de seguridad de Hezbolá impidió que el ataque fuera a más.
«De no haber sido así, la policía no hubiera podido impedir el asalto», aseguraba un druso que dijo pasar por allí. «Si se empeñan en entrar, no les hubiera importado morir». Tampoco está claro que los uniformados hubieran prestado mucha resistencia. Dentro de una de las garitas de la policía, un enorme cartel en inglés denunciaba: «Líbano 1968-2006: 38 años de humillación israelí».
Los agentes desplegados simpatizaban sin duda con la ira de sus conciudadanos. Incluso el primer ministro, Fuad Siniora, expresó su comprensión hacia los manifestantes.